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Capítulo XIV: Camino a Hesso

El tiempo que pasamos en Ervest dentro del ejército pasó sin pena ni gloria, salvo aquella aventura en la frontera con Tiris; algunos días eran cortos y sin sobresaltos, mientras que otros parecían no tener fin por el arduo entrenamiento durante las clases. Es debido a esto que el año se fue como en un parpadeo, dando inicio a nuestro regreso a Hoss.

Después de la escuela, era momento de decidir cuál será nuestro destino a partir de los siguientes días, pues era momento de seguir nuestro propio camino, lejos de la comodidad de la academia. Para nosotros era más fácil, por una forma de decirlo, pues como Gorith nos introdujo al gremio de aventureros en Ervest, podemos entrar a cualquier otro en las siete distintas regiones de Fess.

Regresar a Hoss fue igual de tardado como cuando fuimos a Ervest, pero con la sensación de estar regresando a nuestra casa, de cierta forma, durante la noche durante el desierto de Manes, solo pasamos un poco de frio cubiertos solo por el manto de estrellas en el firmamento, reluciendo junto a la luna en todo su apogeo.

Ya de regreso a la ciudad donde empezó todo, dentro de las instalaciones de la Academia de Magia de Fess, donde se encontraban unas cuantas personas esperándonos, tanto amigos como familiares. Al descender del carruaje, Ahn salió casi de la nada para saltar y abrazar a su amiga, como si no la hubiera visto por años.

–Ahn, ¿qué ocurre? –Preguntó Aria con emotividad al ver de nuevo a su amiga.

–Te extrañé mucho. Solo es eso –la voz de Anh parecía quebrarse.

Yo solo le hice señas a Aria por detrás de Ahn para que supiera que iría a buscar a alguien. Mientras ellas seguían hablando me introduje entre los pasillos de la escuela para buscar de inmediato a la profesora Donna y al maestro Aron, para saber que es lo que ocurrirá conmigo a partir de ahora.

Caminando entre los distintos salones, aun con mi uniforme militar puestos, me fui abriendo espacio entre algunos estudiantes que se encontraban en los pasillos, para así llegar al cubículo donde, se supone, estaría la maestra. Abrí sin preguntar la puerta de madera para ver a la profesora Donna sentada detrás de su escritorio con una blusa roja escotada y su cabello suelto, cautivándome al instante con su belleza, dejándome solo con una mirada de lujuria sobre ella, aunque más bien sería sobre su busto. Para que luego sea ella misma la que me sacara de mi estado de trance.

–¿A qué se debe tu intromisión? –Preguntó de forma seria– ¿Solo es para verme el cuerpo? –sostuvo por un momento sus pechos con sus brazos mientras cambiaba su expresión a una mirada más coqueta, como intuyendo mis pensamientos.

–Ah... No, perdón... maestra –mi mirada se desvió de su físico rápido–, pero quería saber si tiene algo nuevo para mí.

–Por desgracia no. Igual, no hemos visto al profesor Aron en varios meses, pues él era único que podría ayudarte. –Soltó un suspiro profundo–. Pero ¿aun quieres volver a tu mundo? –Su mirada su mirada se tornó compasiva, mirándome a los ojos.

–La verdad es que ya me acostumbré a esta vida –dije calmado, soltando el cuerpo–. A parte, me siento mejor, más que en mi otra vida –algo de verdad había en ese último comentario.

–Bueno, me alegro por ti. Y ¿qué harás a partir de ahora?

–Creo que seré aventurero. Prefiero eso a seguir órdenes.

–Eso lo veía venir. Pero está bien –se encogió de hombros–. Por mi parte, creo que es todo. Ya te puedes ir.

–De acuerdo. Gracias por todo.

–Hasta luego, Albert. –Terminó por guiñarme el ojo y salí de ahí para ir con Aria y Ahn.

Al encontrarme con las chicas en la explanada de la escuela, ellas estaban sentadas al borde de la fuente en medio de la pequeña plaza, platicando como solo las mujeres suelen hacerlo, tan alegres se miraban, que me daba algo de pena ir con ellas y cortarles la conversación; pero debíamos ver que haríamos a partir de ahora.

–¿Todo bien? Cariño –preguntó Aria, ante la mirada atónita de Ahn.

–¿Cómo que cariño? –Preguntó confusa Ahn.

–Ya te lo comenté. Recuerdas –le dijo–. ¿Entonces? –Se volvió a mí.

–Sí, todo bien –dije con un suspiro.

–¿Qué ocurre? –Preguntó mi pareja.

–Que no sé que haremos de ahora en adelante.

–Y ¿por qué no vienes conmigo? Mamá estaría feliz de recibirte como siempre –Ahn solo la volteó a ver, pues ella no sabía de eso.

–No quiero importunar. A parte, no hay mucho trabajo como aventureros en Zeon.

–Es cierto... –dijo pensando.

–¿Y si vienen conmigo a Hesso? Hay mucho trabajo allá, y cerca de mi casa una familia vendiendo su hogar.

–Tenemos el dinero –comenté–. Podemos intentarlo.

–Pero Hesso queda al otro lado del Reino, estaría lejos de mi madre.

–Ella lo entendería –dijo Anh para convencerla.

–Sabiendo que estarás con Ahn y conmigo, seguro se sentirá menos angustiada –dije.

La duda aun prevalecía en Aria, pues nunca ha estado tan lejos de su mamá, pero al mismo tiempo sabía que en algún momento tendrá que hacer su camino sola, por lo cual iniciar con su amiga y novio sería mucho más sencillo.

–De acuerdo, hagámoslo –terminó por decidirse–. Pero antes, tendras que acompañarme a Zeon por algunas cosas –me apuntó con su cara de orgullo.

–Bien, decidido. Yo los esperaré en cuatro días, según creo que es lo que harán de aquí a Zeon, y de ahí a Hesso.

Así de fácil fue como acordamos ir a Hesso, pues resultaría más rápido conseguir trabajos como aventurero en ese lugar y tenemos la ventaja de contar con una casa cerca de alguien que conocemos y conoce el lugar.

Realmente todo está saliendo de maravilla.

Hasta Ahora...

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