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Capítulo 27- Indomable

ShiWei estaba en su dormitorio, poniéndose un vestido negro: en un rato se iba a efectuar la ceremonia de sepultura de los restos de Wang Li Bo. Era un momento triste pero también de profunda paz para la familia Wang: por fin habían recuperado el cuerpo de su familiar desaparecido, se habían enterado de lo sucedido con él, y podían rendirle los honores fúnebres.

Wang Kai no le dijo a nadie, ni siquiera a su esposa, y menos a su hermano, acerca de Bo: nadie iba a creerle. La policía había caratulado su muerte como accidental, y no se supo nada acerca de la persona que lo había sepultado, porque la familia ya no tenía interés en que se siguiera con la investigación.

Muchas personas habían llegado para la ceremonia de sepultura: Wang Kai y su hermano, con sus parejas e hijos, eran los únicos familiares directos, y llevaban ropa blanca, según la tradición china,  en señal de luto. También se habían dado cita allí familiares indirectos y amigos de los Wang. ShiWei no pudo soportar por mucho tiempo la emotiva ceremonia: cuando vió el féretro de Wang Li Bo, llevado a su último lugar de descanso por sus familiares, estalló en lágrimas y huyó hacia su casa.

Recién al otro día tomó coraje para salir, y se fue a sentar, con un poco de temor, al estanque de los koi. Observó de lejos el rincón del jardín: el viejo muro, limpio y remozado, ofrecía un digno marco a la magnífica puerta con el sello del león, que ya no estaba más oxidada, sino pintada en su color original, que hacía destacar aún más la forma de la cabeza de león de su cerradura. El césped estaba corto y las enormes plantas de cola de zorro habían desaparecido.

En el centro de ese lugar, y apenas a unos pasos de la puerta del león, una sencilla roca se elevaba desde el suelo. Parecía haber estado allí desde siempre, incrustada en ese verde parche de hierba.

Como hipnotizada, ShiWei caminó hacia ese lugar. El rústico trozo de roca era del mismo color que los de la cueva, y la chica supuso que Wang Kai había hecho traer un trozo de piedra de allí para poner sobre la tumba. Lucía como si no hubiera nadie sepultado allí, salvo por el nombre de Wang Li Bo cincelado en la roca. La puerta ya estaba cerrada, soldada a sus marcos para que fuera imposible abrirla aunque se tuviera la llave, que había quedado en manos de Wang Kai.

—Si pudieras ver esto, Bo... —susurró ShiWei—. Por fin estás otra vez en tu casa...

Por el camino, cerca del estanque de los koi, la cuñada de Wang Kai paseaba, viendo las rosas, con uno de sus hijos.

—¿Quién es esa chica, mamá? —le preguntó el muchacho, señalando hacia la tumba.

—Se llama ShiWei, y es quien encontró la sepultura de tu tío abuelo en el bosque, Wang Jie...

                           ***

Wang Jie en realidad no se llamaba así: se llamaba Wang Li Bo, en honor a su tío abuelo desaparecido, pero la costumbre en China era no usar los nombres de ancestros vivos. Al no saber cuál había sido el destino de su antepasado, llamaban al chico por su apodo. Pero ahora que se sabía que su tío abuelo había fallecido, el chico podía comenzar a usar su nombre real.

—¡Pero no quiero! —protestó, cuando su padre intentó hacer que volviera a usar su nombre—. ¡Me gusta que me llamen Wang Jie!

—Pero ese no es tu nombre, hijo —protestó la señora Wang—. Tú te llamas Wang Li Bo...

Su madre sabía que era imposible convencerlo, si él no estaba dispuesto a usar su nombre. Wang Jie era testarudo, independiente y difícil de controlar. Su padre lo había enviado a estudiar a Inglaterra junto con su hermano mayor, siguiendo el ejemplo de sus antepasados, pero como el chico había tenido varios problemas en ese país, el hombre prefirió que comenzara la universidad en China para tenerlo más controlado. 

Wang Jie quería volver a la libertad de Londres, pero el asunto ya no estaba en discusión: tendría que comenzar su primer año de universidad en Beijing, el año siguiente.

—¡¿Por qué no puedo estudiar en Londres como mi hermano?! —le gritó el chico a su padre, sin ningún respeto.

—¡No me levantes la voz, jovencito! —gritó a su vez el hermano de Wang Kai—. ¡Yo soy tu padre, y si decido que estudies en China, estudiarás en China! ¿¡Entendiste!?

—¡Es injusto! ¡Si me mandas a Beijing no voy a estudiar nada, y tendré las peores notas del mundo! ¡Te lo juro!

Los sonoros gritos de Wang Jie se escuchaban en toda la casona, y Wang Kai se lamentó por su hermano: a pesar del amor que le habían dado toda su vida, el chico de diecisiete años sólo les devolvía preocupaciones con las noticias que le daba su hijo mayor, de sus numerosas escapadas con sus amigos, en el extranjero. Después de que lo obligaron a volver, ya no pudieron controlar su rebeldía ni su pésimo carácter.

Wang Jie salió de la casona después de dar un portazo, y se puso a recorrer los jardines; estaba aburrido y desmotivado, acostumbrado a la bulliciosa Londres y a sus locos y desenfrenados compañeros de estudio, con los que había tenido memorables escapadas, paseando en moto o bebiendo alcohol en alguna plaza, provocando ataques de nervios en su hermano, que temía que en cualquier momento le pasara algo malo.

—¡Diablos, si solo tuviera la llave de uno de estos autos, para salir a dar una vuelta...!

                       ***

ShiWei estuvo un rato ante la tumba de Wang Li Bo, y luego volvió al estanque de los koi, ese lugar que lograba devolverle la serenidad. Desde allí llegó a escuchar algunas voces destempladas y gritos que llegaban desde el frente de la casona, pero no prestó atención hasta que las voces se hicieron demasiado fuertes como para ser ignoradas.

—¡Ese maldito muchacho! ¡¿Cómo fue capaz?!

A la chica le pareció oír la voz de su madre, y se acercó a investigar. La señora Yan se retorcía las manos mientras hablaba con el hermano y la cuñada de Wang Kai.

—Mamá, ¿qué pasó? —le preguntó, alarmada.

—Hija, nuestro auto desapareció, y el señor Wang piensa que tal vez su hijo lo tomó… —le respondió su madre, casi a punto de llorar—. Cometí el error de dejar las llaves puestas...

—¡Voy a matarlo! —El señor Wang, furioso, no sabía cómo pedirle disculpas a la señora Yan, mientras le prometía un castigo ejemplar para su hijo, cuando regresara.

Minutos después se sintió rugir un motor, y el auto familiar de los Yan entró a toda velocidad por el camino de grava, dejando un surco cuando frenó de golpe frente al furioso señor Wang, que se le paró delante sin medir las consecuencias.

—¡Bájate de ese auto ya mismo, Wang Li Bo!

—¡Wang Jie! ¡Soy Wang Jie! —gritó el chico, que se bajó del auto sin perder su actitud desafiante—. Y solo salí a dar una vuelta. ¿Qué tiene de malo?

—¡Que te robaste un auto! ¡Ven aquí enseguida, maldito muchacho! —El furioso hombre trató de atrapar a su ágil hijo, que corría alrededor del auto riéndose en su cara.

—¡No seas así, papá... trata de tranquilizarte! —le respondió en tono burlón, mientras seguía corriendo—. Yo no robé nada. ¡Mira, ya devolví el auto en perfecto estado...!

La madre del chico trató de interponerse entre él y su esposo, en un vano intento de que el mayor no se pusiera aún más furioso por la burlona actitud de su hijo.

—¡Wang Jie, por Dios! ¡Pídele perdón a tu padre y a la señora Yan, que se llevó un gran susto pensando que le habían robado el auto...!

—¡Oh, lo siento, lo siento, señora Yan...! —exclamó Wang Jie, divertido por todo el problema que se estaba generando a su alrededor—. Tiene un muy buen auto, pero creo que los cambios están endurecidos... Usted maneja muy despacio, ¿verdad?

—¡Wang Li Bo! —Su padre comenzó a perseguirlo de nuevo, mientras el chico huía hacia la casona, riendo a carcajadas.

ShiWei no podía creerlo: Wang Jie tenía el mismo aspecto físico de Bo, pero su carácter indomable era totalmente opuesto al de su amado.

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