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Kenan: Respuestas Universales.

Me había prometido nunca participar en este tipo de historias, lo había dejado bastante claro. Pero viendo el impacto que he causado y las consecuencias que mi familia está cosechando, creo que ayudar a terminar este conflicto no estaría mal de mi parte. Dejo a mi esposa cuidando a mis bisnietas, mientras que me voy a los calabozos de mi reino. Lo suficiente alejados de mi castillo y la capital que he forjado; claro, no es la metrópolis como otras ciudades. Me gusta más lo ambientalista. Mi reino consiste en grandes fincas con terrenos que fácilmente podían caber un pueblo entero.

No me gusta explotar mis recursos, para eso están los demás reinos. Ellos me dan minerales y yo les doy mis cosechas. He visto el impacto ambiental sobre la minería y no quiero que mis tierras sufran ese tipo de masacres.

Me voy en un caballo hasta salir de mi reino. Llego a la fortaleza de piedra donde reúno a los únicos prisioneros que me importan o los que me molesto en capturar. Mis guardias al verme, ya saben a lo que vengo. No hace falta decirles nada, y tampoco lo hago. No soy un hombre de muchas palabras habladas, pero si escritas. Llego a la celda que me interesa, un guardia abre la celda y pone una silla para que me siente y cierra la puerta.

—Henry Káiser —digo cruzando las piernas. El hombre rubio me mira con desdén desde el fondo de la pequeña celda. Su dragón guardián está en otra celda esposado y dormido—. Creo que es un buen momento para hablar.

—Yo no tengo nada de que hablar con usted —escupe a un lado.

—Agradece que te haya capturado yo y no mi hija Laila o mi hermano Seth. Ellos no tienen piedad con las personas que atacan sus tierras como la forma en la que lo hiciste —digo sin emoción y él sonríe—. ¿Acaso piensas que nos heriste? ¿Qué nos debilitaste? Por favor, mocoso. Lo que hiciste causó más daño a las familias de los soldados que enviaste a morir por un capricho.

—No es un capricho. Ustedes han gobernado por mucho tiempo este universo. Hacía falta un cambio —dice intentando levantarse, pero las cadenas son lo bastante cortas como para permitírselo—. Yo sembré la semilla del cambio para que otros sigan mi ejemplo.

—En serio que me das mucha ternura —digo acariciando mi barba—. Pero por favor explícame que hay de malo con este universo. Por lo que tengo entendido, eres hijo de un hombre ridículamente rico, has tenido todo lo que has querido y hasta más. Comprendo que esas palabras vinieran de alguien que no tuviese nada, pero ¿de ti?

—Me quitaron mi única familia y sus posesiones. Tengo derecho a quemar todo este universo si así quiero —exclama lleno de ira.

—Yo no te culpo en querer venganza por la muerte de tu padre, yo te culpo por ir en contra de mi familia —digo dejando los juegos.

—Su asquerosa nieta ordenó la muerte de mi padre —exclama sin aplacar su ira.

—Eso no es así del todo —digo recostándome en la silla, cruzado de brazos—. Tu padre hizo pequeñas cosas buenas, pero una inmensa cantidad de cosas malas ¿y qué sucede cuando te metes demasiado con las personas? Tarde o temprano uno solo de esas, tendrá las bolas o en este caso, los ovarios puesto para ir en contra de tu padre. Tu padre era un violador y violó a la mujer equivocada, esa mujer es la que ordena la muerte de tu padre —digo mirándolo serio—. Mi nieta solo facilitó la venganza de esa mujer y puso el hombre para acabar con tu padre. Para serte honesto. No me importaba que fueras en contra de esos dos, lo que me importa es que te metiste con la familia equivocada. La mía y es por eso que estás aquí.

—Ustedes actúan como si fueran unos santos, y no lo son. Son asesinos y vienen a juzgarnos con su superioridad moral —dice con un profundo odio.

—Ese es el problema de los mortales como tú —carraspeo juntando mis manos—. Yo no soy moralmente correcto, nadie lo es. Mi familia ha conquistado sus reinos porque fueron los que se atrevieron a ello. Lo que hice fue darle el regalo de la inmortalidad y la divinidad. Nosotros gobernamos este universo porque así lo quise yo, ya sé que es repetitivo esa frase. Pero es así —lo miro con pena—. Tenemos riquezas y seguridad, pero paz mental lo dudo.

—Sus conciencias no los dejan dormir —me mira chistoso.

—No me refiero a eso —miro la celda y luego a él—. Soy consciente de mi inmoralidad, pero no me importa porque mi familia está a salvo —me inclino hacia delante—. Te voy a confesar algo y quiero me escuches con atención. No vas a hablar hasta que termine, cuando finalice con lo que te voy a decir y piensas que mi familia y yo somos unos malditos. Entonces podrás morir de forma grotesca, pero si comprendes mis palabras. Te daré el regalo de una muerte pacífica.

—¿Me contará el secreto del universo? —pregunta sarcástico, pero al no responder, se vuelve serio otra vez—. Lo escucho.

—Antes de la creación de este universo, había otro ya creado y al borde de la destrucción —busco las palabras correctas para decir ese infame recuerdo—. Ese universo contaba con una tecnología tan abundante que, a comparación de la actual, estaríamos a millones de años de retroceso. Ese universo estaba gobernado por máquinas, tan sofisticadas que prácticamente habían reemplazado a la población en casi todas las áreas. La ambición y el poder provocaron que las maquinas empezaran a tener conciencia. Fue tan sutil el cambio que ni la mente tan avanzada pudo anticipar el desplazamiento y la muerte que las máquinas provocaron —me paso la mano por la frente agobiado—. La población fue esclavizada, los papeles se invirtieron y nuestros dioses era máquinas de metal, hierro, oro. Yo me uní a la resistencia con un buen grupo de personas, pero como en toda buena revolución, sus líderes se volvían radicales. Los pocos sistemas de magia fueron perseguidos y casi exterminados.

Me cayo y reflexiono sobre mis palabras.

—Me había alejado de toda esa onda revolucionaria y me concentré en vivir para mí, en el nuevo mundo que había creado y con el cual odiaba. Veía como mis antiguos compañeros fueron consumidos por el poder hasta el punto de la locura. Las persecuciones hacia todo lo diferente y mágico eran espantosas —miro mis manos—. En ese hecho de miseria, una mujer de cabello rosado irrumpiría en mi vida para cambiarlo todo. Me mostró que yo era alguien mágico y con eso me condenó a cumplir con una profecía. La profecía que llevó a la extinción de todo ese universo. La llevé a cabo con un gran dolor por la muerte de todos y todo lo que amaba incluida mi esposa. Ella sabía lo que iba a hacer y aun así me apoyo en todo momento. Para que un nuevo universo pueda nacer, el existente tiene que morir, reiniciarse y ser gobernado por una entidad lo suficientemente neutral para que no se deje llevar por el mal.

—¿Llevó a todo un universo a la muerte? —pregunta aterrado.

—La población condenó a su propio universo a la extinción cuando creyeron que, porque tenían derechos, podían hacer lo que les daba la gana sin tener consecuencias reales a sus acciones. Tienes derechos, pero también deberes y ellos olvidaron sus deberes. Puedes tomar los recursos que quieras, pero también tienes la obligación de retribuírselo a la tierra donde lo sacaste. Eva y yo intentamos hacer entender a los de la resistencia. Pero no nos escucharon y nosotros tomamos la decisión de reiniciar el universo hasta su punto más primitivo. Un reinicio donde la población pueda hacer las cosas bien y así poder ganar —miro mis manos—. Ella y yo hicimos un pacto de sangre. Si había vida después de la muerte, haríamos todo para reencontrarnos y tener esa familia que tanto añorábamos.

—Y si la tuvieron —dice el joven con un bufido.

—La tuvimos, pero el costo del tiempo y de la explosión que nos separó fue algo demasiado, incluso para mí —suspiro dolido—. Mi cuerpo fue destruido, pero mi conciencia no. De esa explosión este universo surgió y de allí vine al igual que mi esposa. Ese pacto fue lo que nos hizo poder sobrevivir y nos dio poderes. En mi caso, controlar el tiempo, espacio y destino. Todo lo que soñaba, se creaba. Lento, pero se creaba. Fui un pequeño coagulo que fue evolucionando hasta lo que soy ahora.

—¿Y su esposa? —pregunta intrigado.

—Mi esposa tardó miles y miles de años para poder ser lo que ahora. Ya había creado este universo, incluso creé a Seth, Laila y a Liora, ya eran mujeres y hombre que estaban conquistando sus propios reinos. Mi esposa no eran ninguna de ellas, tenía su recuerdo, tenía su personalidad. Pero no podía crearla de forma consiente así que, dejé que se colara entre mis creaciones hasta el punto de encontrarla. Sin ella no podía crear a mi familia.

—Pero ella está aquí —dice confundido.

—La encontré en el momento que tenía que encontrarla en el bosque bien lejos de aquí, en la frontera entre el reino de la luz y el mío. Ella estaba en tierras centrales y su hermano Beck en tierras de la luz —me recompongo—. Con tan solo ver ese cabello rosáceo, supe que era ella. La encontré y me devolvió la alegría que había perdido. Ella estaba llorando, era una bebé, pero cuando la cargué y la sostuve en mis brazos. Dejó de llorar y me miró sonriendo. Me llevé feliz a esos dos bebés y los crié como hermanos, y si lo son. Eva tenía sus recuerdos del otro universo, pero también sus poderes. Tenía el poder del amor y la belleza, cualquier persona que pasaba por un momento amargo, ella con tan solo tocarlos, podía hacerlos dóciles y amables.

—¿Usted se acostó con ella cuando era una niña? —pregunta asqueado.

—Por supuesto que no. Empezamos a formalizar nuestra relación cuando tuvo veinte años —respondo alerta. Me asquea esa insinuación.

—Y formó su familia y gobiernan este universo —dice más tranquilo—. Es una linda historia, no me hace odiarlo menos. Porque se convirtió en lo que había destruido.

—Yo no quise gobernar, pero las circunstancias me llevaron a ello —respondo tranquilo—. Mi familia gobierna este universo, estamos trabajando para que no volvamos a cometer los mismos errores que costó la vida de millones de personas.

—No tenía derecho en aniquilar a todo un universo —replica molesto.

—Y tú tampoco tenías derecho en enviar a más de cuarenta mil soldados a su muerte solo por la muerte de tu infame padre —digo ya cansado—. Podías hacer tu venganza, pero involucraste a mi familia y eso no lo voy a permitir.

—Usted dijo que al final podía escoger mi muerte dependiendo a lo que usted me contó —dice acomodándose en el suelo—. Me parece una persona horrible y despreciable. Construyó un universo desde los cadáveres de otros. Usted es peor persona que yo.

—Hice lo que hice por un bien mayor, en cambio tú, causaste una masacre por la muerte de un hombre que pasó gran parte de su vida matando, robando, violando a los demás —digo levantándome—. Escogiste tu muerte y yo soy hombre de palabra.

Me acerco a la puerta y veo acercarse Seth acompañado de Laila. Los dos entran a la puerta y observan al joven encadenado.

—Es todo suyo —me hago a un lado y los dejo trabajar.

Escucho los gritos del joven, suplica por una muerte rápida, pero conozco muy bien a ese par y lo menos que harán es una muerte rápida. Salgo del calabozo y vuelvo montar a mi caballo, cabalgo lejos de allí de regreso a mi palacio. No soy un buen hombre, de eso soy consciente, pero lo que sí sé es mi deber ante este nuevo universo. Las personas tienen un concepto erróneo ante sus deidades, piensan que nosotros somos criaturas benevolentes y perfectas. Pero no es así, haré todo para que mi familia y el universo esté en orden. Y no me importa el precio a pagar para lograrlo.

 Regreso a mi palacio y me encuentro a Eva sentada en la glorieta. Ella se ve hermosa, incluso sin hacer nada. Ella es lo más hermoso y puro que tengo.

—¿Lo hiciste? —pregunta abriendo los ojos. Me siento al frente de ella—. Bueno, me imagino que lo hicieron Seth y Laila.

—¿Y por qué me preguntas entonces? —pregunto sonriendo. Ella se sienta en mi regazo y sostiene mi rostro.

—Porque somos un equipo y un equipo se cuenta todo —tomo un mechón de su lindo cabello y lo enrosco en mi dedo.

—Para el resto de la eternidad —digo besándola y ella me responde apasionada.

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