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Capítulo 31- Enojo

ShiWei escuchó la historia de la patineta de Wang Jie:

-Desde niño quería una, pero mi madre tenía miedo de que me matara si me la compraban. Para colmo de males, una vez un amigo me prestó la suya, y yo no tuve mejor idea que tirarme por una pendiente... -El chico se levantó el flequillo y le mostró a ShiWei una pequeña cicatriz casi a la altura en donde nacía su cabello-. Cuatro puntadas. ¿Lindo, no? -le preguntó, riendo-. Por supuesto que ahí se destruyeron mis sueños de tener una patineta propia...

-¿Te tiraste por una pendiente la primera vez en la vida que usabas una patineta? ¡Estás loco...!

-Eso me dicen todos, pero yo creo que si aprendes despacio nunca llegarás a tu meta...

-Y tampoco te romperás la cabeza...

-¡Vamos, ShiWei! Si yo hubiera intentado aprender como tú, que casi no subiste el segundo pie, estaría como los niños pequeños: con rodilleras, coderas y un casco... -Wang Jie estalló en carcajadas y ofendió a la chica, que al verse descubierta en sus intentos de dominar la patineta, se levantó para irse-. ¡No, espera! No te vayas... es que te imaginé así con las coderas y... -El travieso chico volvió a estallar en carcajadas, mientras le pedía perdón a ShiWei con sus manos juntas y sin poder contenerse.

-¡Bueno, basta! -exclamó la chica -. ¡Si te vas a reír de mí, me voy y no vengo más!

-¡No seas mala! ¿En serio no quieres volver? Tal vez podamos jugar... -le dijo Wang Jie, señalando una consola de juegos conectada a una pantalla-. ¿Sabes jugar...? -La suplicante mirada del chico hizo que ShiWei, que ya se había levantado para irse, volviera a sentarse, aunque ya sin muchas ganas.

-Sí, sé jugar. Pero te desviaste del tema y no terminaste de contar la historia de tu patineta.

-¡Oh, es cierto! Esto es una especie de broma de mi hermano, que la compró en Londres y le mandó hacer ese dibujo en la parte de abajo. Como habrás adivinado, representa el emblema de nuestra familia, y las llamas de los ojos del león son mi elemento del horóscopo chino; pero la broma de mi hermano fue que en vez de ponerle el nombre Wang Jie, le puso Wang Li Bo. Ese maldito sabía que la iba a usar aunque no me gustara el nombre.

-¿Y tus padres no se enojaron cuando se enteraron?

-No tuvieron oportunidad. Cuando volví a China estaba bastante práctico y ya no me caía como en Londres. Pero mi querido hermanito se llevó una buena reprimenda de mi padre -El rostro de Wang Jie estaba lleno de satisfacción.

ShiWei, cuyo único acto de rebeldía había sido escaparse hacia la puerta del león y buscar a Bo cuando su padre le quitó el teléfono, sintió que ese chico era demasiado indisciplinado, y que tampoco respetaba a sus padres. A pesar de que se sentía obligada hacia los Wang, por cortesía, no deseaba relacionarse con él. Cuando se despidió, le prometió volver al día siguiente para jugar con la consola, pero ya no volvió a visitarlo.

***

Todavía faltaba un mes para que terminara el verano, y en dos meses más ShiWei tendría que irse a Beijing para comenzar sus estudios universitarios. Wang Jie, recuperado de su golpe y enfrascado en la reconstrucción de la antigua moto y los paseos con su tío en el auto de su abuelo, ignoró a la chica por completo: durante los días en que había tenido que permanecer encerrado, aburrido y sin poder moverse, esperó a ShiWei con impaciencia, pero ella no apareció más y él se ofendió tanto, que tomó la decisión de no volver a hablarle. A ShiWei le daba lo mismo lo que pensara Wang Jie, y si quería o no hablar con ella, pero viendo cómo se divertían él y su tío paseando en el magnífico auto antiguo, y oyendo las risas de los dos mientras reparaban la moto, se sintió un poco sola, con los silenciosos peces koi como única compañía, y su añoranza por Bo, que se hacía cada vez más profunda. Una tarde se encontraba junto a la tumba de Wang Li Bo, arreglando un rosal que la esposa de Wang Kai había plantado cerca de allí y que le daba un bello marco a la rústica piedra, sin darse cuenta de que el dueño de casa la observaba desde lejos.

-Tío, ya limpié el carburador, ¿lo instalamos? -Wang Jie, lleno de grasa y con la pieza de la moto en la mano, se acercó a su tío que, distraído, no le respondió.

El chico observó hacia donde miraba el mayor, y también vió a ShiWei. Frunciendo el ceño, le preguntó:

-¿Qué hace esa chica en la tumba de nuestro ancestro...?

-Creo que lo extraña... -respondió el hombre sin pensar.

-¿Eh? ¿De qué estás hablando, tío?

El hombre se dio cuenta de su error. Estaba seguro de que ShiWei extrañaba a Bo: no podía cerrar los ojos al hecho de que había visto alguna clase de sentimientos más allá de la amistad entre ellos, y le daba pena la situación de esa chica, que se había quedado estancada entre los dos mundos, sin lograr superar lo vivido y seguir adelante. Pero su sobrino no sabía nada de eso, y él tuvo que salir rápido de la situación:

-Extraña a sus amigos, Wang Jie. Aquí no tiene a nadie de su edad, salvo tú. Pero ustedes se llevan bastante mal, ¿no?

-¡No es mi culpa, tío! Yo quise acercarme a ella, pero nunca más vino a verme...

Wang Kai sonrió escuchando los intentos de su sobrino por justificarse:

-¿Por qué no intentas acercarte a ella de nuevo? -le dijo-. Convengamos en que no empezaste con el pie derecho...

El chico se enfurruñó un poco, pero también se quedó con una duda: el hombre claramente había dicho "Creo que lo extraña..." ¿A quién extrañaría ShiWei? Era un misterio interesante, y a él le encantaban los misterios.

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