¡El consorte!
Me desperté y vi a Yoongi a mi lado. Mis músculos dolían después de la intensa noche; sin duda, él es todo un dragón. Pero a partir de hoy, empezaré con el té de la fertilidad. Solo mis hijos serán los que asciendan al trono, y de eso me encargaré yo. Me bañé y me alisté, bajando a la cocina para pedir el desayuno y llevarlo a Yoongi a la cama. Fue entonces cuando me encontré con Dahyun dando órdenes.
—Hoy preparen pan con miel y leche.
—Dahyun, ¿quién eres tú para dar órdenes aquí?
—Jimin, creo que hemos empezado mal. Yo no soy tu enemiga.
—¿Quién te dio el derecho para que me tutees?
—Si usted me tutea, ¿por qué no puedo yo hacer lo mismo?
—Porque no somos iguales, y tú no te mereces ningún tipo de respeto de mi parte. Tú eres una simple concubina; en cambio, yo soy el príncipe consorte y te exijo que me trates con el debido respeto que yo sí me merezco.
—Usted perdió el respeto al abandonar al príncipe heredero.
Le di una bofetada que resonó en el lugar, llamando la atención de todos los que trabajaban en la cocina.
—¡Guardias! Denle treinta latigazos en la planta del pie a esta concubina, a ver si así se da cuenta de quién soy yo.
—Estoy encinta, ¿cómo puedes ordenar algo así?
—Lo ordeno porque tengo el poder para hacerlo. Porque por encima de mí solo están mi esposo y los emperadores. Y agradece que soy consciente de tu estado y ordeno que los latigazos sean en los pies. ¿Los demás, qué esperan?
Los guardias se llevaron a Dahyun y debo admitir que su presencia me molesta. Les dije a los cocineros que quería comer y que llevaran el desayuno a los aposentos del príncipe heredero. Cuando subí, Yoongi permanecía durmiendo, su respiración tranquila y su rostro relajado.
—¿Por qué me observas así? —preguntó Yoongi, despertando y frotándose los ojos.
—Amor, ¿amarás a mis hijos aunque no sean tus primogénitos?
—Sí, amor. De ti amo todo y amaré a los hijos que tengamos. Pero, ¿aún sigues despertando antes para arreglarte?
—¿Qué dices? Yo amanezco así todos los días —dije sonriendo, acariciando su mejilla.
Desde la puerta se escuchó una voz.
—¡Altezas, he traído el desayuno!
—Adelante.
Vi la comida y sonreí. Jimin es tan especial, siempre pensando en los detalles. Pero recordé el estado de Dahyun y mi expresión se ensombreció.
—¿Le dieron de comer a Dahyun?
Con nerviosismo, miré al príncipe consorte y mi lengua se volvió torpe.
—Prín... príncipe... no...
—No, no le dieron de comer. Retírate.
—Jimin, ¿qué está pasando? —preguntó Yoongi, frunciendo el ceño.
—La encontré dando órdenes y tomándose atrevimientos que no le corresponden, así que la mandé a ser castigada.
—Pero Jimin, ella está en cinta.
—Lo sé, pero treinta latigazos en la planta de los pies no son un gran castigo.
—No, Jimin, no estoy de acuerdo —dije, parándome de la cama y mirándolo con preocupación.
—¿Es así como funcionará? ¿Vas a desautorizarme? ¿Harás que la palabra de tu consorte no valga nada, que nadie me respete?
Me senté en la cama nuevamente, sintiendo el peso de sus palabras.
—Solo por esta vez lo dejaré pasar —dije, suspirando.
Jimin se acercó y me abrazó, susurrando en mi oído:
—Lo hago por nosotros, por nuestro futuro. Confía en mí.
—Confío en ti, pero siento que mi padre te está influenciando.
—Tu padre es un hombre maravilloso que siempre supo lo que tenía que hacer por el ser que ama. Creo que su amor por el emperador es tan puro y genuino.
—Que pienses así me preocupa más...
—No tienes de qué preocuparte. Mejor comamos y, por las noches, tómate el té de la fertilidad. Quiero que tengamos un bebé.
—Está bien, haré todo lo que me pides. Amor, quisiera compartir más tiempo contigo, pero tengo que atender mis responsabilidades como príncipe heredero.
—Está bien, lo comprendo, amor. Por último, quiero a Sana de vuelta. Ella sabe cómo me gustan las cosas y no quiero entrenar a nadie más.
—Está bien, amor. Que Sana regrese a ti, pero no quiero discusiones ni problemas.
—No te preocupes por eso.
Era la hora del almuerzo y llegaron unos guardias a anunciarnos que el consejo demandaba una asamblea con todos.
—Que esperen, justo ahora nos disponemos a comer —dijo el emperador con autoridad.
—Entendido, Su Majestad.
Todos comíamos en paz cuando Dahyun se acercó caminando con dificultad. ¿Qué hace esta en el almuerzo de la familia real? Pensaba hablar cuando el emperador consorte tomó la palabra.
—¿Qué haces tú aquí? Esta es una comida de la familia imperial.
—Pero, Alteza, todos los días he comido aquí con ustedes.
—Pero ahora el príncipe consorte está aquí y, para evitar conflictos, tú debes comer en otro lugar.
—Está bien, Alteza, pero aun así considero que, como la princesa que soy, merezco respeto y más ahora que en mi estado me encuentro sensible.
—¿Tu estado?
—Sí, estoy embarazada. Creí que Yoongi les había dicho. He sido bendecida antes que el príncipe consorte.
Creo que tu comentario está de más —me levanté y me acerqué a ella—. ¿Nunca te enseñaron etiqueta, princesa?
—Pero si no he dicho nada malo...
Le di una cachetada que resonó en el salón.
—Que sea la última vez que hables despectivamente de mí. Tus hijos jamás tendrán los privilegios que los míos porque, aunque seas una concubina, tus hijos serán bastardos y los míos, príncipes.
El emperador consorte me miró con aprobación, mientras Yoongi se mantenía en silencio.
Príncipe heredero, ¿no piensa decirle nada? ¿No piensa defenderme? —preguntó Dahyun, su voz temblando.
—¿Quieres ser aún más desvergonzada? —respondí, con mi paciencia agotándose.
—¿Por qué me odia? ¿Por qué quiere que Yoongi me trate mal? Desde el primer día en que usted me vio, me odió.
—Sí, sí, tú me caes muy mal, Dahyun. ¿Sabes por qué? Porque finges ser alguien que no eres, haces cosas que no te corresponden y te comportas como si fueras la consorte de Yoongi.
—Bueno, ya fue suficiente. Están frente a los emperadores, compórtense los dos —intervine con voz firme.
—Yoongi, te juro que nunca le he hecho nada a Jimin. Por favor, dime que me crees y que sabes que soy inocente de lo que él me acusa.
—Retírate y déjanos solos, por favor —dijo Yoongi, con su voz cansada.
—Pero es que él está calumniándome.
—Por favor, Dahyun, ya vete.
Dahyun salió del salón, su rostro una mezcla de dolor y frustración.
—Jimin, te has excedido en cómo la acusas —dijo Yoongi, mirándome con seriedad.
—Todo lo que dije es verdad. Antes no lo había dicho, pero ahora no tengo por qué guardar silencio. Ella, desde que llegó, se toma atribuciones que no le corresponden.
—No quiero que esto vuelva a ocurrir.
—No tengo por qué tratarla bien después de cómo ella me trata a mí, y mucho menos después de cómo habla.
—¿Pero en qué te ha molestado Dahyun?
—¡En todo! Me molesta todo el tiempo. Desde que llegó, está cerca y el simple hecho de que quiera comportarse como si fuese parte de nosotros me enoja.
—¿Por eso haces todo esto? ¿Porque la odias?
—Escúchame bien, Min Yoongi. Si tú te pones de parte de ella, te juro aquí, frente a los emperadores, que haré que el techo de este palacio caiga sobre la cabeza de esa serpiente. ¡Yo soy tu consorte! Y ni ella ni nadie me va a humillar. Así que dime, ¿estás conmigo o en contra?
Suspiré pesado y miré a mi padre, Félix.
—Tú eres el responsable de esto.
—¿Yo? Pero si he estado en silencio. Sin embargo, considero que no puedes darle más poder a una extranjera que a tu consorte. ¿Qué opinas tú, Hyunjin? —dijo Félix, poniendo a Hyunjin en una situación difícil.
—Opino que ellos son los que deben resolver sus asuntos —respondió Hyunjin, tratando de mantenerse neutral.
Volteé a ver a Hyunjin con ganas de fulminarlo con la mirada.
—Y, Yoongi, debes tener más consideración con tu consorte, por más que la concubina esté en cinta. Pero, por favor, comamos todos y luego vayamos con el consejo —dijo el emperador, intentando calmar la situación.
Nos sentamos nuevamente, tratando de recuperar la calma. La comida continuó en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Sabía que la situación con Dahyun no se resolvería fácilmente, pero estoy decidido a proteger mi posición y la de mis futuros hijos.
Después del almuerzo, nos dirigimos al consejo.
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