Estrella: Embarazo De Alto Riesgo.
Un dolor en el vientre provocó que me tomara el día libre. Por lo general yo trabajo, aunque me estén torturando, pero esto es diferente. Es un dolor que ni siquiera me deja moverme. Por la magnitud del dolor, ordené que le escriban a mi padre diciéndole de mi malestar. Mis hermanos y yo nunca nos hemos enfermado, nada de dolores surgidos de repente, nada de gripas o alguna enfermedad extraña; las personas lo atribuyen a mis padres, lo creo por completo y por eso este tipo de situaciones se me hacen tan insoportable.
Me retuerzo del dolor en la cama y mi padre entra con la señora Tabitha. Ella me examina, me levanta el camisón y ve mi vientre, lo empieza a tocar con una presión tolerable para cualquier persona sana, pero para mí es como si quisiera introducirse dentro de mí por mi vientre con la palma abierta. Mi padre rodea la cama y me sostiene.
—Cosmo necesito que relajes a Estrella para poder levantar su alma —ordena la señora Tabitha a mi padre, él obedece y me estira el cuerpo. Él pone sus manos en mi cabeza y como si fuera un truco de magia, mi padre aleja el dolor. Me concentro en sus ojos grises y profundos, lo detallo con sumo cuidado mientras que mi alma es elevada con fines medicinales.
—Estoy aquí para ti —exclama mi padre con una sonrisa, asiento desorientada. Su rostro se va desdibujando mientras que siento que la cama se hunde y sus brazos me atraen a su cuerpo. Escucho las voces de los dioses, pero no entiendo lo que dicen, todo está borroso y pesado. No siento mis extremidades, no puedo moverme y no me importa.
Mi padre se queda conmigo por no sé cuánto tiempo, solo siento sus brazos sosteniéndome mientras que mi cuerpo se aleja de mí y mi conciencia igual.
Una punzada me despierta, quiero moverme, pero unos fuertes brazos me sostienen. Giro mi rostro y los ojos grises se fueron y ahora son de color caramelo, el pelo blanco ya no está, en su lugar está el color dorado.
—¿Qué tan arriesgado es? —pregunta la voz fuerte de Taurus.
—Lo suficiente como para decirte que lo mejor es que no los tenga —dice la voz de una mujer pelirroja. Aún la vista me falla—. Aún está a tiempo de no pasar a un mayor riesgo.
—Son mis hijos madre, no pidas eso —exclama Taurus aterrado.
—Pero Estrella es mi hija, su vida es lo primordial —protesta mi padre al lado de la madre de Taurus—. Comprendo tu temor, Taurus. Pero no pienso poner a mi hija en riesgo.
—¿De qué hablan? —pregunto desorientada. Taurus me atrae más hacia a él.
—Vamos a ser padres —me dice confidente e mi oído.
—¿En serio? —pregunto contenta, apoyo mi cabeza en su hombro y su cuello se encuentra tan cerca que le puedo dar varios besos.
—¿Hija? —pregunta mi padre acercándose hacia a mí—. ¿Cómo te sientes?
—Desorientada, voy a ser madre ¿ya lo sabes? —balbuceo y Taurus me toma de la mano—. Vas a ser abuelo, padre ¿estás feliz?
—Lo mejor es dejar a Estrella descansar —propone la señora Tabitha acercándose a mi padre.
Casi todos abandonan la sala excepto Taurus, él sigue conmigo abrazándome con sus fuertes brazos.
—¿Cómo te sietes amor? —pregunta Taurus cariñoso. Él me hace a un lado para poder quitarse las botas y la casaca con las medallas demostrando su rango.
—Aturdida, mareada. Pero por lo menos ya no me duele el vientre —respondo estirándome, Taurus se vuelve acomodar en la cama y yo me recuesto en su pecho—. ¿Por qué discutían?
—Estás embarazada —responde acariciando mi mano con sus labios—, es un embarazo de alto riesgo por el número de bebés que hay adentro de ti.
Me separo de Taurus y me volteo. Él me mira deprimido.
—Estás embarazada de cuatrillizos —dice con una expresión de tristeza—. Mi madre dice que es un embarazo de un elevado riesgo. Dice que lo mejor por tu bien es interrumpir tu embarazo. Tu padre apoya la moción.
Mi aturdimiento se disipa como la suciedad al ser removida con agua. Me llevo las manos a mi vientre.
—El dolor que sentí... —digo casi en susurro.
—Fue una contracción. Llevas dos meses de embarazo —dice tragando fuerte—. Si quiero tener a mis hijos Estrella, pero no me perdonaría si en mi egoísmo te perdiera. Yo apoyaré cualquier decisión que tomes, es tu cuerpo, no mío para anteponerme.
—Luna tuvo mellizas ¿si ella puede, por qué yo no? —cuestiono con la cabeza a mil. Un bebé no hay problema, pero ¿cuatro?
Salgo con cuidado de la cama y me voy a buscar el espejo alto que tengo de lado del armario. Me levanto el camisón y se nota lo abultado que está. Honestamente no me había visto bien la forma de mi cuerpo. He estado tan sumergida en mi trabajo y he comido tanto que culpaba a mi increíble apetito de mi subida de peso. Ahora me doy cuenta que comía por cinco.
—Si hubiera salido embarazada en mis veintes, tal vez hubiera abortado —digo llevando mis manos a mi vientre abultado y lleno de niños—. Tal vez no dimensiono bien la magnitud del conflicto, pero sí quiero ser madre. Pero tengo miedo, miedo de no pasar del parto, de morir dándole la vida a mis bebés. Tengo miedo del dolor que pasaré, porque a pesar de haber recibido tantos golpes, un parto no se compara en nada. Tengo miedo de nosotros como padres ¿seremos mejores o peores que nuestros padres? ¿tengo la paciencia de criar a cuatro niños al mismo tiempo?
Él se levanta y viene hacia a mí a consolarme.
—Tengo miedo, Taurus. En serio si quiero tener a mis bebés. Pero tengo miedo, no me siento lista. Siento que voy hacer todo mal —rompo en llanto en sus brazos—. ¡No quiero ser mala madre, no quiero llenar a esos niños con mis traumas de infancia!
Me rompo con él, lloro de forma descontrolada. Dejo correr todas las emociones que tengo atoradas dentro de mí. Las nuevas como las viejas por igual. Si quiero a mis hijos, los quiero, pero estoy cagada de miedo. Taurus me conduce hasta la cama y me consuela hasta quedarme dormida otra vez. Duermo rendida y cubierta de lágrimas en los brazos de mi amado hombre.
Taurus me acompaña toda la semana mientras que el señor Beck, la señora Tabitha y la madre de Taurus, me explican los riesgos de mi embarazo. Al darse cuenta que no voy a cambiar de opinión, aunque me cague por dentro. Me dan un plan de acción, el cual debo cumplir al pie de la letra por el bien de mis hijos y el mío. Solo me queda lo que no puedo hacer; no puedo viajar a ningún lado, nada de teletransportarme. Si deseo trabajar tengo que hacerlo en la comodidad de mi residencia y disponer de un soldado de confianza que se ponga a repartir todos mis deseos a los generales de la ciudad. Nada de estrés, nada de peso, nada de combates.
Es estricto, pero sí quiero ver a mis niños crecer, tengo que cuidarme. La familia llega cada uno mostrando su preocupación, primero llega Luna con sus hijas. Solo por un milagro, Luna no mató a Taurus. Luego llegaron Lina con Tristan, él y Luna están sumamente preocupados por mí y acordaron ponerse de acuerdo para cuidarme. Y así llegaron cada familiar. Pasé un mes entero entre Luna controlando hasta mi respiración, Tristan detrás de mí como un perrito faldero. Lina llenando toda una habitación de regalos y objetos de cualquier tipo. Sol, fue más tranquilo, solo hablaba cuando veía que su esposa me agobiaba.
Mi madre se fue al infierno después del baile de Seraphine por su nombramiento y cumpleaños. Ella no sabe aún o al menos no se ha manifestado. Ella estará aquí ya cuando tenga como unos ocho meses de embarazo. Mi padre y Taurus conversan sobre la situación hereditaria de mis hijos. Es un hecho que serán oscuros, no me molesta que no tenga ducados, ni que sean príncipes o princesas. Taurus y yo con nuestros trabajos podemos sacar a nuestros hijos adelante, que ellos escojan lo que deseen. Estarán acomodados y con el privilegio de tener a sus padres amándolos y teniendo un techo sobre sus cabezas.
Lo que sí puedo empezar hacer es crear junto con Taurus un fideicomiso para cuando sean mayores. Esa idea le agrada a Taurus y acordamos en reunir ochocientas coronas por año hasta que cumplan veinte años, en total serían dieciséis mil coronas, dividido entre cuatro, serían cuatro mil por niño. Con ese dinero podrán cubrir los gastos de sus estudios universitarios o si quisieran comprarse unas tierras para vivir y trabajarlas, estaría bien para mí.
Tristan se devuelve a su planeta y con la promesa de tejer varias mantas y pijamas para mis niños. Lina avala por completo el trabajo de su esposo y me garantiza que voy a dormir en una nube con las mantas de Tristan. Luna es la que más le cuesta irse.
—Estoy bien, ya te lo dije —le digo sentada en mi sala de estar—. Tienes que volver a tu reino, ellos te necesitan. Cuando nazcan mis bebés ahí sí voy a necesitar a un ejército para que me ayuden a cuidarlos.
—Ten —ella me entrega una bola de hielo—. Escríbeme e introduce la carta aquí. Me llegarán todos tus mensajes. Tienes que escribir todos los días o si no te causaré pesadillas.
—Pensaba que ya no causabas pesadillas a las personas —digo sosteniendo la bola.
—Y es por eso que tú te encargarás que siga así —ella se despide con un beso en mi frente y mis sobrinas me abrazan con cuidado.
—Las quiero mucho, niñas —les digo a las dos, ellas sonríen y corren con su madre.
Taurus se devuelve a Solaria para arreglar varias cosas. Sol le da la libertad de venirse conmigo todo el tiempo que necesite. Pero no es justo que Taurus deje su trabajo tirado por mí. Él arreglará todo y pasará el tiempo que requiero. Solo me toca esperar y rezar para que mis bebés y yo salgamos vivos de esto.
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