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👒👜Bocetos de Moda👜👒

Al día siguiente, Tomas recibió un mensaje de Lysandro Gucci a través de Skype, indicando que se dirigiría a su casa para ultimar los detalles del traje encargado. La sola idea de tener al hijo del icónico creador de la marca Gucci en su sala de costuras lo dejó sumamente nervioso, y ¿Cómo no estarlo?, con rapidez, Tomas se dedicó a ordenar cualquier desorden que pudiera haber en el lugar, apilando las telas por colores y totalidades.

Después de un esfuerzo meticuloso, Tomas sintió la necesidad imperiosa de refrescarse del sudor que empapaba su cuerpo, aliviando cada músculo tenso y llevándose consigo el sudor y el cansancio acumulados. Se adentró en la ducha con pasos firmes, sintiendo el calor reconfortante del agua tibia que caía sobre su piel, envolviéndola en un abrazo acogedor.

Cerró los ojos y dejó que el agua recorriera cada centímetro de su cuerpo, desde la punta de los dedos de los pies hasta la coronilla de su cabeza. Sintió cómo los grifos liberaban una cascada de frescura, como si el agua misma tuviera el poder de purificar su mente y su alma.

El vapor llenaba el aire, creando una atmósfera embriagadora que le permitía respirar con facilidad. Tomas alcanzó el jabón y lo hizo espuma entre sus manos, dejando que la fragancia fresca y revitalizante llenara el ambiente. Con movimientos suaves y circulares, comenzó a masajear su piel, sintiendo cómo la espuma limpiaba cada poro, eliminando cualquier rastro de suciedad y tensión.

El agua corría por su cabello castaño, llevándose consigo cualquier preocupación que pudiera albergar. Mientras sus dedos se deslizaban hábilmente por su cuero cabelludo, mientras que el aroma del champú llenaba el aire con su fragancia suave y relajante.

Con cuidado, Tomas se enjuagó el cabello, dejando que el agua fresca eliminara cualquier residuo. Sintió cómo los nudos de tensión se deshacían bajo la caricia del agua, dejando espacio para una sensación de ligereza y renovación.

Después de un momento de deleite, Tomas se dispuso a enjuagar el jabón de las partes de su cuerpo, dejando que el agua tibia eliminara cualquier rastro de espuma. Cerró los ojos y se permitió disfrutar de ese momento de calma y tranquilidad, saboreando la sensación de limpieza y frescura que lo envolvía por completo. Finalmente, con el cuerpo limpio y revitalizado, Tomas apagó la ducha y salió del baño, envuelto en el vapor que llenaba el espacio, se detuvo un momento para respirar profundamente, dejando que la calma lo inundara por completo.

Con paso ligero y decidido, salió del baño y se adentró en la soledad de su habitación. El aire fresco lo acarició suavemente mientras se dirigía hacia su armario, donde sabía que lo esperaba un par de boxers limpios. Sin vacilar, se despojó de su ropaje húmedo y quedó desnudo en medio de la habitación. La luz tenue que se filtraba por la ventana destacaba los contornos de su cuerpo, iluminando cada músculo y curva con delicadeza.

Con gestos precisos y seguros, Tomas tomó un par de boxers de su armario y los deslizó con suavidad por sus piernas. La tela fresca y suave se ajustó cómodamente a su piel, proporcionándole una sensación de confort y seguridad. Una vez vestido, Tomas se detuvo un momento para admirar su reflejo en el espejo.

La luz suave y difusa resaltaba los contornos de su cuerpo, creando una imagen de tranquilidad y serenidad. Con una sonrisa en los labios, Tomas se preparó para enfrentar el resto del día, sintiéndose renovado y lleno de energía. La soledad de su habitación se convirtió en un refugio seguro, donde podía recargar sus fuerzas y prepararse para lo que el futuro le deparara.

El timbre sonó, interrumpiendo el silencio de la casa de Tomas y anunciando la llegada de Lysandro. Con el corazón latiendo con fuerza, Tomas respiró hondo y se preparó para abrir la puerta, consciente de que del otro lado estaría el joven adinerado que había despertado en él una mezcla de emociones encontradas.

Al encontrarse cara a cara, la imagen de Tomas impactó a Lysandro, el joven Vogue, aún con una camisa sin abrochar, dejaba entrever su torso, mostrando la prisa con la que se había vestido. Este detalle no pasó desapercibido para Lysandro, cuya mirada no pudo evitar detenerse en la piel expuesta de Tomas, revelando su torneado físico.

Por otro lado, Lysandro estaba impecablemente vestido con una camisa de seda que se ajustaba a su cuerpo, dejando entrever sutilmente su pecho esculpido. La suavidad de la tela contrastaba con la tensión palpable en el aire, creando una imagen que resaltaba la atracción mutua entre ambos.

La atmósfera se cargó de una tensión eléctrica, cargada de anticipación y atracción mutua. En ese instante, en la entrada de la casa de Tomas, dos mundos chocaban, y el resultado era una mezcla explosiva de emociones que ninguno de los dos podía ignorar.

—Es un acogedor sitio donde vives. —comentó Lysandro desde el marco del pórtico, su tono casual apenas ocultaba un atisbo de curiosidad.

—Gracias, adelante. —respondió Tomas, abriéndole paso para que pasara a la casa, su voz mantenía un deje de reserva.

—¿Y vives solo aquí? —preguntó Lysandro sin reparo, su pregunta resonó en el aire con una intención que no pasó desapercibida.

—Vivo con mi madre, pero tiene cuidados especiales, por el Alzheimer. —explicó Tomas mientras tomaba la cinta métrica con manos firmes, tratando de mantener la compostura.

—Lamento aquello. —comentó Lysandro con sinceridad, su tono suave apenas ocultaba un matiz de intriga.

—Gracias. —formuló Tomas con un toque de gratitud, sus palabras llevaban consigo una carga emocional latente. —Necesito que te coloques allí para sacar los últimos detalles del traje.

—Claro, me ubicó donde quieras. —decía Lysandro serenamente, pero su voz transmitía una sensación de tensión que flotaba en el aire como una corriente eléctrica.

—Muy bien, quédate quieto un segundo así puedo sacar exactamente las medidas de las muñecas de tus manos y cintura. —solicitaba Tomas, su voz ligeramente tensa revelaba la importancia que le daba a cada detalle.

En un movimiento brusco, Tomas tropezó con una caja de hilos, pero Lysandro pudo voltear a tiempo y al sujetarlo, ambos quedaron a centímetros de distancia, tan cerca que podían sentir la respiración agitada del otro. La cercanía repentina dejó a ambos sin aliento, con sus miradas fijas una en la otra, como si el tiempo se hubiera detenido.

—Tienes buenos reflejos. —comentó Tomas, rompiendo el silencio que se había generado en el ambiente al ver sus rostros tan cerca, pero sobre todo, sintiendo la intensidad de la mirada de Lysandro y la atracción que los unía.

—En algún momento hice artes marciales. —explicó el chico adinerado con una encantadora sonrisa, sus palabras parecían traer un poco de luz a la tensión palpable que los rodeaba, aunque la electricidad entre ellos seguía zumbando en el aire.

Supongo que de algo sirvió. —decía de manera graciosa Tomas, intentando disimular la turbación que aún lo embargaba mientras retomaba la postura para sacar las medidas del traje de Lysandro.

—Deja que te ayude. —replicó Lysandro, tomando las muñecas de Tomas hacia su cintura con un gesto decidido que envió un escalofrío por la espalda del joven modista.

—Así está bien. —dijo Tomas, ruborizado, tratando de mantener la compostura mientras medía la fina silueta del joven, cada roce de sus manos parecía avivar la tensión entre ellos.

—Sabes, mañana a la fiesta, me encantaría que me acompañaras. —comentó Lysandro con una sonrisa sugerente, desviando la atención hacia la propuesta que flotaba en el aire como una promesa tentadora.

—¿Yo? —preguntaba Tomas, sintiendo cómo la incredulidad se apoderaba de su voz, su corazón latía con fuerza mientras luchaba por comprender las palabras de Lysandro.

—Quién más... —inquirió el otro muchacho, con una mirada intensa que parecía penetrar en lo más profundo de Tomas, desafiándolo a aceptar el reto que le estaba proponiendo.

—No podría. —interrumpió Tomas, tratando de esquivar la mirada insistente de Lysandro, su mente luchaba por encontrar una excusa válida mientras el deseo de aceptar la invitación crecía en su interior.

—Como que no, eres el mejor diseñador que he conocido hasta ahora y me dices que no podrás acompañarme, allí tendrías una gran oportunidad de ver a muchas marcas que podrían apadrinarte. —comentó Lysandro con entusiasmo, su voz resonaba con una promesa de oportunidades que apenas se insinuaba en el horizonte.

—Mira, tengo una madre enferma y no podría dejarla sola por mucho tiempo, solo podría ir un rato. —expresó Tomas, sintiendo cómo la culpa se apoderaba de sus palabras mientras trataba de explicar su situación.

—De acuerdo. —dijo el joven Gucci con una sonrisa en el rostro, su tono era comprensivo pero no ocultaba un destello de determinación. —Me gustaría conocerla.

—¿A mí madre? —formuló Tomas, sorprendido por la solicitud pero al mismo tiempo intrigado por la curiosidad de Lysandro.

—Ujum, sí. —espetó Lysandro, con un rubor leve teñiendo sus mejillas, su confesión revelaba un interés que no había intentado ocultar.

—Está bien, pero no ahora. —afirmó con amabilidad el joven modista Vogue, consciente de que no era el momento adecuado para un encuentro entre su madre y Lysandro.

—Claro, cuando tú quieras. —aseguró Lysandro, con una sonrisa que irradiaba complicidad y paciencia, dispuesto a esperar el momento adecuado para conocer a la mujer que había dejado una huella tan profunda en Tomas.

Así platicaron un buen rato, el tiempo parecía detenerse mientras Tomas y Lysandro compartían confidencias y risas. Cada palabra, cada gesto, cada mirada cargada de complicidad alimentaba la tensión que había entre ellos, una tensión palpable que los envolvía como una suave brisa de verano. Tomas sentía una gran química con Lysandro, y el muchacho claramente correspondía a esos sentimientos.

 Mientras Tomas terminaba de ordenar un par de cosas en el taller, el joven Gucci no dejaba de mirar cada uno de sus movimientos con una intensidad que lo hizo estremecer. Cada roce accidental, cada contacto fugaz, avivaba el fuego que ardía entre ellos, alimentando una atracción que se volvía cada vez más difícil de ignorar.

De repente, sin previo aviso, Lysandro tomó a Tomas ligeramente por la cintura, envolviéndolo en un abrazo sorpresivamente cálido por la espalda. El contacto físico hizo que un escalofrío recorriera la columna de Tomas, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.

—¿Qué haces? —expresó Tomas, su voz apenas era un susurro, al notar que algo erecto rozaba sus muslos, su cuerpo se tensó instintivamente ante la sensación inesperada.

—Me gustas mucho. —fueron las palabras en respuesta de Lysandro, su aliento cálido rozando el oído de Tomas, enviando un escalofrío de anticipación por su espina dorsal. La tensión en el aire se volvió casi palpable, cargada de deseo y anhelo, mientras ambos se encontraban atrapados en el momento, sin poder apartar sus miradas el uno del otro.

Lysandro hizo girar a Tomas hacia su rostro, sus labios se encontraron en un beso ardiente que traspasaba los límites del deseo. Con delicadeza, Lysandro sujetaba el rostro de Tomas, sus manos explorando cada rincón con ansias de descubrirlo por completo. Aquel momento se convirtió en algo sumamente especial, un encuentro que desataba una pasión desenfrenada.

El beso continuó hasta que Lysandro, con manos expertas, desabrochó la camisa que cubría el torso de Tomas. Él, siguiendo el juego, se dejó llevar por el deseo, despojándose de su ropa hasta quedar solo en sus bóxer negros. Para Tomas, la visión de Lysandro en aquella ropa interior era realmente excitante, despertando un deseo irresistible en lo más profundo de su ser.

Lysandro comenzó a besar el cuello de Tomas, provocando un pequeño jadeo que escapó de sus labios. Sus besos descendieron por el torso, explorando cada lunar, cada centímetro de piel con devoción. Sus labios encontraron las tetillas de Tomas, succionándolas con fervor mientras una de sus manos exploraba su entrepierna, acariciándolo con habilidad hasta llevarlo al borde del éxtasis.

Después, Lysandro descendió más, sus labios encontraron el miembro de Tomas, envolviéndolo en una sensación de placer y humedad que lo hizo gemir de placer. Tomas se dejaba llevar por la oleada de sensaciones, entregándose por completo al placer que Lysandro le brindaba con cada caricia.

Luego, fue Tomas quien tomó el control, sus manos exploraban el cuerpo de Lysandro con destreza, llevándolo al límite del placer con cada caricia. El deseo los consumía, y no podían contenerse más. El climax llegó cuando Tomas logró hacer que Lysandro se corriera entre sus labios, una victoria que lo llenaba de malicia y satisfacción.

Lysandro, con la piel enrojecida por el calor del momento y el cabello algo despeinado por el sudor, se dejaba llevar por la intensidad del encuentro. Pero aquello no acabó allí.

—Puedes hacerlo si quieres. —dijo Tomas, mostrando un preservativo entre sus manos, su voz cargada de deseo y anticipación.

Lysandro no dudó. La tensión en el aire se volvió casi palpable, cargada de anticipación y excitación, mientras ambos se preparaban para llevar su encuentro a un nuevo nivel de intimidad y pasión desenfrenada.

El preservativo se deslizaba lentamente sobre el delgado pero fornido cuerpo de Tomas, mientras Lysandro lo introducía con cuidado. Tomas experimentaba una sensación de ligera molestia, un recordatorio de que aquello no era como en los videos porno o en las películas, sino una realidad que requería adaptación y entrega mutua. Aunque dolía un poco al principio, Tomas sabía que el placer llegaría con la relajación y la conexión entre ambos, fusionándose en un único acto de intimidad.

Con cada movimiento, cada beso, cada caricia, el placer se intensificaba. Los jadeos se mezclaban en el aire, marcando el ritmo de su pasión compartida. Lubricados y entregados el uno al otro, disfrutaban cada instante, cada cambio de posición, cada susurro de deseo.

Es en esos momentos cuando todo cambia, cuando el placer se apodera de sus cuerpos y los movimientos se vuelven más fluidos, más sincronizados. Tomas se aferraba al agarre de Lysandro, sintiendo cómo se convertían en uno solo, compartiendo cada gemido, cada suspiro de éxtasis.

Cuando Lysandro volvió a alcanzar el clímax, expresó su deseo de terminar sobre el pecho de Tomas. Con delicadeza, ambos se acomodaron sobre un montón de almohadones en el suelo, entregándose a la pasión desbordante. Lysandro satisfizo su deseo, cubriendo el pecho de Tomas con su eyaculación, antes de jugar con el miembro de Tomas, llevándolo al límite del placer hasta que este acabara en su boca, cumpliendo el deseo del joven Gucci.

Después de ese momento íntimo y apasionado, se quedaron abrazados unos minutos, sumidos en la incredulidad y la felicidad de lo que habían compartido. No podían creer la intensidad del encuentro, la conexión que habían experimentado. Finalmente, se vistieron lentamente, saboreando los últimos momentos de su intimidad compartida antes de regresar a la realidad del mundo exterior.

CONTINUARÁ...

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