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CAPÍTULO 28

Éramos el desastre resurgiendo en uno solo.

Kenneth Al Capone

En estos momentos me encontraba pisando suelo Romano, más concretamente en Cerdeña. Mi base estaba conforme la había dejado hace algunas semanas.

Mis mejores soldados estaban en filas listos para mis nuevas órdenes. Era un gran privilegio estar aquí, espero sean tan buenos como lo dice su expediente. No podía regresar a Florencia sin iniciar una investigación previa sobre lo sucedido con Kenna, nadie podía negarme nada aquí, ni mucho menos me pedirán explicaciones. Yo soy la ley. Soy mucho más que el Presidente, el cual yo coloque allí por puro gusto.

Mis músculos dolían de la tensión provocada por el enojo, La Sacra Corona Unita está con más sed de sangre que nunca al igual que yo. Los imbéciles que nos atacaron sabían perfectamente nuestros movimientos y los que más me jode es que fueron mucho más cautelosos de lo que esperábamos pues tanto como Kenna y yo no los vimos venir. Estábamos enfocados en otras cosas.

El caso del Ministro fue cerrado, tuve una breve declaración en la que asegure que protegí al viejo según los códigos, ya que la misión era entregarlo con vida pero los hechos que se desarrollaron en la noche estuvieron fuera de nuestros planes trazados, lamentablemente no pude hacer demasiado. La explicación que di con respecto a Kenna se basaba en una crisis que estaba sufriendo una de sus empresas y salió a escondidas antes de que alguien la reconociera, no era conveniente para ella verse envuelta mínimamente entre los famosos diplomáticos y diputados de aquella reunión social.

La realidad era otra y se me escapaba de las manos, mi juguete había sido robado y odiaba que tocaran mis cosas. En especial a Clyte.

Odiaba la idea de haberle fallado por segunda vez, vi el terror en su mirada cuando dijo aquellas palabras que tanto deteste. Ella no debe suplicar, no lo hizo ni con los rusos y no lo hará con nadie más.

El anillo en mi bolsillo pesaba sin duda, me molestaba no haber podido protegerla pero también debía estar sereno para poder iniciar el caso, no descansaría hasta que ella regresara nuevamente.

El submundo ya estaba al tanto de mis órdenes y no dejarán piedra sin levantar hasta encontrarla, Dante y Gianna se pusieron como dos locos al enterarse pero asumirán las responsabilidades que le correspondían a la pequeña puta, le pedí expresamente a Arek que trabajase en mi ausencia y que solo me pasaran documentos de suma urgencia o importancia.

Estaba posponiendo todo por esa maldita niña que no se merecía nada de mí, tal vez debería dejarla en manos de los encapuchados y quedarme con todo.

Deseo, placer, sacrificio y riesgo. Esas son algunas de las cosas que Kenna causa constantemente en cada una de mis entrañas y en mi vida, sé que con el tiempo que paso con ella solo se intensifican, pero tarde o temprano todo se esfumara, porque el odio que sentimos ambos es el mismo que acabará con ambos.

Kenna Bianchi

-Bienvenida mi señora - paso por su saludo como lo hice las anteriores veces y sigo mi camino. No sabía donde me encontraba pero a juzgar por el material de las construcciones y el olor a sal, juraría que es una Isla.

Todos me hablaban en un perfecto inglés así que tampoco podía deducir mucho. Aunque ya tenía una breve sospecha.

Desperté hace un buen rato en la habitación del jet que me trajo, había ropa y algunos accesorios así que me duché y salí encontrándome con algunos hombres en la cabina, me miraban con respeto y sumisión, me trataban de buena manera y siempre me decían señora, era algo a lo que ciertamente estaba acostumbrada pero me ponía los pelos de punta al ver el lunar que los representaba.

En mis entrenamientos militares, siempre me señalaron fotografías de muertos y prisioneros con esa marca alrededor de la muñeca como el símbolo de la organización de narcotráfico más dura de a nivel Europeo. Eran seres más despiadados que yo. Lamentablemente no era la Italiana, pero debo admitir que en el tiempo en el que estuve el nombre fue mucho más sonado debido a las especulaciones del Anticristo.

Sigo mi camino hacia una de las camionetas blancas estacionadas frente al jet sin corresponder ningún tipo de reverencia.

Mi nombre significa poder y mi apellido catástrofe, no estoy en posición de responder a súbditos, mucho menos a ellos que me trajeron a la fuerza sabiendo de mi letalidad cuando me hacen enojar.

Debería estar en casa o recibiendo una medalla más y no en este estúpido lugar con tantos hombres. Mi cabeza había comenzado a doler en grandes magnitudes, para mi fortuna traía siempre conmigo una caja. Saco un par y las coloco en mi boca, el auto solo traía bebidas alcohólicas así que me serví un poco y las mezcle, no me haría nada.

Cuando entras en la vida militar te preparan de una manera dura, ello consiste en interminables castigos y lecciones. Debes aprender la tolerancia al dolor y a miles de medicamentos que sirven como drogas, miles de combinaciones de gases letales, el cuerpo humano tiene la capacidad de acostumbrarse hasta volverse inmune. Ciertamente lo que me inyectó Blaredrik cuando me secuestro, era una droga leve, una que había probado miles de veces. Y si, él jamás me drogo yo fui la que fingí.

Sabía que si lo hacía Kenneth haría una purga de rusos por mí, si bien no contaba que me pusieran las manos encima, creo que valió la pena después de dejarle el mensaje claro al Boss que yo no me andaba con rodeos y que tenía hasta la bestia Al Capone comiendo de mi mano. Con respecto al italiano fue un poco más deducible, el rey puede ser vencido.

Con la mafia Italiana no se juega y mucho menos en sus territorios.

Estúpido.

Fue un suicidio hacer las cosas que él hizo, pero debo admitir que me sirvió para probar que tan lejos podía llegar ojos grises por mí. Rebobinando sobre este secuestro que cabe recalcar este si es real. Había descartado muchas veces al pentágono pues ellos eran enemigos que atacaban directamente y no secundaban nada, sería demasiado pronto como para saber que fui yo la que estaba detrás de la muerte de Domenico.

La mafia que me capturó es Griega. El blanco y el azul no era buena señal.

No es difícil asumir que tienen que ver con los hombres que me atacaron a mí y a Kenneth en New York. Esto no me pinta bien. Si su objetivo era matarme ¿Por qué tienen la molestia de tratarme bien y porque no matarme allí mismo?, algo quieren. El mensaje fue enviado por ellos.

Lo más probable es que sea por los territorios o por la ineptitud del Capo al resolver esto como era debido desde el inicio.

Soy consciente de mi reputación, no soy una leyenda ni mucho menos un mito, soy una realidad, el tormento, la voz de maldad que te persigue en las pesadillas, soy una colección de hechos.

Estoy segura, que si existiera una balanza para medir la pureza del alma de las personas, esta se inclinaría del lado izquierdo de un solo golpe hasta debajo del suelo por todos mis pecados y sinceramente no haría otra cosa más que burlarme contemplando dicha escena. Sería gracioso.

Iré al infierno, lo sé sin lugar a dudas, pero también sé que tengo una larga e incontable lista de personas que mandaré allí antes que haga mi aparición por allá. Somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro propio infierno. El mundo arderá solo por haber pensado que sería débil ante las circunstancias en las que me coloco.

Me torturaron desde los dos años, fui burlada por años en la sociedad, mi familia me mintió, me rompieron el corazón y me violaron. Me destruyeron de maneras consecuentes y profundidad. Aprendí a que no debo confiar en nadie, en que si no te respetan por las buenas lo hacen por las malas. Que muera quien tenga que morir, pero yo no me quebraré nuevamente.

Siento el auto detenerse frente a una enorme casa, es hermosa debía admitirlo. La mejor parte es que tiene una pileta en el centro. Amo las piletas.

-Hemos llegado reina azul - frunzo el ceño por el apodo. El hombre que me abrió la puerta no era el mismo que me había acompañado durante todo el viaje, este era más bajo y tenía unos ojos profundos y con una barba muy notoria, al igual que los demás también vestía de blanco.

Bajo del auto con elegancia colocando los lentes de sol moderadamente. Mis pasos eran seguros y no bajaba mi mentón en ningún instante, sabía el poder que tenía y no me dejaría amedrentar por nada ni por nadie. Después de todo he venido del averno para ponerle inicio al fin.

Conforme vamos entrando a la casa el sutil aroma de jazmines se hacía presente, el suelo era de mármol y las paredes estaban hechas definitivamente por algún artista artesano. Cuadros de altas gamas colgaban en todo su esplendor, entre los artistas se encontraban Caravaggio, Da Vinci, Picasso y mi favorito, Rembrandt. El oro y las piedras preciosas las podías apreciar desde las cortinas hasta en las largas alfombras que adornaban algunas áreas. Maldito lujo.

Había algunos diseños que me gustaban y que posteriormente implementaría en mis mansiones.

Nos dirigimos hacia el centro de la casa, el techo era demasiado alto a pesar de que la casa era de dos pisos. Había un hombre fornido de espaldas, estaba vestido con un pantalón a su medida de un color plomo con una camisa blanca muy transparente pues desde aquí podía ver sus músculos. Me gustaban las alpargatas que traía en los pies, eran de charol, sus hombros eran anchos y su cabello brillaba en un perfecto peinado. El aroma que desprendía cuando estaba a su espalda era muy varonil.

-Jefe - el hombre volteó dejándome sorprendida.

- La reina azul - me mira, no sé en qué momento se retira y nos deja a solas en un gran silencio. Él no dice nada y por mi lado solo lo observo por algunos segundos más antes de comenzar a reír cuál enferma.

-Maldito seas.

-Dudaba que me recordaras - su voz lógicamente cambió, ahora es más ronca pero seguía en la línea de lo varonil.

-¿Cómo podría olvidarte? Eres un desgraciado- una ligera sonrisa se asoma por su rostro.

-Obviando lo de desgraciado sí, soy yo - ladea la cabeza- K.

-Debo asumir que es un motivo demasiado fuerte el que tienes para traerme de la forma en la que lo hiciste - suspira - Dejaste muchos muertos y me hiciste pensar en muchas cosas, una de ellas tu muerte.

-Es más que eso Azul - ruedo los ojos - Ni creas que porque ha pasado el tiempo dejaré de llamarte así.

-Como sea K, ¿Tienes una idea de los problemas que estaré cuando regrese? -bufo - Si hubieras querido hablar conmigo con una persona civilizada era cuestión de llamar, no mandar a dos malditos hombres para apuntarme con un arma y mucho menos a un batallón de hombres en una reunión social.

Keo Paspala, un viejo amigo de la infancia. Su padre Nikos Paspala, era el mejor amigo de mi abuela Katerina por lo que tuvo una buena relación con mi abuelo Carlo, ambos secundaban la mansión después de su muerte cuando era niña. Solíamos jugar por horas junto con Gianna. El solía decir que ella era lo más cercano a una barbie. Me puso Azul como seudónimo por el color de mis ojos y yo siempre le dije K, éramos buenos amigos hasta que me fui y no volví a verlo

-Debo ofrecerte una disculpa por ello, la orden era asesinar a Kenneth, pero al parecer ambos saben trabajar en equipo y se resguardaron - su sonrisa tensa me incomoda brevemente - Con respecto a tu regreso debemos hablar.

-¿Qué quieres decir?.

-Que debes escoger - frunzo el ceño.

-¿Escoger? - asiente - ¿Entre que?

-Entre ser mi reina o un peón.

¿Doble actualización?

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