Capítulo 40- Dos almas
Los siguientes días fueron como un sueño: ShiWei y Bo se volvieron inseparables; compartieron su amor y su felicidad en ese lugar que el chico conocía tan bien.
—¿Sabes, ShiWei? —dijo el chico, mientras la llevaba de la mano por uno de los caminos colmados de rosales—. Cuando vivía aquí, el estanque de los koi era uno de mis lugares preferidos, aunque tengo otro rincón favorito, bajo un nogal al otro lado de la casa. Pero lo que siempre me gustó fue recorrer las tierras detrás del muro…
—Es una pena que ya no puedas volver a ese lugar… —respondió la chica, pensativa—. La puerta del león se cerró por orden judicial.
—Lo sé, pero bueno, supongo que de ahora en más tendré que pensar en otras cosas. Tengo mucho que aprender sobre este mundo.
Eso era verdad: Wang Li Bo, que había salido del mundo real hacía más de setenta años, no sabía cómo manejarse en ese lugar tan diferente al que recordaba. Un día tuvo que enfrentarse a dos cosas: a los celulares y a la patineta de Wang Jie. ShiWei se rió mucho de él: sobre la patineta era aún peor que ella.
—Recuerda que está bien que quieras que te llamen Wang Li Bo, pero que debes llamar papá y mamá a los señores Wang, y cuando vuelvas a ver a Wang Kai debes llamarlo tío, y tal vez te vuelva a pedir que arregles la vieja moto con él. La estaba arreglando junto con Wang Jie… —ShiWei sonrió cuando recordó al travieso chico.
Wang Li Bo pareció disgustarse:
—¿Lo extrañas...?
ShiWei se sorprendió: la frente de su amado estaba surcada por algunas arrugas.
—¿Estás celoso? —le preguntó, casi a punto de estallar en carcajadas. Tuvo que abrazarlo y darle un cálido beso para que a Bo se le fuera la cara de disgusto.
—No, no estoy celoso… —Aún con los ojos cerrados y los brazos alrededor de la cintura de la chica, Wang Li Bo sonrió, más tranquilo.
***
Nunca lo habían hablado con claridad, pero pasados los días, ShiWei comenzó a sentirse extraña: cuando estaba con su amado, ella sentía que era Bo, pero aunque al principio no quiso verlo, los brazos que la abrazaban y esa tibia boca que la llenaba de besos eran los de Wang Jie.
Wang Li Bo no parecía tener ni los recuerdos ni las habilidades de Wang Jie: no le gustaban las motos ni sabía nada de reparaciones; tampoco pudo aprender a andar bien con la patineta y la terminó dejando guardada en su habitación, y a pesar de ser aventurero y audaz, su carácter no se parecía en nada al del travieso y enérgico chico.
«Algo anda mal. Tal vez el alma de Bo pudo dominar a Wang Jie de tal forma, que lo anuló», pensó la chica. Eso no era bueno. Se preocupó al pensar en las consecuencias de que el cuerpo de Wang Jie albergara dos almas tan opuestas.
***
Los señores Wang habían notado el cambio de su hijo, y pensaron que estaba así a causa de que se había impresionado por el golpe. Cuando vieron que guardó la patineta y ya no volvió a usarla, suspiraron, aliviados: Wang Jie estaba madurando, por fin.
Descubrieron la probable causa de su cambio: su acercamiento a Yan ShiWei, la hija del contador de su hermano. Se quedaron tranquilos: la chica era seria y estudiosa, y a su lado Wang Jie iba a dejar atrás su personalidad juvenil y caprichosa.
Bo estaba feliz con su nueva vida: aunque sus padres y su querido hermano gemelo ya no estaban vivos, aún era un Wang y podía vivir entre sus descendientes. Tenía una segunda oportunidad para hacer las cosas bien y vivir la vida que el destino le había negado. También tenía a su amada ShiWei, y podía compartir su vida con ella. A veces veía dudas y hasta un poco de tristeza en la mirada de la chica, pero cuando él le sonreía los ojos de ShiWei cambiaban al instante, y también se sumergían en la felicidad del chico.
Una tarde en que los dos estaban en el estanque de los koi, mientras ShiWei, con sus libros de estudio, intentaba hacer entender a Bo el complejo mundo de la contaduría, sin saber cómo iban a hacer cuando el chico tuviera que volver a la universidad, vieron entrar un auto por el camino de grava: eran Lan Kai y su esposa, que enterados del problema de Wang Jie, habían volado desde Beijing para verlo.
Cuando el preocupado hombre se enteró, por su hermano, de que Wang Jie y ShiWei se habían hecho novios, sospechó algo: sabía que la chica estaba profundamente enamorada de Bo y que se llevaba bastante mal con su sobrino: un noviazgo así era imposible.
—¿Dónde están los chicos? —preguntó.
—Casi siempre están en el estanque de los koi. ShiWei es muy aplicada, y sigue estudiando aunque estén de vacaciones —le dijo la señora Wang, con alegría—¿Te imaginas que Wang Jie hace lo mismo que ella? Estudia con tanto ahínco que hasta se ha olvidado de la dichosa patineta…
Eso era imposible: Wang Jie amaba su patineta y Wang Kai lo sabía. Decidido a saber la verdad, fue a buscar a los chicos al estanque de los koi.
***
Wang Kai no tuvo que hacer muchas preguntas para averiguar la verdad: las caras de terror de los chicos lo llenó de miedo. Cuando Wang Li Bo le terminó confesando la verdad acerca de su idea de ocupar el cuerpo de uno de los Wang que naciera en la época del nacimiento de ShiWei, para estar con ella, y que finalmente había logrado ocupar el cuerpo de Wang Jie, pero dieciocho años más tarde, el hombre pareció volverse loco.
—Pero… ¡¿Cómo pudiste hacer algo así…?! O sea que entonces Wang Jie…
—Él iba a nacer en otro cuerpo y tendría otra vida… Nunca lo iban a conocer y nadie sufriría por mi decisión… —Viendo la cara de horror de su sobrino, Bo pudo entender la terrible consecuencia de lo que había hecho—. Lo siento… No tenía idea de que iba a pasar esto... —susurró, cabizbajo.
Wang Kai por fin se atrevió a hacer la pregunta que ShiWei había evitado todo ese tiempo:
—Pero… ¿Dónde está el alma de Wang Jie…?
—No lo sé, sobrino. Él ya no está aquí…
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