CAPÍTULO 34
La paz es sinónimo de desastre.
Keo Paspala
No regresa.
No contesta.
No llama.
Después de que el equipo que había mandado a pedir para su cambio se retirara, ella solo entró al cuarto y salió vestida como todos los días sin dirigirme una sola mirada o sin siquiera decirme un adiós.
Sabía lo de Sira y nunca menciono algo, permitió que nuestra relación siga como si nada. No lo entendía.
Los Andreato y los Paspala éramos los clanes más importantes de Grecia, pero solo mi familia fue elegida para liderar al resto. Después de lo de la loca de Beatrice, mi padre comenzó a meterme en la mente que podría verla como una futura esposa y lo hice. No la amaba, jamás lo había hecho y en cierto punto me alegraba que estuviera con más hombres así como yo lo hacía con las mujeres.
Aun recuerdo el día en el que Sira llegó y se sentó en mi cama mirándome con temor. Le pregunté qué pasaba y me dijo que estaba embarazada. Al inicio fue algo difícil de digerir, pero luego de entender de que una parte de mí crecía en ella, fue suficiente. Todas las dudas y los miedos se despejaron y le dieron paso a una alegría inmensa.
Él sería mi heredero y aunque no amaba a la madre, le tenía algo de aprecio.
El tiempo transcurrió y yo no podía dejar el alcohol ni las drogas. Llegaba a altas horas de la noche y paso. Un día llegué enojado debido a que había perdido las llaves de mi auto en una fiesta y tuve que regresar caminando. Estaba drogado a más no poder porque uno de los socios había sacado un nuevo producto y lo consumí.
Sira estaba esperándome para enseñarme la ecografía del ultrasonido que había tenido hoy y que no pude acompañarla por despedirme de mi padre que viajaría a Tokio a cerrar unos tratos.
Descargue mi furia con ella, le pedí que se fuera y no lo hizo. Entonces algo ajeno se apoderó de mí y solo recuerdo que golpeaba algo sin parar. Cuando abrí mis ojos estaba en mi cama con las manos amoratadas y con Sira en el baño desmayada. El charco de sangre era inmenso y temí por mi bebe y por ella.
Horas después me dijeron que el bebe no sobrevivió. Los golpes lo habían matado.
Fueron días difíciles para mí, me alejé de todos tratando de ahogar todo lo que tenía en mente. Realmente no había pasado mucho desde que supe que Sira estaba embarazada, apenas tenía dos meses. Cada uno luchó con ello de la mejor manera, ella nunca me juzgo muy por el contrario me buscaba y salíamos de fiesta para olvidarnos de todo hasta que en una de ellas lograron secuestrarme.
Ahora sé que no fue coincidencia.
Tiro el celular en el sillón.
Todo el día me la había pasado arreglando la mierda que dejó el estúpido de Kenneth con los embarques, tenía que cumplir a como dé lugar con los búlgaros. El dolor en pecho había aumentado pero aun era controlable, ya eran demasiados días los que me sentía así pero no lo demostraba o no se lo decía a Kenna para no mortificarla, sabía que ella estaba haciendo lo imposible por mí. Barría a diario las bodegas y los embarques en busca de lo que me diera algo de esperanza.
Estaba en la sala mirando la chimenea, la casa se sentía sola. Como hace tiempo no lo hacía y no entendía el motivo. Las cosas con Kenna en estos meses había mejorado demasiado, me emocionaba la idea de poder vivir y quedarnos juntos. Pero como era costumbre mía, metía la pata cada que se me antojaba.
No me estaba acostando con Sira o algo parecido, después de la muerte de mi padre solo estuve con una persona y no fue precisamente ella. La buscaba porque en estos días la opresión en el pecho cada vez que pensaba en el bebe que habíamos perdido se intensificó. Solo quería saber como ella lidiaba con tanto. No me metería con ella sabiendo que se acuesta con su abuelo.
Eso es horrible.
El sonido de unos pasos me coloca en alerta, pero detengo la dirección del arma cuando me doy cuenta de que es Kenna la que llegaba, su mirada me demostraba cansancio pero trataba de no demostrarlo. Se le olvidaba que era una de las pocas personas que la conocía verdaderamente.
-No contestabas mis llamadas- detiene sus pasos en la escalera.
-Creo que sabes lo que significaba.
- Azul ...
-Con permiso, estoy cansada. Intenta seguir avanzando pero vuelvo a interrumpir sus pasos.
-Después de que Kenneth se fuera, te marchaste y no me dejaste explicarte las cosas. Nada es...
-No me debes ninguna explicación Keo - me interrumpe.
-Eres mi esposa.
-Solo por un acuerdo - señala molestándome.
-Pero lo eres, me conoces y sabes que jamás haría algo que te dañara.
-Creí conocerte - comienza a caminar hacia a mí, su aspecto es deplorable realmente. Tenía tierra por todos lados y algo de sangre en su chaqueta - No nos vemos desde hace más de diez años, eso es tiempo suficiente para que tú o yo cambiemos. No soy la persona que tú crees.
-Lo sé, sé porque le pusiste B7 a la droga. Sé porque te fuiste, el porqué amas el rojo pero no más que el azul y el marfil. Sé porque te gustan los jazmines y sé porque tienes un tatuaje en tu cadera - abre sus ojos - Sé que haces lo imposible todos los días allá afuera por traer algo para mí, como también sé que te conviene más que fallezca pero aun así no abandonas la idea de salvarme y eso Kenna, te convierte en alguien mucho mejor que ella.
-Tú no sabes nada de mí - sus ojos estaban empañados recordándome las veces que lloraba conmigo en silencio.
-Sé hasta lo que tú no sabes de ti Azul. Siempre te he observado, desde las sombras pero lo he hecho.
-No hagas esto Keo - solloza y la tomo entre mis brazos embargando de su aroma. Me duele verla así - Me mentiste.
-No lo hice. Sira y yo jamás tuvimos algo que ver después de la muerte de mi padre. Solo la busco porque pienso en el niño y busco sentirme cerca de algo que me recuerde a él.
-Tratas de no olvidarlo - afirma.
-Exacto, quiero recordarme constantemente que no soy lo que proyecto. Mis manos están manchadas - suelto una risa seca - Es irónico porque mientras que mi padre dio la suya por la mía y yo le arrebate la vida a mi propio hijo.
-No eras tú mismo, no seas tan duro - se separa mirándome con su nariz rojiza. Sus mejillas estaban empapadas y su cabello se pegaba en su rostro. No me canso de decirlo, pero me recuerda mucho a nuestra niñez.
-Necesito serlo si no quiero fallar en el camino.
Uno sus dulces labios con los míos.
El beso es suave, quiero transmitirle que a pesar de ser una mujer ruda, conmigo puede dejar de serlo. Conmigo puede mostrarse como quiera sin miedo a nada porque amo cada cosa de ella. Nunca deje de hacerlo y nunca lo haré.
Para mí, es la mujer que necesito.
Mis manos no abandonan su rostro y las de ella me abrazan apegándome más a ella. Me moría por probarlos nuevamente. Saben a vida.
-¿Estás seguro?.
-¿No se supone que yo debería preguntar eso? - hace un mohín riéndose.
-Somos algo especiales.
-Lo somos.
Tomo eso como una continuación y me dirijo al sofá para sentarme con ella encima de mí.
Mis manos bajan a sus mulos acariciándolos sobre la tela. El dulce beso no se rompe y las caricias sobran en ese instante. Sentía algo en mí recomponerse, me sentía completo, feliz y pleno. No sé exactamente si esto era felicidad pero se sentía bien estar con ella entre mis brazos, besándome en cada parte.
Le retiro su top deportivo que traía, sus pechos quedaron expuestos pero no me centro en ello. Comienzo a repartir besos desde sus mejillas hasta su cuello absorbiendo su aroma. Su piel era suave como la porcelana - Te quiero.
Suelto las palabras que se habían estado atorando en mi garganta por muchos años. No responde, pero sé que ella lo hace.
Rompe mi playera y la giro para acostarla en el sillón. Mis besos pasan por el centro de su cuerpo suavemente. Podía sentir como se estremecía, su espalda se arqueaba y los jadeos no me dejan mentir. Bajo a un lado de su cadera besando la imagen en tinta de la luciérnaga. Sus botas salieron volando al igual que su pantalón. Nada importaba ahora mismo, poco me interesaba si nos podían ver. Estaba como quería y con la persona que quería.
-¿Estás bien?.
-Sí, extrañaba esto - me carcajeo.
-Yo también.
Su braga negra no servía como escudo para ver la humedad que emanaba su centro. Retire mis pantalones y mi ropa interior quedando desnudo frente a ella. Respire profundo antes de volver a mirarla. Ella era una obra de arte más allá de su cuerpo.
Y así, mirando al azul que tanto me encantaba me adentre en ella sintiendo su fluido viscoso entre sus piernas y la estrechez junto con la calidez de su cavidad. El placer era asombroso, mi pene bombeaba sin parar y juraba estar a unas estocadas y explotar.
Podía sentir que tocaba el maldito cielo sin las mierdas que antes me metía. Ella me hacía demasiado bien. Podía morir ahora mismo sin ningún problema porque ya sabía lo que era la gloria pura.
¿Era posible acaso ser un ángel y un demonio a la vez?.
Mi azul lo era.
No sé que cosa hice bien para merecerla, pero sin duda alguna esto era mi premio mayor. Había logrado olvidar todo aquello que me perturbaba por las noches cuando la abrazaba o cuando abría mis ojos y la veía allí tan tranquila reposando en la misma cama que yo y llevando el anillo que fue de mi madre. Aun me costaba creerlo, tanto así que secretamente me levantaba y la observaba por horas hasta que el sueño me vencía nuevamente. Podía cerrar los ojos tranquilo porque mi mundo estaba conmigo.
Me muevo despacio en ella, realmente todo lo hago de ese modo. No es sexo, es algo más. Quería que ambos lo recordáramos este momento. Fuera de guerras, fuera de luchas, de sangre y de planes.
Solo éramos ella y yo uniéndonos como siempre.
-Keo ...
-Siempre serás tú Azul.
Una lágrima brota por sus ojos y me acerco a besarla sin dejar mis movimientos constantes
- Te quiero.
Siempre será mi azul, la dulce niña que me robó el corazón con sus hermosos ojos. La que me robaba miles de sonrisas. La que prometió volver y convertirse en mi:
Blue Queen.
Solo diré esto: Me duele.
Un capítulo corto pero necesario, creo que Keo merecía dar una versión de los hechos.
¿Doble actualización?
Sí, creo que sí.
Besitos.
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