Él joven de negro.
Transcurria una día normal, en la vida de un chico normal, Camus Aquarius, quien era estudiante de la escuela de medicina, era un joven de carácter retraído apacible, su mundo era una aureola creadora de tristeza y tranquilidad.
Huérfano de padres, vivía allá por la avenida central junto a su abuelo materno, el señor Krest, quien vendía chuchitos y enchiladas. Para ayudar a la economía familiar, Camus por las tardes ayudaba a su abuelo a elaborar veladoras y candelas. que posteriormente venderían en los atrios de los templos y en la cereria El Sol.
Una mañana de febrero, Camus se dirigía a la Escuela de medicina, pero antes pasó a visitar la iglesia, luego pasando por la alameda que era un sitio donde el sentía placer y regocijo caminarla diariamente, pero ese día reparo en un joven vestido de negro, caminaba con premura en dirección contraria a la de Camus, al parece no lo vio pues casi lo atropella cuando pasa junto a él, sus ojos se encontraron con los de él
¡Que angustiados y penetrantes le parecieron!
Lo siguió con la mirada hasta perderse en el interior del templo.
Quizó seguirlo pero la campanada de la iglesia que llamaba a misa le hizo recordar que llegaría tarde a clases. A su vez las campanadas del reloj en la escuela de medicina le llamo a clases, pero ese día Camus, estaba muy lejos de poner atención, la belleza de él joven de negro ocupaba toda su atención, sus ojos de un mirar profundamente extraño y agobiados por la tristezas y sorpresas de alegría.
Desde aquel día Camus estaba siempre en la puerta principal de la alameda, él joven de negro llegaba puntual a la misa de las 8 de la mañana, había ya perdido la tranquilidad, el recuerdo de él hermoso joven laceraba su mente, trato vanamente preguntar por él, nadie le daba razón, de quien era o por donde vivía, Shura un amigo de Camus, le indico no haber podido averiguarle nada del joven de negro, pero lo esperanzo al decirle.
Shura: Mejor mañana estaré contigo en la puerta de la alameda y me lo enseñas y así averiguo mejor. -
Pero el día que ambos estaban esperando ver pasar al joven en mención, este no se apareció y Shura empezó a pensar si su amigo no estaba inventando la existencia del chico de negro.
La Semana Santa había pasado y Camus trabajo mucho elaborando velas y candelas, razón por lo cual había reunido una pequeña cantidad de dinero que le serviría para comprarse un boleto para asistir al estreno de la opera, la noche se presento esplendida, pasada la hora de las almas, landós y victorias empezaron a rodar por las oscuras calles rumbo al teatro en la alameda de la plaza vieja. Camus se conducía a pie cómo mucha otra gente que no lo podían hacer en carruajes, vestido de rigurosa etiqueta, traje alquilado en el taller de don Lugonis, amigo del abuelo, luego de comprado su boleto, ingresó y se acomodo en una butaca no numerada. La entrada del director al podium de la orquesta y el aplauso fue uno solo, la emoción del público iba en aumento conforme crecía la música.
Camus gozaba de la música, sin proponérselo levanto la vista a uno de los palcos, y su sorpresa fue grande al ver al joven de negro de la alameda, ya no pudo apartar su mirada del palco.
Aquellos dulces y tristes ojos se le aferraban al alma, que ni el final de la obra, logró sacarlo de su aflicción.
De pronto se percato que él joven se retiraba, intento seguirlo con tal mala fortuna que no pudo hacerlo por que la gente que salían del teatro se lo impedían.
Por fin logro llegar al vestíbulo y pudo apenas ver que él subía a un coche, inútil fue tratar de alcanzarlo pues al estar mas cercano, el cochero imprimió mayor velocidad, doblando por la calle, quedando Camus solo en el atrio de la catedral, la estatua del dios Hermes de piedra a cuyos pies se había detenido, pareció burlarse de él. De pronto la ultima campanada del reloj de la catedral indicaban la una de la mañana, sintió escalofríos y decidió entonces dirigirse a su casa. Desde aquella noche Camus ya no lo volvió a ver.
En las postrimerías al día de difuntos Camus se dedico a la fabricación de coronas y cruces de papel de china para las celebraciones propias de la época.
Muy de mañana Camus se instalo junto a su abuelo en la puerta principal de la catedral para vender las coronas de ciprés, las cruces de papel de china, y las veladoras y candelas, de pronto, por una de las puertas laterales, se apareció el joven vestido de negro, se encamino hacia donde él vendía y le pidió la ultima corona de ciprés que aun le quedaba.
El joven azorado se la ofreció. Él chico quiso pagar, pero él rechazo los tres cuartillos, él sonrió y le dijo mirándolo con intensidad:
Xx: Gracias se lo agradezco mucho. Mire... - continuo - necesito hablar con usted, llegue a mi casa el día de Atenea, tome esta cadena para que no se olvide irme a ver y esta es la dirección - dijo para después marcharse sin darle oportunidad de responder.
Al momento se perdió entre la muchedumbre que penetraba al templo. En vano trato de buscarlo en el interior de la iglesia, no lo encontró, entonces leyó la nota que él le había entregado: Milo Antares. Tan pronto llego a su casa reviso el viejo almanaque que el abuelo guardaba en un cofre, encontró lo que buscaba; El Día de Athena era el 15 de agosto.
Camus: falta tanto - se dijo desesperado.
Llegado el día esperado para Camus, este se acicalo lo mejor posible corto varias ramas de mosquetas del patio de su casa, y experimentando una sensación de seguridad, como nunca lo había sentido, salio rumbo a la dirección señalada: - Milo Antares Callejon del escorpio, numero ocho, ubico la casa hasta encontrarla, eran ya las tres de la tarde, llamo a la puerta y un hombre de cabellos celestes salio a abrir.
Camus: Buenas tardes – dijo Camus - ¿puedo hablar con Milo Antares? Soy Camus Aquarius, él me espera. -
Mystoria: ¿Cómo dice? - preguntó el hombre.
Si Camus no hubiera estado tan emocionado habría notado la palidez que el rostro de él hombre reflejaba, pasada la impresión inicial de la inusual visita, lo invito a pasar, adentro la casa mantenía una iluminación natural agradable, muebles adornados con flores de deliciosa fragancia y en la pared un retrato de una chico vestido de negro con una cadena de oro pendiente de su cuello.
Camus: Si él me espera - dijo Camus refiriéndole detalles de su último y único encuentro con él - es más - le enseño la cadena de oro. un quejido de angustia lleno el rostro del hombre y los sollozos llenaron su vos.
Mystoria: ¿dígame como era él? - Pregunto el hombre. Camus sin dudarlo respondió.
Camus: es el del retrato - dijo, el hombre tragándose la amargura del momento dijo.
Mystoria: Él era mi hijo Milo murió hace un año - intensamente desconcertado Camus sintió que se desmoronaba.
Camus: de que habla, no puede ser si desde hace varios meses que lo veo todos los días en la Iglesia y usted. Me dice que él murió hace un año.
Mystoria: Hace un año, exactamente a esta hora, mi hijo Mill entregó su alma a Dios, él paludismo lo consumió en menos de un mes. Sus honras fúnebres fueron en la iglesia de la catedral, lo único que él se llevo a la eternidad fue esa cadena de oro que usted. Ahora tiene en sus manos, lo sepultamos con su color favorito preferido en vida.... El Negro - él hombre continuo hablando - precisamente en este instante terminaba de rezar la novena a las benditas ánimas del purgatorio, por el eterno descanso de su alma, y me estaba preparando para ir al cementerio a visitar su tumba, si desea me puede acompañar. – Camus asintió.
Y salieron para el cementerio, en el camino el pensaba cómo podía ser posible todo esto, sin poder evitarlo, dos lagrimas de abatimiento rodaron por sus ojos. El cementerio era grande, inmenso, aun sus calles internas no estaban delineadas, hacia menos de diez años que estaba funcionando, Camus estaba en verdad impresionado ante el silencio del recinto, el sol doraba el cielo y el viento dispersaba el aroma de los cipreses que iban llenando el alma gota a gota.
Caminaron un poco hasta llegar a los pies de un sauce, una baldosa de mármol rodeada por una verja de hierro cubría la tumba que buscaban. En medio de la losa un ángel meditaba apoyado en una cruz, a sus pies se leía Milo Antares, el hombre empezó a orar, Camus lo imito, depositando sus flores sobre el mármol, rezo con ansia junto a aquella madre que no podía comprender lo que sucedía. Después de un largo rato en silencio, abandonaron el cementerio.
Mystoria: Puede quedarse con la cadenita – le dijo el hombre en la puerta de la casa, antes de ocultarse
– le pido, que no se olvide de mi hijo, recuerde que él bajo del cielo a buscarlo.
Y Camus quedo conmovido, se sentía solo y no supo que decir. La tarde había caído, el ángelus vespertino corría por todas las iglesias, Camus vagó por las calles de la ciudad, por fin encamino sus pasos hacia la Iglesia, algunas velas mortecinas iluminaban el altar mayor, ingreso a la capilla de la diosa Athena y se arrodillo, rezo con todo el fervor de su alma por aquel joven a quien solo había visto y había comenzado a amar.
¡Que amargo eran sus sollozos!
Se levanto, abrió la puertecilla del comulgatorio, extrajo la cadena del bolsillo, la besó y luego la depositó entre los pliegues del manto de la diosa.
Una Cadena De Oro Para El Recuerdo
Entonces sintió una gran paz y tranquilidad, cómo si la diosa hubiera calmado el mar de dudas que lo atormentaba, salió de la capilla y de la iglesia, noche cerrada y frío intenso, aspiró con fuerzas el aroma de los pinos de la alameda, e introduciendo sus manos en las bolsas de el pantalón ser perdió en la penumbra por el callejón de la Soledad.
Fin.
Gracias por tomarse el tiempo de leer, espero les haya gustado
(>u<)
Leyenda Tomada del Libro Por Los Viejos Barrios De La Ciudad De Guatemala, de Celso Lara Figueroa.
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