Capítulo XXXIII: Destino
En algún momento de mi vida la oscuridad me era relajante, tranquila, como si aquel manto negro me trajera la paz que siempre necesité; pero en esta ocasión se sentía fría, solitaria, de la misma forma que debió haberse sentido Gorith cuando secuestraron a Ahn frente a sus ojos. Todas estas sensaciones eran contrarias a lo que he vivido durante estos últimos tiempos. Esta oscuridad se sentía abrumadora, pesada, fría.
Mi cuerpo no respondía. Me intentaba mover, pero sin ningún resultado. Estaba atrapado en mi cuerpo, cada segundo que pasaba me desesperaba más, forzándome a salir de mi catatonía. Mi mente me sacó de mi desesperación con una serie de recuerdos, recuerdos buenos y malos, recuerdos que empezaron desde los más viejos para llegar hasta los más actuales: Una salida a la playa con mi familia; el día que me aceptaron en la carrera de ingeniería; cuando decidí salirme de la casa por no querer estudiar derecho como quiso mi padre; el primer día que pasé en este mundo; la vez que conocí a Aria; nuestra primera misión juntos. Y la pelea que acaba de iniciar.
Desde ahí mis recuerdos son vagos, como si hubiesen sido borrados deliberadamente, de tal forma que al momento de forzar su regreso mi cabeza empieza doler.
Una voz delicada, suave y tenue, casi como un susurro empezó a hablar.
... Albert...
Una, dos, tres veces.
... Albert...
Y así sigue.
La voz quería abrirse paso entre mis recuerdos, pues sentía recordarla, pero me costaba hacerlo. La voz se repetía con intensidad, decidida a penetrar en mí dando paso a la imagen de la persona a la que pertenece. Aria.
Era ella. La chica con quien compartía mi tiempo. La que pasó de detestar mi presencia a tenerme respeto, e incluso cariño. Pero, para mi desgracia, solo podía verla, no tocarla, y vaya que quería hacerlo.
El calor poco a poco se adueñaba de mi ser, era agradable sentir esa sensación dentro de mí, pero junto a esa calidez, vino el dolor, uno punzante, tan insistente que me atosigaba. Iniciaba en mi pecho y se extendía a todo mi cuerpo.
En ese momento recordé que Gorith, durante su pelea contra mi cuerpo poseído por el espíritu del heraldo de Borac, terminó por encajar su daga en mi cuerpo, lo que provocó mi desvanecimiento.
El dolor se concentraba más, y más, y más... al grado de que eso fue lo que me despertó.
Sobresaltado, abrí los ojos, solo para ver directamente un techo que no recordaba haber visto antes. Discretamente moví todos mis dedos, empezando por las manos y luego los pies, pues quería verificar que era yo quien los controlaba. Por suerte así fue. Solté unas cuantas palabras que, de mi garganta, sonaron más como a gruñidos.
–¡Albert! –Esa fue Aria.
–Muchacho. Qué bueno que despiertas –seguramente ese fue Gorith.
–Demonios... –mi cabeza palpitaba–. ¿Qué carajo pasó?
–Que te pude quitar el espíritu que tenías dentro –esa declaración parecía incoherente por unos segundos, hasta que le di sentido en mi cabeza.
–Qué bueno... –me intenté incorporar, de la cama, pero un fuerte dolor en el abdomen me detuvo en seco.
Al sentir ese dolor, me destapo solo para notar dos cosas: la primera es que no tenía camiseta, lo cual era raro, pero entendible tras ver la segunda cosa, que era una banda que me rodeaba la parte del cuerpo donde Gorith me apuñaló.
–¿Tú hiciste esto? –le pregunté a Ahn mirándola.
–Si –su sonrisa tímida me agradó.
–Te lo agradezco – le dije mientras acariciaba su cabeza.
Me senté despacio al borde de la cama y me paré, claro que Aria me sugirió no hacerlo, pero fue obvio que logró su cometido. Puede que sea efecto de las medicinas que me administró Ahn, pero cuando me puse de pie me tuve que sostener de la mesita de noche para no caerme, pero con los segundos pude caminar sin necesidad de apoyarme en algo. Me puse frente al espejo que había en la habitación para verificar que no haya más heridas en mí.
–Bueno, si yo ya no tengo al heraldo dentro de mí –dije mientras me estaba inspeccionando– eso quiere decir que igual desapareció Borac.
–Eso... –dijo Aria con inquietud–. No es del todo cierto.
Solo volteé a verla confundido.
–Ven a ver –Me dijo Gorith señalando con la barbilla a la ventana que tenía a su izquierda.
Quedé perplejo con lo que miré. Un dragón casi a las orillas del pueblo, siendo rodeado por los aventureros de la zona, encabezados por el papá de Ahn; las personas parecían insignificantes ante su presencia. Lo que más me sorprendió es que Borac no parecía tener intenciones de atacar.
–Eso no me lo esperaba –atiné al decir para luego voltearme–. Pero ¿cómo es que...?
–No lo sabemos –se adelantó a responder Aria.
–Entonces... Supongo que todos los que pueden decirnos algo sobre esto habrán huido o están muertos –deduje con una mano en el mentón.
–En aso te equivocas –dijo Gorith.
Lo miré incrédulo por el comentario.
La casa de Ahn tiene un sótano. Muy pocas veces he estado ahí, pero no es un lugar donde guarden muchas cosas, está casi vacío, salvo por unas cuantas mesas de trabajo y algunos muebles donde la mamá guarda sus medicinas caseras. Pero en aquel momento se usó para resguardar algo más. Mejor dicho, a alguien.
Tras bajar las escaleras y prender las lámparas con un chispazo, se dejó ver el bulto casi inerte en medio de la habitación. Shadra se encontraba dormida, completamente a nuestra merced, sentada en una silla con las manos y pies atados con una cuerda. No es que fueran despreocupados, todo lo contrario. Antes de dejarla así, le pidieron a la señora Rita que le preparara algo para inhibir sus poderes mágicos, por lo cual no había preocupación de que se escapara, o peor, no atacara por sorpresa.
–Oye, despierta. –Gorith golpeó la mesa para que Shadra reaccionara–. Necesitamos que hables.
–No necesitas hacer tanto ruido ¿sabes? –Dijo con molestia–. A parte, no pienso hablar con ustedes.
–Borac. ¿Por qué no desapareció? –Pregunté.
–Pero mira nada más, si es el traidor –aun en esa situación, sonreía condescendiente, como si estuviera en condiciones de hacerlo–. Contigo es quien menos quiero hablar.
–Que yo sepa nunca pertenecí a su secta.
–Pero debías de hacerlo. Nuestro maestro, ¡EL INVOCADOR! Dijo que te unirías sin problemas. Pero al parecer su sacrificio fue en vano.
–¿Quién es su maestro? –Interrumpió Gorith.
–Eso deberías saberlo –torció su cuello a la derecha para verlo directo a los ojos–, pues él fue quien lo recibió a su llegada a nuestro mundo.
–¿El profesor Aron? –Shadra solo levantó la ceja ante la inquietud de Aria.
–Eso explica por qué Donna no lo había visto en este tiempo –explique–. Pero aun no nos dices por qué el dragón no ha desaparecido.
–Vaya, sí que estás en problemas –dijo burlona–, eso te convierte en el principal objetivo del reino.
–Ya le quitamos al espíritu del heraldo, pero eso no bastó ¿por qué? –Preguntó Gorith.
–Así que dinos, ¿cómo eliminamos a Borac? –Prendí una bola de fuego que poco a poco fui tornando a color negro.
–¿Tú hiciste eso? –Preguntó Aria asustada.
–Si. Comprendí como hacerlo –no despegué la vista de Shadra.
–Así que... aun tienes esa habilidad –lo dijo muy tranquila–. ¿Eso no te da una idea?
–¿A qué te refieres? –Preguntó Gorith.
–Vamos –puso los ojos en blanco–. Me van a decir que no entendieron la leyenda. Para que uno viva, requiere del otro. No importa si capturas al heraldo, eso solo impedirá que lo controle como lo logró en la cueva... o que alguien más pueda obtenerlo. Pero si su esencia queda en un portador, eso te convierte en la parte que Borac necesita para existir.
–Eso quiere decir que... –dijo Aria con miedo.
–Que, si quieren desaparecer a Borac, tú debes de desaparecer también. Y solo te digo que a los jerarcas de este reino no les interesa tener a ese monstruo, como ellos le llaman, con vida.
Me separé de ella para digerir lo que nos comentó. Entre los tres nos miramos, incrédulos, más yo, que luchaba por no sacar mi ira en ese mismo momento. No sentía la situación justa, pero si, de alguna forma, lógica. Por lo cual opté por salir de ahí para encontrar una solución.
–¿A dónde vas? –Aria me intenta detener tomándome del brazo. Claro que no lo logró.
–A arreglar esto –contesté.
–¿Y qué hacemos con ella? –preguntó Gorith refiriéndose a nuestra cautiva.
Estaba enojado, pues las soluciones no me llegaban, mucho menos se lograban generar tal como estaba acostumbrado a hacerlo por muchos años. Con este sentimiento atorado solo buscaba desahogarme con cualquier cosa, y no encontré algo mejor con que lidiar mi frustración que no fuera Shadra. No hice más que lanzar la bola de fuego que ya tenía preparada y, sin pensarlo mucho, la lancé directo a ella. Ni sus múltiples gritos de lamento, desesperación y dolor hicieron mella en mi ser. Al contrario, parece y lograron clamar mi desesperación un poco. Fue con ese panorama que salí del sótano.
Tras llegar a la sala, Ahn nos recibió expectante a lo que pasó en la parte inferior de su casa, pero creo que nuestros rostros desolados le dieron una idea de lo que ocurrió en ese lugar. Nada positivo.
–¿Qué harán? –Atinó a preguntar. Austada, pero inteligente.
–Resolver todo este problema –respondí.
Y salimos de la casa los cuatro.
Cuando llegamos a donde Borac, nos topamos con un grupo de personas expectantes por las cuales tuvimos que pasar para llegar con el señor Marcos.
–¡Papá! –Gritó Ahn para llamar su atención.
–¿Hija? –Marcus se giró para vernos– ¿Chicos? ¿Te encuentras mejor? –Me preguntó.
–Si. Su hija me curó.
–Me alegro –asintió y se giró–. Mo entendemos por qué no ha atacado, pero estamos preparados para cualquier cosa –se refería a Borac.
El dragón lanzó un rugido y luego, como si me reconociera, posó si vista en mí. Por intuición, me fui acercando a él, pasando por un lado del papá de Ahn, quién me intentó detener, pero su toque débil no lo logró. Extendí mi mano para intentar tocarlo, a lo cual respondió acercando sus fauces para sentirlo. Al momento de tenerlo en la palma de mi mano, sentí como si pudiera domarlo.
–Todo está bien. Pueden relajarse. –Le indiqué a los aventureros del pueblo.
Parecía tan fácil como pensar en lo que quería que hiciera, pero aun sentía algo de inseguridad por algún motivo, como si todo pudiera echarse al carajo si se realiza un movimiento brusco, por lo manejé la situación con cuidado. Cuando me sentí ya con la confianza suficiente le indiqué que bajara para subirme en él.
–¿Qué vas a hacer? –Preguntó Aria.
–Voy a ir a Tiris. Les contaré la situación para ver qué sucede –respondí ya arriba de Borac.
–¿No recuerdas lo que dijo Shadra? Te pueden matar –Aria estaba preocupada.
–Es algo que puedo esperar.
–Entonces iré contigo –repuso al ver que no me convencería de no ir.
–Iremos –reformuló Gorith.
Aun que me encontraba sorprendido por su decisión, no encontré algún motivo por el cual negarles su ayuda, por lo cual les indiqué que subieran. En el momento en que Gorith se acercó a Borac, el segundo se alteró cuando el primero estaba a solo un paso de él, pero logre domarlo, a duras penas, pues sus colmillos estaban a solo un centímetro de arrancar un brazo de mi compañero.
–Yo también quiero ir –Ahn se animó a ir con nosotros, aun que pienso que es más para estar cerca de Gorith.
–Hija. No –era obvio que su padre se negaría.
Aria y yo no dijimos algo, solo volteamos a ver a Gorith, para que él tomara la decisión.
–Vamos, ven –le dijo finalmente tendiéndole la mano.
–Hija... Espera –inquirió su padre.
–Lo siento... pero yo igual soy una aventurera.
Fue así como le indiqué a Borac que empezara a elevarse. La sensación fue extraña, tal grado que todos se abrazaron para no caerse.
–¿Estás seguro de hacer esto? –Me preguntó Aria, gritándome al oído
–La veradad no –respondí–. Pero hay que intentarlo.
No lo confirmé, pero puedo asegurar que los tres me miraron preocupados y desaprobación. Pero la decisión fue tomada.
Ya con la altura suficiente, le indiqué a Borac que se dirigiera al sur, con dirección a Tiris. Y así fue como nos adentramos a nuestro destino final.
O eso creíamos.
Realmente volar fue una experiencia... interesante, por decirlo menos, no es que fuera inútil, pues llegamos a la región sur de Tiris en apenas una hora. Pero de igual manera no fue un viaje cómodo, pues entre las ráfagas de viento, el dolor de los oídos por la altura y el mareo por la velocidad fueron un martirio para nosotros. Pero al ser una experiencia nueva, emocionante y de cierta forma excitante. Por lo cual no se qué adjetivo pueda calificar ese viaje.
La llegada al castillo imperial nos traía con muchas expectativas, pues no sabíamos cómo reaccionarían ante nuestra presencia, más si le sumamos a que estábamos acompañados de Borac, lo cual no sumaba mucho a nuestro favor. Pero aun así estábamos decididos a demostrar que podemos mantener a raya a Borac.
A nuestro arribo al interior de las murallas que rodean el castillo, miramos como se conglomeraban bajo nosotros un gran número de soldados, todos ellos de las fuerzas especiales del ejército, pues sus muy característicos uniformes así lo indicaban. Era obvio que la presencia de un animal con las características de Borac sería de gran interés para el reino, por lo cual no me sorprendió la enorme cantidad de efectivos que aparecieron para recibirnos.
Cuando ya aterrizamos a Borac, descendimos de él con la intención de hablar con aquel que estuviera a cargo de aquel contingente; pero lo único que se percibía en aquel lugar era un silencio avasallador, de aquellos que si son cortados terminaría en una situación mucho más incómoda que en sí mismo.
–La amenaza de Borac, y de la secta que alababa a Dirac a sido eliminada –pronunció fuerte Gorith. –
El sonido se perdió nuevamente para que el silencio volviera a reinar, con todo y la cara inexpresiva de los soldados a nuestro alrededor. Ese silencio se vería interrumpido por el sonido de aplausos de una sola persona.
–Miren nada más quienes aparecieron –esa voz era conocida por nosotros–. Pero si son mi amigo Gorith y su grupo de aventureros –en efecto, era Davian, el antiguo compañero de Gorith en sus tiempos en el ejército.
–Traemos buenas noticias –comenté– logramos capturar al espíritu del Heraldo de Borac.
–Aquí tienes su contenedor –dijo Gorith mientras sacaba una cajita–. Solo no lo abras o lo liberaras. –Puso el contenedor en el suelo y con una leve patada lo mando a donde estaba su ex compañero.
–Que bien. Gracias por su trabajo –dijo mientras recogía el obsequio que mi compañero le entregó–. Bueno, me gustaría escuchar sus aventuras para lograr esta hazaña, pero tengo más cosas que hacer. Suerte –no me gustó como sonó esa última palabra.
Lo único que hizo fue darse la vuelta y caminar, dándonos la espalda como si de cualquier cosa se tratara.
–¿Y nosotros qué hacemos? –Pregunté expectante.
No tuvo la necesidad de detenerse o siquiera vernos.
–Encárguense de ellos –dijo con un chasquido de dedos.
En el momento que desapareció de entre las tropas todos los efectivos que estaban rodeándonos se prepararon para atacar. Sabía que enfrentarse contra ellos era casi una batalla perdida, pues nos superaban 30 a 1, algo abismal, incluso para alguien experimentado en el combate como Gorith. Usar a Borac era como jugar a la ruleta rusa, pues aun no controlaba del todo sus habilidades, y era posible que nosotros también saliéramos lastimados si intentaba algo usando su poder.
El ataque que nos lanzaron fue la combinación de magia de fuego con flechas para abatirnos al primer tiempo, era obvio que su intención no era específicamente matarnos, solo querían desaparecer a Borac, por eso no los culpo, pero el no darnos la oportunidad de hablar para indicar que podemos controlarlo. Aunque su intención es entendible, no podía negar que los modos eran absurdos.
Solo estaba esperando el golpe de sus ataques, así que cerré los ojos para aceptar mi destino, apreté la mandíbula y cerré los puños, en espera de que esto acabara pronto. Estaba tardando demasiado, nunca pensé que el tiempo pasara tan lento cuando se esperaba el golpe final.
–Albert, rápido. Hay que irnos –me dijo Aria tomándome por el hombro con brusquedad.
–¿Que paso? –pregunté desconcertado.
Mirando a mi alrededor me percaté de que se había formado una barrera alrededor de nosotros protegiéndonos de los ataques, por lo cual intuí que fue hecho por Ahn, quería agradecerle, pero no había tiempo.
–Rápido, vámonos –sentenció Aria.
Como la situación lo ameritaba, nos dirigimos a donde estaba Borac para montarlo, ya nos esperaban Ahn, quién con los brazos extendidos mantenía el escudo activo, y Gortih, a la espera de algún ataque sorpresa. Con los cuatro a bordo de Borac, le indiqué a este que se levantara y emprendiera vuelo, algo que fue mucho más fácil que la primera vez, y así fue como tomamos dirección rumbo al norte.
–¿Cuál será nuestro destino? –Preguntó Ahn.
–Si bien conozco al imperio, para mañana habrá varias patrullas del ejército buscándonos por todo el imperio –complementó Gorith.
–¿Tienes algún plan? – Esa fue Aria.
La respuesta a esa última pregunta me dejó pensando, pues la verdad, ya en el aire, sobrevolando Zeon, no tenía algo muy en claro de qué hacer a partir de ese momento, pues si la advertencia de Gorith era cierta, no había lugar alguno en Fess para ocultarnos, tomando en cuenta que debíamos mantener escondido a Borac, algo que en mi mente me parecía una tarea casi imposible, pero no había tiempo para pensar, menos para dudar, así que solo hice lo que en ese preciso instante de me hizo lógico.
Le indiqué a Borac que se dirigiera al norte, pues tenía la impresión de que en esa dirección se encontraba la respuesta al delirio que estábamos afrontando.
–¿A dónde es que vamos? –Preguntó Aria.
–A la isla del norte de Fess. Tengo entendido que ahí el imperio no tiene ningún tipo de injerencia. Creo que será un buen lugar para alojarnos –no creía que fuera la mejor opción, pues no teníamos nada en aquel lugar, pero era lo mejor que podíamos hacer para evitar la captura a manos del ejército.
Sin temor a cambiar mi decisión, con más fe quecerteza, estábamos a punto de cambiar por completo el rumbo de nuestra vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro