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Prisionero

Abofeteé a Yoongi con una fuerza que resonó en toda la sala, justo cuando Jimin y los demás se marchaban. —¿Crees que esto es digno de un príncipe heredero? —le espeté, con la voz temblando de furia contenida.

—No sé si es digno o no de un príncipe heredero, pero yo amo a Jimin y él me pertenece —respondió Yoongi, con una mirada desafiante que solo encendió más la ira de mi padre.

—¿Hasta dónde vas a llegar con tu egoísmo y obsesión? Esa no es la manera de conquistar el corazón de quien amas —le recriminé, tratando de mantener la compostura mientras mi corazón latía con fuerza.

—¿Qué sabes tú, papá? Desde los diez años, entregué mi corazón a Jimin; cada vez que tenía la oportunidad, le enviaba cartas y joyas, y nunca me rechazó. Aparte, me dice que le doy asco por esta estúpida cicatriz.

—Nada de eso justifica tu manera de actuar. Jimin también es un noble y tú abusas de tu poder —le recordé, con un tono más severo y firme.

Entonces, quítame el título de príncipe heredero porque yo nunca lo pedí. Quítame el dragón que me hace ser feo para la multitud —grité con lágrimas de rabia y desesperación en los ojos.

—¡Hyunjin! ¿No crees que ya es suficiente? —dije, irrumpiendo en el salón con paso decidido. —¿Apoyarás a alguien que se burló de él? —mi voz resonó con una mezcla de autoridad y compasión.

—Felix, esto no se trata de Yoongi; solamente se trata de que quitó la vida de cientos de personas por un capricho —intervino Hyunjin, con una mirada de reproche.

—El amor no es un capricho, y si piensas de ese modo, entonces tal vez elegí al hombre equivocado —respondió Felix, con una voz cargada de dolor.

—O tal vez yo elegí al incorrecto, porque jamás apoyaré esta barbaridad. Si somos dragones, pero somos emperadores, no debemos pensar con el corazón, sino con la mente —dijo Hyunjin, con una firmeza que no admitía réplica.

—Disculpen la tardanza, altezas —dije, entrando al gran salón—. Ya estoy listo, pero ¿me permitirían despedirme de mis padres? —preguntó Jimin, entrando con los ojos rojos y sonrojado, dejando en evidencia que había llorado.

Mis padres voltearon a verme. —Sí, Jimin, despídete de ellos y vámonos —respondí, con un tono que intentaba ser consolador.

Trajeron a mis padres y me acerqué a ellos sin poder contener más el llanto. Me postré en el suelo a los pies de mi padre, sintiendo el peso de mi culpa aplastándome. —Perdóname, padre, todo esto ha sido mi culpa. Yo he traído la miseria y el dolor a nuestro reino.

Mi padre, con lágrimas en los ojos y voz temblorosa, me levantó del suelo. —Jimin, fue mi culpa por haberte presionado tanto y no haber sido más comprensivo al escuchar las dificultades por las que pasabas.

—Padre, ahora que ustedes quedan vivos, les ruego que entierren el cuerpo de Namjoon de forma honorable, porque él no merece menos que eso.

—Hijo, no debes entregarte por nosotros. No podemos perderte también.

—Padre, fue mi error y debo afrontarlo con valentía, además de cargar con la muerte que causé a esas personas. El pecado no es solo de Yoongi, sino mío. Debo redimirme, aunque eso signifique sacrificarme.

Me acerqué a Jimin y, al estar cerca de su oído, le susurré con voz quebrada: —Hijo, eres un príncipe; recuerda eso a donde quiera que vayas. Nunca olvides quién eres.

Me aparté de mi padre y, con la voz cargada de dolor, le respondí: —Yo soy un prisionero de una guerra perdida, padre. Mi título ya no tiene significado.

—Bien, creo que ya han podido despedirse y es hora de irnos, Jimin —dijo Yoongi, rompiendo el momento.

Asentí, besando una última vez las manos de mis padres, sintiendo que cada beso era una despedida eterna. Seguí a los emperadores y, al llegar a los carruajes, Yoongi dijo: —Padre Félix, es en ti en quien más confío. Ve tú con Jimin y yo iré con el emperador.

—Está bien, hijo, yo iré con Jimin.

Subí al carruaje, intentando no llorar, pero al ver por la ventana cómo nos alejábamos de mi reino, mi corazón se partía en mil pedazos. Algo por lo que quería casarme con Namjoon era que no me imaginaba lejos de mi gente y del lugar que me vio nacer y crecer. Ver el humo de las llamas que habían sido apagadas me hacía un hueco en el corazón y, ya sin poder resistir más y olvidando que el emperador consorte estaba allí, me derrumbé a llorar, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.

Me acerqué a Jimin y lo abracé con fuerza, intentando consolarlo. —Por favor, no llores —le susurré, sintiendo su dolor como si fuera mío.

—Yo... yo soy alguien horrible. Por mi culpa, personas maravillosas murieron y el único hombre que he amado también está muerto. Y ahora estoy en este carruaje, rumbo a un lugar que jamás soñé y que nunca deseé —hablaba entrecortado, dejando salir todo lo que oprimía mi pecho.

Lo sostuve más fuerte, tratando de transmitirle algo de mi propia fuerza. —Jimin, no eres horrible. Déjame ofrecerte un trato.

En medio de mis sollozos, me aparté un poco de él y pregunté entrecortado: —¿Un trato?

—Sí, yo convenceré a mi hijo de esperar dos años hasta alcanzar sus dieciocho años. Así tendrás tiempo de conocerlo y él de ver si realmente te ama con la locura que dice. Pero si en ese tiempo tú no lo amas o él va con alguien más, yo mismo te llevaré a tu reino. ¿Aceptas?

—Sí, sí acepto... —respondí, con la voz quebrada. La marca de lo que había pasado no se borraría nunca de mi mente, pero por lo menos intentaré regresar a mi reino y morir en soledad de viejo. Haré todo lo posible por conseguir el perdón de los que perdieron a sus familiares, aunque nada de lo que yo haga llenará el vacío. Incluso aunque pasen los años, yo seguiré amando a Namjoon.

Miré por la ventana, viendo cómo el paisaje de mi amado reino se desvanecía en la distancia. Las colinas verdes y los campos dorados que una vez me dieron consuelo ahora no estarían más en mi vida. Volteé mi rostro y Félix, que estaba sentado frente a mí, me observaba con lástima, pero yo mismo me miraría así porque todo lo que conocía y amaba se ha desmoronado y no puedo dejar de pensar en Namjoon. Él era mi ancla, y sin él, me siento perdido en un mar de dolor. Todo lo que imaginé a su lado ya no sería posible y todo era mi culpa.

Félix extendió su mano y la colocó sobre la mía; su toque es cálido y reconfortante y me dijo: —No estás solo en esto. Tienes a personas que creen en ti y te aman, y aunque ya no estén físicamente, su amor y su memoria siempre estarán contigo, guiándote—. ¿Por qué él me decía eso? ¿Por qué su mirada también se volvió triste?

No podía decirle a Jimin que dejara de llorar; él había perdido todo lo que conocía hasta ahora. Creo que, si me hubiese pasado algo así, habría estado igual o peor. Me siento mal por no haber detenido a Yoongi, pero también siento en mi corazón que nadie podría ocupar mi lugar mejor que Jimin.

—Sé que ahora te duele y te sientes mal, y tal vez sientas que soy un hipócrita al decirte esto, pero Yoongi no es malo; él actuó impulsivamente, motivado por el orgullo y el desamor. El amor es una decisión, y él decidió amarte solo a ti. Por lo menos, intenta abrirte a la posibilidad de conocerlo.

Levanté la mirada, me ardían los ojos que estaban llenos de lágrimas y dolor. —Perdone, alteza, que le responda, pero no es usted el que va a otro lugar como prisionero. A usted no le han arrebatado  el amor de su vida, su reino, su gente y todo lo que ama. ¿Cómo puedo creer que hay bondad en su hijo? Si lo que lo hace feo no es la cicatriz, sino su podrido corazón.

Suspiré profundamente, sintiendo el peso de las palabras de Jimin. —Entiendo tu dolor, Jimin. Y sé que mis palabras no pueden aliviar tu sufrimiento. Pero te pido que no cierres tu corazón completamente. A veces, las personas actúan de manera horrible por miedo y desesperación. Yoongi cometió un error, pero también tiene la capacidad de cambiar y redimirse.

Aparté la mirada, observando el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana. —No sé si puedo, no sé si tengo la fuerza para perdonar y abrirme de nuevo.

Comprendiendo la profundidad del dolor de Jimin, respondí: —No te pido que lo hagas ahora. Solo te pido que consideres la posibilidad. El tiempo puede sanar muchas heridas, y quizás, con el tiempo, puedas ver más allá del dolor.

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