Capítulo 17- Convivencia
Zhou Fei luchó por mantener vivo a Xie Yun, único príncipe vivo de la familia imperial que había gobernado en la anterior dinastía, y cuyo nombre real, que él trataba de ocultar para que el Emperador que sucedió a su padre, y que lo había criado como a otro hijo, no lo encontrara, era Xiao Chuan. Hacía años que ese joven, especialista en diferentes técnicas de lucha pero también un erudito, vagaba por la Tierra de los ríos y los lagos vendiendo poemas para mantenerse y disfrazándose como un anciano para no ser descubierto ni por su familia ni por los soldados de Disha.
Zhou Fei buscó tres hierbas que le pidió Tong Ming, y que tenían el suficiente calor como para contrarrestar el frío que se había desatado dentro del cuerpo de Xie Yun después de que cumplió su venganza y mató al asesino de su familia. A pesar de que sabía que no podía usar su fuerza interna, la sucesora de la Espada del sur no pudo evitar que su amado Xie MeiMei, como ella lo había apodado, cumpliera con un destino para el cual se había preparado por mucho tiempo, y por el que se había alejado de los lujos de la corte. Xie Yun estaba resignado a su suerte, pero nunca pensó que esa hermosa muchacha iba a luchar, aún en contra de sus propias opiniones, para mantenerlo vivo. Pero ahora todo se había complicado, y a pesar de su lucha, Zhou Fei sabía que su amado tenía los días contados.
ShiWei conoció a los primos de la sucesora de la Espada del sur: Li Sheng, el mayor, y Li Yan, la menor, que tenía el encargo, junto al guerrero Yang Jin, su amigo, de buscar la tercera hierba que necesitaba Tong Ming para hacer el último brebaje que debía tomar Xie Yun. Una tercera persona estaba con ellos: Ying HeCong.
Bo miró al médico de venenos con desagrado:
—¡Ying HeCong! ¿Qué diablos estás haciendo en las 48 aldeas?
Li Yan salió en defensa del médico, del cual se había hecho amiga:
—¡Tranquilízate, Bo! Él viene a ayudarnos… Vamos a ir con Yang Jin al valle de la medicina. Buscaremos la hierba para el brebaje de Xie Yun.
—¡Pero él quiere robarse su cuerpo! —protestó el muchacho—. ¿Por qué va a ayudarlos justo ahora?
Ying HeCong en ningún momento le había quitado los ojos de encima a ShiWei, intrigado por esa chica tan extraña. Bo, enojado por su aparición en las 48 aldeas, no se había dado cuenta de su indiscreta mirada, hasta que notó que su amiga, incómoda, se escondía detrás de él. Descubierto, el médico de venenos se excusó, asustado:
—¡No, yo no la estaba mirando! —exclamó—. ¡Lo siento, Bo, lo siento!
—¡Sí me estaba mirando! —gritó ShiWei, enojada y aún escondida detrás de su amigo.
—Eres rara… —musitó Yin HeCong, y ShiWei perdió la paciencia:
—¿Acaso tú también vas a decir que no tengo meridianos ni fuerza interna? —dijo, fastidiada—. ¡Ya lo sé! ¡Todo el mundo me dice lo mismo!
Los jóvenes se quedaron asombrados ante las palabras de la chica, y Bo no supo qué decir ante sus interrogantes miradas, fijas en él.
***
Con cara de sueño, ShiWei desayunaba, sentada en un sitio un poco apartado del resto de las personas de las 48 aldeas, que comían allí mientras la observaban con disimulo: el cuento de que no pertenecía a ese mundo, y de que no era igual a ellos ya se había dispersado por el lugar, y ahora todos le tenían miedo.
Zhou Fei había regresado desde la isla de Tong Ming junto a Xie Yun, que se había recuperado un poco luego de tomar la decocción de las tres hierbas, aunque aún estaba envenenado y su salud empeoraba día con día. La mujer había dejado a su amado descansando, y se había llevado a su discípulo a una ronda de patrullaje. ShiWei se sintió sola sin la compañía de Bo, que a pesar del miedo de los demás, nunca la dejaba sola.
A Ying HeCong tampoco le gustaba levantarse temprano, y apareció en la puerta del comedor con la misma cara de sueño que ShiWei. A pesar de su evidente enemistad, el médico seguía teniendo una profunda curiosidad por esa chica, y sin pensarlo dos veces, aprovechó que estaba sola y se le acercó:
—¿Puedo sentarme aquí, señorita?
La chica se asombró al escuchar que alguien le hablaba cuando casi todos huían de ella, pero igual reaccionó con enojo:
—¡Vete de aquí, HeCong! ¡No voy a dejar que me estudies como si fuera un bicho raro…!
—Tranquilízate, ShiWei… —dijo el médico, tratando de sonar lo más amigable que podía—. Ya sé que no te caigo bien, pero quiero que sepas que tu caso me tiene muy intrigado...
Li Yan observó la escena desde lejos, mientras desayunaba sentada con corrección al lado de su hermano. No pudo comprender por qué su amigo se había acercado a esa extraña chica, y trató de hacerle señas para que fuera a sentarse con ella. Sintió un fuerte tirón en su cabello.
—Yan, ¡quédate quieta!
—¡Li Sheng! —Haciendo pucheros por el dolor, la chica volvió a acomodarse derecha, y siguió desayunando con la cabeza baja.
—ShiWei, estuve hablando con Xie Yun acerca del regreso a tu época...
—¿Ustedes creen que podré volver...? —le preguntó la chica, esperanzada.
—Pienso que sí. He estado fabricando algunas fórmulas para hacer aparecer la puerta por donde viniste, y quiero que mañana mismo vayamos al lugar en donde estaba, para hacer una prueba.
—¿Mañana? ¿Tan pronto? —susurró ShiWei. Ying HeCong pudo observar cómo miraba hacia la entrada del comedor.
—¿Qué? —le dijo, burlón—. ¿Acaso te enamoraste del discípulo de Zhou Fei?
—¡A usted eso no le importa! —exclamó ShiWei, que se había girado hacia él para enfrentarlo, muy enojada. Pero su cara y sus orejas rojas hicieron reír a HeCong:
—¡Ay, vamos, no te enojes...! —le dijo para calmarla, aunque no pudo dejar de reírse un poco de la frustración de la chica—. Bo es demasiado lindo como para no enamorarse de él. Pero por desgracia deben despedirse lo antes posible, por las dudas de que mañana yo logre abrir la puerta.
ShiWei había pensado muchas veces en la posibilidad de que eso pasara, y tenía un poco de miedo de no volver a ver a ese chico por el cual sentía algo raro, que ella sabía que era más que una simple amistad. No estaba segura de que fuera amor, pero tenía la certeza de que su vida, fuera de ese lugar y lejos de Bo, iba a ser muy triste.
HeCong pareció adivinar sus pensamientos:
—Bo no puede irse contigo, ShiWei...
—¿Por qué no? Él también es de mi mundo —preguntó la chica—. ¿Por qué no podría cruzar por la puerta?
—Porque si lo hace, morirá —murmuró el médico.
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