
Capítulo 38- Tiempo
El tiempo pasó, y ShiWei, un poco más tranquila después de transitar su duelo, pudo llegar a comprender la injusticia que había cometido con Wang Jie: no podía culparlo por lo ocurrido con Bo, que había tomado una decisión llena de riesgos, que por desgracia había fallado, pero que no tenía nada que ver con el chico. Pero a pesar de que trató de hablar con Wang Jie, no logró acercarse a él.
Arrepentida, comenzó a asistir a los juegos de básquetbol, arrastrando con ella a la disgustada LiYing, que se transformó en ayudante involuntaria de su amiga en sus planes para lograr que Wang Jie la perdonara.
—¿Pero qué demonios le hiciste, ShiWei? —le preguntó la chica, que no podía comprender la obstinación de los dos, una por acercarse y el otro por huir de ella—. ¡Ya déjalo! ¿No ves que no quiere saber de nada? —volvió a exclamar cuando vió al chico salir a toda velocidad con su patineta, como si en vez de verlas a ellas hubiera visto al diablo.
—¡Se volvió a escapar...! —ShiWei solo quería pedirle disculpas, pero el chico la dejó atrás antes de que pudiera decirle una palabra—. ¡En serio, LiYing, es muy importante que hable con él!
—Pero si Wang Li Bo no quiere, no vas a lograrlo. Se volvió un especialista en huir de las chicas y los novios celosos...
—Tengo una idea... —dijo de pronto ShiWei—, y tú vas a ayudarme, LiYing...
—¿Y ahora qué piensas hacer...? —preguntó su amiga con miedo, segura de que iban a transgredir alguna de las normas de la universidad.
—¡Podemos meternos a su edificio y encontrar su dormitorio!
—¡¿Qué?! ¡¿Estás loca?! ¿Acaso quieres que nos echen de la universidad?
—¡No seas exagerada...! Nada va a pasar. Nos disfrazaremos de hombres…
La asombrada LiYing escuchó el descabellado plan de su amiga, pero ya no pudo negarse ni huir de ella, y cuando quiso acordar estaba parada delante del edificio donde vivía Wang Jie, con un equipo deportivo enorme, que cubría sus formas femeninas, su cabello recogido dentro de una gorra de hombre, y paralizada por el miedo.
Esperaron un rato hasta que, gracias a un alumno distraído que salió y dejó la puerta a medio cerrar, lograron entrar al edificio de los dormitorios estudiantiles masculinos.
Aterrada, LiYing iba detrás de su amiga, tratando de cubrirse de las cámaras de seguridad. ShiWei, con la voz más grave que le salía, le preguntó a otros alumnos, y así logró llegar al dormitorio que buscaba. Wang Jie, desprevenido, abrió cuando golpearon la puerta, y ShiWei lo tomó del brazo para arrastrarlo hacia afuera.
—¡Suéltame, ShiWei! ¿Qué haces? —exclamó, sorprendido al verla vestida con ropa de hombre, y sin poder soltarse de su bastante fuerte agarre. No quiso utilizar la fuerza para soltarse, por temor de lastimar a la chica.
—¡Ay, dios mío! ¡Nos van a echar de la universidad! —lloriqueó LiYing, mientras caminaba detrás de los dos chicos. Cuando llegaron a la calle, ShiWei le ordenó que se marchara, y la asustada muchacha desapareció al instante.
—¡Ahora vamos a hablar, Wang Jie...!
—¡Yo no tengo nada de que hablar contigo! ¡Déjame en paz! —gritó el chico, y tiró un poco de su brazo para liberarse. Pero no logró más que sacudir a la decidida ShiWei, que no aflojó su agarre.
—¡Déjame hablar, y después podrás irte...! —gritó la chica. Luego se arrepintió, y siguió con voz un poco más normal—. Yo... necesito pedirte perdón por lo que te dije. Estuve horrible, lo sé, pero estaba dolida por lo que pasó con Bo. Fui injusta contigo. Lo siento mucho, Wang Jie...
El chico permaneció quieto y con expresión sombría mientras ShiWei hablaba. Cuando por fin ella se quedó en silencio, la miró con frialdad:
—¿Injusta? ¡¿Injusta?! ¡Deseaste que yo jamás hubiera existido con tal de que tu querido Bo, mi tío abuelo, estuviera vivo! ¡¿Eso te parece una simple injusticia?! ¡Eres de lo peor, Yan ShiWei! ¡No quiero volver a verte en mi vida! —Wang Jie, pálido de rabia, escupió sus palabras con dolor y volvió a sacudir su brazo, casi tirando a la chica, que lo soltó, helada por sus palabras.
—Lo siento, Li Bo, yo...
—¡No uses mi nombre! ¡Y no vuelvas a cruzarte en mi camino! —gritó el chico, que después corrió hacia su edificio.
ShiWei se quedó mirando la puerta por donde había desaparecido Wang Jie, sin poder reaccionar.
—Vamos, ShiWei... Déjalo, ya está... —LiYing, que no se había ido muy lejos, y pudo ver la discusión sin oír con claridad de qué hablaban, tomó de los hombros a la conmocionada chica mientras le hablaba, y se la llevó de allí.
***
El primer año de estudios terminó, y ShiWei, que tenía ganas de trabajar en Beijing y quedarse allí durante las vacaciones, no tenía experiencia en ningún trabajo, y después de una búsqueda inútil decidió aceptar la invitación de sus padres y volver a la casa de los Wang. Enemistada como estaba con Wang Jie, esperaba que Wang Kai ya no estuviera allí, porque no quería responder preguntas. Por suerte, cuando llegó, la casona estaba cerrada. Lo primero que hizo, después de saludar a sus padres, fue ir a visitar la tumba de Wang Li Bo.
El rosal plantado por la señora Wang estaba enorme, y a su alrededor habían construido una pequeña pérgola, para sostenerlo. Una parte de la planta, cargada de perfumadas flores rojas, le daba sombra a la piedra, y debajo de la pérgola, sobre el verde césped, había un pequeño banco de hierro que tenía unos hermosos detalles en los apoyabrazos: cabezas de leones.
ShiWei pronto se olvidó de que su lugar preferido era el estanque de los koi, y comenzó a pasar sus tardes en el banco desde donde, cubierta del fuerte sol por el perfumado ramaje, podía sumergirse en sus recuerdos.
—¿Por qué está siempre allí, al lado de la tumba de esa persona que ni siquiera conoció? —se lamentó su madre.
Su esposo no supo qué responderle: después de un año fuera de casa, ShiWei había vuelto transformada: parecía triste, pero a la vez se la notaba mucho más madura. Por más que sus padres le preguntaron qué le había sucedido, ella nunca les respondió nada.
A veces recorría el jardín conversando con el viejo jardinero, que le contó que el lugar estaba muy solitario desde que se había ido la familia Wang, apenas unas semanas después de que ella se fue a la universidad. La casona había permanecido cerrada desde entonces, y el señor Wang había dejado órdenes expresas de cuidar bien el jardín y, más que nada, mantener en buen estado la zona de la tumba y la puerta del león. Instalar la pérgola y el banco habían sido sus ideas. ShiWei sonrió, pensando en que seguramente Wang Kai había hecho instalar ese banco allí, esperando que algún día ella volviera.
Una noche, cenando con sus padres, la señora comentó al pasar que en unos días la familia Wang volvía a pasar unos días allí. La tranquilidad de ShiWei se hizo añicos: no tenía más remedio que confesarle a Wang Kai lo que había pasado entre ella y su sobrino. Aparte de decirle que estaba enemistada con Wang Jie, también tenía que darle la mala noticia de la desaparición de Bo. Sabiendo que eso iba a ser un gran golpe para el hombre, trató de prepararse.
Tres días después, un auto entró por el camino de grava. ShiWei, que estaba en el estanque de los koi, a los que visitaba algunas veces, llevada por la belleza del lugar, observó a lo lejos el movimiento del personal de la casa mientras bajaba el equipaje de la familia. Pero la persona que estaba al volante del auto no era Wang Kai, sino su hermano. ShiWei se tensó, esperando. La puerta del lado contrario se abrió y salió su esposa, pero las puertas de atrás no se abrieron.
—No vino...
El señor Wang fue hasta la puerta de atrás y la abrió. Luego metió la mitad de su cuerpo dentro del auto. ShiWei, intrigada por la escena, se puso pálida al ver cómo el hombre, con el rostro abatido, sacaba en brazos a Wang Jie para entrarlo a la casa.
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