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CAPÍTULO 22

Fuego.

Kenna Bianchi 

Estaba en el aire y no era algo literario. 

Me encontraba volando a Nueva York, resulta que las bolsas de valor de las empresas de mi padre estaban cayendo demasiado y él no estaba, se lo había tragado la tierra. 

Muy posiblemente este con la mujer con la que tienen un hijo, la verdad no me sorprendía sabía que viajaba muy a menudo para allá mientras yo pensaba que estaba trabajando y dándome lo mejor. 

Idiota. 

Ese niño no era un riesgo para mí, podría dejarle las empresas porque legalmente es su hijo pero no lo haría. No se pondría en riesgo de esa manera como dije, llevaba un tiempo siendo entrenada para liderar el imperio O'connor por tanto sé de su manejo a la perfección, los socios no aceptarían a nadie más que no fuera yo en la cabeza. No después de ver lo que hice con las empresas de mi abuelo.

Las horas de vuelo se redondean en cinco, de las cuales ya llevábamos la mitad. Estaba sentada en uno de los muebles del extenso jet tratando de idealizar las nuevas rutas de distribución de la B7, el nombre era ingenioso pues representaba la verdad de todo este circo.

Una de las empresas de mi abuelo fue una mensajera, se podían enviar grandes cantidades; también en los clubs nocturnos que tenía se vendía algo pero jamás era suficiente así que cada una de ellas recibían clases de modelaje y de bailes, las artes marciales eran una. Ellas se ofrecían voluntariamente para transportar dinero, armas y drogas en su cuerpo, era fácil pues no se cambiaba periódicamente a los policías en los aeropuertos así que un buen escote podría facilitarlo todo. 

Cada una cambiaba periódicamente de identidad para que no se levantaran sospechas, sus entradas y salidas constantes podría perjudicarlas. Eran mujeres entronas y lo veían como algo extra, conocían un poco de los lugares y ganaban un buen dinero. 

-No sabía que utilizabas lentes -dejo de mirar los papeles para observarlo, tenía las mangas arremangadas y venía con dos platos con torta de chocolate en ella. 

-No sabes muchas cosas de mí, Kenneth. 

El italiano se había empecinado en seguirme cuando el clan Napoli canceló la reunión que tenían pendiente porque la esposa del jefe había traído al mundo una niña. Según él no tenía nada mejor que hacer en los siguientes dos días. Dante y Gianna se quedan a cargo de los negocios mientras no estoy como siempre, así que podía tranquilizarme por ese aspecto mientras arreglaba la desgracia que había ocasionado Niran. 

No permitiría que ese legado se dañe solo por su ineptitud. 

-Estoy tratando de ser amable, veo que prefieres a mi versión mala. 

-¿Tienes una buena? -bufo - Yo no te pedí que vinieras conmigo, si te molesta allí hay una puerta, puedes tomar el paracaídas y lanzarte - me pongo de pie quedando a su altura - Ahora si me permites me daré un baño, la cabeza me está matando. 

Me concentré en ir directo al cuarto y encerrarme allí. La habitación era espaciosa, contaba con una cama matrimonial en el centro y una mesa de noche a cada lado, tenía un pequeño closet y algunos muebles que formaban una pequeña sala. Al lado izquierdo se encontraba el baño, me dirigí hacia la cama para dejar mi ropa y darme una ducha, según recordaba tenía un cambio de ropa aquí y con eso me era suficiente. 

Entro a la ducha y gradúo la temperatura, lo que necesitaba ahora era agua fría. Una muy fría. 

Las voces del pasado amenazaban con regresar, todo estaba marchando según lo planeado, ya tenía a dos lacras menos en la Cosa Nostra solo me faltaban dos más y tendría el poder total, ni siquiera el estúpido título de Kenneth me detendría. 

 El pentágono era tema aparte, sabía que me tendrían vigilada por la muerte de Domenico, Osvaldo Benedetto era un tipo con un gran entrenamiento y una mente maquiavélica, realmente no tan distinta a la que poseía, eso era demasiado decir. No se creerían tan fácilmente que me haya dejado todo, pero tampoco tenían la manera de contradecirme pues el único testigo estaba bajo tierra. 

Debía tener cuidado con mis siguientes pasos. 

Había estado pensando en el puesto que Richard Peterson me ofreció, algo me decía que debía aceptarlo, pero si lo hacía otra responsabilidad caería sobre mí y aunque no me quejaba porque me gustaba la vida que llevaba ahora, sabía que demasiado estrés no es bueno para nadie y menos para una mujer como yo que tiene riesgos de padecer esquizofrenia, eso solo sería colocar un dedo al gatillo. 

Siento unas manos cálidas tomarme de la cintura provocando que chille de la sorpresa y lo golpee. 

-¡Joder! - giro para encontrarme a esos pares de ojos metálicos. 

 Kenneth podría representar perfectamente la lujuria. Era un hombre que desprendía maldad pero a la vez pasión y eso era lo que atraía a las mujeres. Sus ojos eran una especie de afrodisíaco, nunca sabías de qué color exacto estaban, sus tonalidades en el gris variaba demasiado y en este caso estaban claros con sus pupilas dilatadas. 

-¿Qué haces acá?. 

- Quiero follar - se encoge de hombros como si fuera lo más natural del mundo decirlo. 

 -¿La azafata no está disponible?. 

-No es mi tipo. 

-¿Tienes un tipo? - me cruzo de brazos bajo la lluvia artificial. 

-Si, pero no hablemos de eso - intenta tocarme pero lo alejo. 

-Ya hablamos de esto Kenneth. 

-Y no lo acepto. 

 Sus manos van a dar a la curva de mi cintura, su tacto en mi piel se siente tan malditamente bien. Su aliento choca con mi boca y las gotas de agua caen sobre él. En ese momento yo era un poco más pequeña porque estaba sin tacones y me sentía intimidada por semejante hombre. 

Respire imperceptiblemente y aun con mi mirada fija en sus ojos hable. -No me importa, no volverás a colocar un solo dedo sobre mí - intento salir de su agarre pero solo conseguí que me apretara mucho más y sentir todo de él. Un pequeño jadeo salió sin permiso alguno.

-Tu cuerpo no dice lo mismo. 

-Mi cuerpo es estúpido, acéptalo ya - le hablo molesta. 

-No puedes negar lo que hay entre nosotros - gruñe en mi oído. 

 -¿De qué hablas? - me mofo - No somos, no fuimos y no seremos nada Kenneth, porque para ser hay que estar y te recuerdo que ninguno de nosotros dos no quiso ni ser, ni estar - me empino un poco más hablándole en el oído - ni querer - su piel se eriza bajo mi aliento - El odio es lo que nos mantiene estables, no te desvíes de eso. 

-Déjame borrarlo. 

Inmediatamente se a lo que se refiere, aún podía sentir sus manos sobre mí. No había podido dormir porque cada que cerraba mis ojos lo sentía cerca. 

-No quiero - lo empujo con todas mis fuerzas pero él se niega a dejarme ir. 

El agua sigue corriendo y el frío no llega a mi debido a la calentura que ahora mismo estoy sintiendo por la posición en la que estábamos. 

-Mientes nuevamente - una estúpida sonrisa aparece en su rostro, esta era una maliciosa - Tú siempre me querrás, siempre desearás mi cuerpo - comienza a besarme mi mejilla para ir bajando delicadamente por mi cuello, lamentablemente en este juego ya voy perdiendo - Porque represento para ti todos los pecados que nunca tuviste el coraje de cometer. 

Sus besos se detienen para mirarme directamente a los ojos recordándome lo bien que se siente odiarlo mientras lo hacíamos. 

-Maldición - murmuré.

De un solo empujón lo arrinconé contra la pared de la baldosa, su estúpida sonrisa no lo abandonaba. Tenía ganas de borrarla, pero mi deseo por él me gano y lo único que pude hacer en ese momento fue acercar mis labios a los suyos. Probarlos de esta manera me satisfacía en distintos aspectos, el morbo aumento cuando mis pechos chocaron con sus pectorales, mi cuerpo seguía con restos de jabón y su piel helada me provocaba innumerables sensaciones, sus manos estaban en mi trasero masajeándolos sin escrúpulos. 

Mi boca recorrió toda su cavidad bucal, mi lengua se abrió paso para tocar levemente la suya entre momentos. Mis besos no se detuvieron y fueron bajando desde su mentón, quijada y por ese leve campo de vello facial que tenía tan bien perfilado. Su cuello me encantaba pues poseía su inconfundible aroma. Mi olfato hizo de las suyas por un momento. 

En un abrir y cerrar de ojos el cambio los papeles y ahora yo era la que estaba contra el cerámico, su boca fue directo a atrapar uno de mis pechos, mi pezón ardía por sus succiones tan fuertes. Mi centro palpitaba y mi abdomen sentía un cúmulo de avasalladoras sensaciones. Sentía que podía correrme justo ahora. Y lo mejor de todo es que no pensaba en nada más, todo se había esfumado de mi mente como lo había deseado desde ayer. 

-Clyte. 

Sus gruñidos devorándome solo me desesperaban cada vez más, quería que me tocase por todos lados, quería que me embistiera como solo él sabía hacerlo. Quería que me poseyera como siempre lo hacía. 

Quería que fuera él. 

-Ya fóllame - abrí mi boca cuando me pellizco mi otro pezón, mi espalda se arqueó por el placer infinito que me estaba provocando. 

-Las órdenes aquí las doy yo - Eso me quedó claro. 

Su mano se abrió paso entre mis piernas, yo las separé sin mucha dificultad. Sus dedos separaron mis pliegues en un lento y tortuoso recorrido hacia mi clítoris y para comenzar a masajear. 

Mi excitación era indescriptible. Sus labios estaban por todos lados, era difícil no sentirlos en un solo lugar. Podría apostar que pareciera que me estaba comiendo. 

Amaba el hecho de que siempre que me besara, me tocara o me mirara su odio se notara, era algo que no había visto jamás y eso me hacía sentir única, me movía a desafiarlo solo para tener el placer de volver a ver eso en sus malditos ojos. Saber que solo yo lo provocaba de esa manera, el saber que yo tenía el poder suficiente como para sacarlo de control con una maldita mirada. Me hacía sentir invencible. 

Podía volver loco a la bestia. 

No lo admitimos en ese momento, pero justo ahí el peligro comenzó a nacer entre nosotros. Un fuego pasional comenzó a surgir entre ambos, uno que luego solo nos traería desgracias y miles de lamentaciones. 

Llevó una de sus manos a mi muslo para colocarlo sobre su hombro. Tenía gran flexibilidad para estas cosas así que no se me complicó. Entro en mí sin previo aviso, sin dejar de mirarme y eso fue lo que más me encendió. 

Mi cabeza se hizo hacia atrás soltando una maldición por la delicia que ahora mismo me invadía. Sus gemidos eran incontrolables. Mi nombre en su boca y en esta situación era fascinante. Como todo lo que él hacía. 

-Dios ... - dejé escapar aquello en un suspiro tembloroso. 

Mi cuerpo ardía por todos lados y los espasmos incontrolables del deseo no se acallaron por nada. Mis uñas rasgaban su piel por tan fuertes embestidas, gotas de sangre nos recorría, si lo estaba lastimando no me lo hizo saber en ningún momento. Su rostro ahora solo denotaba puro placer y deseo por mí. 

-Esto no tiene nada que ver con él, te lo aseguro... 

Sus encantadores labios mordían cada parte de mí, sus dedos no abandonaron en ningún momento mi punto clave, seguían en un perfecto ritmo, arriba, abajo, en círculos y dando pequeñas pulsaciones. Moví mis caderas al compás de sus embestidas buscando más de ellas sin poder evitarlo, deseaba con tantas ansias su cuerpo. 

Lo que tuve con cualquier hombre anteriormente a su lado se quedaba nulo. 

-Siempre yo. Ningún otro. Siempre seré yo Kenna - gruñe fuertemente. 

Sus dedos comenzaron a moverse con más rapidez al igual que él. Sentía su miembro ensancharse contra mis cavidades. Ambos nos estamos fundiendo en un sin fin palabras morbosas. Sus susurros posesivos me encendían y los míos a él. 

-AH... - gemí mucho más alto cuando la presión baja que tenía comenzó a disiparse para abrirle paso al maravilloso y arrasador orgasmo que me acaba de proporcionar. 

-Demonios ... - tras unas embestidas más el término por correrse, sus fluidos no solo se derramaron dentro de mí, se esparcieron por mis piernas cayendo en la ducha dejándose llevar por el agua que seguía escurriendo. Nuestros pechos subían y bajaban, teníamos la respiración completamente hecha nada. 

-¿Contento?. Lo separe de mí y tome la toalla para poder salir. Esto no debió pasar 

Jabes Ivanov 

Estaba dirigiéndome a mi matadero. 

Rusia me recibió con la típica nieve en el suelo, mi padre ya sabía de mi regreso y eso solo significaba que estaba dispuesto a ser su sucesor como tanto había querido. 

Todo por ella. 

Avery salió ayer con el estúpido de Kenneth, pasaron el día juntos, después los vieron tomar un avión con rumbo a New York. No podía saber lo que pasaba durante cinco malditas horas. Ambos mantenían una relación mucho más fuerte de lo que pensaba, el que haya matado a muchos de los míos me lo confirmó. 

El tiempo que nosotros habíamos pasado juntos había sido magnífico, no me di cuenta de que la quería hasta que la había perdido y eso es algo que diariamente me lamento. Aún veo sus ojos lagrimosos por lo que había pasado, su nariz rojiza y sus uñas con sangre de tanto clavárselas en la palma de su mano negándose a llorar. Los recuerdos de lo que habíamos hablado en la playa son pequeños martilleos que se reproducen cada cuánto en mi mente, torturándome sin cesar. Las promesas que hizo, si las cumplió. 

Cambio, beso a otros labios. 

Pero había algo que Kenneth jamás tendría de ella, y eran sus primeras veces. Fui y seré su primer amor, se entregó a mí por voluntad propia cuando su alma aun era inocente.

Hoy después de mucho volvería a ver a Bladerik, haría lo que mi madre intentó hacer y fracasó. Lo asesinaría, por el simple hecho de haber colocado sus manos encima de la mujer que me pertenecía. 

Era consciente que inmediatamente asumiría el cargo de Boss de la mafia rusa y eso también era algo que quería, así ella podría ver que yo también tenía lo mismo o quizá más que ese imbécil. Dejaría de verme como un estorbo, ahora sería una posibilidad. 

Kenneth puede divertirse todo lo que quiera con ella, pero al final del día Avery regresaría conmigo cueste lo que cueste. El estúpido de Ian Carrington solo fue una fachada para los enemigos de mi padre, mi verdadero nombre es Jabes Ivanov el underboss de la Bratva, el próximo amo y señor de la mafia roja. El nuevo rey rojo. 

Hace un par de años regresé por la muerte de Anastasia, mi madre y le juré que este día llegaría. 

Cuando mi madre falleció mi odio hacia Bladerik comenzó a florecer aún más rápido de lo que esperaba, él había sido un pésimo padre, jamás quiso a Anastasia pero la aceptó pues fue un matrimonio arreglado. 

Mi madre no lo soportaba y yo fui producto de una violación pero ni siquiera eso quitaba el amor que ella me entregaba las pocas veces que me veía. En cambio él, solo buscaba vengarse con todo el poder que dicho matrimonio le otorgaba. 

La última vez que regresé conocí a Gala, ella era la mujer de una de los cabecillas más importantes del sur de Rusia. Ella fue mi apoyo en su momento y por eso huimos juntos. Creí que la amaba, pero eso era mierda. 

A la que amo es a Avery y siempre será así. 

Estaba dispuesto a vender mi alma al diablo con tal de tenerla de regreso. 


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