Capítulo VI: Pequeñas diferencias reconciliadas
Los días sucesivos pasaron durante mi estancia en la Escuela de Magia de Fess de forma rápida. Las clases transcurrieron de forma normal, tomando apuntes, haciendo prácticas, en fin, todo era pacífico, todo salvo una cosa: mi relación con Aria.
Está claro que ser su amigo resulta algo difícil, tomando en cuenta que nuestro primer encuentro y nuestra situación en la escuela nos ponía en una especie de tensión entre los dos cuando estábamos juntos, pero para el resto del mundo nos llevábamos bien, pues ella lograba ocultar muy bien las apariencias ante los demás; no por nada me sorprende que ella pueda mantener la parte de su vida que logré conocer la primera vez bien oculta del resto.
Pero en lo concreto conmigo, era fría y cortante, como exnovia, pero peor, pues me ha dejado en claro que, a parte de las clases y asuntos de ese tipo, no quiere relacionarse de ninguna forma. Eso quedaba claro cuando, en una ocasión, me acerqué a ella para hablar, estaba sentada en una banca, sola, y a tan solo unos pasos de ella, me lanzó un ataque de agua de forma discreta para hacerme caer por resbalar en la zona mojada. Sentía que esto iba a terminar mal para mí si no lograba acercarme a ella, pero mis opciones se estaban acabando junto con mi paciencia.
Mi opinión sobre ella cambió después de lo ocurrido en una clase de combate. Como todos los entrenamientos eran en parejas ya establecidas, hicimos los ejercicios como siempre, para luego hacer una ronda de pequeños embates entre nosotros, para lo cual formamos un círculo entre todos simulando el área de combate. Pasaron como cinco parejas, diferentes a los compañeros que tenían establecidos, dos de ellas terminaron por sumisión y las otras tres por el tiempo. Como no quería esperar más a que me escogiera el entrenador, pasé como voluntario para el combate.
Nadie quería pelear conmigo, tal vez porque no me conocían del todo, por lo cual el tiempo que estuve dentro del círculo de peleas transcurrió lentamente; de repente, Aria se levantó, un poco obligada, o por pena, para ser mi contrincante en esa ocasión, que resultaría ser la primera vez que pelearía con ella.
Todos alrededor de nosotros empezaron a hablar en voz baja del por qué ella se dispuso a pelear, entre otras cosas. El entrenador nos miró, esperando una confirmación de estar seguros de querer pelear, cada uno asintió con la cabeza, afirmando de estar listos. Tomamos posturas de combate, el entrenador dio la señal, y comenzamos a luchar.
Ella empezó volcada al frente con golpes al centro de mi cuerpo, pero logré cubrirme rápido para no recibir tanto daño, sus embates eran veloces y duros, por lo cual mis brazos comenzaron a entumirse por los impactos; cuando dejó de lanzar golpes, pude sacudir un poco mis extremidades para que la circulación de sangre fluya un poco. Me coloqué de nuevo en posición de combate y me dediqué a atacar.
No es que pelee todo el tiempo, pero si me se defender, aun cuando mi complexión delgada pueda indicar lo contrario. El haber peleado con un tipo más alto y fornido durante el bachillerato, y ganar contra todo pronóstico, me dejó en claro que solo se necesita de mucha habilidad para derrotar a alguien. Es lo único que ocupaba para ganar.
Comencé lanzando golpes volados al puro estilo pugilista, pero Aria lograba esquivar o desviar cada golpe que le lanzaba, como si lograra ver unos segundos en el futuro para saber a dónde va cada impacto que quiero darle; lo hacía con una elegancia que lo volvía un espectáculo cautivador, hasta para mí. Ella sonreía cada vez que fallaba en conectar con un puñetazo, lo que provocaba mi enojo y hacía errar cada vez más los golpes, cansándome toda vía más.
En un intento algo desesperado para dar un golpe acertado en ella, lancé una patada a su costado derecho con mi empeine izquierdo, pues tengo mejor equilibrio en mi pierna derecha. En unos cuantos movimientos ella logró desviar mi ataque, levantando la rodilla derecha hasta su pecho, cuando mi empeine impactó contra su espinilla giró en dirección de mi patada, logrando que mi pierna de flexionara, llevando mi pie al otro lado de su posición. Cuando se soltó la presión, mi pierna se estiró para tocar el suelo en una especie de Split.
Perdí el equilibrio y la postura para intentar no caerme, mientras ella seguía con la pierna levantada, inclinó su cuerpo hacia atrás y me impactó con la planta de su pie en mi plexo, logrando que saliera despedido por la brutalidad del golpe, estampándome contra la pared del gimnasio, dejándome inconsciente.
Al despertar de la conmoción, me encontré tendido en una cama, sintiendo el aroma de hierbas agolpado en mi nariz, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz de la habitación, noté como las tonalidades naranjas del sol tornaban el banco de las sábanas con las cuales me tapaba.
Pasando la mirada por toda la sala, me topé con una mujer de cabello negro corto, con una bata blanca y un característico gorro pequeño, igual de color blanco. Por obviedad supuse que era la enfermera y el lugar la misma enfermería.
–Vaya, por fin despiertas –dijo con seriedad, pero una leve sonrisa se reflejaba en su rostro–. Me alegra ver que por fin estés bien.
–¿Qué fue lo que me pasó? –Me sobaba la nuca para sentir si tenía algo.
–Te golpearon tan fuerte que terminaste golpeando contra la pared.
Bueno, de eso si me acordaba.
–Y... ¿Cómo llegué aquí? –Mi cabeza me dolía un poco.
–Esa chica te trajo a toda prisa. ¿Cómo se llama...? Ah, sí, Aria. Se notaba preocupada por ti.
"¿Aria? ¿No se habrá confundido la enfermera?". Dude en mi mente. Pensé que lo haría por obligación, pero ¿demostrar compasión y preocupación genuina por mí? No lo creía ni por un momento.
–Y ¿dónde está ella ahora? –Me aventure a preguntar.
–No sé, pero no ha dejado de venir para saber cómo estas.
Eso ya sonaba raro, pues no sentía que ella fuera a hacer eso por alguien que apenas conocía, pero era tierno a su manera, pero no dude de la palabra de la enfermera. De pronto se escucharon unos pasos rápidos venir desde el pasillo, el sonido se acercaba cada vez más hasta que logre ver a Aria asomarse de forma precipitada por la puerta. Se veía preocupada a la vez que exhausta por la corrida, cuando nos miró, retomó su expresión seria, aquella que siempre pone cuando me ve en clases, pero era obvio que sabía que la miré cuando su expresión era otra.
–Vaya, por fin llegaste –comentó la enfermera– sí que eres puntual. Ella dijo que llegaría después de clases para ver como seguías, y aquí la tienes. –Me dirigió la palabra mientras la señalaba y Aria solo volteaba la cara para que no la viera ruborizarse.
–¿En serio? Gracias Aria.
–No tienes que agradecer, solo lo hice como compañera –seguía desviando la mirada.
–Bueno chicos, yo tengo que retirarme. Albert, cuando puedas, retirarte, ya estás bien. ¿Vale?
La enfermera de levantó de su silla y salió, dejándonos a Aria y a mí solos. Fue en ese momento cuando las puertas se cerraron que ella se acercó para sentarse donde antes estaba la enfermera.
–Sabes, no fue mi intención mandarte a la enfermería. Realmente fue un accidente el cual, en verdad, lo siento –su cabeza estaba agachada, pero sus ojos intentaban verme. Su tono se volvió suave, pero no dejaba de pensar que era raro verla así–. Quiero compensarlo de alguna forma. ¿Te parece bien ir a comer el fin de semana?
Debo admitir que eso si me sorprendió, pues no esperaba que las cosas se pusieron así.
–Realmente aprecio la intención, pero no es necesario...
–Insisto –me interrumpió–. No aceptaré un "no" por respuesta –su voz me indicó que iba en serio con el plan de ir a comer–. Nos vemos el día libre en la fuente de la ciudadela donde nos conocimos. No llegues tarde.
Dicho eso, salió corriendo de la enfermería.
Tal vez fue obligado,pero salir con ella puede ser un buen paso para mí. Solo queda ver como resultaaquella salida. Pero... ¿qué carajo se hace en esa situación? O algo másimportante ¿A qué hora nos tenemos que ver?
Después de cambiar y dejar unas cuantas cosas preparadas por si acaso las llegase a ocupar, salí dispuesto a encontrarme con Aria en el lugar indicado. Cuando estuve en el lugar donde se guardan las carrosas, y miré como se alejaba una de ellas con mi compañera quien estaba en la parte trasera del carruaje, me vio y realizó una seña obscena con la mano.
Me acerqué con uno de los choferes, pagué los tres digg por el viaje a la pequeña ciudad y comenzamos el recorrido, cuando me recargué en una de las paredes, de dejé llevar por el sueño y caí dormido. Cuando pasaron unos minutos estábamos ya en la ciudadela, lo supe por el aroma a comida que despedían algunas casas. Me bajé y encaminé a la fuente encontrada en el centro de la villa.
A los pocos minutos ya me encontraba justo en el lugar indicado, varias personas estaban transitando despreocupadas, bloqueando un poco mi vista de la fuente, cuando la densidad de personas fue bajando me permitió ver el manantial donde, como una memoria viviente, logré recordar la primera vez que miré a Aria. Ahí estaba, con el mismo atuendo con el cual la mire el día que me salvó en aquel callejón después de ganar dinero de forma sucia. Me acerqué a ella caminando de forma acelerada, ella me notó y volteó la cara verme con una pequeña sonrisa de esas que te lanzan cuando saben que alguno de sus objetivos se cumplió.
–Por fin llegas, idiota –su voz tenía un toque de burla y sarcasmo, pero con una risa poco perceptible. Me dio un leve golpe en el hombro como si fuéramos buenos amigos, pero se sentía raro, pero logré contener ese sentimiento de extrañeza–. Lo bueno es que es temprano, podemos pasear por la ciudad antes de ir a comer.
–Bueno, entonces, ¿por dónde empezamos?
–¿Qué te parece si vamos primero vamos a ver que hay por la ciudad? –Me agarró por la muñeca– Ven, vamos.
Salimos corriendo del lugar donde estábamos para perdernos entre la gente que se encontraba en el mercado de la ciudad, nos dedicamos a ver diferentes cosas, como prendas, artículos diversos como joyería, libros y algunas frutas. Cuando llegamos a cierto punto del mercado, Aria desapareció de mi vista por un momento, para luego apareciera a mi izquierda con una manzana para mí, mientras ella disfrutaba una pera.
–¿De dónde sacaste esta fruta? –Pregunte extrañado.
–Lo tome de un puesto de algún despistado –quitada de la pena. Tomé la manzana y comencé a comer.
Del fondo de la gente, una persona con camiseta blanca se acercó furiosa gritando:
–Oye, tu. La chica de cabello rojo –era por instinto que mire a ella, con una cara de "no puedo creerlo".
–¡Corre!
Salimos disparados de la calle, esquivando personas, o mejor dicho empujándolas, pues el ímpetu del momento no daba tiempo para los modales en esa ocasión, de pronto, Aria me entregó una máscara de colores negro y blanco para ocultarme, me la puse y me cubrí con la capucha de la sotana que llevaba puesta. Seguimos empujando personas para avanzar y terminamos escondiéndonos en un callejón; ella entró primero y luego yo, pero al entrar no la encontré, miré el lugar vacío. Di unos pasos adentro de la callejuela para luego escuchar un susurro por arriba de mí, volteé y en el techo de una de las casas estaba ella.
–¿Quieres venir? –preguntó burlándose de forma picara.
–Pues... sí –dije con un poco de sarcasmo.
–Mira, primero te subes a esa caja de leche, luego saltas a la barandilla frente de la caja, te cuelgas, subes en ella y saltas lo más que puedas a este lugar.
Miré los objetos que me indicaba, me subí a la caja, salté y me agarré de la barra algo descompuesto, chillo por dentro esa cosa, por lo cual me paré rápido de sobre ella y salté, la varilla se rompió, dejando salir un chorro de agua, poco a poco mis manos se alejaban de la orilla del tejado donde estaba Aria. De pronto ella tomó mi mano rápido, levantándome con fuerza, exagerando su expresión de dolor por cargarme con sus dos manos, yo la ayude empujándome con las piernas sobre la pared, ya arriba, solo vimos como el hombre de camiseta de blanco entraba en el callejón, Aria solo chifló y se burló sacándole la lengua para después jalarme para correr por los tejados.
Horas después, cuando pensamos que todo se calmó, nos quedamos sentados sobre el techo de un edificio de tres pisos, el más alto de aquel lugar. Contemplando como se mueven las personas por las calles de la ciudad.
–A qué fue divertido ¿no?
–Si le quitas la parte de la persecución, si, fue divertido.
–Bueno, digamos que ese fue un bono –sacó una pequeña carcajada por ese comentario–. De acuerdo, pero eso pasa casi siempre.
–Así qué ¿así es tu vida?
–No siempre, algunas veces lograron atraparme, pero se arrepienten luego.
–¿Por qué los dejas noqueados? –La miré con una pequeña mueca de burla.
–Digamos que algo así –se quedó algo apenada con una sonrisa que no le veía en clases.
–¿Ya quieres ir a comer?
–Sí, claro, vamos, yo invito.
Bajamos y nos dirigimos al restaurante en el cual comí la primera vez que estuve a la ciudad.
Ya adentro de la taberna, estábamos comiendo y tomando a gusto, platicábamos sobre diversas cosas y hasta nos reíamos, más que nada por disfrutar el momento el uno con el otro y conocernos, al darnos cuenta que no somos tan diferentes, fue más amena la plática entre ambos. Realmente fue agradable el hecho de disfrutar una comida así con alguien, a la vez que el alcohol jugó un papel importante para relajarnos. Pero como es con actos que se demuestra la amistad, era necesario realizar algo para que ella confiara un poco más en mí.
Ya entrados en el ocaso del día, aun teníamos un poco de cerveza en nuestros tarros, creo que era la décima ronda o algo así, estábamos algo intratables con nuestras risas, pero estas eran opacadas por todo el ruido del lugar, personas gritando, hablando fuerte, cantando a toda voz, en fin, lo que se espera de un lugar con demasiada gente borracha. Cuando un hombre corpulento se nos acercó caminando de espaldas, me logró empujar, haciendo que derramara mi cerveza sobre Aria, haciendo que se empapara junto conmigo. No puedo negar que no vi por un instante la camiseta empapada de ella mostrando algo de más, pero mi enojo por haber logrado que derramara ese líquido tan preciado por mí fue lo que ganó por poco.
–¿Por qué no te fijas por dónde andas? Animal –no sé de donde saqué el valor para decir eso, creo que era el alcohol en mi sangre que lo hizo posible, pero lo dije.
–Por qué mejor no cuidas tu boca, muchacho, si no quieres problemas –las voces alrededor de nosotros enmudecieron, dejando en tención todo lo que pudiera ocurrir en esos instantes.
–¿Y si mejor te disculpas por haber provocado que me mojara con cerveza? –Aria estaba furiosa, y con justa razón, pues ella resulto ser la más afectada en todo este enrollo.
–Cuidado con lo que dices niña, no sabes a quien provocas –dijo el hombre intentando intimidarnos.
–Por qué mejor no me lo demuestras a quien estoy provocando–ella soltó una patada directo a su cabeza, pero él logró atraparla solo con una mano, pues su musculatura y altura se lo permitían. Teniéndola en su mano, la alzó dejándola de cabeza, suspendida en el aire.
–¿Qué esperabas lograr con eso? Niña –le dijo burlándose de ella, mientras la acercaba a su cara.
–Tal vez algo como esto –le dirigí un puñetazo en el rostro, era obvio que lo agarraría con su mano libre, pero al tener ambas manos ocupadas, cuando me levantó de igual forma que a ella, aproveché su descuido para propinarle una patada en la mandíbula, tirándolo al suelo y logrando sacarnos.
Cuando Aria estaba cayendo, procure agarrarla para que no chocara la cabeza contra el suelo, cuando ya estuviese de pie, la tome del brazo para salir corriendo del lugar, dejé unos cuantos digg en la mesa, más de la cuenta por si las dudas, para irnos sin preocupaciones del restaurante. Una vez afuera, nos quedamos en la fuente donde nos vimos al inicio del día, como ya era de noche, le indique con un movimiento de cabeza que fuéramos a los carruajes para dirigirnos a la escuela, ella solo me siguió hasta el lugar.
Listos para irnos, ella me pidió si podía irse conmigo, era obvio qué si podía, por lo cual solo le dimos un poco de más dinero al otro chofer para que se fuera sin decir nada, cuando nos subimos, tomamos un poco de aire para tranquilizar un poco los ánimos.
–Fue un día algo alocado, ¿no? –Pregunté para romper el silencio.
–Sí, demasiado
–Dime, ¿no harás algo con lo que traes puesto? Digo, para que no lo vea alguien en la escuela.
–¿Esto? –Señaló perezosamente a su ropa–. Solo tengo que hacer esto –golpeó suavemente sus pantaloncillos para dejar caer el resto de tela que cubre las piernas– y también esto –dejó caer su cabello para que su extensa cabellera se soltara en su espalda, luego se quitó un poco de maquillaje que tenía puesto–. Y listo.
No es que fuera algo exagerado, pero si cambiaba mucho con todo lo que se arregló. Aun sin su maquillaje, era linda, haciendo me ruborice un poco al verla sin nada.
–¿Qué sucede? ¿Te gusté después de quitarme todo? Descuida, eso les pasa a muchos –se burlaba un poco por mi reacción, pero aun así solo logró que me avergonzara un poco más.
–Cállate, idiota.
–Sabes, pensé que eras alguien más molesto –solo me voltee por lo raro del comentario–, pero después de hoy, creo que me agrada estar contigo –me dio una agradable sonrisa que me calmo un poco.
–Entonces, ¿nos vemos en la escuela?
–Claro, Albert.
Así fue como logre que ella fuera un poco más cercana a mí, lo cual era un claro progreso con lo que me pedía la profesora Donna. "Veamos que sucede" fue lo que pensé. Nos despedimos y cada quien fue a su habitación, yo me recosté en mi cama, pues al día siguiente tenía que estudiar para una clase. Solo me dejé caer y cerré los ojos para que el sueño me abordara.
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