Capítulo XX: Reencuentros
Nos encontrábamos en la frontera de Root con Hoss, pasando por un área fangosa, por donde se podía acceder a la ciudadela de esa zona. Los militares fueron tan amables de darnos un caballo para cada uno, por lo cual pudimos ir más cómodos, galopando detrás de Gorith y el otro sujeto que, a sabiendas por el resto de la tropa, era el capitán de aquel conjunto, y por lo que había notado, era viejo conocido del profesor.
–¿Qué crees que esté pasando? –Me preguntó Aria.
–No tengo ninguna idea, pero por la reacción de Gorith, no ha de ser bueno –contestaba con la vista fija en ellos, notando como el profesor se encontraba algo incómodo, incluso molesto, al estar al lado del militar de alto rango.
–¿Y si te acercas para saber? –Me aconsejó Ahn.
–Prefiero no hacerlo. Algo no me agrada de ese sujeto.
–¿Lo dices por la actitud del profesor junto a él? –Asentí ante la pregunta de Aria.
El capitán y Gorith pararon sus caballos, por lo que nosotros también lo hicimos, pero el profesor nos invitó a estar junto a ellos. Mientras avanzábamos, viendo como poco a poco se asomaban un par de torres en el horizonte, para luego ser notorio el fin del húmedo lugar, delimitado por el muro donde se encuentra protegido la ciudadela al oeste de Root, con su puerta siendo vigilada por guardias armados con lanzas.
–Esta es nuestra primera parada –decía el capitán–. Después de aquí, será el viaje directo a Tiris.
–Dejen sus caballos donde nosotros les indiquemos, conozcan la ciudad y descansen, pues mañana partimos antes de que salga el sol. –Las indicaciones de Gorith eran secas y su voz se notaba golpeada, muy distante a la del soldado que lo acompañaba, pues esta era jovial y cálida.
Lo primero que vimos al entrar fue el regimiento militar que custodia laciudad, y tal cual nos lo indicaron, dejamos a los caballos en el establo,atendiéndolos con comida y agua para que repongan energías tras el viaje. Trasindicarnos donde están nuestros cuartos, procedimos a conocer la villa.
La ciudad tenía tintes oscuros, con demasiadas lámparas colgadas de los tejados cubriendo las calles que estaban adornadas con mosaicos hexagonales de color gris. El sol pronunciaba su final de ciclo, dejando el cielo con tonalidades naranjas, indicando la llegada de la noche.
Todas las luces eran encendidas con pequeñas flamas lanzadas por los habitantes, participé un poco en dicho proceso, pues la amabilidad de las personas me fue alentando a hacerlo. Todos los rincones de la ciudad parecían tener más vida durante la noche, la vista era formidable, como si nos encontráramos en un festival, pero solo era la vida cotidiana en este lugar.
Compramos unas bolas de carne para comer antes de regresar al cuartel, pues la noche era ya total, disfrutando cada bocado a la vez que saludábamos a las personas que nos topábamos algo que parecían disfrutar las chicas más que yo, que estoy más acostumbrado a ser más serio y reservado.
Ya en el cuartel, las chicas prefirieron ir a su habitación para bañarse y dormir para estar descansadas para mañana; en cuanto a mí, preferí caminar y buscar a Gorith para hablar con él. No tardé mucho en encontrarlo, pues se encontraba en una de las salas de estar, sentado en una silla mientras tomaba un tarro de lo que parecía aguamiel. Estando un poco nervioso por no saber cómo reaccionaría ante mi presencia, tomé una silla para estar junto a él, pidiendo un tarro de cerveza para acompañarlo.
–¿No se supone que debes de estar durmiendo? –Gorith parecía estar gruñendo en vez de estar hablando.
–Solo me doy un descanso... Pero creo que tu eres el que debe de descansar. –Mi trago llegó y empecé a tomar–. ¿Qué ocurre? Pareces molesto o preocupado. Hasta las chicas lo están notando.
Gorith soltó un suspiro.
–Algo así, pero es más complicado de lo que es... En resumidas cuentas, Davian, el capitán del contingente que nos escoltó, provocó que un pudiera entrar al grupo de Fuerzas Especiales del ejército. Ahora se jacta de estar ahí y yo no. Que mierda. –Solo tomó otro sorbo de su bebida.
–Si es así, ¿por qué dejaste que nos llevaran a Tiris?
–Porque es la única manera de saber qué es lo que provocó el desastre de la otra ciudad sin complicarnos tanto la vida.
Me recargué en el respaldo de mi silla mirando al techo.
–Bueno... Si lo ves de esa forma... No podría culparte. Pero a como lo veo, tu plan sería tener la información y salir lo más rápido posible para averiguarlo antes que otros, ¿o me equivoco?
–Si. Algo así –su cabeza se apoyó sobre su puño.
–¿Con que fin? Es lo que aun no entiendo –lo miré fijamente.
–Eso ya es algo personal.
Fue lo último que dijo sobre el tema, pues ya nos quedamos ahí sin hacer más que tomar los que nos quedaba en nuestros tarros para luego retirarme a mi habitación para bañarme y dormir. El recorrido entre los pasillos me ayudó a reflexionar un poco sobre lo que va a pasar a partir de mañana, pero a la vez notar que aún tengo interrogantes sobre todo lo que ha pasado y lo que he de esperar, pues recuerdo que, quiera o no, este no es mi mundo, que en el punto donde me quedé en mi otra vida, tenía cosas por hacer y realizar, pero que no se si aún se encuentren ahí para cuando llegue el momento de partir de regreso. Siempre y cuando eso sea posible.
Ver la ciudad desde la ventana de mi cuarto fue un visaje que me ayudó a sacar de mi mente todo lo que traía, respirar el fresco aire era algo que me relajaba, pero no podía soltar de mí la idea de que algo malo puede pasar tras averiguar qué fue lo que ocasionó el desastre que presenciamos.
–Cada vez que te miro viendo a la nada pensando, creo que deberías estar más entre libros que aventurándote al peligro –la voz de Aria fue la que hizo que desviara mi vista hacia ella.
–No te creas, me aburro con facilidad si no hago algo emocionante –me recargué sobre la pared para ver como su figura era adornada por la luz emanada de la luna, con el cabello suelto y sus prendas casuales era un espectáculo de deleite para mis ojos.
Caminó de manera sensual hacia mí, para abrazarme y besarnos tiernamente. Volteó un momento para ver a través de la ventana y saber a qué le prestaba tanta atención, para solo cautivarse por el cielo estrellado de la noche.
–Me imagino que Ahn ha de estar dormida –dije para no estar tanto tiempo sin decir algo. Algo que era muy tonto, a decir verdad.
–Sí, y me aseguré que no hubiera nadie antes de venir a tu cuarto. Por si eso te preocupaba.
–Aunque no sé si debamos hacer esto –decía eso mientras que, irónicamente, posaba mi frente sobre la de ella y la acercaba a mí desde su cadera.
–Bueno... Ya me aseguré de que nadie nos interrumpa –solo mi cara de duda fue lo que miró.
Cuando miré a la puerta, noté como había un mueble bloqueando laentrada, pues nuestros cuartos no tienen un seguro para cerrarse. Varias vecesla miré a ella y luego a la puerta, pues no entendía cómo es que pudo hacerlosin que pudiera escuchar algún movimiento. Todo eso terminó en risas para luegoterminar acostados y dejar que nuestra pasión encaminara los siguientesmomentos.
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