Capítulo 26- Adiós
Bo y ShiWei debían despedirse, pero sabiendo que la puerta del león se iba a cerrar y que sus mundos ya no podrían cruzarse de nuevo, habían perdido todas las esperanzas de volver a verse. La primera vez que se habían separado, aún les quedaba el jardín secreto y la posibilidad de encontrarse allí algún día. Ese lugar, que conectaba sus mundos, ahora iba a quedar vedado para la chica.
Se debían una charla sincera, y que Bo le contara quién y qué era en realidad.
—¿Es verdad que eres el espíritu de Wang Li Bo...?
—Soy una construcción espiritual hecha por Tong Ming, sí. Pero soy algo más que un espíritu. Tal vez no sea como tú, de carne y hueso, pero nadie notaría la diferencia.
—Pero... ¿cómo lo hizo?
—No tengo idea, ShiWei. Por lo que sé es una técnica bastante antigua y complicada, y aunque él me la explicara yo no sería capaz de entenderla. Él es un hombre muy sabio. Hasta fue capaz de mantener con vida a Xie Yun, a pesar de que tenía dentro de su cuerpo el veneno más letal que se conoce...
Tong Ming se había arriesgado bastante al devolverle la vida a Bo: durante años había estudiado una técnica para revivir a una persona al borde de la muerte, en su afán por salvar a su discípulo, Xie Yun, envenenado cuando aún era un niño por una cómplice de Shen TianShu. El anciano monje había utilizado una de esas extrañas técnicas para salvar el espíritu del chico cuando lo encontró al borde de la muerte. Por desgracia no había podido hacer nada por su cuerpo, que estaba demasiado malherido y no tenía los poderes espirituales de la gente de la Tierra de los ríos y los Lagos, como para curarse.
—¿Por qué razón tus manos estaban heladas cuando nos encontramos en el jardín secreto, pero aquí, en la tierra de los ríos y los lagos, están tibias? —le preguntó ShiWei.
—Mientras me mantenga en este lugar todo estará bien. Puedo ir al jardín secreto un rato, pero si me quedo mucho tiempo mi cuerpo pierde energía. Tampoco puedo volver a nuestro mundo porque me desvaneceré...
ShiWei ahora entendía todo: las tristes miradas de Bo cuando la observaba, y su negativa a acompañarla.
—¿Y si yo me quedo aquí...? —preguntó.
—No, ShiWei... Este no es un buen lugar para que tú vivas. Los habitantes de la Tierra de los ríos y los lagos son personas especiales, mucho más fuertes que los humanos. Te pondrías en peligro...
—¡Pero tú estás aquí, y podemos estar juntos...!
—ShiWei... ¡qué dices...! —Bo no sabía cómo reaccionar a las palabras de la chica, y aunque deseaba que se quedara, sabía que con esa decisión iba a arruinar la vida de mucha gente: la de los señores Yan, que iban a perder a su ser más amado, y hasta la vida de la propia chica, perdida en un mundo difícil y totalmente ajeno al suyo.
—¡Yo no puedo dejarte así, Bo...! —ShiWei no se atrevió a confesarle sus sentimientos—, ¡en verdad no puedo...!
Los ojos de Bo comenzaron a brillar, llenos de lágrimas. Pero no debía decirle a la chica lo triste que era ese mundo sin ella, ni lo mucho que deseaba que se quedara.
—Lo siento, ShiWei... lo mejor será que te vayas... —le respondió con frialdad, tratando de no mirarla, porque sabía que si lo hacía iba a desmoronarse.
—Bo, ¿lo dices en serio? —La aparente indiferencia del tono de voz del chico no concordaba con su cara llena de dolor. ShiWei supo que le estaba mintiendo—. ¡Mírame! ¡Dime a la cara lo que dijiste recién!
—Por favor, ShiWei... no lo hagas más difícil... —Su mirada se volvió aún más fría, mientras seguía evitando los ojos de la chica—, no sé qué idea te hiciste, pero éste no es tu mundo...
—¡Bo...!
—Déjame ir... ya no quiero prolongar esto... —Bo se soltó del brazo que lo sujetaba y salió huyendo antes de evidenciar su desconsuelo.
Cuando ShiWei quiso perseguirlo, fue interceptada por Zhou Fei:
—Ya está, niña. Déjalo así... —La descendiente de La espada del sur la miró con tristeza, pero dispuesta a respetar los deseos de Bo—. Ya es hora; Wang Kai te espera. Vamos a escoltarlos al jardín secreto.
***
La Tierra de los ríos y los lagos ahora era un mundo tranquilo: la guerra que había originado Disha, al mando de Shen TianShu, había tenido como objeto buscar el lugar secreto en donde estaban escondidos dos antiguos libros: el de la técnica para la fabricación del hierro, y otro que era un compendio de medicinas. Cuando Zhou Fei logró recuperar los dos libros, Yin HeCong encontró en el compendio de medicinas el antídoto para el veneno que tenía Xie Yun, y logró salvarlo.
Juntos habían logrado acabar con los últimos vestigios de Disha, porque Xie Yun, ya curado, había logrado desplegar todo su poder de lucha y usar la Palma que empuja las nubes, una fuerza que lo hacía igual de poderoso y letal que la descendiente de la Espada del Sur.
Luego de que regresó la paz, Xie Yun podía reclamar el trono del emperador y gobernar la Tierra de los ríos y los lagos, pero no lo hizo: su única ambición era vivir en las 48 aldeas junto a Zhou Fei, hacerla su esposa y vivir su amor sin temerle al futuro.
***
ShiWei salió de la isla, en un pequeño bote, junto con Zhou Fei. Cuando llegaron a tierra firme, ya los esperaban Wang Kai junto con Xie Yun, que habían salido de la isla primero para buscar a Yin He Hong, encargado de abrir el portal entre los mundos.
—¿Dónde está mi tío? ¿No vino contigo? —le preguntó Wang Kai a ShiWei, que bajo la cabeza tratando de contener el llanto.
—No, no creo que venga...
—Debe estar demasiado triste y no querrá verlos partir... —dijo Xie Yun observando el rostro acongojado de la chica.
Algo había pasado, eso era seguro: Xie MeiMei, que conocía el dolor que a veces provocaba el amor, se apenó por ellos. Sabía que entre los dos habían nacido sentimientos profundos, pero que no estaban destinados a vivir en el mismo mundo.
Zhou Fei pensaba en que lo mejor era que cada uno volviera a su tiempo, y las cosas siguieran su curso normal. No valía la pena prolongar el sufrimiento de los dos:
—Vamos. Tenemos algunas horas de camino para llegar hasta el jardín secreto.
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