Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1: Día nefasto

¡ Sígueme en mis redes sociales !

Facebook ➡ https://www.facebook.com/groups/354101464941296/

Instagram ➡ https://www.instagram.com/anaturquoise_/

WhatsApp ➡ Contáctame por privado



Ese día llovía. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer mismo, recuerdo que fue en ese día en el que mis tontas ilusiones de encontrar trabajo de lo que yo había estudiado y lo que me gustaba, no era tan fácil. Yo acababa de terminar mi carrera de Empresariales, de hecho, lo había sacado con matrícula, siempre había sido buena estudiante, pero la situación humilde de mis padres siempre había sido un hándicap para que mis notas tuvieran que ser las mejores de la clase y hacerme con la matrícula.

Apenas era por la mañana y me dirigí a mi piso dispuesta a acabar con ese nefasto día. Estaba cansada, me había tirado toda la noche estudiando la empresa a la que me iba a entrevistar, hora tras hora de la madrugada en la que debería estar descansando la había empleado en prepararme una nueva entrevista. ¿Para qué? Para nada, porque al ponerme frente al señor que iba a oficiarme la entrevista, mis conocimientos me abandonaron y se centraron en vigilar atentamente el brillo que caracterizaba la calva de mi casi no jefe.

Entré al piso, arrollando con la mesa que había presidiendo el pequeño pasillo que estaba nada más entrar allí; a pesar de que esa mesita estaba ahí desde que nos mudamos mi amiga Megan y yo, siempre solía dejarme la rodilla pegada a una de sus patas.

-¿Qué tal te ha ido?- preguntó Megan desde el salón, sabiendo que había llegado gracias a mi forma de hacerme ver.

Megan era alta, con el pelo cobrizo, largo y rizado. Sus ojos estaban rasgados, y tenía alguna que otra peca que hacía endulzar su rostro. Ella no había estudiado, no al menos una carrera, desde pequeña comenzó a trabajar en la cafetería de sus padres hasta que se peleó con ellos cuando les hizo saber que no quería aspirar a nada más que servir cafés, y claro que no es nada malo, pero si por los padres fuera, todos seríamos médicos, presidentes del gobierno....

A partir de ahí se fue de casa y me propuso mudarnos a Dallas, donde yo podía formarme aún mejor en mis estudios y ella podría aumentar sus posibilidades de trabajo. Tiempo después de dar mi deseado , alquilamos nuestro piso y gracias a la ayuda que nos proporcionó mi padre y mi hermano pudimos hacer de este húmedo sitio un gran hogar, o al menos un pseudohogar. Nuestro piso al entrar tenía un pequeño pasillo coronado por mi querida mesita, y frente a la puerta, había un gran armario empotrado para guardar nuestros abrigos. Poco más adelante se situaba una pequeña cocina, y después el salón principal. Estaba compuesto por una mediana televisión y dos sofás negros, junto un puf negro y otro morado oscuro rodeando una pequeña mesa de cristal. A su izquierda, justo pegando con la pared, estaba la mesa de comedor, pequeña y rectangular, y cuatro sillas alrededor de ella. En la pared de enfrente había otro pequeño pasillo, donde estaba a la izquierda el baño y después mi habitación, y frente a ella, la de Megan.

-Sin comentarios- bufé mientras me tiraba a nuestro viejo sofá de color negro. No tenía si quiera ganas de hablar. ¿Por qué costaba tanto encontrar un trabajo de lo que habías estudiado? Si alguien me hubiera abierto los ojos en su momento, seguro que hubiera hecho lo mismo que Megan, que sin estudios, estaba trabajando y el dinero que ganaba le permitía vivir y darse algún capricho.

-No te des por vencida, no tan pronto, sabes de sobra que vales- me dijo con tono de consuelo, abrazándome fuertemente.

-Quizá no solamente sirva valer...- murmuré soportando el no poder respirar por culpa de su opresión.

-Oye, no me valen esos ánimos- contestó Megan despegándose al fin de mí- Con esa cara me vas a quitar las ganas de darte la sorpresa que tengo para ti.

-¿Una sorpresa?- pregunté frunciendo el ceño e incorporándome en el sofá.

-Sí, Sky, sorpresa; cosa que da motivo para que determinada persona se sorprenda- dijo con cara de superioridad de pie frente de mí.

-Eres una jodida estúpida- río tapándome el rostro con uno de los cojines que estaba a mi alcance.

-Calla de una maldita vez y escucha- contesta convirtiendo su gesto en un serio y sentándose en la esquina de la mesa de cristal. Su maldita manía que acabará dejándonos sin mesa- ¿Recuerdas ese puesto de secretaria en Black Enterprise?

-Puede...- mascullé con un puchero al imaginarme cómo sería trabajar allí. Black Enterprise era una de las más importantes de Dallas.

-Tienes una entrevista- dijo rápidamente mirando con cara de deseo y formando con sus labios una fina línea fruto de su emoción.

-¿¿Qué??- vociferé, levantándome de un respingo del sofá y provocando que ella hiciera lo mismo- No, no, no tengo ánimos para bromas, Megan, no es gracioso.

-Sí, esta tarde. No, no es gracioso, es una sorpresa. No, no puedes echarte atrás- contestó agarrándome por los brazos y sacudiendo levemente para que volviera a la conversación.

-Pero... ¿Cómo? Por favor, di que no es una broma, dilo- ella negó con la cabeza con una sonrisa un tanto vanidosa-¿Cómo lo has conseguido?- tartamudeé abriendo mis ojos ampliamente.

-¿Magia?- dijo mientras aleteaba sus pestañas de una manera coqueta y me incitó a saltar con ella.

-¡¡Para!! Explícame- pedí, siendo yo en ese momento quien la agarraba de los brazos para relajarnos.

-Tim, ¿te acuerdas de él?- contestó algo más tranquila pero con una sonrisa aún en su rostro.

-No- dije riéndome nerviosa.

-El que me tiró en la discoteca- intentó aclarar, pero no me valió de mucho.

-¿Cuál de los mil?- sonreí malvada, aunque intentando camuflar el revoltijo de sentimientos que se habían formado en un barriga.

-El jardinero de Black Enterprise- dijo riéndose como una loca.

-¿Él... te... lo... ha conseguido?- tartamudeé atendiendo a cada movimiento que hacía Megan, para asegurarme por su lenguaje corporal que realmente iba en serio.

-Sí, y como no te des prisa, llegarás tarde- me empujó hacia el pasillo de las habitaciones- No pretenderás ir con esas pintas, ¿no? Hueles a perdedora- bromeó.

La miré con ilusión; definitivamente tenía una entrevista en Black Enterprise. Salté de ilusión y me metí en mi habitación para cambiarme de ropa y arreglarme un poco el pelo, pues la lluvia había acabado con mi peinado.

Me puse una falda de tubo azul con una camisa blanca y un collar, me puse un abrigo y salí corriendo a Black Enterprise.

Llegué al sitio donde se encontraba la que ojalá fuera mi empresa, aunque ya apunté mentalmente que debería quejarme si me cogían sobre el aparcamiento, ya que estaba cerrado y sin muchas expectativas de ser abierto.

Como acostumbraba en mi desastrosa vida, iba tarde, ya que nunca me hubiera imaginado que desde mi casa hasta la empresa hubiera tanto camino, por lo que tuve que ponerlo mal estacionado cerca de la empresa. Conté hasta tres para hacerme a la idea de que en el trayecto del coche a la puerta de la empresa me iba a mojar, y salí corriendo hacía allí. Cuando llegué a la puerta me paré en seco: eso era demasiado impresionante. Era tan alto, y brillaba. Brillaba mucho.

Por un momento quise despertar ese sueño en el que no era bien recibida. Me sentía tan pequeña... como nunca antes me había sentido, o al menos, no tanto. ¿Estaba siendo demasiado ambiciosa presentándome a un puesto así? Indudablemente, la respuesta era sí. Por un momento pensé en girar sobre mis talones e irme por donde había venido, pero mis pies y supongo que la ilusión no me lo permitieron. Pellizqué mi brazo, causándome un desagradable dolor a la par que gustoso por hacerme saber que ese no era un sueño, era la realidad, y era una oportunidad la cual no debía dejar escapar.

Instantes después, y rezando para que nadie hubiera sido testigo de mi lucha interior en la puerta sobre si entrar o marcharme, entré en la empresa, y eso consiguió que mis dudas se multiplicaran por mil.

-¿Qué quiere?- preguntó lo que supuse que era la recepcionista cuando me vio sin rumbo en la puerta. Le sonreí y me acerqué a ella, observando cómo su cabello rubio oscuro no era afectado por la gran humedad del ambiente. Segunda cosa, si era contratada en esa empresa, ella me tendría que contar cómo hacer que el cabello no se bufara por la lluvia.

-Para la entrevista del puesto de secretaria- musité sin mirarle directamente a la cara. ¿Era estúpida al sentirme inferior a todo lo que tenía que ver con esa empresa?

Ella soltó una risa sarcástica por lo bajo que me incomodó mucho y que me hizo levantar la mirada, para descubrir cómo sus ojos marrones me analizaban detenidamente.

-Su nombre- dijo al fin tras carraspear su garganta para disimular esa risa fuera de lugar. Sin lugar a dudas, ya no me interesaba ninguno de sus tips respecto a su cabello.

-Skylar Grace Evans- contesté ardua rascando mi cuello considerablemente nerviosa.

-Está bien- dijo tras revisar una lista que había en la esquina del mostrador- Puede sentarse ahí y esperar.

¿A qué había venido esa sonrisita estúpida? Demasiado nerviosa estaba yo para que ella lo aumentara. Me senté temblorosa en un sofá de terciopelo blanco, aunque, a decir verdad, todo era blanco.

Esperé unos minutos hasta que un hombre vestido con un mono vaquero y camisa a cuadros, propio de un jardinero, preguntó en voz alta:

-Propietario de Porsche Cayenne S rojo, salga.

Algo más tranquila, y acariciando el suave terciopelo del sofá, miré hacia la gente para ver quién reaccionaba, la verdad que la persona que estacionara un coche mal en esa zona era simplemente estúpida. Tan estúpida como... como yo.

Me levanté rápidamente, con el pecho comenzando a bajar y a subir por la intensidad de mi respiración, y me acerqué al chico que se disponía a salir ante el silencio que se había acomodado en la recepción.

-Yo- le dije, provocando que él volviera a entrar en la recepción ante mi voz- ¿Qué sucede?

-Salga- repitió alzando una de sus cejas con cierta cara de desconcierto.

Yo asentí con los ojos bien abiertos y así hice. Una vez en la puerta, agradeciendo que hubiera parado de llover por unos momentos para no estropear más mi cabello, me percaté de que mi coche, que tanto sudor y lágrimas me había costado, se encontraba rodeado por dos policías.

-¿Qué le ha pasado a mi coche?- bramé pasos antes incluso de llegar junto a ellos.

-Oh- musitó un policía a la vez que el otro también se giraba ante mí, descubriendo que esos dos policías estaban acompañados por una tercera persona, aparentemente civil- Su coche estaba mal estacionado.

Yo bajé la mirada y suspiré profundamente; había ido en busca de trabajo para ganar dinero y seguramente iba a volver a casa con menos dinero debido a la multa.

-Y este hombre ha rozado su coche debido a su mala posición- continuó diciendo el mismo policía apoyando sus manos en su cintura.

-¿Qué?- vociferé exasperada mientras rodeaba todo mi coche para ver finalmente que la puerta del copiloto estaba especialmente lacerada- ¿Y ahora qué?- continué con el mismo tono de voz, muy enfadada, rozando con las yemas de mis dedos las "heridas" de mi pobre coche.

-Yo lo pagaré- dijo el hombre que no parecía un policía. Al escuchar su voz fue la primera vez que me digné a mirarle, e impulsivamente le fulminé con la mirada.

-No tiene por qué, la culpa es de la señorita que ha estacionado mal su coche. Me imaginaba que sería alguien joven- comentó el otro policía, provocando que mi mirada asesina se posara esa vez en él.

-¿Rompe mi coche y es mi culpa?- vociferé realmente disgustada. Era cierto que era mi culpa y que había estacionado mal mi coche, ¿pero acaso él era ciego para no verlo? Porque, literalmente, se lo había tragado.

-Sí- contestó de mal humor un policía encarándose a mí, colocándose en posición de jarras.

-Lo pagaré yo- repitió el hombre interponiéndose en el duelo cara a cara que habíamos formando uno de los policías y yo, dándome la espalda- Ya sabe cuál es mi nombre, ahora tengo que irme- continuó diciendo, para después dar un toquecito en el hombro del policía y marcharse.

¿Ya sabe cuál es mi nombre? ¿Tantas multas había tenido? ¿Y tenían la cara de echarme a mí la culpa que en la vida había tenido un problema así?

-Dígame su nombre- preguntó el policía sacando de su bolsillo una pequeña libreta y un bolígrafo.

-Skylar Grace Evans- era la segunda vez que decía mi nombre en apenas unos minutos- Ahora, si me disculpa, tengo una entrevista de trabajo.

-¿En Black Enterprise?- dijo con gesto torcido el otro policía.

Yo asentí entrecortada y pausadamente.

Ambos me miraron de arriba abajo y luego se miraron ellos y no dijeron nada. Odiaba que la gente me inspeccionara como si fuera una mercancía.

Yo me quedé quieta unos segundos, y me fui de allí. Caminé de nuevo hacia la empresa y al entrar, decidí meterme unos segundos en el baño para retocarme.

-¿Por qué me miran todos así?- me pregunté a mi misma mirándome en el espejo mientras acomodaba mi cabello en lo medida de lo posible, aprovechando que no había nadie más- Tampoco me veo tan mal.

Comencé a mirarme detenidamente: era rubia, aunque mis cejas delataban que mi color natural era castaño oscuro. Decidí tintármelo tras la muerte de mi madre; me era imposible mirarme al espejo y verla en mi reflejo. Mis ojos eran totalmente azules, y mi tez aunque no era muy blanca, tampoco podía pavonearse de ser demasiado oscura.

Mejoré mi maquillaje como pude y suspiré profundamente. Me eché colonia por todas las partes de mi cuerpo, y ensayé una falsa sonrisa antes de salir de allí. Me quedaba mal, pero era lo único que tenía.

Volví al sitio donde estaba antes sentada con la cabeza agachada, y antes de llegar, oí la conocida voz de la recepcionista:

-Señorita- me giré al imaginarme que se refería a mí- Acérquese.

-¿Si?- contesté con cierto tono de pesadez.

-No esté tan nerviosa- dijo con tono conciliador y me rindió una sonrisa.

-No puedo- confesé sonriendo moviéndome especialmente nerviosa.

-Cada dos semanas el puesto está vacante, si no es esta vez, lo será a la siguiente- dijo convencida, intentando tranquilizarme con sus palabras pero consiguiendo que me perturbaran.

-¿Qué? ¿Cada dos semanas?- repetí extrañada en un hilo de voz. ¿Un contrato de dos semanas?

-El Jefe no aguanta a la misma secretaria más de dos semanas, aunque ese es el récord- al escuchar su declaración mi boca formó una perfecta y amplia O.

¿Dónde me había metido Megan?

En ese momento sonó el teléfono de la recepcionista y me hizo un gesto para que la disculpara. Yo asentí y volví a mirar el entorno.

¿Dos semanas? ¿Cómo era El Jefe de exigente? Si lo era tanto, seguro que al oírme hablar solo una vez me echaba inmediatamente de su despacho. Era el caos en persona, y eso no solía agradarle a mucha gente.

-¿Skylar Grace Evans?- escuché de la voz de la recepcionista y me volví a girar inmediatamente.

-¿Si?- contesté a una distancia prudencial de ella.

-Último piso al final, le espera El Jefe para la entrevista.

Yo tragué saliva fuertemente y mis ojos se abrieron como platos. ¿Estaba preparada? No, realmente no estaba preparada. ¿Y si huía? Quizá era lo mejor, quizá así me ahorraba el oír que era una descarada al presentarme a ese puesto de un viejo calvo cansado de los millones de su cartilla.

-Suerte- continuó guiñándome el ojo.

Yo hice un movimiento en seña de agradecimiento; no me salían las palabras. Subí al ascensor y mientras subía, iba recordando la mierda de mañana que había llevado: la nefasta entrevista, mi coche estropeado, y ahora un jefe al cual solo podías aspirar dos semanas de trabajo.

Había acogido esa entrevista con tanta ilusión, que hasta yo misma me extrañaba de desear que ese ascensor no se abriera nunca. Podría averiarse, podría quedarse cerrado hasta el día siguiente y así perder la entrevista, así no podía echarme en cara Megan que había sido mi culpa.

Llegó, por suerte o por desgracia, al fin al último piso, donde de las cinco personas que nos habíamos subido en recepción yo era la única que quedaba ahí. Cerré los ojos un momento, y fui a la puerta del final. Miré hacia un lado y vi la mesa vacía de su secretaria. Comencé a temblar y toqué como pude la puerta.

-Entre- escuché desde dentro una voz ronca que había conseguido imponerme solo por pronunciar esa simple palabra. Me santigüé y decidí abrir la puerta, ¿qué podía decirme que no me hubiera dicho el señor de la anterior entrevista? Incluso me había tachado de aprovechada de la vida, pero a decir verdad, no había sabido defender mis conocimientos, porque tener los tenía, pero me era difícil sacarlos a relucir.

Mi primera impresión del sitio fue su inmensa dimensión: era enorme, y para no variar, blanca. Había un hombre vestido de traje de espaldas, mirando el gran ventanal, y al escuchar la puerta, se giró.

Mierda, mierda, y más mierda para mi toda.

¿El día no podría haber ido peor...?

Él sonrió al reconocerme. Era el hombre que había destrozado mi precioso coche. Yo cerré los ojos y suspiré aun postrada justamente al lado de la puerta. ¿Podía hacer la entrevista desde ahí y que me fuera más fácil huir si la situación así lo requería? Adiós trabajo de mi vida.

Le miré detenidamente; era alto, con el pelo rizado cobrizo, y unos ojos profundamente azules oscuros.

-¿Va a quedarse en la puerta?- preguntó tomando asiento, rompiendo el silencio incómodo que habíamos formado pero que me hacía sentir más calmada.

Yo negué con la cabeza, confusa. ¿Dónde estaba la cámara oculta? Di unos pasos hacia delante hasta que me encontré frente a la mesa.

-Siéntese- dijo con tono de orden que fui incapaz de infringir.

-¿Ahora no habla tanto como antes, no?- continuó con voz seria pero con cierto deje jocoso que me hizo confundirme aún más al ver que solo hacía gestos y no pronunciaba ni una palabra. Realmente no me salían, las tenía estancadas en la garganta, y, o no decía nada, o salían todas a la vez.

-Hola- murmuré mirando mis manos entrelazadas sobre mis muslos, suspirando pausadamente para digerir bien la situación.

Hola, suerte, me llamo Skylar Grace Evans y me gustaría conocerte alguna vez en la vida.

Escuché una sutil carcajada que me hizo descolocarme aún más. Supuse que en el anuncio de trabajo buscaban una secretaria, no un bufón para hacer reír a todos los trabajadores de ese sitio.

-Bien, le haré varias preguntas- dijo colocando sus codos sobre la mesa y alzando considerablemente la voz para asegurarse de que estaba atenta. Alcé mi mirada y descubrí cómo su cara reflejaba cierta diversión. Eso me puso más nerviosa- Cuénteme acerca de usted misma.

Opté primeramente por el silencio. Miré al ventanal que se encontraba a la espalda del hombre, cerciorándome de que había vuelto a llover. Sacudí mi cabeza.

No, no podía entretenerme con eso. No, no y no.

-Tengo 23 años- hablé al fin, volvendo a mirar mis manos. Hablar mirándole a la cara se había convertido en misión imposible para mí- Y acabo de terminar la universidad.

Él sonrió mientras asentía levemente, aunque ese gesto no me inspiró confianza.

-¿Qué experiencia tiene usted en este campo?- continuó, mirándome intensamente, colocando su chaqueta perfectamente colocada ya de serie.

En ese momento me permití hacerme de entrevistadora a mí misma y plantearme una pregunta: ¿Qué hago aquí? ¿Cómo he podido si quiera pretender trabajar en una empresa así?

-Mire Señor...- mascullé alzando la vista, pero volviéndola a centrar en mis manos al cruzarme con su mirada. No sabía ni su nombre, así que miré la placa y mi suspicacia me hizo percatarme que quizá se llamaba Alexander Black. Tenía sentido, era el jefe de Black Enterprise- Señor Alexander, acabo de terminar mi carrera y yo solo he trabajado en las prácticas en una empresa al por menor-

¿Ese término existía? Conocimientos, ¿Dónde estaban? ¿Por qué me abandonaban cuando más lo necesitaba? Y si la presión de una entrevista no era bastante, encima, la presencia de él me hacía incomodarme más.

Él asintió tenuemente, con cierta cara de neutralidad.

-¿Se considera usted exitosa?- continuó, parecía que estaba leyéndolo. ¿Estaba escuchando realmente mis respuestas?

-Sí- me encogí de hombros y acaricié mi labio inferior con la yema de mis dedos- Me he fijado metas que he ido cumpliendo y he ayudado a otros a alcanzar las suyas.

Al escuchar mi respuesta me miró inquisitivamente asintiendo formando un pequeño mohín; le había gustado.

-¿Qué sabe de esta organización?- preguntó levantándose y volviendo a colocar su traje.

No me había preparado nada. Solo había estudiado acerca de la otra empresa, y obviamente no tenían nada en común.

Suspiré profundamente.

-Es... una de las más... importantes de todo Dallas- mascullé para que no me entendiera muy bien.

-Eso lo sabe hasta un bebé, señorita Evans- contestó intentando disimular una pequeña risa, apoyándose en la esquina de la mesa, cerca de mí.

¿Quería incomodarme? Porque lo estaba consiguiendo a la perfección.

-Ya...- musité colocando un mechón de pelo tras mi oreja, con cierto reproche a mí misma.

Él se recolocó y quedó totalmente sentado sobre la mesa. Obviando su cara de arrogancia, su postura no me llegaría a pensar que se trataba del jefe de una empresa tan importante.

-¿Sabe de alguien que trabaja para nosotros?- continuó cruzándose de brazos, sintiendo su eterna mirada clavada en mí.

-Tim, el jardinero- contesté conteniendo una risa que quería salir y de hecho salió.

¿En serio había dicho eso? Estaba demasiado nerviosa.

Él giró la cabeza y puso su mano sobre su boca. Se estaba riendo. ¿Era bueno o malo?

Malo, obviamente, se estaba riendo de mí.

Yo miré hacia abajo; esa situación era demasiado embarazosa y yo era demasiado ingenua.

-Mantenga la compostura- dijo mientras tosía para disimular su risa- Continuemos, señorita Evans. ¿Cuánto dinero o salario espera recibir?

-Esa es una pregunta difícil. ¿Podría decirme el presupuesto fijado para ese puesto? - esa respuesta la había leído en un foro que busqué para este tipo de preguntas, esa respuesta y todas las anteriormente dadas que resultaban algo más inteligentes que las de mi propia cosecha. Realmente con 1200 dólares al mes me conformaba, pero también leí que es bastante inapropiado decir cifras en la entrevista.

-2500 al mes, señorita Evans- respondió esta vez sentándose de nuevo en la silla.

Si hubiera estado de pie, seguro me hubiera desmayado.

¿2500 al mes? Doblaba el salario al que me conformaba.

Amarga tentación de saber las maravillas de ese trabajo y saber que nunca sería mío.

-¿Es lo que merece su trabajo, señorita Evans?- prosiguió al ver mi seguro rostro de sorpresa.

-Eso ya lo valorará usted- sin pensar, respuesta idónea. ¡Toma ya!

-¿Cuánto tiempo se va a quedar trabajar para nosotros sí es contratada?- ese hombre era impasible. Podría al menos dedicarme una sonrisa de: buena respuesta. Seguía pensando que estaba haciéndome las preguntas por cortesía pero realmente desde el momento que crucé la puerta sabía que no me iba a contratar.

-Me gustaría que sea por un largo tiempo o tal vez mientras tanto que yo sienta que estoy haciendo un buen trabajo como ustedes lo sientan así de igual manera- bendito foro y benditas las horas que me había pasado por la madrugada memorizando esas respuestas que me estaban salvando de quedar en evidencia ante él.

-¿Por qué la debo contratar?- preguntó echándose hacia atrás y apoyando su espalda recta al dorso de la silla.

-Para que pueda demostrar mis ganas de trabajar y de satisfacerle- contesté rápidamente. Él enarcó una ceja y sonrió levemente. ¿En serio había dicho satisfacerle? Solo de recordar mis palabras me ruboricé.

-Está bien- volvió a acercarse a la mesa- Una última cosa, ¿tiene alguna pregunta para mí?

-¿Cu-cuáles son los problemas... que la empresa enfrenta hoy en día y quien... o quienes en la empresa los están... enfrentando?- tartamudeé tocándome el cabello. Estaba claro que no respondería a eso, pero era la única pregunta que recordaba del foro tras esa bochornosa contestación.

-Señorita Evans- sonrió vacilante mientras se volvía a levantar- Somos una de las empresas más importantes de todo Dallas.

Le miré intensamente. Quería irme de allí. Deseaba irme de allí. O quizá no tanto.

Él se levantó y yo hice lo propio.

-Gracias por haberme atendido- dije colocándome disimuladamente la falda. En ese momento el me analizó de arriba abajo, como hice yo con él al entrar.

-Agradézcame algo cuando la haya contratado- suspiré con los ojos cerrados, para contener las lágrimas de la pésima entrevista que le había ofrecido- Si la contrato.

Sonreí falsamente y abrí la puerta. Antes de salir de ese despacho ya tenía claro su respuesta.

Le volví a mirar antes de salir, y cuando puse un pie fuera de allí, escuché:

-Señorita Evans- giré sobre mis talones y volví a mirarle, con cierto agotamiento debido a la tristeza que había invadido mi cuerpo- No se preocupe por los daños de su coche.

Asentí seria con la cabeza y me marché deprisa al ascensor. Marqué el botón de recepción y conmigo entró un joven moreno con ojos verdes grandes. Tapé mi rostro y suspiré; tenía que ser fuerte y no mostrarme tan débil ante esa gente que solo había conseguido hacerme sentir inferior a ellos.

-Es la primera vez que nos vemos, ¿no?- preguntó con unos papeles en la mano y una sonrisa en el rostro.

-Y posiblemente la última- musité suspirando y rodando los ojos.

-¿Ha ido mal con El Jefe?- preguntó interesado, apoyándose en una de las paredes del ascensor.

¿Cuándo íbamos a llegar a recepción?

Sonreí con tono de sí, ha ido como el culo.

-Yo soy becario- dijo vigoroso, mirando al frente-Confío en que me contraten.

-Suerte- pronuncié y por fin se abrió la puerta del ascensor. Él salió conmigo y tropezó, cayéndosele todos los papeles que lleva en la mano- Suerte- repetí.

En otra ocasión me hubiera quedado ayudándole, pero necesitaba aire puro y fresco fuera de Black Enterprise.

Pasé disimuladamente por al lado de la recepcionista y ésta no me vio ya que Tim, el jardinero, la estaba entreteniendo. Sonreí triunfante al ver la puerta tan cerca de mí.

Salí al fin, y respiré. ¿Era mi imaginación o el aire que respiraba Alexander Black era demasiado denso?



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro