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Prólogo

La calma es el centro de la tormenta.

Avery/Kenna:

Actualidad, Manhattan.

En mi vida, nunca nada fue bueno desde que poseo conocimiento. Ser señalada constantemente por la alta sociedad de Manhattan, era un espectro que me perseguía desde que pisé suelo estadounidense hace un par de años atrás con la única esperanza que mi futuro sea tan prometedor como el de mi padre.

La fama de mi familia me asechaba siempre, recordándome constantemente de lo que tenía que ser capaz de alcanzar, de lo que tenía que mostrar y ocultarle al público. Contaba con un gran cargo bajo mis hombros y la opresión de ser la primogénita del imperio O'Connor, muchas veces no me dejaba respirar. Al ser la sucesora, se esperaba únicamente verme brillar en lo alto de los negocios que en algún momento tendría a cargo.

Me consideraba toda una gánster desde los dos años. Actualmente manejaba más de cinco idiomas y mantenía un Doctorado en la carrera de Administración Empresarial, además de ello, en unos días obtendría mi Licenciatura en Arquitectura.

A mis casi 21 años de edad, poseía todo lo que una joven pudiera imaginar. Dinero, un armario a repletar, autos de alta gama, un padre amoroso y un novio al que quería más que a nada.

Lamentablemente, de lo único que se podría considerar que padecía era de una madre.

Su esquizofrenia nos condenó a todos, especialmente a mí. Aunque supongo que eso es otra jaula diferente a la que no pienso volver jamás, o bueno, no tan pronto.

Conocí la composición del rechazo en cuanto intenté rehacer mi vida. No tenía amigos, salidas, fiestas o diversión alguna. Mi círculo social realmente no sobrepasada de mi nana, mi padre y mi novio; el pequeño rayo de luz que mejora mis días y alumbra la oscuridad en la que fui sumergida sin opción a defensa.

Ian Carrington.

Mi madre, Beatrice Bianchi fue una mujer dolorosamente hermosa, pero también una completa loca. La familia no fue lo mismo desde que ella falleció accidentalmente en el recital del colegio al que asistía en Italia.

Desde entonces, pase por una infinidad de tratamientos, estudios y medicamentos con el único fin de descubrir si correría la misma suerte que ella. Afortunadamente, jamás se logró encontrar algo.

O eso es lo que se cree.

Me califico como una amante de los libros, dicen que soñar no cuesta nada y el imaginarme mundos paralelos mediante páginas nuevas me hace creer que tengo mucha más opción a superarme que a hundirme. Tengo el carácter suficiente para cuando realmente lo necesito; sin embargo, y después de ello, todo pasaba por la fina línea de sumisión de la que, por vergüenza o tolerancia, no me atrevo a salir.

Sabía lo que quería desde hace mucho y luchaba constantemente por ello. Por formar un futuro limpio de los monstros de mi pasado, pero muchas veces eso resultaba difícil cuando lo que intentaba dejar ir ya forma parte de mí y me negaba a aceptarlo.

Ian, mi rayito de luz, era la perfección hecha persona. Un ser único sobre la tierra, a mis ojos. Calculaba su estatura en 1.80, cabello oscuro, ojos color marrón profundo que amaba tanto como un buen vestido Valentino, cejas gruesas y perfiladas, nariz respingona y labios voluptuosos. Su físico era demasiado envidiable, considero que lo trabajó un poco más en el tiempo que estuvo ausente.

Ese hombre era todo lo que pudiese necesitar, la salvación en todo este embrollo en la que estaba envuelta. Ian era mi pequeña ancla en este extenso mar de mentiras y secretos en el que nadaba sin cesar.

Por otro lado, mi padre era un ex militar que ahora se posicionaba como uno de los patriarcas más exitosos en este medio de la farándula y negocios. Su predecesor, el ex mandatario de las empresas y el rudo ejemplar de muchos estudiantes en Connecticut, falleció el año posterior a nuestra llegada por un paro cardiovascular. Nadie sabe nada de los hechos ya que su fila de médicos a cargo de su salud jamás notifico a mi familia sobre tal comorbilidad.

Niran era un padre prometedor, realmente no tenía forma de objetar aquello. Sin embargo, era una persona muy ausente, y respetaba ello. Entendía que la muerte de Beatrice y la de su padre en tan corto tiempo le había pegado demasiado fuerte, y a pesar de ello soy consciente también de que intenta poner de su parte para que nuestra relación no se pierda conforme pasa el tiempo. Él es más acreedor de las viejas costumbres y es por eso que nunca me falta nada. Su frase típica es:

"Te doy lo que nunca me dieron a mi"

Y aunque apreciaría más un abrazo, la moda y los lujos es algo que me gustan desde que puedo formular palabras. Supongo que eso es hereditario. Tengo entendido que las empresas ya estaban formadas cuando el nació, sin embargo y por lo que me contó, su padre le restringía ciertos derechos solo por ser hombre.

De mi relación amorosa, puedo decir que es la mejor que he tenido. Aunque realmente nunca tuve otras para comparar, conocí a Ian cuando cursaba el quinto ciclo de mi actual carrera, al principio era el típico chico rudo, pero conforme fue pasando el tiempo entablar una conversación ya no se nos dificultaba demasiado.

Hoy por hoy, llevamos nueve meses juntos y debo decir que fueron los mejores, con altos y bajos, pero supongo que de eso se trata una relación. De aceptarnos mutuamente y de respetarnos.

Ian era un hombre algo cariñoso, no le gustaba entablar conversaciones muy fluidas con los demás y mucho menos hablar de su vida antes de que llegara, y entendía, supongo que los procesos de confianza se refuerzan con el tiempo. Aunque debo admitir, en ocasiones resultaba demasiado exasperante y terminábamos discutiendo.

Algo hipócrita de mi parte debido a que él tampoco sabe todo de mí.

Por su padre se, que tuvo problemas de conducta y lo confirmé cuando aún lo admiraba desde las sombras. Ian solía ser el típico chico malo que asistía a fiestas, fumaba y tomaba, aunque eso no tendría por qué afectar la inteligencia que se cargaba. Las conversaciones con mi novio eran amenas, el aporte de temas como el de la Literatura Vanguardista y sus representantes, siempre era un buen hincapié.

Recapitulando...

Ahora mismo me encontraba en los últimos días para terminar la Universidad. De hecho, mañana sería el gran baile, al cuál al principio me negaba rotundamente a asistir, pero tras una profunda conversación con Ian tuve que aceptar.

Tenía todo excepto el vestido, el cual recogería en unos minutos.

O al menos eso era lo que estaba en mi mente hasta que sentí que algo colisionó con mi cuerpo y la oscuridad empezaba a embargarme rápidamente.

...

He escuchado mucho sobre las versiones de estar entre el cielo o el infierno, e incluso en la antesala de alguna de estas y exactamente ninguna de ellas es como me lo imaginé. No tengo idea de por cuanto tiempo he estado en este, supongo que limbo, pero el dolor estratosférico que siento en la cabeza no es normal; sentía pequeños repiqueteos que en cualquier instante me harían gritar. Eso sin contar que los músculos me dolían y las piernas pesaban mucho más de lo normal.

¿Engorde?

Joder.

Busqué captar los olores del ambiente ya que evidentemente esto no se trataba de ningún limbo o antesala. Desinfectantes, alcohol.

⸻¿Hablas Ucraniano?

La voz emocionada de mi niñera logró hacerme saltar en mi sitio. La mujer de 55 años, pero con características de una quinceañera me sonríe maternalmente cuando se da cuenta que he abierto bien los ojos.

⸻Uno de mis diversos dotes, Nana.

Le devolví la sonrisa acomodándome en la camilla. Estas camas realmente eran incómodas para el dinero que estoy segura cargarán a la cuenta de mi padre cuando me den el alta.

Un piquete en mi brazo izquierdo llama mi atención. Una intravenosa. Usualmente me hubiera resistido a que me la colocaran, desde hace un par de meses que prohibí volver a ver alguna aguja hasta que tenga hijos y la intervención quirúrgica requiera de sedantes.

⸻Haciendo bromas como siempre. Eso es una buena señal ⸻Fyre se mueve hasta a mí en menos de dos segundos y me rodea con sus brazos. Tan maternal como siempre. Podemos no compartir sangre, pero dicen que a veces eso lazos son los que más traicionan⸻. Me tenías preocupada, corazón.

Nana era lo más cercano a una madre que tenía. Ella era la que me recibía después de un largo día en la Universidad, la que me cocinaba o me atendía los días que enfermaba. La que me apoyó cuando no supe que hacer el día que me llegó la regla en el colegio, la que me hablaba de sexo y también la que permanecía en mis días grises tratando de pintármelos de colores.

No tuve una madre, pero la tengo a ella y eso está bien.

⸻Lo siento. No quise asustarte de esa manera ⸻Carraspeé un poco en busca de aclarar mi voz⸻. Es solo que... no sé lo que pasó, recuerdo ir caminando a recoger el vestido para la graduación y después todo se volvió negro. Me duele la cabeza.

⸻Pasó que un chofer impertinente te atropelló y se dio a la fuga. Los abogados de tu padre ya se están haciendo cargo de todo, tu tranquila ⸻asiento⸻. Creo que debería llamarle al médico para que te revise, ¿me esperas?

⸻Tampoco es que me pueda ir a algún otro lado ¿no?

Fyre niega sonriendo y se pierde tras la puerta, así que busco aprovechar el momento para retomar mi inspección de hace un momento, por lo que, reparo mi vestimenta despreocupándome casi al instante. El raspón que estaba en la pierna no se notaria con el vestido.

¡El vestido!

Necesitaba mi celular, debía llamar a la boutique para avisar que tuve un imprevisto. Lo mejor era que lo llevaran a la mansión, aunque después de esto realmente no tengo la menor idea si con certeza si asistiré.

Sin embargo, mi desesperación no llegó demasiado lejos ya que la puerta blanca por la que se perdió mi niñera hace unos instantes, es abierta nuevamente, solo que esta vez dándole paso el médico y a la preocupada mujer.

⸻Buenas tardes.

⸻Buenas tardes, señorita O'Connor ⸻expresó el médico⸻. Según los exámenes que se le realizaron hace un par de horas, ninguno arroja daños graves o anomalías a través de las lesiones que sufrió por la caída. Afortunadamente solo son daños externos que podrán sanar con el debido cuidado ⸻deja de lado la tableta para sonreírle a Fyre. Alcé las cejas por la clara evidencia⸻. Los hematomas se irán retirando con el pasar de los días, al parecer tuvo suerte.

⸻¿Eso quiere decir que ya puedo ir a casa?

Ambos se enfocan en mí y me siento un poco cohibida por el hecho, pero necesitaba ir a casa para llamar a la tienda. Quizá desistir de ir es una mala idea, al pobre de Ian le costó mucho que yo aceptara.

⸻Sí, pero necesito que te retiren eso ⸻señala la intravenosa⸻. Enviaré a una enfermera, mientras tanto prepararé el alta.

⸻Está bien ⸻me amarro la boca cuando pienso en decir algo sobre el dolor de cabeza, luego tomaría algún analgésico.

El Doctor se despide antes de volver abrir y cerrar la puerta dejándome a solas con Fyre.

—Deberías acompañarlo, yo estaré bien. No puedo ir a ningún lado y si vas con él quizá puedas apresurar el papeleo, entre otras cosas.

Moví las cejas en un gesto divertido que le arrancó una mala mirada a mi dirección.

⸻No hagas ese gesto, Avery. Te conozco y no. No necesito que me andes buscando pareja, aún estoy demasiado joven para desperdiciar mi tiempo en alguien más que no seas tú o yo ⸻frunce el ceño⸻. Pero por esta vez te tomaré la palabra.

—Por supuesto.

Esperé por lo que parecieron siglos hasta que algunos minutos más tarde una enfermera llegó sin decir nada y retiró la extensión plástica. Realmente la decisión que me conllevó a que le prohibiera a mi padre algún otro tipo de examen es que les cogí pavor a las agujas.

Fueron años los que tuve que resistir entre diagnósticos y más estudios.

Exhalé profundamente por quinta vez en mi espera para luego volver a revisar el reloj y darme cuenta que han pasado 35 minutos desde que la enfermera terminara y Fyre aún no ha llegado. Se está demorando demasiado y solo espero que realmente esté disfrutando el "papeleo" o toda mi frustración habrá sido en vano.

Decidida a que tengo que aprovechar el tiempo, bajo de la camilla con cuidado de no dañarme algo más y quedarme aquí por un buen par de días, aun me encontraba con la ropa deportiva de la mañana, excepto que está ahora presentaba algunos rasgones por las vueltas en el asfalto que supongo di. Con algo de cautela me coloqué las zapatillas y pasé rápidamente al baño para arreglarme el cabello, afortunadamente no tenía más que una leve cortadura en mi mejilla.

El color de mi piel era algo blanco, demasiado me atrevería a decir, por lo que me preocupé por un momento, pero entonces recordé que Jerad, el estilista que usualmente me arreglaba para este tipo de eventos, era demasiado bueno en su trabajo. Espero que pueda cubrir la herida.

Tomé mi celular de la pequeña maleta que encontré y verifiqué que mi tarjeta se encontrara detrás del protector. Mi padre ya me había advertido que, si se me volvía a perder, me quedaría sin ella esta vez.

Con todo en orden, salí de la habitación sin algún problema. La numeración en las columnas indicaba que me encontraba en el quinto piso, así que no me resultó muy complejo ubicar los planos del edificio. Recepción estaba en el segundo.

Tendría que tomar el elevador, aun me temblaban algo las piernas como para tomar las escaleras, y nuevamente, no pienso cometer algún error que haga peligrar mi salida.

Caminé sin prestar demasiada atención a las miradas raras que percibo, esto ya era un hábito casi diario, aunque no le quitaba el echo que siempre fuera incómodo. Me adentré a la caja metálica en cuanto se detuvo frente a mí para que luego esta se cerrara conmigo y tres personas más.

Un minuto después, las puertas se vuelven a abrir.

⸻Esto no es recepción.

Me frustro cuando lo confirmo al observar el gran cartel colgando del techo a mitad de la sala de descanso.

U.C.I. (Unidad de Cuidados Intensivos)

Maldije por lo bajo. Este era el tercero. No me quedaba de otra que tomar las escaleras puesto que el ascensor me dejó una amarga sensación a vómito.

Tanteé un poco con la mirada en busca de las escaleras, me demoré ya que las puertas lucían exactamente iguales y acercarme demasiado a ellas se me hacía una falta de respeto a la privacidad.

Ahogué mi grito de frustración al verme perdida luego de más minutos deambulando, sinceramente no estaba de mucho humor para esto.

—¿Necesita ayuda?

Casi, casi, escuché a los ángeles susúrrame en mi oído cuando una enfermera me atajó por el costado. Busqué una sonrisa amable, demasiado para mi gusto antes de girarme y responderle.

—No, pero busco las escaleras.

—Son las que están al costado de las máquinas de café —la señaló.

—Ya veo, muchas gracias.

Y entonces sucede, una chica sale de la nada corriendo de la nada y con una bata de hospital como vestimenta. El dolor en mis músculos aumentó cuando debido al impacto, caigo de nalgas al piso y me aferro con los brazos.

¿Qué demonios?

Con algo de dolor y sin ayuda me coloqué de pie. Mierda, se supone que esto es un jodido hospital y está prohibido correr en ellos por estas sencillas situaciones, más aún si es un piso de cuidados intensivos.

Tragué fuerte al dar un paso, aún más fuerte cuando di el segundo y los chillidos de alguien llegaron a mis oídos para terminar de taladrarme la cabeza. Juro que no quiero asesinar, pero es que a cada minuto eso se hace demasiado tentativo.

Me detuve en una de las columnas ya casi para atravesar la pequeña sala de descanso, necesito respirar. Sin embargo, entre mi intento de volver a recobrar la estabilidad y maldecir mil veces a quién quiera que haya sido la mujer que salió de la nada, me paralicé cuando observé a la misma mujer soltándose de unos médicos e ir corriendo hacia un sillón situado a algunos metros de distancia en donde me encontraba.

¿Ian?

El tiempo es realmente corto y demasiado agonizante desde mi perspectiva. La mujer salta a sus brazos despertándolo, él abre sus ojos, aturdido al principio, pero todo cambia cuando la observa mucho mejor. Es casi de inmediato cuando una sonrisa empieza a dibujarse en su rostro con el brillo en su mirada que jamás conocí.

Me quede en mi sitio estática por el panorama, ¿Quién era ella?

⸻Son perfectos ⸻otra enfermera a mi costado me regresa a la realidad⸻ ¿No?

Parpadeo.

⸻¿Eh? ¿De qué habla?

⸻Ellos ⸻Los señala⸻, son perfectos.

⸻No entiendo...

La mujer se toma la libertad de enroscar su brazo con el mío mientras suspira como colegiala enamorada observando la escena de llantos:

⸻Ella estuvo en coma por casi un año y él viene todos los días a verla desde que la ingresaron. El chico se queda a dormir, come aquí, no la deja. Al parecer se aman de verdad.

Desearía haber visto mi rostro en estos momentos.

El latir de mi corazón, aumentaba como pasos de carrera y luego solo se quedaba quieto de manera semejante a cuando el carrusel ha llegado a su pico más alto para volver con el ciclo. Sentía mi mente colapsar y traspasar un sinfín de momentos vividos con Ian, descaradamente dañándome más.

No entendía nada, estaba segura que él era mi novio. Estuvimos juntos por meses y no lo creía capaz de mentirme y provocarme semejante dolor. Mi pecho se hundía y no encontraba un salvavidas.

¿Cómo pedir ser rescatada de algo que creía era mi final feliz?

En ese instante supuse que todo tendría una explicación. Pero entonces, como si fuera un último respiro para el desahuciado... todos los recuerdos entre nosotros se profundizaron.

Ian no dormía conmigo. Nunca asistía a campamentos o eventos fuera de la Universidad e incluso se molestaba cuando llegaba a su casa sin avisar y odiaba que hablara de su estancia en Rusia, además de ello, siempre estaba cansado por lo que se quedaba dormido en clases.

Quise excusarlo, quise pensar en que nada de lo que mi mente podía gritar en estos momentos era real, sin embargo, todo cambio cuando levanté mi vista hacia ellos.

Se estaban besando y yo me quise morir.

La besaba como jamás me había besado y lo sabía por la forma tan hambrienta en la que la tocaba, como también por la sonrisa que no lo deja a pesar de tener su lengua escarbando en la garganta de la otra mujer.

Nadie es lo suficientemente bueno, supongo.

Entonces lo entendí, a la mala, pero lo hice. No había explicación alguna, motivo o excusa. Él amaba a esa mujer. Ambos se amaban y yo solo fui su pequeña distracción.

Ian significó demasiado para mí en lo largo de los meses, mi vida cambió completamente desde que me propuso ser su novia. Desde ese día en adelante sonreía más a menudo, bromeaba con más frecuencia y nada me atrapaba cuando él estaba a mi lado porque sabía que jamás lo permitiría, pero entonces, ¿Por qué dañarme así? ¿Qué significaba yo para él?

Escuche a mi corazón resquebrajarse bajo la atenta mirada de la enfermera. Mi vista se encontraba algo nublada, pero me negaba darle el gusto de verme llorar. Porque por sobre todas las cosas, sabía que Ian me había jodido como nadie, que me había clavado un puñal con tanto esmero que dolía sin remover absolutamente nada. Observaba su sangre salir y no hacia absolutamente nada.

Me sentía culpable por no haberlo visto venir, era una maldita O'Connor ¿Qué clase de empresaria seria si no anticipo los golpes de mi contrincante? Mi apellido significaba mucho para ser pisoteado de tal manera, se suponía que nadie nos jodía. Nosotros lo hacíamos.

<< No existe la debilidad, dolor o esmero que valga estar en el piso >>

En las clases de Karate, decían que no es bueno dejar que el rival vea tus sentimientos porque así su golpe sería mucho más certero y mortal. Ciertamente esto no era una clase, pero dolía como si diez de mis compañeros me estuviesen masacrando.

Suspiré encontrando algo de paz mental.

Todos estos años rodeada de víboras con el veneno a la punta de su lengua me ha enseñado a que no debo darles el gusto. No podía dejar verme débil, como si estuviese hecha mierda justo como ahora me encontraba; lo que los mataba era una sonrisa y una mirada altiva como si estuviese intacta, como si lo que estuviese viendo jamás hubiese dolido.

Como si siguiera viva.

⸻¡Avery O'Connor!

El grito estremecedor de Fyre me devolvió del trance a la realidad. Por instinto, me gire a verla y pedirle que se calle, pero era demasiado tarde pues ya había conseguido llamar la atención de la pareja y de la gran mayoría de personas.

En el primero que logré fijarme fue en Ian, los ojos oscuros que en algún momento adoré me observaban con algo que no pude descifrar. Quise llorar. Quise gritarle mil barbaridades, pero me di cuenta que eso sería darle mucha importancia a alguien que no merecía menos que mi lastima.

Algo que jamás llegue a decir es que, cuando yo quería, lo hacía de maneras estratosféricas; pero cuando odiaba, no había lugar sobre la tierra que te coloque a salvo y fuera de mi furia.

⸻Dios, Avery. Te estuve buscando, tu padre...

Dejé de escucharla. Todo quedó en nada cuando note que Ian no trataba de explicarme nada y que, en lugar de venir por mí, prefirió concentrarse en la mujer que ahora me observaba con el ceño fruncido.

Fui un juego. Una burla o quizá un entretenimiento de paso que solo le puso las cosas mucho más complacientes.

Cuando me sentí lista para enfrentarlo, me solté de todo y carraspeando un poco para que mi voz saliese fuerte y clara, me dirigí hacia ellos sin dudarlo, con mi mirada al frente y sin ningún temblor en mi cuerpo.

Se sentía bien al tener el control.

Conforme me acercaba, podía darme cuenta que ellos eran unas pequeñas lacras más que abundan la insoportable sociedad.

Mi instinto pedía sangre y mi razón trataba de apaciguarme.

La mujer se parecía a mí en alguno que otro rasgo. Pelinegra, alta por lo que pude ver, ojos celestes algo bajos a comparación de los míos. Piel blanca como una porcelana, labios algo llenos y en su nariz llevaba una argolla junto a un lunar que adornaba el lado izquierdo de su mejilla proporcionando un balance de ternura y rudeza.

Debía de estar demasiado demente para hacer lo que creo que hizo. Aunque para este punto ya nada me sorprendería, peores cosas he visto. La armadura de mi valiente príncipe con cabello brillante, se había esfumado dejando solo a un monstruo.

⸻¿Te divertiste? ⸻Busqué su mirada para enfrentarla, pero me la esquivó y es que ni siquiera tenía los huevos suficientes para ello⸻. Bien, así lo quisiste —abandoné su mirada para centrarme ahora en la mujer cuando supe que jamás me respondería⸻. Yo fui la otra mientras tu estuviste inconsciente, creo que no fuimos lo suficientemente especiales para él como lo decía. Lástima Ian, perdiste la oportunidad de tu vida jugando conmigo sabiendo que mi golpe te dolerá el doble.

Nadie más que yo y mi interior, conocíamos mis intenciones y el significado detrás de las palabras soltadas. Si bien, desde muy pequeña cargaba con una desdicha, con una oscuridad que poco a poco me sumergía y que hasta el momento había tratado de ocultar; hoy la venganza no era solo una composición, era un órgano que habitaba en lo más profundo de mi ser opacando a mi alma y esta se encontraba clamando por sangre, dolor y mucho sufrimiento a raíz de la traición.

Mi juramento silencioso estaba claro, la venganza será lenta y dolorosa, pero antes de ello debía planear muy bien mi ataque. Los Carrington firmaron su sentencia de muerte al haber jugado con mi apellido y nombre incluido.

Salí de allí solo con algunas lágrimas derramadas, era lo único que obtendría de mi a partir de ahora. Los gritos de Fyre pidiéndome que regresara, no se hacen esperar, pero necesitaba salir de allí porque a nadie le gustara verme estallar.

Marque mi paso apresurado y ya hasta el dolor de cabeza desapareció.

Tenía los recuerdos rotos, me habían engañado. Ian había sido tan hijo de puta como para utilizarme y pensar que era ella y yo fui tan estúpida por permitirlo.

Necesitaba aire, sentía que me ahogaba con el pasar de los minutos. No quería soltar más lágrimas, no cuando todos me estaban mirando y me reconocían. Así que hice lo primero que se me cruzó por la mente y tomé el primer taxi que encontré y le pedí que me llevara a una tienda de licores.

Ahogaría esta mierda lo más pronto posible.

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