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☠ Heads Will Roll ☠

Todo era algarabía para la gente, comida y bebida hasta el hartazgo.

Shijima se enteró de lo que en verdad hicieron todos los del pueblo, nadie acató su orden e hicieron lo contrario que se les pidió, matando a esos jóvenes por su propia cuenta.

No podía hacer ya nada, más que resignarse que nadie lo respetaba como máxima autoridad, ni siquiera su hijo lo hacía.

Para no escuchar los gritos de júbilo prefirió dar una caminata, sus pasos lo llevaron a la entrada del pueblo donde se encuentra el puente de madera que conecta con el bosque en el otro extremo.

Los sonidos de la naturaleza siempre le daban paz, podía pensar mejor las cosas.

Por un momento se preguntó si en verdad los jóvenes eran culpables, con eso en mente se le vino otra interrogante mayor, su hijo estaba obsesionado con el rubio ¿Y sí armó una calumnia tan grande cómo esa sólo por venganza?

Sus pensamientos murieron por el sonido inconfundible de un caballo acercándose, se hizo a un lado del camino quedando parado junto al tronco de un árbol y vio una sombra negra pasar velozmente dirigiéndose hacía el pueblo, parpadeó varias veces porque le pareció ver fuego salir de los orificios nasales del corcel.

Decidió ignorarlo y se puso más cómodo en ese frondoso árbol, pensando que como padre ha fallado.

• • • •

Todos cantaban y bailaban alrededor de la gran fogata que hicieron.

Las burlas no se hicieron esperar, todas ellas dirigidas a la pareja que de seguro ya estaban ardiendo en las llamas del infierno por practicar la magia negra.

Un brindis y bebieron a fondo el vino, escucharon un silbido y carcajadas agudas que les erizaron a todos los vellos del cuerpo.

El búho dejó de cantar y los grillos ya no emitían sonido alguno, todos se miraron entre sí por el drástico cambio en el ambiente, una extraña energía envolvió a todo el pueblo.

Sus sentidos se pusieron alerta, es como si algo les dijera que corrían peligro y sus vidas estaban en juego.

El sonido de un filoso metal cortando el aire y luego provino un grito de terror, todos voltearon en esa dirección, nadie estaba preparado para lo que sus ojos veían.

La alta figura con una extraña armadura montado en un corcel que sus ojos eran fuego puro, lo más escalofriante era que el jinete en cuestión no tenía cabeza, ésta se encontraba a un lado de la montura viéndolos con odio y el hacha en su diestra con gotas carmesí resbalando por su filo.

Todos reconocieron los largos cabellos rubios y luego se dieron cuenta del cuerpo tendido en el suelo, decapitado, a un lado la mujer que gritó.

Del shock inicial llegaron los gritos de horror, unos cuantos se desmayaron, los demás huyeron por sus vidas.

Otra carcajada de ultratumba y empezó su cacería, nadie saldría vivo de ese pueblo, todos pagarían con sus cabezas.

Los más lentos fueron alcanzados por el jinete con facilidad, sus cabezas volaron por el aire y el rojo empezó a teñir las calles.

Otros en su desesperación se escondieron en lugares poco ingeniosos y fue fácil exterminarlos.

Muchos en sus casas se ocultaron, podía sentir sus miedos y eso le encantaba a Milo.

Se bajó del caballo y de una potente patada derribó la puerta.

Aunque todos lo atacaran a la vez e hicieran de todo para herirlo o derribarlo era imposible, su fuerza era mayor, sobrepasaba los límites humanos, moviéndose a la velocidad de la luz sus extremidades fueron cortados, brazos, vísceras esparcidas por el piso de madera, su armadura púrpura obtuvo un tono más oscuro por la sangre salpicada.

Así fue casa por casa, matando a cada uno de los que fueron culpables de su desgracia.

La piedad que una vez tuvo murió junto a su amado doncel.

Todos los del pueblo estaban muertos, unos escenarios más grotescos que otros donde sólo las cabezas eran parte de la decoración.

Dejó a lo último a dos personas en especial, los que disfrutaría torturarlos de distinta manera.

Ahora parado frente a la enorme puerta de madera de la iglesia se dispuso a empujarla para internarse en la total oscuridad.

Cid se refugió en la sacristía, al ser un lugar sagrado tenía la seguridad que ese ser del infierno jamás lograría entrar.

Se equivocó.

La sombra de la imponente figura se vio en el umbral de la puerta, los sonidos de sus pesados pasos hacían crujir la madera desgastada del lugar.

El rosario que colgaba de su mano la puso frente al jinete y así evitar que se acercara más a él.

Ingenuo.

La mano del cura cayó al suelo, ni siquiera sintió el corte, ni vio que se moviera de su lugar aquel ser, luego vino otro golpe que lo mandó directo a la pared escuchando como sus huesos se rompían, con dificultad se arrastró por el suelo pero un pie lo dejo inmóvil.

- Mi Dios es más poderoso que el tuyo.

Una carcajada retumbó por las cuatro paredes.

- Tu Dios te ha abandonado. Eres un pecador, un maldito cerdo que algunas veces se aprovecha de su vocación para violar a los más jóvenes, engañas a todos con tu carita de ángel pero sólo eres una basura. Tu alma será torturada eternamente.

El hacha se elevó y la vida de Cid fue sesgada, su cabeza fue puesta en el altar de un santo, en su rostro se podía ver el terror que lo embargó antes de morir.

Sólo faltaba uno.

• • • •

Camus al escuchar todo el alboroto y gritos pensó que era una típica riña entre borrachos pero luego de fijarse por una ventana se dio cuenta que no era lo que creía.

Un miedo lo invadió cuando pudo sentir, aún en la lejanía que los ojos negros de Milo lo observaban.

Todo su cuerpo tembló, corrió para refugiarse en la presidencia municipal y que los hombres de su padre vigilen la entrada, dejó al cura a su suerte, no le importaba lo que pasara con él, sólo quería salvarse a sí mismo.

Ahora escondido bajo el escritorio se tapaba los oídos para no escuchar los gritos de agonía.

La puerta la cerró con seguro, esperando que eso funcionara, pero un cuerpo atravesó la madera, fue aventado con tal violencia que se estrelló con la pared y la sangre escurría en el tapiz.

Todo se quedó en silencio, lo único que se percibía de forma tenue era su respiración porque con su mano se cubrió la boca para evitar gritar.

No quería salir para encontrarse con el cuerpo mutilado de Milo, ni ver su cabeza con esos dos pozos abismales que ahora tiene por ojos.

Nada, ni un ruido.

Aún con cierta desconfianza salió de su sitio y se incorporó de forma lenta, primero la mitad de su rostro asomó por el filo del escritorio, sus ojos carmesí los enfocó en el oscuro marco de la puerta, pero no había nadie allí.

Más confiado se levantó y sonrió porque Milo lo dejó vivir, más no se daba cuenta que una sombra negra se encontraba detrás de él.

- Hola Camussss. Arrastró la S y luego soltó una carcajada porque el pelirojo brincó en su lugar.

Jamás lo vio pasar a su lado, sólo apareció así de la nada, la voz gruesa y masculina con un tinte macabro que dijo su nombre le produjo un escalofrío que lo dejó estático, el miedo lo paralizó, su cuerpo no respondía a la orden que daba su cerebro.

- Tu belleza cautiva a todos, pero conmigo nunca tuvo efecto alguno porque mi amado Sísifo era el dueño de mis pensamientos y de mi corazón, pero por culpa tuya ésta noche lo perdí. Tú eres el principal culpable de lo sucedido en el pueblo, cada muerte pesará en tu conciencia, por tus malas acciones todos están muertos, la sangre que se derramó en las calles es por tu causa. Eres el único que falta para cumplir mi venganza, tu alma será la que más tendrá toda clase de torturas. El infierno te reclama. La lujuria está tatuada en tu piel igual que la codicia, la envidia y el orgullo.

La mano se posó en el blanco cuello del pelirojo ejerciendo presión y levantarlo del suelo, las lágrimas surcaban su pálidas mejillas, no quería morir.

Pedía perdón y clamaba piedad, juraba que cambiaría si le daba una nueva oportunidad.

- Nadie tuvo consideración de nosotros y nos mataron, yo sólo quería ser feliz con mi amado que esperaba un hijo mío, el cual ahora no tendrá la oportunidad de vivir. Nunca le hicimos daño a nadie, por eso nos manteníamos alejados del pueblo, pero eso no bastó para que tú, un egoísta que quería tenerme a su lado se quisiera ensañar con nosotros. Ahora mirame, me convertí en un monstruo para poder cumplir mi cometido, vendí mi alma por un pacto donde juré que las cabezas de mis enemigos rodarán, sólo falta la tuya Camus.

Lo aventó hacía el escritorio y usando una técnica desconocida lo paralizó, sus músculos estaban pesados, no podía moverse aunque lo quisiera.

El hacha lo dejó cerca de las hebras rojizas, sería una tortura lenta la que tenía planeado para él.

Con la daga de plata delineó todo ese bello rostro que seguía bañado en lágrimas, descendió por el cuello y continuó bajando, en el pecho cortó la tela que cubría su torso, jugó con el filo por el abdomen, marcas rojizas adornaban su blanca piel, signo de un encuentro sexual reciente.

Hizo un corte superficial por su costilla, trazando líneas uniéndolo con cada chupete, parecía como las marcas de un mapa o parte de una nueva constelación, había uno más grande que todos los demás, cerca al corazón, pero no, aún no era tiempo de matarlo, seguiría jugando con aquel despreciable joven que arruinó sus vidas.

Se aburrió de los juegos previos, tomó el hacha y pensaba qué parte del cuerpo cortar primero, optó por las piernas.

Camus dio un grito desgarrador al sentir como su tobillo derecho de un sólo golpe fue separado del hueso, antes que pudiera pedir clemencia su rodilla izquierda fue atacada sin piedad.

No podía moverse, sólo le quedaba gritar y gritar hasta desgarrar su garganta, sus brazos también fueron cortados por partes, la sangre goteaba por los bordes del escritorio.

Sus fuerzas se agotaban, de su garganta sólo emitía pequeños quejidos, su tortura fue más lenta que la de los demás, cometió errores, muchos y ya no era momento de pedir perdón, sólo pedía que si en otra vida se le daba una nueva oportunidad de enmendar todo lo que hizo en ésta, la tomaría sin dudar.

El hacha volvió a descansar en la madera y ahora era el turno de la daga nuevamente, daría el golpe final a su venganza.

La posó en el sitio donde se encontraba el corazón, el pelirojo sabía que su vida se terminaría ahí.

- Milo yo en verdad me enamoré de ti, estaba celoso, sólo quería tu cariño, perdóname yo... sólo espero que en otra vida pueda ganarme tu amor como se debe.

El filo fue incrustado sin piedad, abrió el pecho para sacar el palpitante órgano que aplastó en su mano con rencor y odio.

Camus sería la persona que menos querría ver, en cambio Sísifo el único amor de su vida, lo esperaría toda una vida entera si era posible, le prometió volver, creía fielmente a su palabra.

Salió del lugar dejando atrás el cuerpo mutilado de Camus, todo terminó, las cabezas rodaron ya, se detuvo al escuchar un grito de sorpresa, creyó haber matado a todos.

Recordó que faltaba uno, el alcalde del pueblo y papá del pelirojo, se volteó en su dirección.

Shijima que se quedó en la tranquilidad absoluta, despues comenzó a oír gritos provenientes del pueblo, suspiró fastidiado porque de seguro se estaban peleando, le restó importancia pero luego de veinte minutos continuaban con el mismo alboroto.

Caminó para atravesar el puente de madera y ver lo que pasaba, porque seguían con su escándalo.

Las primeras casas no había nada fuera de lo normal pero era extraño que ya todo estuviera en silencio, siguió su camino por la calle principal.

Las calles empedradas estaban teñidas de rojo, unos charcos más pequeños que otros con cuerpos mutilados, vísceras salidas de sus estómagos o partes de sus cuerpos cercenados.

Pensaba que era una mala pasada de su mente, que sus ojos lo estaban engañando, que todo era una ilusión muy real.

Se acercó temeroso, la sangre espesa con su olor a óxido le provocó arcadas, algunas moscas merodeaban la fila de cuerpos, gusanos salían de los orificios nasales o boca.

Vomitó lo poco que cenó esa noche, era demasiado de ver, todo era tan macabro, unos gritos como eco llegaron a su oído, los reconoció al instante, su hijo, Camus.

Corrió en la dirección de donde provenían, era el palacio municipal de donde salían los desgarradores gritos, desesperado quería avanzar pero los cuerpos tirados le impedían lograr su objetivo.

Luego volvió a hundirse en un sepulcral silencio, con su respiración agitada dobló la esquina pero se detuvo abruptamente y gritó al ver caminar a ese jinete que no tenía cabeza, el metal pesado de la armadura producían ecos cuando daba sus pasos.

Se tapó su boca pero ya era demasiado tarde, Milo ya se había dado cuenta, se dirigió hacía Shijima que retrocedía sin quitar su mirada celeste de ese espectro.

Sus pasos lo llevaron a toparse con pared, no tenía escapatoria, moriría como todos los del pueblo.

Pero el jinete tenía otros planes para el pelirojo mayor.

- Tu vivirás para relatar mi historia, te encargarás de que mi leyenda viva para siempre. Tu misión de ahora en adelante será contar lo que ha pasado ésta noche de luna llena.

De su mano derecha emergió una filosa uña carmesí, con un rápido movimiento lo incrustó en su sien, imágenes pasaron ante sus ojos, parecían como una ilusión real, cada uno de los sentimientos parecían propios de él, hasta el más letal como un veneno, la venganza.

Se dio cuenta que no estaba tan equivocado, eran inocentes, vio la muerte de su hijo, fue igual de horrible como la del cura.

Cayó de rodillas, llorando amargamente, no quería seguir viendo, pero aunque sus párpados los cerrara tan nítidos se mostraban los recuerdos que no eran suyos.

El jinete se subió en su caballo y emprendió la marcha dejando a Shijima ahí en el suelo.

Llegó al lugar donde todo empezó, ahí como si estuviera dormido encontró a su amado castaño, se apeó del caballo y como un caballero que muestra respeto a su rey se arrodilló besando su mano.

Lo tomó entre sus brazos y se montó en el corcel acomodandolo con cuidado en su regazo, jaló las riendas indicando que emprendiera marcha, grácil y lento eran los pasos del animal.

Una densa neblina comenzó a rodear todo el lugar, los árboles eran formas difusas.

La cabeza de Milo apareció en su sitio original, sus ojos ya no eran dos pozos negros, fueron sustituidos por el color original de sus pupilas, azules como el mar.

Con sumo amor y ternura acarició las facciones de Sísifo, admiró su belleza tocada por la muerte, dejó un casto beso en sus fríos labios.

El ambiente se mostró triste y nostálgico, la luna llena entre nubarrones negros se ocultó para no ver el trágico desenlace de aquellos amantes que entre la densa bruma desaparecieron sin dejar rastro.

• • • •

Shijima fue el único que pudo escapar de milagro de ese pueblo y de las garras de su verdugo.

Se le fue dado una misión que debía cumplir.

Llegó al pueblo vecino por la mañana, entre delirios de terror contaba la historia de Milo y en lo que se convirtió, la gente no le creía, todo parecía sacado de un libro de terror.

La leyenda de un hombre que le fue cortado su cabeza y en venganza mató a todos por medio de un pacto con el diablo.

Las autoridades se enteraron de ese hecho e investigaron si era cierto la masacre que hubo, el pelirojo juraba en nombre de Dios que todo era verdad, que no mentía.

Pero cuando llegaron con él al pueblo se sorprendieron que no había sangre derramada por las calles empedradas, ni cuerpos mutilados, todo estaba desolado pero limpio.

Mandaron encerrar en un psiquiátrico a Shijima creyendolo un loco que perdió la cordura, aunque estuviera cautivo en esa prisión siguió contando la misma historia.

Los años pasaron y el pelirojo murió, pero antes de dar su última exhalación de vida, lo vio.

Tal parece que el tiempo no pasó en él y jamás envejeció, su armadura púrpura lucía recién pulida y su cabeza estaba pegada a su cuerpo, en sus rubios cabellos lo adornaba el casco que parecía la cola de un escorpión, antes de cerrar sus ojos Milo le regaló una sonrisa porque había cumplido con la misión que le encomendó.

• • • •

Con el paso de los meses aquel pueblo fue habitado de nuevo, uno que otro desafortunado si deambulaba por la madrugada y se topaba con una alta figura sin cabeza que montado en su caballo negro como el ébano, tenía un trágico final al ser decapitado y su cuerpo lo arrastraba al infierno.

Las desapariciones no tenían explicación, sólo especulaban que tal vez se mudaban a otro lugar.

La historia que alguna vez llegó a causar terror se estaba olvidando con el tiempo.

Pero para revivir de nuevo aquel cuento de terror, Milo volvía a aparecer para atemorizar a las pobres almas que deambulan por las noches.

La historia era contada y pasaba de generación en generación pero siempre deformandolo a su antojo para hacerlo más horripilante, exagerando algunas cosas, pero se olvidan que no siempre es lo que les hacen creer.

La verdad era otra, una donde el amor se convirtió en tragedia.

La historia real es sobre un amor puro que por egoísmo y obsesiones de otros los mataron sin piedad alguna, la muerte los separó pero uno de ellos hizo una promesa de volverse a ver en otra vida, mientras el otro hizo un pacto por venganza.

El jinete sin cabeza aún vaga por las noches por esas calles que ahora son diferentes, sigue esperando ese amor que le arrebataron, su amado Sísifo, el bello doncel que atrapó su corazón.

Podrán pasar años y siglos en los que espera su retorno de entre los muertos y vuelva de nuevo a su lado.

Y seguirá esperando, porque aquella promesa que le hizo jamás se cumplirá, Sísifo nunca regresará...

Lo único que seguirá vivo será su leyenda.

La que nació en una noche lúgubre, llena de sangre y tragedia.

La que se sigue contando.

Pero siempre deformando la verdad.

La que es tan terrorífica y asusta a pequeños y grandes....


La leyenda del Jinete Sin Cabeza.

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