🗡️ Capítulo 22. 🗡️
La brisa marina le prodiga una especie de caricia, a la vez despeina los cabellos de Elpis. Ella, a diferencia de la versión real de sí misma, ostenta una sonrisa radiante. Los ojos se le iluminan, las facciones se le suavizan mientras ve algo a lo lejos. Tras sentir ese picor característico, Ryunle no puede evitar tomarle la mano.
—Ryunle —incluso la forma en que pronuncia su nombre, es distinta —No sabes cuanto agradezco tu compañía.
Elpis posa unos instantes la mirada sobre él. Este asiente con la cabeza, le ofrece una sonrisa amable mientras entrelazan los dedos.
La luz que ofrece un sol que pronto desaparecerá, es su única guía en aquel lugar. La temperatura de la arena le es indiferente, cosa que no es igual para la diosa. Con cada paso, hace una que otra mueca de dolor. A Ryunle se le encoge el corazón, ella no se merece tal malestar.
—Elpis —hablar no le cuesta tanto aquí —¿Puedo llevarte en brazos?
Las mejillas de diosa de la esperanza adquieren un tono carmín. Se ríe, niega con la cabeza y lo jala para que avancen.
—Sé que notaste lo mucho que me afecta el calor de la arena. Es curioso, lo vívido que recuerdo cada detalle de esta playa.
—Si lo entiendes, permite que busque una forma de ayudarte.
El mar ya no se ve tan lejano. Ryunle se sienta en la orilla junto a la diosa, la cual estira las piernas para sumergirlas en el agua.
—La frialdad del mar calmará el dolor de mis pies, no obstante, gracias por preocuparte.
Ryunle rompe la distancia que los separa, la diosa le coloca la cabeza en el hombro. El sonido de las olas al chocar contra la orilla, no le acaba de gustar.
—Cuando las olas llegan a la orilla mis preocupaciones se desvanecen y, al fin, puedo descansar —Elpis alza la mirada mientras se acomoda —Dime, Ryunle, ¿qué es lo que te ofrece paz?
La respuesta a tal pregunta, se le escapa de los labios antes de que lo piense siquiera.
—Eres tú, Elpis, la única amiga que he tenido.
Halla un ritmo propio al acariciarle el cabello, al enredar los dedos en este. La diosa de la esperanza cierra los ojos, respira hondo y susurra:
—Aunque eres mi amigo, comienzo a desear más que solo eso.
Elpis resplandece, ha comenzado en sus manos hasta llegar al rostro. Ryunle nota que el calor del cuerpo le aumenta de golpe, tiene la impresión de que no es porque se encuentre enferma.
—¿Qué es lo que quieres? —él permite que ella se aleje, que queden entonces cara a cara —¿Tenemos acaso las mismas sensaciones?
Elpis deposita los labios sobre su mejilla. La transformación que él lucha por contener se acelera, nace una sensación desconocida hasta entonces.
—Hazlo otra vez —Ryunle advierte que la voz se le ha vuelto ronca.
La diosa se ríe y acto seguido, sus labios están sobre los suyos. Una luz que proviene de ella les envuelve, se expande hasta llenar todo el espacio que pertenece al recuerdo. Poco a poco pierde la intensidad, mas aún el cuerpo le brilla.
Ambos pestañean, miran alrededor y notan que ya no se encuentran solos. Una versión de la diosa de la esperanza, que ostenta más vitalidad, construye una estructura de arena en compañía.
—Pensaba que jamás volvería la sensación de plenitud que da mi poder —Elpis se alza de la arena junto a él —De igual forma, he creído que no reviviría este preciado recuerdo.
Ryunle se posiciona detrás, la atrae hacia sí al envolverla con los brazos. Se instala un agradable silencio, solo interrumpido por la plática que se desarrolla ante ellos.
—Madre, ¿podemos hacer la torre aún más grande? —la pequeña niña reúne la arena hasta crear un montón.
La feliz Elpis le acaricia la cabeza.
—Haremos lo que desees, he jurado que pasaría el día a tu lado.
La pequeña recoge arena con las manos, las deja sobre el gran montón delante suyo. Alza las manitas mientras ríe a carcajadas, se lanza luego a los brazos de la madre.
—No quiero que nada nos separe, madre —oculta la cabeza en su pecho.
—Nada lo hará, hija mía.
La diosa de la esperanza se estremece, derrama lágrimas que Ryunle elimina con delicadeza. Ella se estrecha contra él, busca que las miradas se encuentren. Cuando logra tal cometido, le sonríe con tristeza.
—Incluso si es doloroso, gracias por hacer que reviva una de mis memorias.
🗡️🩸🗡️
Darnere
La sangre que he tomado del Dragón negro burbujea en mi interior. Le acompaña el intenso calor, el ardor y las punzadas en la sienes. No obstante, incluso si tengo una combustión interna, actuaré de con la frialdad habitual. He aprendido a las malas que depender de otros, es el primer paso a la traición. Tu dolor se tornará la felicidad de seres como las quimeras.
Evito que mis pasos resuenen en los suelos de piedra negra del castillo. Respiro hondo, una vez me encuentro frente a la puerta de la habitación. Doy toques firmes, para que me permitan acceder cuanto antes. Cuando la luna está en un punto bajo en el cielo, apenas transitan quimeras por el ala izquierda. Sin embargo, más me vale ser precavida. No quiero que el Lord Oscuro se entere de la inesperada invitación, que he recibido tras finalizar el baile.
Aquella vez, al abandonar la recámara donde he probado la sangre de Steinel, me he encontrado con la representante enana. Cruzamos miradas unos instantes, intuyo que justo ha doblado la esquina del pasillo.
—La noche próxima, espero veros en mi habitación.
Ella sonríe y reanuda el camino. Sigo el mío sin responder, tengo la impresión de que me pedirá algo relacionado con el Lord.
He sopesado la posibilidad de que tratara de seducirme, no obstante, tales ideas caen al ver la manera en la que me recibe. La representante enana bebe un té, cuyo aroma afrutado y fuerte me parece una extraña combinación. Es un estímulo que no me suscita hambre alguna, ni siquiera placer.
—Disculpad que me tardase, otros asuntos requerían mi presencia.
Adopto el modo educado que utilizo con cualquier noble. La enana vuelve a tomar más té.
—Sentaos, no os preocupéis por tal cosa —muerde un dulce de masa crujiente —Lo importante es que os encontráis aquí.
Al sentarme, quedo cara a cara con ella.
—Os ofrecería algo pero, no creo que la sangre en polvo os agrade —acaba por completo el té —Decidme, ¿cuál os parece la más apetitosa?
—No os conozco lo suficiente como para responder.
La representante enana se ríe de forma leve.
—Sin duda, serás una socia prometedora. Dejemos de lado los formalismos.
Cruzo los brazos sobre la blanca mesa.
—Es lo mejor, eso significa que al fin dirás para que me invitaste.
La enana se inclina hacia delante, los ojos azules le destellan por un momento.
—Si haz investigado lo suficiente sobre mi familia, sabrás que son dueños de varias minas. Tienen varias fábricas encargadas de hacer aleaciones.
—Comprendo, las noticias viajan tan rápido que ya sabes de mi trato con Kandras.
—Y del favor que te debe.
Retiro los brazos de la mesa y los cruzo sobre el pecho. Admiro el balcón que tiene la habitación, el tono de las cortinas evocan al de la nieve.
—Deseas que nos reunamos en el baile que Kandras celebrará, ¿me equivoco?
—En efecto, si consigo cerrar cierto trato con la señorita Kandras, te recompensaré.
Pienso en las posibilidades que se abren ante mis ojos. Si, como imagino, el trato es de índole militar me conviene estar presente.
—Acepto —la enana ofrece su mano y la estrecho.
🗡️🩸🗡️
Elpis
En este instante, dos emociones conviven en mi interior. La nostalgia, debido a la ya familiar necesidad de volver a ver a mi hija. La alegría, pues en medio de mi interminable tormento he hallado un amigo. Es él quien, justo ahora, evita que me derrumbe.
«Patético, una diosa reducida a la mera insignificancia» Las palabras del Lord oscuro, se cuelan los resquicios de mi mente.
El hermoso recuerdo se desvanece, de igual manera que mi felicidad. Trato de controlar mi respiración, me aferro a las manos de Ryunle.
—No puedo... —el miedo se arremolina en mi estómago —Ya no soporto que la culpa me carcoma.
Todo se torna oscuro, en la lejanía prima el sonido de una tormenta. Caigo de rodillas, dejo que mi dolor se libere a través de las lágrimas.
—La querían a ella, a mi querida Feme. Jamás debimos pasear cuando, la luna nueva, la mismísima Hécate, dominaba el cielo. ¡He roto mi promesa de estar por siempre junto a ella!
Ryunle me besa la cabeza, siento su gélido aliento en mi oído.
—Salgamos de aquí, Elpis —une la frente con la mía, cerramos los ojos a la vez.
Cuando regresamos a la realidad y dejamos atrás mi mente, comienzo a temblar. Tengo la boca seca, los latidos del corazón galopan a toda velocidad. Ryunle parece querer preguntar algo pero, en cambio, opta por permitir que me hunda en su pecho.
—El miedo, el maldito de Fobos, me acecha.
—Elpis...
Una carcajada aumenta el temor que me domina. Poco a poco se aproximan unos pasos y, a la vez, escuchamos una carcajada. Lucho por romper el contacto con mi extraña quimera. Él me suelta mas, no es por el hecho de que me he estremecido en sus brazos.
Los oídos le sangran, los colmillos le castañean. Soy incapaz de hacer movimiento alguno, la llegada del Lord Oscuro me congela en el sitio.
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