-¡No puedo llevarlo allí! ¡Eso es imposible! -exclamó ShiWei, aterrada al escuchar el singular pedido de Wang Kai. Había pensado que el hombre no había creído en su historia, pero no solo le creyó, sino que quería emprender, con ella como guía, la riesgosa aventura de entrar a la Tierra de los ríos y los lagos. ShiWei apenas había logrado salir de allí la primera vez, y aunque deseaba reencontrarse con Bo, no quería quedarse varada en aquel lugar, para siempre.

-¡Pero el médico de venenos encontró una forma de hacerte regresar! -replicó Wang Kai-. ¿Por qué no va a hacerlo de nuevo?

-¡Es que no es tan fácil, señor Wang! -insistió la chica, tratando de convencerlo-. Primero, no sé cómo llegué a ese lugar, y segundo, en caso de que lográramos entrar, es imposible saber si Yin HeCong va a poder abrir de nuevo el pasaje hacia nuestro mundo. La primera vez que lo hizo le resultó muy difícil, y casi no pudo sostenerlo...

-Bueno, pero esas cosas las veremos sobre la marcha. Creo que lo mejor es recrear el momento en el que te fuiste, para tratar de que vuelva a ocurrir lo mismo -le dijo Wang Kai, que no entendía razones y estaba más que decidido a arriesgarse.

ShiWei trato de convencerlo con un último argumento:

-¿Y si regresamos en otra época? Podríamos aparecer en la Tierra de los ríos y los lagos justo en medio de la guerra contra Disha. ¿Y si nos matan?

-Eres una exagerada, ShiWei -le dijo el hombre, con impaciencia-. Lo más probable es que lleguemos en la misma época en la que tú entraste.

-¡Pero cuando yo me fui la Tierra de los ríos y los lagos ya estaba en problemas con Disha -siguió protestando la chica-, y según lo que me dijo Bo, Zhou Fei quería luchar contra ellos...! Seguro que cuando lleguemos estarán en plena guerra...

Wang Kai suspiró:

-Está bien, muchacha; parece que no quieres ir. Entonces tendré que hacerlo solo -El hombre se levantó para dejarla sola, después de lanzarle una mirada de reproche. ShiWei ansiaba ver a Bo más que a nada en el mundo, y al ver que Wang Kai estaba decidido a llegar a la Tierra de los ríos y los lagos, lo detuvo:

-¡No! Espere, por favor... -le dijo, y el hombre volvió a mirarla con las esperanzas renovadas-. Esto es un error y puede salir muy mal, pero lo haré: voy a acompañarlo.

***

Wang Kai estaba tan entusiasmado por su proyectada excursión, que cuando le dijo a ShiWei que necesitaba tiempo para armar su valija, la chica se le rió en la cara:

-Señor Wang, ninguna de las cosas de este mundo es útil en el lugar a donde vamos. Si quiere, puede llevar una mochila con lo básico, pero le aseguro que se la quitarán y no se la van a devolver hasta que se vaya de la Tierra de los ríos y los lagos.

Wang Kai había decidido decir que iban a volver a la cueva a investigar, para que el padre de ShiWei le diera permiso a su hija para irse con él. El señor Yan no estaba muy conforme, pero su jefe le dijo que no recordaba muy bien cómo había llegado la primera vez, y que la necesitaba como guía, y el padre, a regañadientes, finalmente concedió el permiso. Por lo menos tenía el consuelo de que su jefe no estaba enojado por la trasgresión de su hija.

Para ShiWei fue extraño atravesar la puerta a la vista de todos y sin tener que esconderse: la zona prohibida estaba limpia y sin malezas, el muro ya no tenía la espesa hiedra que lo cubría, y la puerta pronto iba a ser renovada para que, a pesar de quedar cerrada para siempre, volviera a tener el aspecto de sus mejores épocas. Ese rincón se iba a transformar en el último lugar de descanso de Wang Li Bo.

Cuando por fin pasaron por la puerta hacia el jardín secreto, ShiWei se asombró al encontrarse con un lugar totalmente distinto: el jardín parecía haber cobrado vida, y por primera vez la chica vió aves surcando el cielo, mariposas y abejas entre las flores, y algunos peces en el arroyo. Asombrada, se percató de la cantidad de sonidos nuevos que podían escucharse: el de la brisa, que movía con suavidad las hojas de los árboles, y el de las cigarras, que con su chirrido anunciaban que iba a ser un día caluroso. Después de que Wang Kai tomó algunas fotos del magnífico jardín, los dos se sentaron en el banco de madera, dispuestos a esperar.

-La última vez que estuve aquí, no había un solo ruido... -comentó la chica mientras escuchaba el melodioso canto de un pájaro que estaba parado en uno de los árboles al borde del bosque.

-¿Ni un solo ruido? -preguntó Wang Kai.

-Nada. Era un misterio, pero no había vida alguna, fuera de los árboles y las plantas. Ahora todo cambió...

-¿Tú crees que eso ocurrió porque encontramos la tumba de mi tío? -le preguntó el hombre.

-No lo sé, señor Wang... pero creo que este lugar estaba suspendido en el tiempo, tal vez esperando a que su tío por fin volviera a casa...

Wang Kai se emocionó con las palabras de la chica: la vida de su familia, atravesada por una tragedia que, pasadas las generaciones, no había podido resolverse, parecía por fin comenzar a sanar sus heridas. El hombre le contó que en unos días iban a llegar más familiares a la casa, todos deseosos de estar presentes en la ceremonia que se estaba proyectando para sepultar a su tío: sus dos hijos llegarían lo antes posible desde Estados Unidos, y su hermano, con su esposa y sus hijos, que vivían también en Beijing, ya estaban en camino.

-Pero, señor Wang... -dijo la chica-, ¿qué pasará si logramos entrar a la Tierra de los ríos y los lagos y no logramos volver a tiempo para la ceremonia?

El hombre no tuvo tiempo de responderle: el cálido ambiente del lugar se enfrió de golpe, y el bello jardín y el bosque desaparecieron. Por el borde del arroyo apareció, caminando con descuido y observando el agua, la conocida figura de Xie Yun, que se detuvo asombrado cuando los vió.

-Pero... ¿ShiWei...? -exclamó, asombrado-. ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí otra vez?!

Detrás de él y a unos pasos, Zhou Fei, imponente con su espada cruzada a la espalda y su aspecto fiero, se quedó observando el rostro de Wang Kai, segura de que lo había visto antes.