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Capítulo 29- Descubrimientos

El mecánico se llevó el auto a su taller para repararlo, y Wang Kai fue con Wang Jie a la ciudad para que el chico lo ayudara con la compra de los repuestos para la moto. Pero el hombre cometió un error: decidido a mediar entre los dos chicos, le pidió a ShiWei que los acompañara.

—¡Pero... señor Wang! —replicó la espantada chica—. ¿Debo ir? Su sobrino...

—Tengo que traer demasiadas cosas, ShiWei, y necesito manos extra.

La chica no tuvo mas remedio que hacer lo que le pedía el jefe de su padre, y fue todo el camino a la ciudad sentada en el asiento de atrás del auto con el ceño fruncido y soportando el tonto parloteo de Wang Jie, que iba sentado en el asiento del acompañante sin hacerle el mas mínimo caso.

—¿Sabes, tío? Cuando sea grande voy a comprarme una moto. Mi padre jamás me compraría una, así que ni me molesto en pedírsela...

—Uff... Niño rico... —el susurro apenas audible de ShiWei llegó a oídos de Wang Kai, que apretó los labios para no reírse.

—¿Dijiste algo? —Wang Jie se dió vuelta de golpe, buscando con su intensa mirada a la chica, que no le bajó la vista.

—Nada, Wang Li Bo...

Ese nombre, que el chico no quería usar, dicho en tono desafiante por ShiWei, hizo que Wang Jie endureciera su rostro. Cuando, furioso, estuvo a punto de decirle un disparate, su tío le hizo otra pregunta sobre motos, para distraer su atención. A pesar de que nunca había tenido una propia, el chico era bastante experto en motos, y cuando llegaron a la casa de repuestos, lo ayudó con la compra de las partes que iban a necesitar para la moto antigua. Para ShiWei, el chico hablaba un idioma que no entendía y que tampoco le interesaba.

Luego de terminar las compras, y mientras Wang Kai pagaba, Wang Jie se detuvo a observar una estantería llena de cascos, admirado. 

—Casi lo olvido, sobrino... —dijo Wang Kai—. Cuando la moto esté lista vamos a necesitar cascos para andar en ella...

—¿Piensas usarla, tío? —exclamó el chico—. ¿En serio?

—¡Claro, muchacho! Y si tus padres me dejan, te enseñaré a manejarla.

Wang Jie ya sabía andar en moto porque había usado varias veces las de sus amigos en Inglaterra, y era bastante bueno, pero como sus padres no sabían nada, prefirió callar ese detalle.

—Gracias, tío… —respondió.

—Pero para eso vamos a necesitar cascos, así que elige el que más te guste.

—¡¿En serio?! —Ahora sí, muy entusiasmado, Wang Jie se puso a elegir el primer casco que iba a poseer en su vida—. ¿Puedo llevar ése...? —el elegido fue uno de color rojo y negro, que llenó de felicidad a su nuevo propietario—. ¡Gracias, tío! 

—De nada… Ahora elige uno para mí. 

ShiWei observó al chico, que dudaba en cuál elegir para su tío, cuando vio uno que le pareció perfecto:

—¡Ése, señor Wang! —le dijo al hombre, señalando uno en tonos ocre y marrón—. Es el color del pelaje de los leones...

Wang Jie había visto el cuadro con el sello familiar en la casona, y por primera vez estuvo de acuerdo con ShiWei:

—Son los colores de la familia; es una buena elección...

Cuando al fin salieron del lugar, el hombre los invitó a almorzar en la ciudad. Wang Jie, entusiasmado, comía y hablaba al mismo tiempo mientras ShiWei lo observaba con desagrado: ese chico, demasiado impulsivo y lleno de energía, era lo opuesto a ella, pero a su vez, mientras más lo observaba, lo hallaba más parecido a Bo. Recordó el espíritu aventurero de Wang Li Bo, que lo había llevado a recorrer el bosque solo, buscando el mar, y se dió cuenta de que ese muchacho tenía la misma personalidad que su antepasado. 

Durante el trayecto de vuelta a la casona, ShiWei se sumergió en sus pensamientos, sin escuchar la charla sobre mecánica de los otros dos. Pensó que si Wang Li Bo en realidad era igual a Wang Jie, ella se había enamorado de una ilusión: un ser demasiado perfecto y lleno de virtudes, pero sin los típicos defectos que le podía brindar el lado humano que le faltaba. 

De pronto escuchó la voz de Wang Jie, que le habló con un poco de brusquedad:

—¿Y a tí qué te pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones?

—Déjala, sobrino —le pidió Wang Kai—. ShiWei debe estar cansada...

—Sí, está demasiado flaca. Se debe cansar enseguida...

—Como si tú fueras tan gordo... —respondió la chica, harta de estar cerca de ese malcriado.

—¡Soy todo músculos! ¡Mira! ¡Toca estos bíceps! —Wang Jie alzó su brazo para mostrar sus pequeños pero notorios músculos—. ¡Tus brazos son demasiado delgados...!

—¡Cállate, Wang Li Bo!

—¡No me llames así!

Wang Kai se quería morir viendo la absurda pelea de los dos chicos, y se prometió no volver a llevarlos juntos a ningún lugar.

                           ***

Wang Jie se divirtió ensuciándose de grasa mientras arreglaba la vieja moto con su tío. El chico había resultado ser bastante útil: cuando Wang Kai se sentía perdido al no poder armar alguna parte de la compleja máquina, su sobrino salía en su ayuda, colaborando para allanarle el camino. El hombre estaba seguro de que Wang Jie era capaz de armar esa moto y dejarla en condiciones de funcionar,  sin su ayuda.

—¿En serio quieres ser contador? —le preguntó—. Me parece que esto de la mecánica de motos te gusta bastante...

—Sí, tío —respondió el chico, mientras ajustaba una nueva pieza en el motor—, pero de ésto no se vive. Me gusta la contaduría, y lo de las motos puedo tomarlo como un pasatiempo.

De a poco Wang Kai pudo comprender la personalidad de su sobrino: la desobediencia y terquedad de ese chico eran, en gran medida, aburrimiento. En Londres era feliz porque estaba con amigos que compartían sus gustos, aunque había asustado a su hermano con sus escapadas, cayendo en desgracia con sus padres. Pero el hombre se sintió más tranquilo, porque a pesar de ser bastante desobediente, Wang Jie era un buen chico.

                         ***

ShiWei estaba sentada en su lugar preferido de la casona: el estanque de los koi. Desde allí podía ver la tumba de Wang Li Bo y la puerta del león, y el lugar le parecía tan sereno y apacible, que se sorprendió cuando el ambiente se vio alterado por la figura de Wang Jie, que con su patineta bajo el brazo se paró delante de la tumba y la observó con el rostro serio. Después giró su cabeza hacia la zona del estanque, y se percató de que ShiWei lo estaba mirando. Cuando puso su patineta en el piso y se impulsó hacia ella, ShiWei se sobresaltó. Pero el chico se sentó a su lado con una expresión extraña: parecía asustado.

—Hoy descubrí algo —comenzó a decir, sin mirarla—. Mis tíos me mostraron fotos antiguas de la familia…, y soy igual a Wang Li Bo.

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