Capítulo XII: Nacen los aventureros (Parte I)
Las primeras semanas estudiando y entrenando en Ervest fueron espectaculares, pues aprendí cosas nuevas e interesantes, pero nada comparado con haber comprendido a usar voluntariamente aquella presencia que habita dentro de mí, o al menos así lo percibía. Con cada entrenamiento, era más fácil gastar menos energía y mejorar mis ataques mágicos.
Por desgracia, por cada cosa buena, siempre hay una mal, y como a todos en esta vida, nadie es la excepción.
El dinero, así como la gloria, son efímeros, y si no sabes cómo manejarlos, se pueden ir en cualquier momento sin que uno se dé cuenta, pues aun cuando pertenecíamos al Ejército Imperial de Fess, técnicamente, nuestra paga es raquítica, y con los digg que nos daban, no podía costear muchas cosas. Debido a esto, durante las últimas salidas con Aria, me he abstenido de comprar varias cosas con la finalidad de que me alcanzara el dinero, por lo cual estaba pensando seriamente en conseguir un trabajo para solventar gastos venideros.
-Albert... ¡Albert! -Me gritaba Aria mientras estaba en trance, mirando al cielo durante nuestro almuerzo.
Era el descanso durante las clases y el entrenamiento, por lo cual decidimos ir al comedor para comer algo y estar preparados para las siguientes horas.
-¿Sucede algo? -Me preguntó mi novia ladeando la cabeza.
-No. No es nada -no quería preocuparla y contesté eso.
-¿Seguro? -Insistió-. Sabes que puedes confiar en mí. Cuéntame ¿qué sucede?
Dejé salir un suspiro, pues la buena intención de Aria no la desaprovecharía.
-Es solo que... quiero conseguir algo de dinero, pero no se como lograrlo -dije sin tapujos-. Solo es eso -mis ojos se desviaron un poco antes de ver directo a Aria.
-¿Es solo eso? -Dijo sin más-. No te preocupes por eso -se notaba muy relajada y comenzó a comer un pastelito que tenía en su bandeja-; si estas ansioso por el dinero, puedes hacer pequeños trabajos de aventurero.
Era cierto. ¿Por qué no se me ocurrió antes?
-¿Y si le preguntamos a Gorith si podemos ayudarlo en sus trabajos como aventurer? -Pregunté precipitado.
-Me parece bien, me apunto -me sorprendió que no haya dudado, pues siempre lo hacía con una decisión mía tomada a las carreras.
Terminamos de comer y, después de haber puesto los platos y basura en su lugar, salimos en búsqueda del militar, quien se encontraba caminando entre los pasillos de los dormitorios, seguro que haciendo guardia. Gracias al ruido de nuestras pisadas, se enteró que estábamos atrás de él. Se volteó rápido cuando estábamos a solo unos pasos de distancia.
-Albert. Aria. ¿Qué hacen?
-Gorith -comencé a hablar-, venimos a preguntarte algo.
-De acuerdo. Dime, ¿qué pasa?
-Es que... -aún me encontraba agitado- es que, queremos saber si podemos entrar contigo como aventureros.
Se quedó pensativo unos minutos.
-¿Y eso, a qué se debe?
-Es que queremos serlo, en vez de entrar directo al ejército -contestó rápido Aria antes de que pudiera hablar yo.
El instructor se nos quedó mirando un largo rato, cómo meditando nuestra intención.
-¿Están seguros de esto?
-Sí -contestamos.
-Bueno. Los veré a la misma hora de siempre en el mismo lugar el fin de semana. Nos vemos -siguió su camino entre los cuartos, mientras nosotros estábamos contentos por la oportunidad que nos ha brindado.
Regresamos a nuestras actividades normales emocionados, Aria por lograrsu meta de ser aventurera; por mi parte, estaba alegre por estar a punto deconseguir dinero. Pero vaya que nuestra sorpresa fue grata para ser nuestraprimera vez como aventureros.
El invierno se acercaba, por lo cual esperar en la plaza como siempre fue más agobiante que en otras ocasiones, aún más que la primera vez, por lo cual nos decidimos poner nuestras prendas de invierno como nos lo recomendó el profesor para soportar el frio inclemente, pero más que nada era para identificarnos como estudiantes del último año para entrar como aventureros.
Llegamos a un bar en medio de varios otros puestos; por fuera no había algo que destacara al lugar, pero al entrar notamos el amplio espacio, lo cómodo y acogedor del lugar, casi como un restaurante familiar, la presencia de varios militares se sentía por varios lados, esto es porque buscan un ingreso extra, nos explicó Gorith.
No pasamos desapercibidos para todos los que ahí estaban, pues desde que entramos nos siguieron con la mirada, al destacar por nuestro uniforme café. Seguimos al instructor hasta el mostrador donde nos atendió un hombre con aspecto de pocos amigos, como si le quedara mejor dirigir un bar de mala muerte que un sitio como este.
-¿Cómo estás? Gorith -preguntó amablemente el tabernero mientras estrechaban las manos.
-Muy bien, gracias. Xion. ¿Tienes algo para mí?
-Solo hay contratos simples. Nada difícil. ¿Vas a tomar uno?
-Sí. Voy a enseñarles a estos chicos de que va todo esto.
-Dale. Pues esta esto, un monstruo que habita en las montañas entre Ervest y Tiris. Todo lo demás se encuentra al sur de Tiris o en Zeon -dijo algo apático.
-No hay problema, lo haremos -tomó la hoja con la misión y se volteó-. Listo chicos, a irnos -y nos fuimos de aquel lugar, aun con las miradas encima de nosotros.
Caminamos por unas cuantas calles hasta llegar al mercado de la plaza. Como apenas estaba saliendo el sol, solo estaban unos cuantos puestos, pero entre todos ellos, hay un local con la puerta cerrada, la fachada era de piedra gris y sin ventanas, muy sombrío si me lo preguntan.
Al entrar al lugar, nos topamos con una llamarada proveniente de un horno de piedra, las chispas que salen cuando un martillo pega contra un metal caliente y el chirriante sonido de dos metales golpeándose. Estábamos en una herrería.
Nos quedamos al margen de la puerta por indicación de Gorith en lo que él iba a hablar con el encargado del lugar, para luego regresar con dos espadas. La más larga era una espada a dos manos que se la terminó entregando a Aria, pues era más hábil con ella; por otra parte, a mí me tocó una espada de una mano, el filo era de la mitad de largo que la espada de Aria, pero esto es a que, según me comenta el instructor, para que tenga mayor posibilidad de usar magia durante el combate. Cuando nos las entregó nos indicó que se las teníamos que devolver cuando terminásemos.
Ya armados y sobre unos caballos, propiedad de Gorith, es como nos dirigimos a la frontera con Tiris. Al trote, nos estábamos aventurando al desierto de Erves, pues es desde ahí donde inicia la cordillera que separa al norte de Tiris con su parte del sur, algo curioso que sea así pero me he tenido que acostumbrar a que las cosas no sean como yo pensaba, así que deje pasar ese detalle. Con la arena rosando mi cara, y la vista de la ciudad alejándose cada vez más, es como estábamos llegando al lugar indicado para derrotar al monstruo de la encomienda.
Cuando estuvimos de cara a la montaña donde se supone se encontrabanuestro objetivo, nos bajamos de los caballos y apreciamos la cueva natural encontradaen la parte media de la montaña, pensando en colectivo que es ahí donde nos tenemosque dirigir para combatir a dicha bestia. Solo a unos pasos de ser oficialmenteunos aventureros.
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