CAPÍTULO 17
Hay pasiones que la prudencia enciende y que no existirán sin el riesgo que lo provocan.
Kenneth Al Capone
Actualidad, Florencia.
El portazo me hace reaccionar.
—Joder —tiro la chaqueta sobre silla y me dirijo al pequeño bar incorporado dentro de la oficina. Necesito respirar, hay un no sé qué oprimiéndome el diafragma desde que logré despertar.
He intuido algún tipo de plan macabro en manos de Kenna desde el ataque de la mujer rusa, nunca he fallado con mi intuición y tampoco empezaré hacerlo ahora. Tengo que dejarle en claro mi poca aceptación a los errores y para eso necesito ponerla en cinta si la quiero al margen del desastre.
Ni siquiera me hace falta usar la imaginación para proyectar su respuesta, esta llega sola y por arte de magia en nanosegundos. Tengo de dos opciones, pero ninguna me termina por convencer, sin embargo, empezar a subestimarla podría catalogarse como mi muerte segura, puede joderme el orgullo admitirlo, pero la loca es una mujer que sabe lo que quiere y cuando lo quiere, jodidamente eso es más peligroso que cualquier otra cosa.
La pelinegra no me inspira confianza, esconde algo y no me detendré hasta saber de lo que se trata. Son demasiadas cosas las que le estoy soportando, entre ellas la mentira del préstamo y la mierda de los papeles firmada por Doménico, jugó bien sus fichas por lo que solo me resta aplaudirle el movimiento maestro.
Kenna logró asesinarlo no solo con mi consentimiento, si no que también con mi ayuda al ponerle en bandeja de oro la cabeza. Yo mismo se lo llevé como un perro a cuatro patas hasta sus pies, yo asesiné a uno de sus hijos, yo entré a esa casa lanzando órdenes.
Solo por ella.
—¡Carajo!
Se hizo de todo con mi ayuda, si antes mantenía el pensamiento sobre sus nulos límites situaciones como estas me recalcan que en ella uno nunca debe fiar porque es de lo peor. Me corto una mano a que, si por ella fuera en lugar de agua, sería sangre la que corriese por las cañerías de toda Florencia.
Gran parte de su representación es prohibida y mantenerla cerca es una tentación enorme.
La muy maldita logró progresos significativos en mi tiempo ausente, supo ver las grietas que yo mismo estaba dispuesto a curar luego de mi regreso, pero ella me ganó. Gianna dijo que mostró un gran cambio luego del fallecimiento de Carlo, lo dudé con derecho, yo no le creo ni un gramo de su actuación, nunca lo hice y nunca lo haré. Kenna puede resultar siendo una perra loca igual que Beatrice.
Admito que hasta me frustra enormemente no poder leerla como al resto, Kenna siempre ha sido imposible en todos los sentidos, lo que me funcionaba para el resto nunca aplicaba para ella. La mujer está acostumbrada a ser dinamita con pólvora tras un vestido de alta costura, la entrenaron para esto toda su vida, para ser perfecta y letal, porque lo que ella sabe no se aprende de la noche a la mañana. De niña siempre tuvo lo que quiso donde pedía y lo crítico es que nadie le podía negar nada porque incluso hasta yo mismo no puede y no podré hacerlo nunca.
—Dime.
—La víbora mayor llega hoy —informo revisando el reloj de alta gama adornando mi muñeca—, prepara las camionetas.
Faltan solo dos horas para que pisara suelo italiano y para que la situación termine por joderme el cerebro. Con Kenna ya tenía suficiente como para soportar otra igual.
—¿Hoy? ¿Me dices a penas que llega hoy? —Enzo no oculta el pánico, me reiría si no estuviera de mal humor.
—Sí y reza para que se regrese con las mismas.
—Como si rezar con ella funcionara —cuelgo.
Debo cambiarme de atuendo a algo formal y aunque pidiese el helicóptero no me daría el tiempo suficiente en ir y venir. Si ella me ve con esta ropa me ganaría una reprimenda, eso es seguro y ya tenía suficiente con el malestar por no haberme tomado los medicamentos para la herida hoy en la mañana.
—Hola cuñado ¿Qué se te ofrece tan temprano?
—Mi hermana, pásamela.
—Debes mejorar tus modales.
—Arek no estoy de humor —advierto.
—Bueno..., pero está durmiendo aún es demasiado temprano.
—Pues levántala.
—¿Tan urgente es?
—Arek...
—Es que ayer si la agoté, debe reponer su sueño —suelta una risita mientras observo a mi paciencia irse por un tacho de basura.
—¿Tan poco aprecias tu vida?
—La aprecio y la mantendrás intacta si tienes ganas de que tu sangre permanezca expandiéndose. Además, solo estoy haciendo referencia a lo que las parejas normales hacen, y eso es tener sexo, mucho sexo. Tú y Kenna son un gran ejemplo.
—No somos pareja y no estoy para perder el tiempo, pásamela o tendré que pedirle a Enzo que vaya.
—Ya niégalo, el pobre hombre con cara de perro magullado no opina lo mismo —me ignora—. Mi mujer lo dejó molido.
—Lo que agradezco, ahora pásame a mi hermana.
No responde y escucho un par de maldiciones al fondo, me siento hasta culpable de interrumpirle el sueño, pero es necesario.
—¿Qué quieres? ¿Una bala de desayuno por despertarme a estas horas?
—Buenos días para ti también, estoy de maravilla en la oficina gracias por preguntar.
—Habla rápido y dime ya lo que quieres.
—¿Por qué supones que quiero algo de ti? —pregunto indignado.
—Nunca llamarías si fuese de otra manera.
Entorné los ojos por el drama.
—Necesito un traje, hoy regresa tu diablillo y ya sabes que se pone de malas si me ve con un buzo y chaqueta de cuero —me observé, no estaba tan mal vestido, es demasiado informal, pero aún así lo hacía ver de otra forma.
Capacidades que no tiene cualquiera.
—¡¿Llega hoy?! —grita.
—Sí.
—¡Mierda!
—¿Me lo traerás?
No he desayunado debido a las prisas de esta mañana y soy demasiado metódico con los horarios y los alimentos, así que mientras hablaba por teléfono con Enzo una cocinera del comedor de la empresa me ha traído un plato con frutas con un jugo de naranja.
Meto un pedazo de fresa a mi boca.
—No puedo ir, pero le pediré a Arek que vaya —escucho un reclamo en ruso, pero lo controla—. Ya aceptó, en veinte minutos estará allá.
—Estoy en la empresa de mamá.
—Bien —me cuelga.
En lugar de enojarme más por el corte, me dediqué a revisar los arreglos de los siguientes embarques de la mercancía y de revisar con ojo meticuloso el evento de Leandro, los eventos de ese tamaño requieren buena supervisión debido a la seguridad.
En el transcurso al aeropuerto me dediqué rememorar lo ocurrido con Lana y las mentiras de Kenna, al parecer funciono demasiado bien el trabajo de su perro faldero en la casa de Mykonos. Hasta donde Enzo averiguo dice que archivaron el caso, lo cual era bueno. Además, no recibí ninguna otra noticia por parte de los Peterson excepto por los papeles de divorcio, se tramitaron rápido debido a la falta de hijos e intereses por ambas partes, el circo de Lana es solo puro maquillaje porque sabe tan bien como yo que nuestro matrimonio nunca fue legal y se mantuvo únicamente como una fachada.
Dos horas después y exactamente cuando el avión apenas abría su puerta, mi auto se detuvo en la pista de aterrizaje que compartía con Gianna y Arek de vez en cuando. Bajé del transporte con unos lentes de sol negros privando a todos del color de mis ojos, odio tanta calidez, prefiero el invierno y la nieve incluida.
—¿Por cuánto tiempo se queda? —pregunta Enzo.
—No lo sé, supongo que vino por el cumpleaños de mi hermana. ¿Conseguiste lo que pedí?
Asintió.
—Necesito que planten una bomba en una parte de los territorios de los Bianchi.
Enzo me mira con horror, pasa saliva y luego implanta su mirada al frente justo cuando unos tacones marrones aparecen.
—Kenneth piensa bien las cosas.
Me retiré los lentes para hacerle saber que su objeción no me ha causado gracia.
—No te pregunté. Kenna necesita entender que, si se me pega en gana tirar fuegos artificiales y colocar coches bomba, lo hago sin tener repercusiones porque soy la jodida ley aquí.
La gran figura femenina se acerca a nosotros con la elegancia que la caracteriza, su cabello castaño le cae hasta la mitad de la espalda y sus ojos verdes brillan de emoción.
—Todo ha estado en orden y los problemas con los griegos lo resolvimos con éxito ¿de acuerdo?
—Sí.
—¡Mi pequeño! —cierro los ojos tratando de calmarme y voltear con una maravillosa sonrisa.
—Madre.
Kenna Bianchi
—Estén cerca, hoy visitaremos a Russo.
Necesitaba inspeccionar el terreno lo más pronto posible, su muerte la he programado para dentro de tres días cuando visite unas rutas rojas así no sospecharan de mí.
—Sí señora.
—Dante acompáñame.
Me desvío de la mansión y me adentro a las mazmorras que está ubicada en una de las casas individuales de la propiedad, es la más protegida debido al visitante estrella.
—Hoy le haremos la entrega especial a Bladerik y necesito que tú personalmente se lo entregues.
—No me gusta tu idea, pero está bien.
El lugar está hecho de madera, es amplio y tiene un piso de paja que se cambia constantemente. Las mazmorras tienen 17 jaulas regulares y con innumerables juguetes de tortura adornando las paredes como cuadros valiosos. Mis favoritas eran el cemento y los fierros calientes
—¡Antón! Un placer siempre volver a verte.
El underboss de la mafia roja se encontraba amarrado del techo, fue fácil para el Anticristo cazarlo, su seria adicción por el sexo le jugó en contra. Dante venía diariamente a hacerle saber que su cooperación es imprescindible, no tengo idea de los métodos de mi mano derecha, pero logró que hace algunos días atrás el hombre hablara, lamentablemente por mis idas y venidas no he podido visitarlo.
—Perra ... —gruñe en su idioma.
—Me lo dicen muy seguido —Doménico no lanzó de ladrarme ese insulto, no se sabía otros—. Alcánzame la silla de allá —Dante obedece y tomo asiento frente a él.
—¿Qué más quieres de mí?
—¿De ti? Nada en particular —cruzo las piernas—, si tienes mi atención es por cortesía de tu hermanito. Por cierto, es lamentable que sepa quién te ha secuestrado y aun así quiera negarlo, pero... hoy le daremos la prueba que necesita.
—Si Bladerik supiera quién me tiene, él ya habría venido.
—Lo hará, debes estar seguro de eso —observo al viejo—. Dante córtale un dedo, de preferencia el del anillo familiar.
—¡¿Estás loca?!
Le sonrío de medio lado.
—Dante, hazlo.
—No por favor —suplica—. Mi hermano te matará cundo te encuentre ¡te lo juro maldita zorra! —me rio amargamente.
—¡Pues que venga porque no le tengo miedo! Me debe un par de muertos y mis balas ya están listas con su nombre.
—Te va a destruir.
—Sangre con sangre se paga.
—Él vendrá ...
—Hasta el momento no veo ni su sombra —me coloco de pie hastiada del griterío—. Termina con esto y se lo entregas a su hermanito, iré de visita con Russo.
—¿Quién irá con contigo?
—Creo que te olvidas de con quien estás hablando Dante, sé cuidarme.
Enrico hoy irá a un club para divertirse y mi plan es llegar con la mujer que me vio unos meses atrás, se le notó a leguas que le encantó y ella no se negó en cooperar con su muerte. No podía cometer errores y que me vea envuelta en cada muerte que ocasione no sería provechoso.
Los Russo tenían como jefe a Enrico que era hijo único. Un famoso mafioso por la trata de blancas y por sus excelentes conexiones con los colombianos. En lo personal, no me gustaba el maltrato a mujeres mucho menos que las vendieran como reces, detestaba eso y para mala suerte de él solo me interesaban sus nexos. Sus clubes van a cerrar por completo.
—¡Kenna! —lo que me faltaba.
No me detengo y sigo directo a las camionetas, me sorprende que pueda caminar con tales golpes. Si le hace falta un par más para que se quede parapléjico estoy dispuesta a regalarlos.
—¡Kenna detente!
De mala gana me volteo viendo cómo se esfuerza por llegar hacia a mí.
—¿Qué? —espeto brusca.
—Necesitamos hablar.
—Creo que ya todo está dicho Ian, no sé qué haces aún aquí —me cruzo de brazos, sorprendentemente el sol hoy estaba muy molesto y el vestido me estaba incomodando.
—Hablaste tú, no yo.
Suspiré resignada.
—Tengo poco tiempo, si te fijas iba de salida —le señalo las camionetas.
Asiente acomodando su bastón. Quiero matarlo solo con verlo
—Hay que intentarlo nuevamente, eres mi mujer no la de ese idiota con ínfulas de grandeza.
Lo intenté, de verdad que lo hice, pero me reí y fuerte.
—¿Tu mujer?
—Sí.
—¿Estas bromeando?
—¿Me ves con cara de estar haciéndolo? —pregunta totalmente serio.
—Mira Ian, la verdad es que ya no sé de qué manera decírtelo. No. Me. Interesas. Detente ¿quieres? Solo se agradecido con la vida por el tiempo que le invertí a nuestra relación porque oportunidades así no se te presentan dos veces.
—¡Tú fuiste la que me buscó!
—Porque era caprichosa —suelto obvia— y lamentablemente fuiste el capricho más fácil que pude tener en ese momento, ya no te agobies por esas tonterías.
—Vuelve conmigo —sus súplicas solo me causan asco. Le guardé aprecio a este hombre y ni yo misma sabría explicar la forma en la que pasó— Ese idiota no te merece.
Pero es que es sínico.
—¿Y tú sí? —no dice nada y me alejo un poco—. Eres muy poco para lo que realmente merezco, tardé en comprenderlo, pero lo hice y es mejor que te lo grabes muy bien ahí —señalo su cabeza con fuerza—. Ya déjalo estar Ian, das pena ajena.
Me había hartado ya de todo esto, Ian se estaba convirtiendo en una peste que debería sacar lo más pronto posible de mi vida. Luego conversaría con Dante para que lo aliente a ello y avance con la compra de sus empresas.
—¿Está bien señora?
—Sí, vámonos.
Me acomodo en el asiento del blindado, la cabeza me revienta del dolor.
—¿Está segura? La veo rara.
—Si, solo vámonos al club tengo que acabar con esto lo más pronto posible.
—Como ordene —cierra la puerta para montarse en el asiento del piloto. Debía tratar de calmarme y funcionar con la cabeza fría, nada solucionaría así.
El celular empieza a vibrar en el bolso, temiendo que sea el contacto 01 o el famoso número desconocido, me altero de sobre manera. Respiro al observar el nombre de la castaña.
—¿Sucedió algo?
—¿Vendrás a la casa para arreglarte? Mi madre acaba de llegar y no aguanta hasta la fiesta, está preguntando mucho por ti.
—Ahora mismo tengo un par de asuntos por atender —ojeo el reloj, no tardaría más de tres horas. El club estaba algo retirado, pero si le ponía empeño sacaría la información lo más rápido posible—, pero me desocuparé en un par de horas ¿en dónde las veo?
—Llegando a la casa de Kenneth hay un pequeño desvío que te llevará a una hacienda que tenemos para casos de emergencias.
—¿No que no tenía otro lugar en donde quedarse?
—Lo siento —murmura— ¿Entonces te veo después?
—Sí.
—Bien, cuídate —cuelgo.
Mi oportunidad de vengarme de Kenneth públicamente ha llegado.
—Regresa a la mansión.
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