Capítulo V: Primer día de clases mágicas
Ya pasaron uno, dos, tres semanas desde que llegué a este mundo, y como dijeron los profesores Aron y Donna, es por estas fechas cuando los estudiantes regresan a clases para iniciar un nuevo ciclo escolar. Fueron unos largos y aburridos días donde no hice nada en especial, solo me dediqué a leer libros en la biblioteca y a conocer un poco más de cómo se usa la magia.
Durante ese tiempo, el profesor Aron Yorner me explicó que cada persona tiene la capacidad de domar uno de los dos elementos fundamentales en la vida: el fuego y el agua. Otra cosa que sucede, solo en magos muy fuertes y habilidosos, es que pueden dominar otro elemento, ya sea la luz o la oscuridad, pero solo es posible a través de un duro y arduo entrenamiento.
Fue un lunes temprano cuando me llevó a su despacho personal donde, frente a un pequeño cubo de cristal traslúcido, supiéramos cuál es mi habilidad mágica. Colocando las palmas de mis manos frente al cristalino objeto, el profesor Aron me ayudó a dirigir y concentrar mi magia para activar el cubo. Los segundos pasaban y el artefacto fue emitiendo una luz blanca incandescente, que pasó a ser, de forma paulatina, a un color rojo vivo, por lo cual el profesor me indicó que mi habilidad a dominar será el fuego. "Increíble" pensé. Pero antes de retirar mis manos, ambos notamos que en el centro del cubo se formó una pequeña esfera negra, algo que impactó al viejo a mi lado, ya que eso sugería que puedo dominar de igual forma la oscuridad, o que en la oscuridad mi fuerza y poderes aumenten.
Ya solo me quedaba entrenar esos poderes para comprender como puedo utilizarlos mejor, pero eso debía esperar hasta que lo enseñarán en la escuela, o al menos eso me dijeron, ya que por un tiempo lo estuve practicando por mi cuenta en mi habitación, logrando formar pequeñas bolas de fuego, aunque era poco, significaba un avance.
De regreso a mi realidad, me encontraba en una nueva habitación, conviviendo con algunos estudiantes que llegaron antes, desde partes lejanas del reino para instalar e abres de las clases. Aunque algunos eran de grados mayores, entable conversación con varios de ellos, para saber cómo es la vida en esta escuela; lo que me contaron era lo típico de cualquier otra academia, salvo por la parte donde me indicaron que no se puede usar magia en el campus, excepto en las clases permitidas.
Desde la ventana, logré ver como varios estudiantes pasaban por el camino frente a dormitorio, el cual se asemeja en mucho al campus principal de la universidad de Oxford. Me dirigí al guardarropa de mi habitación para tomar y ponerme el uniforme de la escuela; detesto la idea de usar uniforme, pero no podía decir nada.
Ya con el uniforme puesto y con unos cuantos cuadernos en la mano, salí al salón de clases.
Las clases a tomar son todas las mismas para los tres distintos años: Control de magia, combate, estrategia militar, artefactos mágicos, alquimia y entrenamiento físico. La única diferencia entre ellas es el grado de dificultad con la cual se imparten. Todas las clases estaban hechas para que los estudiantes puedan ser parte del ejército de magos del imperio o dar cátedra e investigar en el ámbito de la magia. Según las palabras de la profesora que me interrogo hace unas semanas.
Los salones aquí son distintos a los cuales había entrado anteriormente. Son más parecidas a las aulas universitarias americanas que otra cosa, no hay otra definición que pueda darle a la arquitectura interna que apreciaba.
Al parecer llegué temprano a la clase, pues apenas habían tres estudiantes dispersos por toda el aula, típico del primer día de clases. Me fui a sentar en uno de los lugares de la mitad del salón, pues mi interés no era destacar mucho en aquella escuela, ya que, de ser esta mi nueva vida, quisiera ser otro más del montón. Quería dormir un poco para liberar un poco de sueño que aún tenía, pero llego una persona a darnos un anuncio a los pocos que estábamos ahí.
–Todos, vayan al auditorio principal. Ahora –dijo el hombre en la puerta.
El auditorio es impresionante, semejante a un gran teatro, de aquellos que pagarías una gran cantidad de dinero para ver una función de ópera clásica. Tomando asiento en la parte trasera del anfiteatro, me dispuse a relajarme para ver de que iba todo esto.
En los balcones superiores estaban sentados un grupo de personas con vestimenta y trajes muy elegantes y costosos; en el resto de asientos, se encontraban los estudiantes de todos los cursos; y a la vista de todos ellos, los profesores más destacados del instituto, acompañados por el director de la escuela.
Después de las presentaciones de los profesores ahí puestos, el director y algunas personalidades que asistieron al evento, me comencé a aburrir, deseando poder jugar una partida de Call of Duty Mobile o de pasar un rato en Genshin Impact, pero en vez de eso, me estaba quedando dormido, cada palabra que el director decía era como una pastilla para dormir. Sin poder resistir más, me quedé dormido.
Desperté cuando el discurso se había terminado, ¿de quién? No lo se, pero de seguro estaba igual de insufrible que el de aquel bigotón hombre de traje elegante. Aquello que me logró despertar de mi siesta, fueron el montón de aplausos que dieron el resto de personas por el último discurso; por inercia me dediqué a aplaudir, pero sinceramente no le encontré sentido al hacerlo, solo fue ceder ante el impulso de la mayoría.
Cuando la ceremonia terminó, todos nos dirigimos a nuestras aulas, ansiosos de que empezaran las clases. En cuanto atravesé la puerta principal del teatro, la profesora Donna me agarró del brazo y llevó con ella.
–Tienes suerte de que nadie más te haya visto dormido durante la ceremonia, solo yo. Pero está bien, lo dejare pasar –¿eso realmente está bien?– Solo estoy aquí para comentarte que tu primera es conmigo, y ya hemos escogido a tu compañera, fue ella quien dio el discurso de bienvenida al instituto –¿ella? ¿A caso es una chica?–. Intenta llevarte bien con ella y aprender algo, pues es la mejor estudiante del curso.
–¿De acuerdo? –mi preocupación salió al aire–. Veamos que sucede.
Salí directo a mi salón de clases. Me alegré de ver que no había llegado la profesora, pues ella estaba mucho más adelantada que yo, por lo cual aproveché para entrar si preocupaciones al aula. Di unos cuantos pasos y me sorprendió que estaba mirando. O, mejor dicho: a quien estaba mirando.
Tal vez no la reconocí a simple vista por el cabello largo y el uniforme puesto, pero las marcas en su brazo y el mechón de pelo pintado de negro en su mata rojiza no me engañaban. Estaba sentada platicando con otras chicas, pero cuando su vista se enfocó en mí, era obvio que logró reconocerme. Con sus mejillas ruborizadas, supe que recordaba lo ocurrido semanas atrás; no quería problemas empezando el día, ya suficiente tenía con que la profesora Donna me pillara dormido en la ceremonia, pero no quería tener más situaciones así, por lo cual le hice una señal disimulada con un dedo para que se tranquilizara y poder quedarnos tranquilos. Subí para tomar un asiento alejado del frente para tomar la clase.
La clase era Control de magia, la profesora Dona se posó al frente de la clase y dio unos cuantos saludos para luego dejar en claro cuales eran los temas para impartir en este curso. Después de todo eso, continuó diciendo lo siguiente:
–De acuerdo chicos, para este curso, los profesores hemos decidido que será bueno tener un compañero asignado para que junto a él puedan llevar la clase –eso se sentía forzado, pero luego añadió–. Para evitar algunos problemas y demora en esto, ya se les ha asignado su compañero. Así que, conforme los vaya nombrando, se juntan y se sientan en el lugar que les asigné. ¿Quedo claro? –Todos contestamos que sí al unísono para que diera a conocer a las parejas. Tras haber dado los primeros nombres, ella mencionó–. Señorita Aria Stoner, usted estará junto a... –su silencio me indicaba algo de duda– Albert Rosh.
Cuando ambos nos paramos, nos quedamos mirando por varios segundos, pensando, al menos yo, en que tuvo que pasar para que nos tocara convivir, cuando mi intención era no acercarme a ella lo más mínimo. Por mi parte estaba claro que esto era obra de la profesora Donna y el profesor Aron, lo que no me esperaba es que la misma chica que me tocó como pareja, la misma que dio el discurso de bienvenida a los estudiantes, fuera la misma que me ayudó en aquel aprieto en el callejón de la ciudadela. y el shock fue peor cuando me acordé de que ella, al dar el discurso, la convertía en la mejor estudiante de todos los nuevos.
Nos pusieron exactamente al frente de la clase; al sentarnos, nuestro nerviosismo era casi palpable, pues entre ambos estaba latente el temor de que, por una u otra razón, nuestro secreto se revelara, convirtiéndose en un problema para los dos. Seguimos tomando las clases con normalidad, en todas sucedió el mismo caso, los profesores nos colocaron a ambos en el mismo equipo.
Cuando llegó el mediodía, Aria se levantó para despedirse de sus amigas, pero al momento de estar junto a la puerta, la cerró de golpe, se dirigió a mí y me encaró.
–Qué bueno que te quedaste, Albert. –Sí, ella me pidió que me quedara después de las clases en el salón, eso mediante una nota que me pasó durante la clase de alquimia.
–Lo que tengas que decir, solo dilo, que me quiero ir a dormir
–Eso no me importa. Quiero saber si tu tienes algo que ver en todo esto. Que nos toque estar juntas en todas las clases... –su seño, fruncido, dictaba lo molesta que estaba por esa toma tan arbitraria de decisiones.
–La verdad es que no. Y en serio me sorprende que tú seas la mejor de todo el curso, sabiendo que dejas inconscientes a hombres más grandes que tú.
–No digas eso aquí, que nos pueden escuchar. Idiota –su rostro ruborizado me indicaba cuanta pena le daba escuchar eso. Mientras me agarraba los hombros, agitándome para intentar quitar ese recuerdo de mi cabeza. Tras un rato me dijo–. Si alguien llega a saberlo, estaré en problemas. Prométeme que guardaras el secreto. Por favor.
–Te aseguro que no diré nada, pues te recuerdo que, si yo digo algo, también estaría en problemas –algo que era más que cierto.
–Más te vale. ¡Oh! por cierto, ten –me entregó una nota–, me lo dio la profesora Donna para ti. Bueno, adiós.
Solo la vi irse del salón llamando de nuevo a sus amigas, para luego abrir el papel que me había entregado. Lo que la maestra Donna me pedía era algo simple, pero, en lo particular, todo un reto: Ser amigo de Aria.
–Sí, claro. Como si fuera así de fácil –dije en voz alta.
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