Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9- Confusión

Cuando ShiWei despertó, se dio cuenta de que ya no sentía frío: estaba acostada y cubierta por un abrigado edredón. Se movió con lentitud por miedo a sentir algún dolor. No entendía muy bien dónde estaba ni qué le había ocurrido, hasta que recordó que había huido de su casa. Súbitamente nerviosa al recordar que debía volver, trató de apoyar sus manos para levantarse, pero sintió el dolor de sus heridas.

—¡Ay! —se quejó, mientras volvía a acostarse y levantaba las manos a la altura de sus ojos: vio que las tenía vendadas con unas tiras de tela blanca.

—¡No te muevas, ShiWei! —le dijo Bo, que estaba sentado delante de una mesa, a un costado de la habitación. Estaba preparando una tisana para ella, y se levantó, apresurado, para ir a ayudarla.

La chica pudo admirarlo mientras el muchacho iba caminando hacia ella: llevaba un hanfu sujeto con un ancho cinturón de cuero; su cabello, largo casi hasta la cintura y que ella nunca había visto suelto, estaba sujeto con un broche de metal. Parecía salido de una ilustración antigua.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó a la chica que lo seguía mirando con la boca abierta.

—Yo... no sé… —respondió ShiWei, bastante confundida.

—¿Cómo que no sabes? —A Bo le hizo gracia la torpe respuesta de su amiga—. ¿No sabes cómo te sientes?

ShiWei pudo rehacerse un poco y le preguntó:

—Esa ropa que traes puesta, ¿qué es…?

—¿Ésto? —respondió el chico, mientras alisaba unas inexistentes arrugas de su hanfu y sonreía con timidez—. Esta es la ropa que usamos aquí…

—Pero… —Despierta por completo a causa de la impresión, y olvidada del dolor de sus manos, la chica se sentó en la cama y observó a su alrededor—, pero aquí... aquí... ¿Dónde estamos? —preguntó, desconcertada: la habitación en la que estaba, que parecía excavada en las rocas de una cueva, tenía grandes ventanas que dejaban pasar el aire, que tenía un ligero aroma a mar. Tenía muebles también tallados en la roca, y grabados antiguos con poemas tradicionales, colgados de las paredes. ShiWei observó todo con temor, y luego vio a ese chico, al que había visto días atrás vestido como un campesino, y que ahora parecía arrancado de una postal del pasado. Comenzó a respirar de manera irregular, presa de los nervios.

—¡ShiWei, debes calmarte! —le dijo el chico, alarmado. Pero ella no pudo hacerlo: su cuerpo se aflojó y cayó sobre la cama.

Bo salió corriendo por ayuda, pero fue peor, porque volvió con otro hombre que parecía un monje budista.

—¡No sé qué le pasó, Maestro! 

ShiWei, con los ojos apenas entreabiertos y la respiración superficial, sintió una mano que sujetaba su muñeca como si fuera a tomarle el pulso.

—Sólo es el susto, Bo. ¿Le dijiste dónde estamos?

—Sí, Maestro, pero en parte...

«¿Todavía hay más para saber?» pensó ShiWei, que no creía poder aguantar alguna noticia más fuerte que las que ya había escuchado.

—Debes ser más cauteloso al explicarle —le respondió el monje.

—Sí, Maestro. Lo lamento... —la humilde disculpa de Bo, acompañada de una profunda reverencia hacia el hombre que después se levantó del costado de la cama y salió de la habitación, añadió más desconcierto a la confusa mente de ShiWei, que ya no sabía en qué lugar estaba, ni en qué época.

«Estoy hiperventilando» pensó. Debía tratar de calmarse. Recordó que esa gente le había salvado la vida al sacarla del frío lugar en donde había caído, y en donde con seguridad iba a morir congelada.

—Bo... —le dijo, cuando pudo tranquilizarse un poco.

—Sí, ShiWei… Aquí estoy —le respondió el preocupado muchacho, mientras volvía a sentarse al borde de su cama y tomaba una de sus lastimadas manos entre las suyas. Las manos del chico ahora estaban tibias.

—Quiero que me cuentes dónde estamos en realidad...

Bo se quedó mirándola sin saber bien cómo empezar a contarle la historia. ShiWei era una chica moderna, pero su amigo no sabía si iba a entender con exactitud en dónde estaban.

—Trataré de explicártelo lo mejor que pueda. Este lugar es una isla, y funciona como un retiro espiritual para mi maestro, el monje budista Tong Ming.

Shiwei lo interrumpió cuando recordó toda su investigación acerca de la familia Wang:

—¿Una isla? ¿Pero de qué hablas, Bo? ¿Cómo vamos a estar en una isla, si la distancia entre el jardín y el mar es de muchísimos kilómetros atravesando un bosque cerrado...?

Bo lanzó un suspiro: no iba a tener más remedio que confrontar a su amiga con las evidencias:

—Si te sientes mejor y puedes levantarte, te haré un pequeño recorrido por el lugar...

ShiWei confiaba mucho en Bo, pero en ese momento no estaba segura de nada. Tenía bastante curiosidad por saber qué era ese extraño lugar, pero al mismo tiempo sentía miedo de descubrir algo desagradable.

—Dime la verdad, Bo… ¿Acaso estoy muerta… y ésto es una especie de más allá? —le preguntó al muchacho, que lanzó una carcajada en respuesta a su pregunta, y la hizo poner colorada.

—¡Por Dios, ShiWei! —exclamó Bo, sin dejar de reírse de ella—.  ¡Qué imaginación que tienes! Por supuesto que no estás muerta. ¿No ves las heridas de tus manos y tu rodilla?

Un poco ofendida, la chica replicó:

—Bueno, pero eso no tiene nada que ver... Si me hubiera muerto estando herida, mi fantasma tendría las mismas marcas...

La explicación pseudocientífica, dicha con total seriedad, fue recibida con más carcajadas por su amigo. ShiWei ya estaba más que ofendida, y se sumergió en un hosco silencio mientras miraba a Bo de reojo, muy enojada.

—¡Oh, lo siento...! —se disculpó el muchacho, tratando de contener la risa—, ¡es que tus teorías son tremendas! Mejor vístete, que yo te esperaré afuera. —Cuando se dio vuelta y se puso de espaldas a la chica, para salir de la cueva, la sonrisa de Bo se transformó en un gesto de preocupación.

ShiWei levantó el edredón para salir de la cama, y se dio cuenta, con asombro, de que la ropa que tenía era distinta a la que llevaba puesta cuando había salido de su casa: vestía un pantalón blanco, largo y suelto, una especie de bata corta cruzada y atada a un costado, y en los pies, en vez de sus calcetines, unas extrañas telas sujetas a sus piernas con unas cintas.

«¿Qué es lo que tengo puesto?» pensó, avergonzada porque no recordaba haberse cambiado de ropa. Alguien la había vestido con esas cosas. «¡Por Dios! ¿Quién me cambió de ropa?».

Al costado de su cama y colgado de una percha, había un precioso hanfu de color celeste con unos sutiles bordados de flores, vaporoso y de aspecto delicado. 

ShiWei no pudo encontrar su ropa ni su mochila, y supuso que tenía que usar ese hermoso atuendo, aunque no tenía ni idea de cómo ponérselo. Sin saber bien qué hacer, salió por el mismo lugar por el que se había ido Bo, y se dio de lleno con una franja de arena en donde algunos pescadores extendían sus redes a secar. Cuando la vieron, todos pusieron cara de asombro, mientras la chica levantaba una tímida mano, para saludarlos.

—¡Por Dios, ShiWei! ¡Estás en ropas interiores! —Escandalizado, Bo la tomó de un brazo y la llevó, de un tirón, de nuevo hacia adentro.

—¿Ropas interiores? ¡Si estoy vestida de pies a cabeza! —le respondió la chica, extrañada—. Y aparte de eso, ¿dónde está la ropa con la que vine, y quién me la quito? —replicó, algo avergonzada.

—Tu ropa estaba rota y llena de sangre, y  la esposa de un pescador se encargó de... cambiarte —susurró el chico, tan avergonzado como ella—. Aquí no puedes usar tu ropa, ShiWei, o asustarás a la gente...

«¿Dónde diablos vine a meterme?» pensó la chica. Estaba segura de que había ido a parar a una especie de culto religioso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro