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🗡️ Capítulo 16 🗡️


Darnere

No deseo que la incredulidad se note en mi cara, ni que el tono con el que hablo me delate. Mi mente trata de llegar a la conclusión y por ende, al único porqué posible. Aquello que saldrá de los labios del Lord me concierne, es al menos una información que no será vedada. No tendré que buscar otras alternativas para desvelar lo oculto.

—Mi lord, si se me permite preguntar, ¿Qué os reveló el mensaje del búho?

Las facciones de él no revelan emoción alguna, apenas hay una ligera curva en sus labios.

—Un espía, nacido en las Islas Hundidas que son vasallas de Birka, contempló un suceso bastante interesante. Vió a una mujer destruir todo un pueblo con la voz —contesta, luego pasa la carta al León.

Mi mirada viaja entre ellos, la noticia de tal hecho no me sorprende del todo. La red de información que manejo en secreto, la que construí desde mis tiempos en la academia, sabe de la existencia de ciertas diosas. Aquellas que hace un siglo fueron engañadas, salvadas por la amabilidad de otro. Mientras me hallo enfrascada en tales cavilaciones, el León posa una mano sobre mi hombro.

—Comandante —menciona con orgullo mi grado —Creo que podrás arrojar algo de luz sobre esto —dice y me hace entrega del mensaje.

Aunque dicho papel está dirigido en primer lugar al Lord Oscuro, la forma en que se narra lo visto se siente vívida. Hay una extraña vena de poesía en las palabras que la quimera profesa e incluso estupor. Leo sobre una sublevación de humanos con las emociones a flor de piel, del hastío, del desgaste y la enfermedad que se respira. Pese a lo inútiles de sus armas, a la superioridad del enemigo, al hecho de que sería una batalla perdida, murieron por la causa. Dejarán atrás una llama que puede o no extinguirse. La niña que mi mente se empeña en mostrar a través de las memorias, grita que aquello es digno de halago. Ella también luchó, porque si no alzaba su voz nadie lo haría. Acallo esos malditos gritos que revolucionan mi interior, no es momento de ser arrastrada por estos.

—Es una de las diosas que antaño sufrieron de traición. No sé decir si es Melpómene o Euterpe pero estoy segura, nadie más es capaz de tal cosa con la voz —sentencio, devuelvo la carta al Lord Oscuro con el rostro impasible.

En silencio, el hombre que el Lord presentó como rey de Snaeland nos analiza. Mantiene un rostro sereno, diría incluso que no es necesario que lea la misiva. Él lo sabe, ha de ser cierto que los hilos cantan en su reino.

Hombres y mujeres que sirven a las Nornas cuyos poderes, otorgados por esas dísir relacionadas con el destino, les permite vislumbrar cualquier suceso en el mundo. El sonido que los hilos que tejen producen, solo puede ser oído por estos. Nadie más que ellos puede descifrar sus palabras.

—Lo veo en tus ojos, lo dicho no te resulta inesperado —nuestro rey se dirige al otro presente, este último sonríe en respuesta.

—Incluso ahora, la Orden de las Nornas continúa tejiendo. Los hilos volverán a cantar pero no podremos escuchar el sonido —el monarca extranjero me dedica una mirada, quizás sospecha de que ya tengo tal conocimiento.

—No me extrañará si esta conversación se registra, tenéis una buena herramienta entre manos.

—Podría decir lo mismo de su comandante, lástima que sea una draugr.

Me cuido de que el desagrado ante tal palabra no se vea en mi rostro, decido que lo mejor es presionar sobre las diosas, no obstante, el León se adelanta.

—Monarca de Snaeland, ¿ha visto a Euterpe o Melpómene alguna vez? La leyenda dice que uno de sus dioses las ayudó.

Tras ser mencionado, dicho rey acaricia su barbilla y parece pensar en profundidad sobre el tema.

—Sí, mi padre, el suyo, y el que estuvo antes de él las conocieron en persona. A veces estaban con las valquirias, otras entre nosotros —hace una pausa —La draugr ha dicho la verdad, esas diosas tenían una voz impresionante y poderosa.

Eso significa que en buenas manos, las dos serían útiles para los intereses de ambos reyes. Lo sé, la ambición que veo en sus iris lo confiesa. Y no me equivoco cuando digo que ellas son la escusa que esperaban para un nuevo movimiento en la guerra.

—Lamento lo que pasó con sus hombres, espero que los demás logren regresar a salvo —la misiva del espía hablaba sobre ello mas a su rey no parece importarle en demasía.

Acepta las condolencias con una sonrisa, para luego decir que esas muertes serán vengadas. Piensa enviar una flota a Iska, solo si el Lord manda un ejército de quimeras marinas, quienes viven en las Islas Hundidas y en algunas zonas de Birka. Como si esto ya hubiese sido conversado en privado, el Lord Oscuro acepta.

—Si movilizas a las tuyas en las Islas Hundidas, rey de Snaeland, sellaré el trato.

—Por supuesto, mientras las tropas en la frontera con Peroe sean más que antes —estrechan la mano del otro a la vez que sonríen con frialdad.

Mientras tanto el León y yo escuchamos en silencio, de alguna manera, asistimos a una obra de teatro mil veces ensayada. Acto seguido, tanto el monarca de Birka como el de Snaeland, nos piden que dejemos el salón de reuniones. El León y yo tomamos caminos distintos. Deseo meditar en una de las torres, él quizás prefiera prepararse para el baile que se dará más tarde en su honor.

Recorro los pasillos iluminados con candelabros de plata, cuyas velas de éter parecen darme la bienvenida al mermar su luz por un instante. La tonalidad verdemar de estas es de las pocas cosas que ofrece vida a un castillo cubierto de vestigios del pasado. Las risas, voces, los susurros de esos vampiros desean seguir mis pasos a todas partes. Agradezco al Lord por deshacerse de las pinturas con manchas de sangre de los antepasados vampíricos.

Una vez subo las escaleras de la torre, cruzo las piernas y floto en el aire mis emociones me arrastran al despreciable mundo de recuerdos. Esa niña que alguna vez fui toma el control.


🗡️🩸🗡️

León de Birka

Las pequeñas manos moteadas de la quimera trabajan sobre los dos botones de mi nuevo traje, cuyas telas suaves provienen de mi ducado. Ese aroma a bosque otoñal oculta de forma ligera la sangre que se usa al teñirla, la cual oscurece el tono ocre.

Mi atención regresa al sirviente, que justo ahora alcanza el sombrero de plumas y se desplaza a un lado. Quieto, en silencio, con la vista sobre mis zapatos recién lustrados por él. El mejor de mis criados no dice nada en lo absoluto mientras la recién llegada se encarga de mi melena rubia, cuyas puntas negras sobresalen debido a la cinta. Me alzo del tocador con toda la elegancia de la que dispongo, para permitir que el sombrero sea puesto sobre mi cabeza. Los movimientos de ambos criados son veloces, siendo la ida de una y el fin del trabajo del otro algo simultáneo. Inspecciono mi imagen en el gran espejo de bordes de oro del tocador, no más de lo necesario; la eminencia que soy siempre se halla impecable.

Ante mi mirada severa, la inofensiva quimera que se ocupa del vestuario traga saliva. No le es posible disimular los temblores de su cuerpo tras dejar la recámara. Me siento en el mueble de la esquina de la habitación, coloco los brazos a cada lado y cierro los ojos. Una mente en caos me da la bienvenida, cual ventisca de las tierras de Nadia, la niña que tengo enfrente habla sin detenerse. Me veo a mí mismo a una distancia prudente, atento a sus palabras y sin perder de vista lo que hace.

—Ella es la prima lejana del antiguo rey, la señorita Marguiere de Enon —señala con sus delgados dedos a la siguiente obra de arte. Hay voces que le susurran lo que digo a la vez que gritan disímiles quejas.

Ríe en cuanto asiento con la cabeza, esos ojos que simulan la sangre tienen una encantadora chispa de vida. Cierto aire de energía que no me agrada en lo absoluto la rodea. Deseo opacar ese brillo en sus iris, probar esas habilidades que parece tener. Para el Lord y para mí, esta pequeña ignorante solo vale como piedra preciosa. El cráneo se vería bien en un bastón, la piel de cualquier mueble del castillo puede ser reemplazada con la suya.

Hasta aquella noche, ella no fue nada más. La mente que me acoge parece estar de acuerdo con esto, pues cambia por entero lo que hasta ahora veía. Regreso entonces al salón del trono, al asiento que como Mano del rey una vez me correspondía. El olor de las fosas de sangre, a ambos lados de las dos ruedas de asientos que se agrupan tras el trono, me estremece con tan solo recrear cuántos han muerto allí. Solo a las familias más cercanas a las quimeras fundadoras, a la mano y a los generales se les permite un lugar. El resto ha de permanecer en los dos balcones en la sala, de pie mientras comparten ese espacio reducido.

Por puertas laterales acceden los combatientes, esos que lucharán a muerte para darnos una noche de júbilo. Los presentes gustan de apostar por la suerte de estos, aunque en su interior esperan que el espectáculo sea lo más cruento posible. Hallo a la niña vampira entre ellos, quien trata de aparentar que no tiene miedo. Como supe que sucedería al proponer su participación al monarca, nadie apostó por una escuálida que parece frágil. La lancé a su divertida sentencia de muerte en esos mares de sangre.

Sin embargo, sus habilidades superaron mis expectativas.

***

Darnere

Tengo la seguridad de que el León se aprovecha de las fisuras en mi barrera mental, su presencia es la máxima prueba. Quisiera lanzar una ataque en su contra pero, me hallo tan sumida en las malditas emociones que no tengo la fuerza para ello. Al menos puedo manipular aquello que ve, así que le traslado al día en que la niña que fui desapareció...

Aunque el salón del trono me parece admirable, la sangre en las fosas me distrae y provoca un fuerte rugido en mi estómago. Mi cabeza decide que es el mejor momento para que las palabras del Lord Oscuro resuenen cual ecos.

«Elise, probarás tu valía está noche, mi bella e inútil gema» encuentro dulzura en aquello, noto también el poco aprecio que siente. La oscura y cínica sonrisa del León no me tranquiliza en lo absoluto.

Aprieto mis diminutas manos sobre el ligero vestido, evito temblar para mantener la ilusión de que nada de esto me aterra. Las presentaciones de cada luchador no duran lo suficiente, apenas tengo unos pocos instantes para correr en dirección contraria a la de estos. Soy capaz de escuchar las risas de los espectadores, los gritos ante cada golpe o mordida. Las garras de uno atraviesan el pecho de otro. Resbalo y aterrizo en el líquido rojo que tanto ansiaba beber.

En un ataque de desesperación, utilizo las manos para reemplazar cualquier copa o plato. Trago la sangre que logro recoger, para darme cuenta demasiado tarde de que cometí un error. Caigo de rodillas, muerdo mis labios para que los gritos no escapen. La temperatura de mi cuerpo aumenta y desciende con rapidez, mi vista se nubla. Ignoro las punzadas que me causa el dolor, ya que una patada me devuelve a la realidad. Las garras de tal pie se incrustan en la piel que protege mi columna, las de su mano en mi cabello obligan a que me arquee.

—Voy aliviar tu sufrimiento, una vampira no pertenece a este reino —trato de liberarme y el luchador me suelta de golpe, para acto seguido aplastar mi cabeza contra el suelo.

Birka es de las quimeras, los vampiros ya no tienen cabida —una saliva ácida corre por mi espalda, el olor de la carne quemada me asquea. Mi sangre discurre como lágrimas por mis mejillas.

Levanto un poco los ojos, advierto las almas de esos vampiros que vagan en el castillo y no piensan dejar su hogar. Recibo solo indolentes miradas, en contraste con la dulzura o los consejos que me ofrecen.

—Por favor, necesito... —tras un corte limpio de las garras en la garganta, pierdo la voz. El luchador no persiste en sus golpes, tampoco tiene piedad.

El público aclama por mi muerte, los insultos hacia mi especie acompañan a los gritos. Mi tortura no cesa pese a las heridas, a que sin ninguna duda perderé la conciencia. Soy alzada del brazo, mordida en el hombro y lanzada a cualquier otra parte. Busco con la vista cualquier resquicio de pena pero en cambio, solo encuentro desaires.

Los pasos de los que ya conocen el arte del combate a muerte se oyen más cerca. El sabor de la ira tiene un regusto amargo, la frustración corre por mis venas cargadas de veneno. Sin explicación alguna todos los combatientes se desgarran la garganta, delante de un público que no puede creer lo que ve. Lamo la sangre en mis dedos, en mis labios mientras enfrento sus miradas con una sonrisa. Será todo un placer que me subestimen.


🗡️🩸🗡️

Salón de baile principal, ala derecha del castillo.

Dragón negro.

La gran mayoría de invitados se hallan en el salón, algunos se centran en recalcar la belleza de los cráneos que sellan las ventanas. Con copas de plata u oro en las manos, rubíes o cualquier otra piedra preciosa, un grupo comenta cuan alargada es la cabeza de los elfos. Lo diminuta que es la de los humanos en comparación.

—En definitiva, los cráneos más hermosos son los de esas quimeras animalizadas —dice la quimera fémina, cuyo vestido lleva la pureza de la moda birkeña. Con esa falda con volantes y lazos, grandes pliegues y corpiño rico en adornos.

La corriente de la moda en Birka divide en cierta forma a la nobleza, entre lo que una vez usasen los vampiros, lo que las quimeras imponen y la fusión de ambas. Eso trae consigo cierta rivalidad, juzgar con los ojos aquello que te atavía y halagos falsos. Sin embargo, lo que prima es buscar el favor de los más poderosos. Conseguir un enlace ya sea por matrimonio o por negocios.

Incluso si el baile es en honor al León de Birka, la nobleza solo lo ve como una escusa para la caza en pos del interés propio.

—Sin duda, señorita Derle, esas cosas solo están para nuestro beneficio —tomo una copa de la bandeja que lleva un sirviente, pruebo el contenido sin despegar la vista de ella.

—¡Ohh, Dragón Negro! es un placer que nos ilumine con su presencia —suelta una risita, noto que sus ahuecadas mejillas están rojas.

El resto de su grupo se desvive por mencionar algo respecto al traje por el que me decanté. Entre sonrisas cuido que la conversación continúe en las quimeras animalizadas, cualquier negocio o enlace matrimonial no es de mi interés. No necesito carga alguna que cuidar. Veo de reojo que el techo, en toda su gran altura, da refugio a las sombras que la poca iluminación de las velas —dentro los cráneos abiertos por todo el salón— persiste en eliminar. El ambiente lúgubre imita el aspecto de las catacumbas.

—He oído decir que nuestra comandante adoptó a una mascota —el exceso de emoción en esta quimera, cuyos colmillos son parecidos a los sables, es molesto. Salgo del círculo que se comienza a formar en pos suya.

—En efecto señor Reyro, escuché que la compró a la señorita Kandras —la quimera de grandes ojos comenta, tiene un copa a medio llenar en sus peludas manos.

—Si así es, Kandras obtuvo la mejor de las suertes. Esas cosas a la larga solo traen calamidades —las plumas negras de otra quimera se erizan en cuanto su bastón toca el suelo, dando más contundencia a lo dicho.

La fémina suspira mientras posa la mano en su mejilla.

—Visitaría a diario el templo de Freyja si se me concede un encuentro con la comandante —hay un tono de esperanza en su voz, que es recibido con una mirada de afirmación.

Me alejo por completo tras comprobar que escuché suficiente, la plática solo girará en torno al mutuo deseo de conseguir la atención de Darnere. Esa vampira resulta ser la comandante del ejército del Lord, cosa que me fue informada unos días tras mi llegada. Ello causa el mismo anhelo que ese grupo de quimeras tiene, alguien con tanta influencia es atractivo si se le sueña con someter. Aunque plegarse tampoco estaría mal si con ello nuestras pieles se tocan, si llego a conocer el final de esos cabellos carmesí.

Gozo de los pocos instantes en que nuestras pieles se rozan en los pasillos. En los encuentros fugaces, en zonas donde no nos hallarán, sabe provocar sin ir más allá. Cuando ofrezco mi mano ella solo pasa una de las garras por el cuello, luego la introduce en su boca mientras me mira. A cambio, mis dientes filosos recorren el brazo y muerden con suavidad el hombro.

Sé que la sangre es el motivo de su seducción, tanto como sospecho que ella conoce el motivo de mi interés. ¿Probará mi sangre antes de que su carne pase a través de mi garganta? Solo el final de este juego lo dirá; el quien de los dos se moverá primero.

Como si mis pensamientos de alguna manera pudieran invocar, el aroma de Darnere señala su presencia en el salón. Algunos la contemplan en su lento andar, quizás noten como el vestido se ciñe sobre su cintura o el busto generoso pese a su escote recto. La tonalidad rojiza de la tela hace juego con sus ojos, su cabello y la cinta del elaborado peinado. El gran rubí en su fino cuello roba toda mi atención, la sensación de que mis mordidas deberían reemplazarlo me obliga a respirar hondo.

Si la oscuridad fuese nuestra compañera, no dudaría en alzar la pesada falda con tal de admirar sus tobillos.

La entrada del monarca que irradia poder a cada paso, centra la atención de todos en él. Este no se detiene en tal nimiedad y, con unas palmadas es capaz pedir otra pieza a los músicos. Su voz grave pero contundente recorre la estancia, vibra en cada uno de los invitados.

—Disfrutad de la fiesta, honren a nuestro León de Birka como se debe. Que sienta que nuestro país es el único que le recibirá de tal forma.

Las quimeras gritan extasiadas, como si esas simples palabras les tocasen incluso el alma. En cuanto las manos del músico se deslizan sobre las teclas blancas y negras de su instrumento, el baile comienza. La nueva melodía posee cierta ligereza, como si el cielo clamase por mi ausencia mientras dice que he de volar. Hay un cuarteto de instrumentos, cuyos músicos acentúan tal sonido al hacer sonar sus cuerdas.

Recorro la trayectoria de la vampira, el como cambia de pareja durante toda la pieza. Voy a donde esa quimera con la que hablé antes se halla y la invito a bailar. Esta acepta, sumida en la gloria de saberse atendida por alguien como yo; el poderoso que ha de buscar para sí. Cuido de que solo nuestras manos se toquen, pues ante la nobleza este roce es el permitido. Los bailes que se practican cercanos a la frontera, en los cuales una mano se posa sobre la cintura se consideran atrevidos. Un escándalo que sin duda Darnere aceptaría de buen grado.

Una conversación se desarrolla entre nosotros, mas no le doy la suficiente importancia gracias a la vampira. No obstante, tal descortesía no es notada por mi compañera ya que solo permito que el aroma me indique la ubicación. Justo cuando la melodía encuentra su final, mis labios apenas rozan los dedos de ella en despedida.

—Un placer, señorita Derle —sonrío galante mientras ella retira su mano.

—Agradecida por este baile, Dragón —da una pequeña reverencia antes de irse, quizás vaya en búsqueda de otro compañero.

Por la puerta trasera, la vampira sale para irse una vez nuestros ojos se encuentran. El mensaje en ellos es fácil de descifrar.

🗡️🩸🗡️

Nota de autora:

¡Hola, personitas pacientes! Me desvanezco uno días, pero cuando regreso tienen un nuevo capítulo 😅😅.

Creo que era lo que esperaban... O no😅. Pero en fin, pueden dejar acá las impresiones o cualquier cosa que deseen decirme al respecto.

Besos o lo que sea, Titania.

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