
Epílogo
Te odio.
Kenna Bianchi:
-¿Está todo listo?.
-Si señora.
Doy un respiro profundo antes de dar un asentimiento hacia la empleada. Estábamos en la sala de la casa de los Al Capone, afortunadamente todos estaban bien y sin ningún rasguño.
Había tomado una fuerte decisión tras sopesarlo durante cinco horas. El sol ya estaba saliendo y debía darme prisa si quería llegar a tiempo al jet.
Los rusos lograron entrar a mi casa en busca de vengarse por la muerte del underboss y por el ataque que Kenneth había hecho en su ridícula ratonera, por algún motivo ellos pensaron que yo estaba allí. Creo que no estaban enterados de las nuevas noticias. Pues se suponía que estaba desaparecida.
Cuando llegué todos comenzaron a gritar y expresar su odiosa felicidad de tenerme de regreso. Ni Kenneth, Enzo o yo negamos la versión en la que había estado secuestrada, esa era una historia que solo nosotros compartimos además de Dante que siempre lo supo.
Mis pocas maletas estaban en el recibidor al igual que una llena de dinero. Llevaba aproximadamente dos millones de dólares restando los pequeños diamantes y un par de lingotes de oro. No sabía cuánto tiempo pasaría fuera.
De mis empresas se seguiría ocupando Dante, le firmé un documento en el que tomaba temporalmente mi puesto. Mi dinero estaba asegurado en un lugar en que solo ambos conocíamos y mis propiedades estaban resguardadas perfectamente.
No quería irme, yo no era de las personas que huía fácilmente pero no podía quedarme sabiendo que mis posibilidades de ganar serían escasas.
Horas antes...
-¿Qué es lo que necesitas?.
-Que me des cabida a hacer lo que a mí se me plazca. No es que no lo haya hecho ya pero debo concentrarme en una guerra a la vez y el tenerte como mi enemigo lo único que ocasionará es que redoble esfuerzos innecesarios.
Se ríe.
-¿Estás loca? - ladeo la cabeza - Pregunta errónea. Lo siento Kenna yo no puedo hacer tal cosa, odio a los rusos tanto o más que a ti pero eso traerá consecuencias con los demás clanes. Toda la mafia se levantará y será una completa mierda lo que consecuentemente despertara al pentágono. Aunque tenga el control es imposible hacerlo.
-Los griegos están conmigo - me defiendo.
-Me parece perfecto pero ponerlos a luchar ahora en un momento de luto sería imprudente de tu parte.
Tenía razón, la muerte de Keo había sido algunas horas atrás y esto no sería lo correcto. Ni para ellos ni para su memoria.
-Kenneth...
-Lo mejor será que regreses a Washington y aceptes el puesto de General - frunzo el ceño - Revise tus exámenes médicos antes de subir al avión. No me quieras ver la cara de estúpido.
Mierda.
-No me iré.
-No seas insensata Clyte - me mira - Esto es riesgoso incluso hasta para ti.
-¡No voy a huir.
-Yo no he dicho que lo harás - suspira tomándome de las mejillas - Hagamos algo.
-¿Qué? -Déjame hacerlo por ti, déjame frenar esto. A mí no me pondrán trabas, todos sabemos que la mafia negra y la roja son rivales desde hace mucho y si doy el primer golpe tendré a los clanes comiendo de mi mano. Otra historia muy distinta será si tú lo haces.
-¿Qué hay del Anticristo? Puedo utilizarlo y...
-Sigue siendo riesgoso, no pienses solo en ti misma.
Mis ojos se cristalizan y la misma opresión en el pecho que apareció cuando Keo dejó de respirar regresa.
-Tengo miedo a ...
-No - responde duro - Eso no pasará, eres mejor que esto.
-¿Cómo lo sabes?.
-Porque has vivido el mal en carne propia y no harás lo mismo con él.
-Pensé que sería distinto - sonríe triste.
-Yo también lo pensé, pero esta es la vida que nos tocó vivir.
Asiento.
-Está bien, me iré.
-Prepararé todo y en unas horas estará listo el jet.
Antes de volver a girarme al vidrio me rio llamando su atención. -¿Estás bien? - me mira confundido - No me has intentado matarme pese a saber la verdad.
-Cuando se ama como yo te amo y cuando se odia de la misma manera, el rey es el que se sacrifica por su reina.
-Kenneth...
-Debo hacer unas llamadas.
Actualidad.
-Acompáñanos- susurran a mi oído y soy un brinco por el susto.
-¿Podrías hacer ruido? Maldición, me asustaste - lo miro mal.
-Te hablé dos veces - ruedo los ojos - debes acompañarme.
-¿Pasa algo? - Miro al hombre trajeado que llegaba detrás de él.
-No, pero debes firmar algo antes de irte.
-Bien - doy una mirada de disculpa antes de seguirlo al segundo piso en donde estaba su despacho.
Niran no había llamado en todos estos meses, lo que me confirmaba que realmente se encontraba mal o estaba con su bastardo. Tampoco es que me interese pero mínimamente me hubiera gustado escuchar su patética voz. Dante ya tenía la orden de comprar todo.
El olor de su costoso perfume mezclado con el de la madera me relaja cuando doy unos pasos dentro. La habitación era espaciosa y tenía un gran estante de libros tras su escritorio. Todo era de roble oscuro con pequeños detalles de verde y negro.
-Necesito que firmes esto - me tiende un sobre amarillo - Los abogados lo redactaron y fui demasiado específico. Necesitas firmarlo, yo ya lo hice.
Abrí el sobre y solo me detuve en el título para comenzar a reírme como una desquiciada. -¿Estás loco?
-No, pero es una forma de protegernos.
-No firmaré esto - se lo tiro de regreso - No compartiré lo que por derecho me corresponde.
-No lo harás, es una salida de seguridad si algo sale mal aunque lo dude - se encoge de hombros - Tú confías en mí ¿no? - asiento - Pues yo confió en ti así que firma los malditos papeles y no retrases esto.
El jet sale en dos horas. No era una mala idea. Tampoco es que vaya a ser real por mucho tiempo, solo será hasta que acabe con los malditos rusos. Tomo nuevamente el sobre y bajo la mirada del otro hombre firmo el documento - Espero no arrepentirme Kenneth.
-No lo harás.
Lo próximo que sucede es que comienzo a despedirme de todos antes de pasar por algunos minutos en el auto para llegar nuevamente a la pista de despegue. Esta vez solo me acompañaba el italiano de ojos grises. Por alguna razón mis manos estaban sudorosas y mi mente me decía que no era lo correcto, pero no había marcha atrás.
-Te llamaré cuando esto acabe, antes no ¿De acuerdo?.
-Bien. - me da un asentimiento para comenzar a caminar a su coche, pero sus pasos se detienen a la mitad y se gira. No sabría como descifrar su mirada, pero el hermoso gris resaltaba aún más que las otras veces, era un color único.
-Estarás bien, cuídate.
-Te odio ojos grises.
-Te odio Clyte.
-No les digas nada de esto hasta que regrese.
-No pensaba hacerlo - camino sin dar respuesta y antes de que las escaleras terminen de subir vuelvo hablar.
-¿Por qué haces esto?.
Mi pregunta lo deja pensando por unos minutos, parecía debatirse seriamente en decírmelo o no pero al final levanto su mirada y contestó.
-Porque cuando no se puede hacer lo correcto. Lo único que podemos hacer es escoger el pecado con el cual subsistir por el resto de nuestras vidas. Eres mi infierno Clyte y yo soy tu maldito demonio.
Después de eso paso por cinco horas de vuelo más para llegar a mi destino por un largo tiempo. En el que dejaría de ser Kenna Bianchi una de las narcotraficantes más buscadas, para convertirme en la General O'connor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro