Capítulo VIII: Vacaciones fugaces
Negro, frio, era aquel lugar donde estaba sumergido, no encontraba la forma de ver al fondo de aquel sombrío lugar sin pensar que algo estaba esperándome en la espesa oscuridad; me paré con la esperanza de que, al caminar unos cuantos metros, pudiera encontrar alguna salida de ese recóndito espacio. Tocando las paredes de la caverna en la cual me encontrada, raspando mis yemas y palmas entre las rocas y tierra que la conformaban, fui caminando lento, pero seguro a donde quiera que me estuviera dirigiendo.
Pasó mucho tiempo en que llegara a topar hasta el final del camino, según mi limitado sentido de orientación, con las manos fui explorando el relieve de aquel muro de tierra para ver si podía encontrar alguna hendidura o saber si existía una salida de aquel oscuro pasillo; de repente, la luz se hizo en aquel lugar. La misma figura que forme en mi habitación, la misma que me trajo a este mundo se encontraba iluminada en aquella cueva, llenando de una estela blanca todos los rincones que, hasta ese momento, estaban rodeados de oscuridad.
Un rugir desgarrador, que lograba retumbar en todas las paredes de la caverna hizo que me dolieran los tímpanos, no supe de donde salió aquel sonido ensordecedor, pero el único efecto que tuvo en mí fue que saliera corriendo despavorido, retomando el mismo camino que me dirigió hasta el final de la cueva. Mientras más me alejaba de la luz, me acercaba a otra que me provocaba una sensación de relajación, como si supiera que aquello me sacaría de aquel lugar. Corrí y corrí hasta que me vi envuelto en aquella luz, flotando en la nada mientras sentía como la oscuridad se estaba alejando de mí. Y desperté.
Abrí los ojos sobresaltado, pues no concebía en mi memoria como terminé en la cama de mi habitación, con el torso desnudo, pues al sentarme aun con las piernas sobre la cama, noté mi pecho expuesto, no supe que reacción tener, por lo cual decidí revisar mi alrededor para ver cómo se encontraba todo, al parecer estaba en orden, pero al dirigir la vista hacia mi escritorio, noté a alguien durmiendo sentado en él. Cuando logré enfocar los ojos, me di cuenta de que era Aria quien se encontraba ahí; no comprendí por qué estaba en mi cuarto, pero no quise especular nada, realicé unos cuantos ruidos para despertarla hasta que reacciono a ellos.
–Buenos días Albert... –bostezó mientras seguía saludando, por lo cual no entendí que decía de momento–. ¿Qué tal dormiste?
–Realmente muy bien, pero ¿qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?
–Es que, cuando terminó la pelea, te desmayaste de repente, por lo cual te traje hasta aquí para que descansaras. Pero tenías la temperatura alta, así que te quite algo de ropa para que te refrescaras. No se bajaba tu calor así... que... –se tapó los ojos al no terminar la frase.
Revisé debajo de las sabanas para notar que, de forma sorpresiva, me encontraba desnudo, completamente sin ropa, le indiqué apenado a Aria que saliera para poder vestirme. Ya con ropa, salí de la habitación donde estaba mi compañera esperándome.
–Por cierto, la profesora Donna quiere verte en su despacho, así que, sígueme, yo te llevo –se agarró de mi brazo y salimos caminando directo a con la maestra.
Caminando por el campus, notaba la extraña mirada de todos sobre mí, como si estuvieran preguntando que había hecho, cuando interrogué a Aria por el tiempo el cual estuve dormido, me respondió que fue un día completo el cual estuve en cama, no entendí a que se debía pero creo que al hablar con la maestra podré responder a eso. Cuando estábamos por uno de los pasillos de los salones, varios de nuestros compañeros, que estaban ahí solo para pasar el tiempo, pues era uno de nuestros días libres, nos aplaudían, pero Aria me comentó que era a mí quien iban dirigidos los aplausos. Ya entre los comentarios que me hacían, estaban las adulaciones sobre mi combate con Rush, pues se sorprendieron de cuando poder era capaz de sacar.
Cuando llegamos a la oficina de la profesora Donna, notamos la presencia del maestro Aron pues, según mi suposición, estaban ahí para que les comentara sobre mi actuación del día pasado.
–Aria, un gusto, ¿cómo te encuentras? –la profesora sonreía.
–Muy bien. Gracias maestra.
–Me alegro. Podrías salir, por favor, pues necesitamos hablar con Albert a solas. Descuida, no te lo quitaremos por mucho.
Eso sonrojo un poco a ella, pero obedeció sin decir más. Cuando ya estuvimos solos los tres, el interrogatorio comenzó sin más, siendo obvio que preguntarían sobre el estado catatónico en el cual me encontré durante mi aparente subida de poder, a lo cual les dije todo con lujo de detalle, sin guardarme nada. Ya cuando terminé, solo me preguntaron si había algo más que pudiera agregar, pero no había nada, solo la extraña sensación de no saber como estaba enajenado a mi cuerpo, pero sin más que añadir. Pensé en contarles sobre el sueño del cual me desperté hace unos momentos, pero la verdad sentía que estaba de más decirlo. Sin otras preguntas que contestar, solo me despedí y me reuní con Aria para ver si podíamos hacer algo aquel día.
Como la siguiente semana eran vacaciones, pues ya habíamos realizado las evaluaciones finales, y solo nos quedábamos en las aulas para recibir unas cuantas instrucciones y las propias calificaciones, las cuales no me fue tan mal como esperaba en un principio, pues con la ayuda de Aria pude superar unos cuantos temas complicados. Ya enfocados en el tiempo libre que tendríamos, nos dispusimos a ver en que gastaríamos los días de asueto.
Sentados en el techo de un edificio de la ciudad cercana a la escuela, contemplando el ir y venir de las personas sobre las estrechas calles de la villa de Hoss. El viento era pacífico, el cielo despejado, dejando ver la claridad del cielo azul. Y como si no pudiera pedir más, estaba al lado de Aria solo disfrutando de su compañía. Ahn no nos acompañaba, pues ella tuvo que ir a Hesso para estar con su familia, por lo cual solo seriamos ella y yo durante estas vacaciones.
–¿Tienes planeado algo para estas fechas? –Me preguntó ella.
–La verdad es que no. Pensaba quedarme en la escuela sin más que leer los libros de la biblioteca.
–Pues yo voy a ir a mi casa, al sur de Zeon, y quiero que vayas conmigo. Sirve y no te quedas solo.
–Pero no puedo llegar así sin más...
–No te preocupes, le he hablado a mi mamá de ti, y me dice que estaría bien si te quedas. Así que iras y no me harás quedar mal.
Fui obligado a ir con ella de vacaciones, sin la oportunidad dereclamar, pues su cara me decía que, en caso de no ir, terminara por cortarmela cabeza, por lo cual no pude hacer más que hacer lo que me pidió.
Al viaje a la ciudad de Zeon está cubierto por un paisaje verdoso, como de una llanura limpia y pareja, luego era cuestión de atravesar por duros caminos terregosos para luego estar ante las puertas de la ciudad costera; el aire estaba impregnado por ese característico toque de sal de mar, el cual no hacía sino recordarme cada vez más algunos pasajes de mi niñez, cuando me encontraba con mi familia en las costas arenosas del mar en los momentos cuando el trabajo de mis padres y la escuela nos permitían estar juntos. Unos buenos tiempos si me lo preguntan.
Era obvio que tuve que informarles sobre esto a los profesores Donna y Aron, pero al parecer no le dieron mucha importancia, solo me pidieron que no hiciera una locura por aquellos lugares. Y eso fue todo lo que me dijeron.
Cuando llegamos al pueblo, se notaba un ambiente calmado, mucho más relajado que el de Hoss, pues era claro que es una ciudad un poco más pequeña, por lo cual no era de extrañarse que varios de los habitantes conocieran a Aria cuando pudo ser vista caminando por sus calles. Aun que me sorprendía lo bien que se llevaba con los, no lograba comprender como es que era conocida por casi todos ahí; si, ayudaba el hecho de ser un lugar chico, pero no era para que todos quisieran abrazarla, quería preguntar, pero será mejor que ella me lo diga a su tiempo.
La casa de Aria estaba entre un pequeño lago y la costa que divide el Mar de Ahn y el Mar de Dirac. Lo curioso de esta pequeña ciudad es que no tenía costo, todo estaba ocupado por un enorme malecón donde se encontraban casa, comercios y muelles para los pescadores. Al entrar, la mamá de mi compañera de clase nos recibió con los brazos extendidos, feliz de que su hija estuviera en casa.
–Así que tú eres Albert. Por cómo te describió Aria, pensé que serias más alto –y en efecto, Aria era un poco más baja de estatura que yo, solo por unos centímetros, en cambio apenas llegaba a los hombros a su madre.
–Es un placer conocerla señora.
–Vaya, que muchachito tan educado. Al parecer lo escogiste bien hija –el tono de su mamá era obvio a lo que quería indicar. La sutileza no era una de sus habilidades–. Pero no te quedes parado en la entrada, pasa. Te quedaras en el cuarto de huéspedes, puedes dejar ahí tus cosas. Aria, por favor llévalo.
Sin miramientos, me llevó a donde pasaría el tiempo en aquel lugar. No era más grande que la habitación en la escuela, pero al menos tenía una cama y daba la luz del día por una ventana.
–Lamento el extraño momento con mi mamá –se disculpó apenada.
–No es necesario que lo digas, no es tu culpa –estaba poniendo mi maleta en la cama mientras hacía sentir un poco mejor a Aria.
–Bueno, dejando eso de lado ¿quieres pasar el rato cerca del mar?
Estando ya en los alrededores del pueblo de Zeon, hicimos lo mismo que en Hoss, nos quedamos en el tejado de uno de los edificios de aquella ciudad, el pescado y la xal extraida del mar eran los aromas que impregnaban el ambiente, dictando que, en efecto, estamos en una ciudad marítima. Habíamos comprado algo para comer mientras mirábamos las olas ir y venir, moviendo las pequeñas embarcaciones estacionadas en los andenes marítimos. No tuvimos que esconder nuestras caras de los demás, pues al parecer era de todos sabido que a ella le gusta estar en el techo de las casas.
–Es extraño, nunca pensé traer a otra persona aquí –me dijo ella de repente.
–¿Ni siquiera a Ahn?
–No, ni a ella, pues si en Hoss discriminan un poco a los hombres-bestia, en las regiones más al sur la situación es peor. No la quiero exponer a ese tipo de tratos.
–Bueno, eso es lindo de tu parte.
–Gracias.
De repente, escuchamos un grito de una mujer entre los transeúntes, como si a una mujer le hubieran hecho algo malo, y en efecto, cuando estábamos Aria y yo al pendiente de donde se pudo originar ese ruido, notamos a una persona correr mientras empujaba a quienes se encontraba en su camino. Dispuesta a ayudar en su pueblo, Aria se encaminó entre los tejados en dirección a aquel que estaba corriendo por las calles.
Al parecer fue por instinto, o el simple hecho de ver como terminaba esto, decidí ir tras ella, pues algo en mi me lo pedía sin más. Cuando notamos que aquel tipo se metió en un callejón cerrado, Aria aprovechó para saltar y taparle la única salida y confrontarlo. No lograba escuchar lo que se decían, pero cuando bajé, no lo hice por ese simple hecho, sino porque estaban poniéndose en posición de pelea, a lo cual decidí salir para ayudar a mi amiga.
–Vaya, al parecer, la hija del héroe local no está sola. ¿Quién es? ¿Tu novio?
De una u otra forma, ese pequeño comentario nos hizo enojar, por lo cual no dirigimos contra el para golpearlo. La pelea fue corta, pues es obvio que él tenía menos habilidad al momento de combatir, a diferencia de nosotros que nos entrenamos para ello.
Ya con el hombre vencido, y con unas cuantas bolsas de lo que parecía comida y algunas frutas, volvimos a donde se produjo el robo, la causa de que escucháramos el ruido de hace unos instantes. Con varias personas rodeándonos, pues estaban interesados en como la hija de alguien famoso de esta ciudad pudo ayudar en un pequeño robo. Las felicitaciones y agradecimientos venían por todos lados, aún más de aquella vieja señora a la cual le pertenecían las cosas. Yo solo me quedé al margen de lo sucedido, pues era obvio que era ella el centro de atención en aquel lugar, solo me aseguré de que los oficiales se llevaran al ladrón de ahí.
Llegando a la casa de Aria, comimos y nos dispusimos a dormir, pues era hora de descansar, un día algo ajetreado, pero emocionante; poco a poco fui conociendo más a Aria, pues esta parte de ella era completamente nueva para mí, incluso soy el único que lo sabe, lo que quiere decir que resultó ser alguien especial para ella.
Las tres semanas de vacaciones resultaron agradables, pues pasar el tiempo con Aria, irla conociendo más a fondo y recorres la ciudad con ella me hizo sentir aliviado, como si estuviera viviendo de verdad, no como en mi vida pasada, en la cual estaba encerrado en mi cuarto, aislado de todo y de todos, solo rodeado de personas cuando tenía que estar en la escuela. Sin pensarlo más, nos encontramos de nuevo en Hoss.
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