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Nacimiento del amor

No podía dormir; el insomnio se había apoderado de mí. Daba vueltas en la cama de un lado a otro, pero nada me sacaba de la cabeza esa mirada de Yoongi. Para mí, no fue normal. Tal vez sí me escuchó y malinterpretó las cosas. No dejo de cometer un error tras otro. Solo quería que Jungkook me dijera sus verdaderas intenciones. No puedo más; iré a hablar con Yoongi.

Tomé un abrigo para no tener que ponerme tanta ropa y fui a los aposentos de Yoongi. Toqué la puerta y él abrió.

—Jimin, ¿qué ocurre? ¿Estás bien?

—No puedo esperar a mañana. No he podido dormir. Si escuchaste lo que le dije a Jungkook, fue para que me dijese la verdad. Quería ponerlo al límite —dije, con la voz temblorosa.

—Pasa, Jimin —dijo Yoongi, abriendo la puerta de par en par.

Me dio vergüenza que él me invitara a pasar a sus aposentos. Príncipe...

Tomé la mano de Jimin y lo jalé, metiéndolo a mis aposentos. Estando allí, lo dejé parado, caminé hasta la mesa y regresé poniéndome detrás de él.

—¿Qué... qué haces? —dije, nervioso.

Quité el collar que Jimin tenía y le puse uno que yo mismo había hecho. Ya no tendrás que llevar un collar tan feo como ese. Ahora tendrás uno que he hecho con mis propias manos.

—¿Entonces no estabas enojado conmigo? —preguntó Jimin, con los ojos llenos de esperanza.

—No, no estaba enojado —respondí, con una sonrisa.

—Gracias, Yoongi.

—Te amo, Jimin, y me alegra haber escuchado todo porque, por un momento, pensé en irme.

—Yoo... Yoongi, bésame —susurré, avergonzado.

No era nuestro primer beso, pero que él me lo pidiese con sus ojos brillando me hacía sentir una ternura indescriptible. Con delicadeza, acomodé sus cabellos hacia atrás y me acerqué a él. Primero, acaricié suavemente su mejilla, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos. Luego, sin apartar la mirada de sus ojos, uní mis labios con los suyos en un beso lleno de amor, complicidad y deseo.

Sentí una oleada de emociones al sentir los labios de Yoongi sobre los míos. Mi corazón late con fuerza, y una cálida sensación de felicidad me envuelve. El beso es suave y lleno de ternura. Cerré los ojos, dejándome llevar por el momento, sintiendo cómo cada caricia y cada roce de los labios de Yoongi me llenan de paz y alegría. Era como si el tiempo se detuviera, y en ese instante, solo existiéramos los dos, unidos por un amor profundo y sincero.

Me aparté de Jimin, con el corazón latiendo con fuerza. —Perdón, Jimin, pero si seguimos en este beso, te juro que no podré controlarme más y terminaré cediendo a mis oscuros deseos. Lo último que quiero es deshonrarte.

—No estarías haciendo algo que yo no desee, Yoongi. Amo tus besos y tus delicadas caricias.

Suspiré, tratando de calmar el fuego que ardía en mi interior. —Tendremos nuestro momento, pero por ahora no quiero que nadie diga que no eres puro o que he sido irrespetuoso.

Asentí, comprendiendo sus palabras. —Está bien, iré a descansar. Me acerqué a él, dejando un beso suave en su mejilla antes de salir de los aposentos. Mientras caminaba por el pasillo, sonreí y me golpeé ambas mejillas, llevándome las manos a la cabeza y soltando un pequeño gritito. —¡Ay, Park Jimin, estás perdiendo la cabeza por Yoongi! ¿Cómo se te ocurre ofrecerte así? Realmente amo a Yoongi tanto como para querer hacer cosas indecentes.

—Busquen a Jungkook y que venga a desayunar conmigo —ordené con voz firme.

—Alteza, ayer en la noche el príncipe Park Jungkook tuvo que irse. Dejó dicho que fue un pedido personal del príncipe heredero.

Fruncí el ceño, sintiendo una punzada de preocupación. —¿Yoongi lo echó?

—Alteza, no sabría decirle.

—Retírate —dije, tomando la taza de té y dándole un sorbo mientras meditaba—. ¿Ahora qué debo hacer?

En ese momento, la puerta se abrió y una figura familiar entró en la sala. —Buenos días, Alteza —dijo Jimin, haciendo una reverencia ante mí. Lo miré con seriedad, sin querer fingir empatía. —Park Jimin, ¿qué te trae ante mí?

—Alteza, yo amo a Yoongi y, aunque al principio cometí errores, me he arrepentido. Por eso, le quiero pedir que me acepte, que tan solo considere darme una oportunidad.

Suspiré, evaluando sus palabras. —Está bien, Jimin. Aceptaré que estés con mi hijo.

Me incliné agradecido. —Gracias, emperador consorte. Prometo que no lo decepcionaré.

En ese momento, Yoongi entró en la sala con una sonrisa. —¡Buenos días, padre! Príncipe.

—Justo hablábamos Jimin y yo. He decidido dejar que vivan su amor.

Miré a mi padre, incrédulo, pero sonreí. —Entonces, es un día de alegría para mí. Por favor, comamos y luego, Jimin, iremos a hacer algunas cosas.

—¿Qué irán a hacer? —pregunté, curioso.

—Padre, me temo que no puedo decírtelo porque es una sorpresa para ti y el emperador.

—Entonces no insistiré en saber —respondió, con una sonrisa enigmática.

El desayuno transcurrió en un silencio solemne. Al ver que Jimin había terminado, me levanté y dije con voz firme: —Jimin, es hora de irnos. Padre, te veré luego.

Me incliné en una reverencia ante el emperador consorte y me acerqué a Yoongi, regalándole una sonrisa. Ambos salimos del comedor, dejando atrás la atmósfera tensa.

—Jimin, he dejado un traje para ti en tus aposentos con tu dama de compañía. Por favor, úsalo. Te estaré esperando en el carruaje.

—Está bien, me apresuraré —respondí con una mezcla de curiosidad y emoción.

Al llegar a mis aposentos, Sana estaba de pie junto a un hermoso traje blanco. —¿Es esto lo que Yoongi ha dejado para mí? —pregunté, admirando la prenda.

—Sí, príncipe. También dejó estos zapatos y estas joyas para usted —respondió Sana con una sonrisa.

—Está bien, ¡vísteme! —Al terminar, me miré en el espejo, comí unas fresas para dar color a mis labios y dejé mi cabello suelto, pero de lado. Salí a la entrada del palacio, donde Yoongi me esperaba junto al carruaje. Yoongi abrió la puerta para mí y yo entré, notando que Yoongi llevaba un traje similar al mío.

—¿No tienes curiosidad de saber lo que está pasando? —pregunté una vez me senté en el carruaje.

—Sí, pero confío en ti.

—Hoy... ¡vamos a casarnos! —anuncié con entusiasmo.

No pude disimular mi asombro. —Pero... ¿cómo?

—He hablado con el secretario de mi padre, el emperador, y él se encargó de todo. Incluso tendremos nuestros testigos. Solo quiero asegurarme de que mi padre, el emperador consorte, no pueda separarnos. Luego, podemos hacer una boda más elaborada con todo cuanto tú desees.

Sonreí sin poder contener la felicidad. —No necesito algo grande, Yoongi. Con esta boda será más que suficiente.

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