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Capítulo 45

Esa mañana al amanecer, el médico y la partera estaban visitando a Clara para su control de rutina, la gran pregunta era, si podía retomar al Jardín, ya que ese día vendría Aeolus a buscarla, algo que Clara, su madre y Felicia mantenían en secreto para que nadie la pudiera retener.

El médico indica que aún sigue convaleciente y si bien está fuera de peligros, sería mejor mantenerse en observación, porque la pérdida en la continuidad del tratamiento o el cambio de este, podrían afectar de manera negativa al niño.

— Estoy tan decepcionada madre, no sé cómo decirle a Aeolus que aún no puedo regresar – decía de manera pesimista Clara a su madre.

— Él lo va a entender, tu accidente fue bastante grave y además en tu condición. Fue una bendición que no hallas perdido a tu hijo

— Estoy emocionada, nunca he pasado tanto tiempo alejada de Aeolus, me hace ilusión verlo.

Felicia se acerca para informarles a las damas que estaban en la habitación.

— Señora, ya acomodé el salón de biblioteca para que podamos trasladar a la señorita ahí

Las mujeres planearon recibir al Guardián en una sala poco concurrida, para evitar que el Señor Delinne lo afronte o que llegue Roberto de sorpresa.

El fuego en la sala estaba encendido, y Clara se recuesta en el sofá. Cierran la habitación y Felicia se dirige a la entrada principal para esperar al Guardián.

— Antes te gustaba leer muchas novelas, ahora que estás aquí podrías comenzar nuevamente, y puedes llevarte los libros que quieras cuando regreses al Jardín – comenta Ana mirando las estanterías de aquella biblioteca.

— Madre, eres la única que nos ha apoyado. Quiero que me sigas visitando en Zartia, para que conozcas a tu nieto. Le diré a Aeolus, él también te debe mucho

— Gracias mi niña, así lo haré...

Tocan la puerta y Ana se levanta para abrir. Estaba Felicia afuera con el encapuchado. Al entrar, cierra inmediatamente con llave.

El encapuchado se retira la capa que le cubría el rostro, dejando ver a Aeolus, quien se dirige rápidamente a Clara y la besa dulcemente. El beso parecía eterno y estaba lleno de sentimientos. Sólo se alejó para decir:

— Clara, mi Clara, mi amor.

La pareja se miraba dulcemente y se mantenían abrazados, tenían tanto que decirse, he incluso se olvidaron que otras dos mujeres estaban ahí mirando la tierna escena.

— Oh, se me olvidaba. Aeolus, quiero presentarte a mi Madre, ya la has visto, pero ella nos ha ayudado mucho.

— Si ya nos hemos visto – responde Ana — pero nunca nos hemos presentado. Guardián soy Ana Delinne

— Soy Aeolus, guardián del Jardín – responde sonriente

— Y ahora eres mi yerno, quiero que sepas que, esta también es tu casa, puedes venir cuando quieras. Verónica me ha contado que al envejecer deberán volver a la tierra de los humanos... así que pueden regresar aquí.

— Gracias, pero ya tenemos una casa en Zartia.

— ¿Ya tienes la casa? – pregunta emocionada Clara

— Si, prepare todo, tengo también damas de compañía que te ayudarán, así que ya podemos marcharnos.

— Espera un momento Aeolus, Verónica aún no se puede ir – interrumpe Ana — el médico dijo que aún no era prudente trasladarla o cambiar el tratamiento de otro médico.

— Dije que en 15 días retornaría y ya se cumplió el plazo. Podrá atenderse en Zartia – responde Aeolus con sospecha, a lo que Clara lo toma por el brazo

— No te está engañando, es verdad, el médico tuvo que operarme, la infección era bastante grande y está usando medicamentos para recuperarme, si el tratamiento cambia o las dosis son distintas pueden afectar nuestro hijo.

— Esperaba que puedas regresar a casa. Estoy desilusionado

— Yo lo sé, pero créeme que mi madre y yo tratamos de convencer al médico, pero fue inútil.

— Solo me importa que estés bien, esperaré a que puedas regresar ¿Cuándo será eso?

— El médico dijo que en 15 días más puede cortar el tratamiento

Aeolus mira a Clara y la vuelve a abrazar, tocando el vientre de su esposa.

— Es tanto... es tanto tiempo, no te imaginas lo angustiado que he estado ahora que no estas, los he extrañado tanto.

— También te hemos extrañado y les he contado a todos mucho sobre ti – Clara comienza a reír — nadie supone que no eres un perro gigante con garras afiladas.

El guardián sonríe, pero sus ojos estaban tristes.

— Mi amor, por favor, no quiero verte triste, o me pondrás triste a mí también — se nubla la visión de Clara por las lágrimas.

— Lo sé mi amada Clara, pero te he extrañado tanto, me he acostumbrado a que estés siempre a mi lado, no dormir contigo me ha traído noches de amarguras. Oh Clara, no logras dimensionar lo mucho que te amo y necesito de ti.

— Pero, eso también pasaría cuando nazca nuestro hijo.

— Lo sé, y también me siento mortificado al dejarte sola, o que en el parto no me enteré y no logré estar.

Ana se apresura para hablar

— Para ese momento Felicia y yo viajaremos a Zartia, así que ella no estará sola, y cuando sea el momento del parto, te avisaremos, ya sabes que se cómo comunicarme contigo.

— Ana, se lo agradezco, eso es muy importante para mí – Aeolus le habla con un tono dulce.

— Bueno, nosotras saldremos, pude quedarse cuanto deseé. Si quieres algo Verónica, llama a Felicia con la campanilla, estaremos en el salón de costura de al lado.

— Si madre, gracias.

El matrimonio ve marchar a las mujeres y cerrar la puerta nuevamente con llave.

— ¿Por qué cierran la puerta? – pregunta Aeolus

— Porque ellas son las únicas que apoyan nuestra relación y no quieren que te encuentres con mi padre o Roberto.

Como un baño de agua helada es para Aeolus escuchar ese nombre y su expresión cambia.

— ¿Por qué ese hombre te visita? no quiero que lo veas

— Aeolus, él fue mi prometido, pero no tienes que temer, ahora es solo un amigo que está preocupado por mí y yo no tengo otros sentimientos especiales hacía él.

— Él está enamorado de ti, quiere alejarte de mi lado... o acaso ¿nunca ha hablado mal de mí ahora que estas aquí?, o ¿se alegra por nosotros y nos desea lo mejor?

Clara guarda silencio por un momento hasta que responde.

— Aeolus, él me dijo que fueron a buscarme y que tú los atacaste, entre ellos estaba mi madre también. Cuando tardaste, tú explicación fue que sólo se trataba de hombres borrachos haciendo disturbios. ¿Por qué no me dijiste la verdad?

— No te lo dije para no preocuparte... solo fue eso

— Y tu ¿confías en mí y en mi amor?

— Siempre he confiado en ti

— Y ¿Por qué siempre le has temido a mi pasado?

De manera preocupada, Aeolus se acerca a Clara y toma sus manos.

— Clara, no temo a lo que fuiste y los recuerdos que tengas, porque confío en ti. Pero fuiste tú, la que dijo que no querías saber sobre tu pasado y que este ya quedó atrás, muchas veces lo has repetido... no te mencione lo de tu familia respetando tu decisión.

— Perdona Aeolus, tienes razón... no sé porque ahora te cuestioné eso – respondía avergonzada Clara.

— Porque Roberto te pone ideas en la cabeza. Él no es tu amigo, solo quiere que desconfíes de mí.

— Eso no va a ocurrir nunca, porque tú eres mi esposo y yo te amo...

Clara lo abraza y lo invita a recostarse a su lado en aquel amplio sofá que estaba al lado de la chimenea, besándolo suavemente. Ambos hablan animadamente sobre los que les ha pasado en esos días, para ponerse al tanto de sus vidas.

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