3. Aura: Respuesta y avión
Me despierto temprano al día siguiente. Medio dormida, porque siempre he sido de despertar lento, me preparo un café con mucha leche y me hago una tostada.
Como despacio, sentada frente a la encimera de mi piso, mirando a la nada y pensando en... sinceramente, en nada, tampoco. Siempre soy un zombie los primeros minutos del día.
Hasta que se me enciende el cerebro con el tercer bocado de pan y me atraganto.
Me levanto de golpe y corro a mi habitación para comprobar el correo. ¿Cómo se me había podido olvidar?
Me da miedo abrirlo. Me repito que no tiene por qué haber contestado todavía y que eso no significa nada, no quiere decir que haya pasado completamente de mí. Al fin y al cabo, solo han transcurrido unas horas desde mi arrebato de escribirle a medianoche, pero, a pesar de todo, el corazón, traicionero como siempre, me martillea con fuerza en el pecho.
Me muerdo el labio con nerviosismo y lo mando todo a la mierda.
Abro la bandeja de entrada y se me corta la respiración. Ha contestado. Su correo es corto pero conciso. Dice:
Aura Sanders-Vila,
Me acuerdo de ti. Estoy dispuesto a responder tus cuestiones. Por favor, infórmame de tu disponibilidad y en qué formato querrás que intercambiemos la información.
Un cordial saludo, Wilhelm Ashton.
Me llevo un dedo a los labios, pensativa, y muevo la pierna con nerviosismo. Creía que yo había conseguido sonar fría y profesional, pero el cabrón me ha superado con creces.
Aprieto los labios en una línea fina y pienso en llamar a mi madre en busca de consejo acerca de cómo contestarle, pero descarto la idea de inmediato.
Desde que me fui de Londres, no he parado de repetirme que debo dejar de pedirles ayuda a ellas para todo y depender tanto de su opinión.
Soy adulta, por el amor de Dios. Puedo con esto. Solo somos dos ex-compañeros y amigos que contactan después de varios años por motivos para nada personales.
No es nada raro.
Todo normal.
Para nada incómodo.
Al fin y al cabo, él y yo nunca fuimos nada...
Y aún así, aquí estoy, sudando la gota gorda al pensar en cómo coño contestar a su escuálido correo, muy parecido al que enviaría cualquiera a su médico de cabecera para pedir una cita con el otorrino.
Suspiro y decido dejar de darle tantas vueltas. Casi parezco Wil. O al menos así era en el instituto, dándole mil vueltas a todo... Me pregunto si seguirá siendo igual.
Sacudo la cabeza. No, esto no tiene nada que ver con nosotros.
Además, me digo, él no sabe que también me gustaba entonces. Todo fue...
Pongo una mueca al recordarlo rápidamente y me pongo a escribirle de vuelta.
La cuestión es que no tiene sentido preocuparse tanto. Me importa una mierda que él sea más frío que un recepcionista cuando quieres darte de baja de su compañía telefónica. Yo no soy así, así que le escribo lo siguiente:
Querido Wilhelm,
Muchas gracias por acceder a mi petición. Estoy convencida de que me será de gran ayuda, y aprecio tu esfuerzo. Pensaba ir a Londres estos meses que quedan hasta Navidad, así que tal vez podríamos tomar un café algún día.
Un abrazo, Aura Sanders-Vila.
Lo leo un par de veces y lo envío antes de arrepentirme.
La decisión ha sido precipitada y completamente improvisada, llevada por un impulso, pero puedo permitírmelo.
Me quedaré con mis madres, veré a mis antiguas amistades, disfrutaré unos meses de Londres (cosa que hace mucho que no hago) y trataré de poner algo de orden en mi novela y mi autopercepción de mi carrera profesional.
E intento convencerme de que esta decisión no tiene nada que ver con que me muera de curiosidad por ver a Wil en persona de nuevo. Nada en absoluto.
Ilusionada, envío un mensaje al grupo que tenemos mamá, Ruth y yo en el que les explico la situación actual con lo de la novela y Wil y mi consiguiente viaje a Londres, y mamá me contesta con un "¡qué maravilla, cielo, me muero de ganas de verte!".
Ruth, sin embargo, me envía un sticker de un erizo bailando bachata y pongo los ojos en blanco. A veces creo que el teclado de su teléfono no funciona y solo se le abre la ventana de los stickers cuando intenta contestar. Concretamente, la ventana de stickers de animales. Aún más concretamente, la ventana de stickers de erizos.
Con una sonrisa pintada en los labios, compro el billete de avión desde mi portátil. Me da igual pagar un poco más por irme antes, así que consigo un vuelo para dentro de dos días.
Me pongo a dar pequeños botes de alegría por todo mi piso.
No era consciente de lo mucho que me apetecía este viaje hasta que se me ha presentado la excusa perfecta para llevarlo a cabo. Y las navidades en Londres... son simplemente maravillosas.
Aunque quedan más de 48 horas para el vuelo, saco mi maleta moteada con puntitos blancos del armario canturreando una canción de los noventa y empiezo a empaquetar.
Mi desayuno ha quedado completamente olvidado en la cocina.
··········
Mi buen humor, que ha permanecido intacto el último par de días mientras hacía la maleta y me despedía de mis amigos de Barcelona, se desvanece cuando las ruedas del avión se separan del frío pavimento del aeropuerto de la ciudad y nos adentramos en las nubes.
Lo sustituye el nerviosismo y, por qué no admitirlo, el miedo.
No me atrevo a negarme a mí misma que tiene que ver con Wil.
No me ha contestado al último correo que le envié, ese en el que le comentaba mi viaje y le proponía una quedada en un café.
¿Y si me odia? ¿Y si no quiere verme y antes ha accedido porque lo he puesto en un aprieto?
Tendría sentido que me odiara o, como mínimo que no quisiera tener demasiado contacto directo conmigo, como ya pasó los últimos meses de instituto.
La culpabilidad me engulle como siempre que pienso en él y lo que ocurrió hace cinco años.
Decido respirar hondo para calmarme.
Wil será muchas cosas, pero no es maleducado (o, al menos, no lo era. Me recuerdo que ya no lo conozco).
Se habrá sorprendido por mi petición y no sabrá bien qué contestar, pero lo acabará haciendo tarde o temprano, me digo.
Harta de pensar constantemente en él, de que haya vuelto a mi vida tan de sopetón y con tanta intensidad, me pongo los cascos y me acomodo en el asiento para ver la tercera película de Star Wars.
Volví a ver la popular saga de ciencia ficción tras años de encontrarla tediosa porque pensaba que me serviría de inspiración para mi novela, y para mi absoluta sorpresa esta vez me encantó.
He visto todas las películas un par de veces ya, y ésta es la tercera vez que estoy haciendo un repaso de todas las cintas desde el principio.
No me canso; siempre que las veo descubro algo en lo que no había caído las otras veces. Un detalle, un cachivache, que me da una idea nueva y que no tardo en apuntar en la libretita de mariposas de cuero que siempre llevo encima por si me entra la inspiración en el momento más insospechado.
Y así pasan las horas, hasta que, antes de que me de cuenta, a eso de las nueve de la noche, aterrizo en Gatwick.
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Hola, amores!!
Me alegra mucho poder tener tiempo para avanzar con esto. Intentaré hacerlo con regularidad e ir subiendo cada lunes.
¿Qué os parece la protagonista?
¿Qué creéis que habrá pasado entre ellos en el pasado?
Un beso y gracias por leer! No vemos el lunes que viene (si hay algún cambio de fecha, lo avisaré por el portal, insta y Tiktok:)) Y quien sabe, tal vez me las apañe para subir el próxima capítulo antes de la fecha...
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