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Ischigualasto, San Juan, Argentina (actualidad)
Bajo el sol abrasador del Valle de la Luna, Omer Bozkurt sonreía orgulloso tras lograr encontrar, luego de días de ardua búsqueda, la cueva oculta de la que su abuelo tanto le había hablado.
De hecho, había recorrido todo el camino desde el parque de Talampaya; sobornado a algunos guías turísticos, metiéndose en medio de lugares prohibidos para los visitantes y siendo sorprendido por la flora y fauna del lugar en más de una ocasión.
Pero ahora y en frente de aquella gruta escondida entre matorrales de sampa que la ocultaba de la vista de cualquiera que mirara sin saber que buscar, por fin podría suspirar tranquilo... Al menos unos minutos para recuperarse del calor. ¡Había llegado!.
-¿Lo has encontrado?.
La pregunta llegó desde su espalda, Yılmaz su hermano pequeño quién lo había alcanzado al fin lo miraba cansado y sujetando el peso de su cuerpo en las rodillas, recuperando el aire.
Ambos se habían embarcado en esta misión desde que encontraron la carta del abuelo. En ella explicaba detalladamente lo que siempre les había contado en forma de cuentos a lo largo de los años.
-Claro que lo he encontrado - dice orgulloso dándose vuelta para enfrentar a su hermano. Este era tres años menor que él, esbelto y con cabello negro. Aún parecía un adolescente a los ojos del mayor -. Te has tardado en llegar.
-No, tú saliste corriendo como loco dejándome atrás -se queja Yılmaz sentándose en la tierra seca, buscando en la mochila que llevaba en su espalda una botella de agua. Omer lo ignoró volviendo a centrarse en el descubrimiento de su vida.
Sacó de su bolsillo un trozo de hoja vieja y frágil, de un color amarillenta y rota en ciertos lados. Era una carta de su abuelo.
Al morir Serkan Bozkurt, los hermanos encontraron la carta de este dentro de un baúl escondido en el fondo del armario. En ella había una serie de pistas que luego de analizarlas bien, los condujo hasta este lugar.
Dentro de esta cueva encontraría un tesoro inigualable, solucionaría muchos problemas y podría demostrar a la familia que su abuelo no estaba loco.
-¿Entrarás ahora? - preguntó Yılmaz aún descansando en el suelo.
-Por supuesto, pásame la linterna- le pidió estirando la mano con una sonrisa casi infantil en el rostro. Su hermano buscó en la mochila y se la lanzó para que la atrapara en el aire -. Miraré por la entrada para sondear el terreno y cuando sea seguro te diré que entres.
-Aquí te espero - Yılmaz no dudo en recostarse en el suelo y cubrir su rostro con un brazo para descansar -. Tómate tu tiempo.
Omer puso los ojos en blanco, encendió la linterna e ingresó en la oscuridad de la cueva apartando con las manos las hojas y ramas que ocultaban la entrada.
Caminó unos pasos adentrándose cada vez más en la oscuridad. Por fuera, está cueva no era más que un monte de vegetación como cualquier otro, pero por dentro Omer pudo apreciar un túnel que invitaba a uno a seguir paso a paso bajando cada vez más.
Ya no quedaba ni un rayo de luz solar dentro del túnel, él decidió encender la linterna y continuar unos metros más para explorar antes de volver con su hermano.
Bajo la tenue luz artificial las paredes se veían tenebrosas hechas de tierra y rocas. La temperatura comenzaba a descender a cada minuto que pasaba.
Levantó la linterna e iluminó unos metros por delante de él sin conseguir ver nada más que el mismo panorama que llevaba recorriendo desde el inicio.
-No parece tener final - susurró y se sorprendió al escuchar su voz con eco. Cuando la luz de la linterna alumbró una de las paredes descubrió que había algo escrito en ella -. ¿Qué es esto?.
Se acercó para investigar. En la pared de piedra se veían garabatos escritos con alguna pintura o piedra blanca. Se podían distinguir algunas letras en la oscuridad, con su mano libre sacó el celular del bolsillo y le tomó una foto a la pared.
Gracias al flash de la cámara pudo leer lo que se encontraba escrito.
"Hic vitae dormit. Hic est ianua. Hic requiescit."
Su latín se encontraba muy oxidado, pero logró distinguir las palabras vitae - vida - y dormit - dormido. Le envío la foto a Yılmaz e investigó las demás paredes para encontrar alguna otra inscripción sin éxito.
Un poco más adelante, llegó a unas escaleras que descendían a una oscuridad absoluta. Omer espero allí la contestación de su hermano para luego bajar juntos, pero a este no le llegaban los mensajes.
No muy sorprendido, ya que la red móvil podría fallar allí dentro, volvió unos pasos hacia atrás en el camino para ver si conseguía más señal, pero no estaba funcionando y al llegar al lugar donde se encontraba aquella escritura el camino parecía cerrado.
Corrió hacia donde debía encontrarse el túnel que debía llevarlo a la salida y golpeó con las manos la sólida pared de piedra.
-¡Mierda! - gritó asustado -. ¡Yılmaz! ¡Yılmaz!.
Llamaba a su hermano desesperado, aunque sabía que era imposible que lo oiga allí encerrado. Giró sobre sí mismo intentando buscar otra salida, pero solo se podía seguir el camino que conducía a las escaleras.
-Lo que hago por el tesoro, abuelo - susurró entre dientes. Con la linterna en mano y una profunda respiración emprendió su viaje.
Al llegar al rellano de la escalera, sintió una brisa fresca, algo que le trajo un poco de alivio, ya que significaba que del otro lado existía una salida.
Bajó escalón a escalón despacio porque estos se encontraban precariamente hechos con la misma tierra seca que había por todas partes.
Fue contando los escalones a medida que descendía para calcular el tiempo y la distancia de un lugar a otro. Cuando llegó a los 347 tropezó casi cayéndose. Por suerte pudo sujetarse por la pared antes de rodar hasta quién sabe a dónde. Se enderezó sacudiendo el polvo de sus manos provocándole una alergia, haciendo que estornude. Al hacerlo pudo escuchar el eco que provocó logrando que un escalofrío le recorriera la espalda. Debía salir de ese agujero de conejo cuanto antes.
Siguió bajando por lo que le parecieron horas, la escalera dejó de ser recta y comenzó a tener curvas en algunos trayectos. Contó un total de 495 peldaños antes de llegar al final. Lo que equivaldría más o menos a 9 pisos de un edificio. 27 metros bajo tierra. Se sentía agotado tanto física como mentalmente, pensaba en su hermano allí arriba preocupado porque nunca más salió de la cueva y parecía que nunca más saldría.
La tierra de las paredes hacía mucho dejó de ser seca, si no que húmeda y fresca. ¿Qué tan abajo podrían esconder el tesoro? ¿Abría realmente otra salida?.
Al bajar el último peldaño se encontró con una caverna perfectamente circular. Gracias a la linterna pudo ver en las paredes algunas antorchas, estás se encontraban colocadas estratégicamente para poder iluminar una plataforma en el centro mismo del lugar.
Omer buscó un encendedor en sus bolsillos, aquel que siempre llevaba junto a los cigarrillos. Al encontrarlo caminó hacia una de estas antorchas para encenderla.
Al prender el fuego se sorprendió viendo como todas y cada una de las antorchas se encendieron a la vez por alguna extraña razón.
Extrañado y cauteloso investigó con la mirada buscando alguna otra salida, pero no parecía existir nada más.
Se acercó a la plataforma y se sentó a descansar con los brazos sobre las rodillas y la cabeza sobre estos.
No había salida de allí.
Se encontraba atrapado.
El silencio lo envolvía todo llegando a ser aterrador.
No supo cuanto tiempo llevaba en aquella posición cuándo su celular comenzó a vibrar en su bolsillo.
Rápidamente lo tomó desesperado contestando la llamada de Yılmaz.
- ¡Yılmaz!- habló rápidamente-. Qué bueno que tengo señal de vuelta. Hace horas que estoy caminando. Yo estoy bien, ¿volviste a la cabaña?.
-Entraste hace solo unos quince minutos - le responde el menor desde el otro lado -. Me cansé de esperar. Estoy aburrido ¿Puedo entrar ya?.
- Yılmaz - suspiró aliviado de escuchar la voz de su hermano -. Yılmaz, no entres... No sé dónde estoy, pero no hay salida.
-¿Cómo? Retrocede sobre tus pasos.
- Lo hice, pero el túnel se encontraba cerrado como si nunca hubiera existido una entrada.
-¿No te habrás confundido de camino? - se escuchaba el movimiento desde el otro lado.
-¡No entres! - le advirtió temiendo que su hermano se quedase encerrado como él -. Solo hay un camino recto y luego escaleras que llevo bajando hace horas, hasta donde me encuentro en estos momentos.
-Que exagerado...¡Oye! Me acaba de llegar la foto que me enviaste - le informa Yılmaz -. ¿Qué es esto?.
Omer seguro de que realmente habían pasado horas desde que ingresó a la cueva, observa la hora en su celular. Se quedó impactado al darse cuenta de que su hermano tiene razón, solo habían transcurrido quince minutos. ¿Cómo era eso posible?. ¿Habían sido imaginaciones suyas todo aquel camino?.
-Parece una frase - Yılmaz lo vuelve a traer a la realidad. Niega con la cabeza, ahora no era momento de investigar aquello.
-Estaba escrito en una de las paredes. Creo que es latín.
- Hic vitae dormit - leyó en voz alta -. ¿Qué dirá?.
- Algo sobre vida dormida, espera que busco la foto - la busca en su galería de imágenes y procede a hacer Zoom -. Hic vitae dormit... Hic est ianua... Hic requiescit.
Al acabar de leerla en voz alta. Se escucha un crack desde donde se encontraba sentado.
-¿Qué fue eso? - su hermano pregunta intrigado.
-No lo sé.
El ruido siguió, como engranajes puestos en funcionamiento luego de mucho tiempo sin uso. Omer se puso de pie y observó la plataforma. Del centro de esta salió una luz blanca brillante que inmediatamente se transformó en una mujer.
-Bienvenido, Çelikoğlu - dijo ella con voz pausada y calma.
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