🗡️ Capítulo 2 🗡️
Contemplo las estatuas vivientes del museo de Birka, el más macabro de Armica. En definitiva, no es algo que considere arte, pero tampoco me asquea por completo. Son cuerpos disecados, mutilados y algunos tan frescos que hay manchas de sangre por doquier. Casi es una tortura para una vampira tan joven como yo.
Recorro con la mirada la gran galería de techal alto, piedra grisácea, arcos apuntados y amplias vidrieras tintadas de negro con tal distraerme. Según sé de los viejos vampiros, la arquitectura era el orgullo de nuestra especie. Por supuesto, lo único que les queda a los míos es recordar viejas glorias. En la actualidad, ya Birka no es nuestra.
Muevo de un lado a otro la cabeza, no deseo reflexionar sobre mi triste historia antes de venir a Birka. Me transformo en murciélago para volver al castillo. A veces, recorro las calles adoquinadas de Birka, vigilo como comandante que los soldados hagan sus respectivas rondas.
El castillo también es otra obra de arte vampírica, cuyas ventanas de arcos contienen rubíes. Accedo a través de estas tras volver a mi forma habitual. Mi segundo al mando me da la bienvenida, los ojos oscuros escrutan cada detalle de mi aspecto mientras organiza sus ideas. Reprimo el alivio que siento porque alguien de rostro tan amigable me dé la bienvenida. Advierto que las manos poseen callos nuevos, cosa que muestra lo mucho que gusta de entrenar.
—El Lord Oscuro y los generales la esperan en el salón de reuniones —alza la mano, para posarla de forma lateral en la frente mientras dice señora.
Asiento con la cabeza, evito iniciar así una conversación que sé que le incomodará. Dejo entonces que me guíe al salón que se encuentra al lado del trono.
🗡️🩸🗡️
—Durante el invierno el océano se congela —es lo primero que escucho al entrar. Dicho por el general de la división de tierra, una quimera musculosa con cabeza, cuerpo de lobo a dos patas y ojos amarillos de serpiente —Se crea un paso entre ambos continentes, emergen unas islas que el resto del tiempo permanecen hundidas…
—Y es ahora, en este invierno que tanto hemos esperado, cuando es preciso comenzar la invasión. Todo el espionaje y la información que recopilamos, ha sido solo para este momento —interrumpo al general que asiente en respuesta. Contemplo el mapa que muestra a Armica y a Iska. Paso mis dedos por las islas emergidas, hago un recorrido imaginario por ellas.
—Hace tiempo conquisté Birka con un ejército de quimeras. De forma que nadie lo esperase, me gané el respeto de todo el continente.
El Lord Oscuro posa la mirada en el elfo de sangre, cuya túnica y joyas contienen símbolos mágicos en su idioma. Al lado se halla una elfa oscura, con seguridad la esclava y guardaespaldas, que se mantiene apartada. Vislumbra al gigante de piel morena, con la típica armadura de hueso que utilizan los suyos. Entonces le sonríe a la enana cuyos cabellos rubios y ojos azules indican que, en efecto, es mestiza. Sin embargo, al Lord solo parece interesarle la fascinación que evoca en ella.
Tras aquella pausa, con tal de causar más expectación, continúa.
—Desean participar en la conquista de Iska, sé que toda Armica está unida en esto. Sacarán una tajada de las riquezas, conocimientos y territorio.
Asiento con la cabeza, finjo estar seducida por esas palabras ante tal sonrisa radiante. Sí, soy aquella que se ganó el puesto de comandante de sus fuerzas, también soy quien le sirve en las noches. Su esclava, la que obtuvo cuando fue al territorio vampiro actual por un precio risible.
—Por ahora, nuestros espías priorizan los informes sobre Iska. No es como si fuéramos tontos, pero hemos decidido aparentar tal cosa. Hay espías de ese continente en nuestro lado, aunque hemos capturado y torturado a la mayoría —afirma orgulloso el elfo de sangre, familia del Señor Feudal más poderoso de Peroe. Su esclava solo asiente con la cabeza, pues, este ni le permite hablar.
El resto de la reunión avanza bastante rápido. El gigante da cortas explicaciones del reconocimiento que realizan en territorio de humanos, la enana se regodea de que fueron ellos primero. Tras finalizar la reunión estratégica, el Lord me encomienda ir a recopilar información. Hago un asentamiento con la cabeza y reprimo una mueca. Tendré que visitar a nuestra “adorable” prisionera, la cual tenemos cautiva hace años. Esa diosa conocida como la personificación de la esperanza entre los de Iska; Elpis.
Las cosas que tengo que hacer para mantener mi puesto.
🗡️🩸🗡️
Elpis me odia tanto como yo a ella, pese a que se encuentra de espaldas, siento el peso de tal desprecio. En cuanto se gira, noto que sus iris destilan desafío y odio al mismo tiempo. La celda en la que está fue construida por el Lord cuya magia que le merma los poderes, sin secarla para que se mantenga viva, es mi única protección. El miedo no corre por mis venas, sino una sensación de poderío que se torna gloria. Cuanto me gustaría entrar para torturarla, como otras tantas veces. No obstante cambio rápido de idea, no estoy de humor para ello y deseo terminar rápido.
—¿Me extrañaste? —me agacho para quedar a su altura, mientras le sostengo la mirada fulminante.
—En lo absoluto, mi único deseo es que tú y todos los de este castillo mueran en perfecta agonía.
Casi me río en su cara por el hecho de que puede decir esas cosas, dejar de lado lo débil que se ve.
—Bueno, bueno, eres fiel a tu papel como diosa de la esperanza. Aunque que, seguro ya no deben ni recordarte. ¡Qué mala suerte la tuya, al no haberte quedado en el Olimpo! Vivir oculta entre los humanos no fue tu mejor decisión, ¿no crees?
Elpis endurece la mirada, los ojos grises se le oscurecen pero no me asusta en lo absoluto. Con los harapos viejos, raídos y sucios que lleva por ropa solo suscita lástima. La mísera ventana, por la que apenas entra un poco de luz nocturna, muestra en todo su esplendor, el como queda reducida a una vertiente de información.
—Sé que disfrutas de verme tan miserable, esa sonrisa tan cruel te delata. Eres malvada, no mereces el amor y siempre serás la esclava del lord de este castillo —sentencia con una sonrisa victoriosa.
En el fondo, me hiere lo que dice, pero no pienso demostrarlo y por ello río a carcajadas.
—¿Amor? Ese sentimiento está sobrevalorado. Tienes esas tontas ideas porque naciste en las templadas playas de Ática. Eras feliz, amada hasta que unos vikingos te secuestraron y vendieron como prisionera. Si nada de eso te hubiera pasado, seguirías viviendo sin preocupaciones —observo cada reacción de la diosa, congelo en mi mente la expresión de inquietud que profesa —No todas tenemos esa suerte, algunas debemos hacer lo que sea necesario para sobrevivir. Pisotear, injuriar, cualquier cosa con tal de irnos lejos de un hogar muy frío. Con ventiscas, heladas frecuentes y un aire contaminado. ¡Solo eres una diosa estúpida!
Elpis se arrastra hasta quedar delante de la celda. Pone las manos en los barrotes de esta, sin importar que le quiten más energía. Los ojos se hallan negros por completo, soy la culpable de tal enojo.
—No tienes ningún derecho a hablarme de ese modo, cuando soy más poderosa que tú. ¡Juro que saldré de esta maldita celda y voy a destruirte! —grita con una voz grave, la que toma lugar debido esos iris oscurecidos.
Aprieto con brusquedad uno de sus brazos antes de que se le ocurra retirarlo. La coacción es un truco que ya conoce, pero, que a través del toque pueda escarbar en la mente no. Sus vivencias se suceden en mis ojos con rapidez.
—Tengo la información que necesito —susurro henchida de felicidad, me levanto y dejo atrás una neblina negra al desaparecer.
🗡️🩸🗡️
Elpis
«Te maldigo, una y otra vez, sucia vampira» pienso airada. Oculta muchos trucos para sacar información, si tuviese toda mi fuerza las tornas cambiarían.
Alguien se aproxima a mi celda y me tenso. Espero que no sea Darnere de nuevo, o alguna de esas quimeras habitantes del castillo. De ellos recibos burlas, golpes que apenas me dañan. A quien más temo es al Lord, él puede herirme de gravedad. Tengo cicatrices en mi cuerpo que no se desvanecen como recuerdo constante.
Suspiro de alivio al reconocer a esa extraña quimera que no puedo dejar de mirar. Esos cabellos blancos como los míos, parecen tan suaves que quiero acariciarlos. Me observa fijo unos instantes, sonríe como si supiera lo que pienso. Tengo esa impresión aunque no puedo asegurar nada.
Completa su rutina tras abrir la celda, dejar la comida e irse. Todo lo hace a la misma velocidad, una que apenas me permite reaccionar. Cada vez tengo más curiosidad sobre aquel que no pronuncia una sola palabra, sea buena o mala, en mi presencia.
🗡️🩸🗡️
Días después, poblado cercano a la frontera con Peroe.
Darnere
Sobre el bosque se cierne la luna, la blanquecina luz ofrece cierta magia a la mansión que tengo al frente. Respiro el aire frío y nada contaminado que busca llegar a mis pulmones. Solo en viajes como estos, es cuando agradezco dejar atrás el castillo. El Lord me envió en busca de una de sus mejores armas en la guerra contra mi especie; el Dragón Negro Steinel. Sé poco de él, ya que solo los viejos vampiros le mencionan. Hablan de él con temor, aseguran que es un enemigo formidable y poderoso.
Abro las puertas de la oscura mansión con la mente, recorro un salón de recibimiento con retratos suyos. La imponente e inmensa forma dragón parece estar viva, atenta a mis pasos. Justo al final hallo unas escaleras, las subo y accedo a la primera habitación que encontré abierta.
Lo primero que ven mis ojos son a las tres mujeres humanas —esclavas que seguro compró a los vikingos— muertas y desnudas a su alrededor. Un inmenso agujero en los abdómenes, da libertad a las entrañas junto a toda la sangre del interior. A los pies de ellas, tres huevos de dragón eclosionan en ese mismo instante. Clavo mi vista en quien devora toda esa carne, pasivo ante tal escena. Sin siquiera pestañear, él quema con fuego oscuro a uno de los recién nacidos.
Al parecer, cierta sorpresa se refleja en mi rostro y en respuesta, él se justifica con una fría indiferencia.
—Ese era el más débil de los tres. No tengo suficiente comida para mí por lo que no pienso mantener a un retoño así, más humano que dragón. Estos dos son mellizos —señala a los pequeños dragones que se aproximan a los cadáveres —También son bastante fuertes pese a que son medio humanos. La sangre de dragón es más notable en ellos.
Su forma de pensar solo se adquiere cuando debes sobrevivir a toda costa. Por supuesto no he tenido hijos, si los tengo y estuviera en su situación supongo que haría lo mismo. ¿Si juego las cartas correctas puedo convertirlo en mi aliado exclusivo?
—Eso depende de lo que tengas para ofrecer —Steinel posa sus ojos ónices sobre mí. Advierto en la piel oscura las escamas dispersas por todo el cuerpo, las cuales se mezclan con la sangre. Estar desnudo no parece importarle en lo absoluto, así que decido pasarlo por alto.
—Podremos discutir los términos de nuestra alianza más adelante. Si escarbaste en mi mente como imagino nos ahorramos tiempo, no debo explicarte a qué vine —explico con la intención de cambiar el tema. Lo deseo como aliado, pero para lo me propongo debo ir con cuidado. Nunca se sabe si las paredes escuchan.
Steinel se levanta de la cama, permite así que sus retoños devoren los restos de las mujeres. Se asoma a un gran ventanal, cuyas cortinas desplaza con la mente para admirar la tranquila noche.
Firme en mi posición, cruzo los brazos tras mi espalda. Guardo la distancia por precaución, pues no me apetecería terminar como esas humanas.
—Las de tu especie no mueren con facilidad, por lo menos aguantan más que los humanos —ni siquiera se molesta en mirarme cuando lo dice.
Finjo gracias a un bostezo que hallé el cansancio que jamás sentiré.
—Bueno, no vine aquí para comprobar si eso es cierto o no y lo sabes.
Steinel se gira para observarme. Lo que dice esta vez es telepático, puedo sentir un leve pinchazo en mi cabeza.
«Dile a tu lord que solo participaré en su nueva cruzada si tiene algo que ofrecer, más comida, por ejemplo. Si es así, estaré dispuesto a matar y desmembrar para comer a sus enemigos» muestra los dientes afilados, manchados de sangre, en un intento de sonrisa.
Un ligero escalofrío recorre mi cuerpo. Debo conseguir como sea al Dragón Negro para mis propósitos, sin importar el costo.
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