25. Aura: gnomos y decisiones
Soy idiota.
Soy profundamente idiota.
¿En qué momento pensé que sería buena idea que pasara esto? ¿Que no habría consecuencias? ¿Que todo podría seguir igual entre nosotros después?
He olvidado por completo con quién estaba tratando. Me he dejado llevar por lo que yo deseaba. Y, joder, lo único que yo quería era a él.
Y ahora han pasado tres días y Wil no me contesta ni a las llamadas ni a los mensajes.
He pensado en ir a verlo a su piso de improviso, pero conociéndolo no creo que sea buena idea; se sentiría acorralado, aprisionado contra la espada y la pared, como si hubiese utilizado su confianza en mí en mi propio beneficio. No quiero que sienta que su hogar no es un lugar seguro para él.
Así que aquí estoy, mordiéndome las uñas de nuevo y sintiéndome como la ridícula niña de dieciocho años que echó a perder una amistad de toda una vida por poner sus intereses del momento en primer lugar.
Cada vez que me llega un mensaje al móvil, el corazón me sube por la garganta y dejo de respirar un par de segundo antes de comprobar que, efectivamente, no es suyo.
Sentada frente al escritorio, aporreando las teclas de mi portátil como si me fuera la vida en ello (porque necesito distraerme, de verdad que lo necesito) pienso que tal vez podría enviarle un correo electrónico.
Sacudo la cabeza al momento. No. Aún no he llegado a ese nivel de desesperación. Voy a darle más tiempo, más espacio, voy a tener un poco más de paciencia.
Aunque lo mismo dije hace cinco años, y no volvimos a vernos.
Suelto un gruñido de frustración y me paso una mano por mi media melena oscura. Estos días, al menos, estoy progresando mucho con la novela. Con la excusa de tener que avanzar en mi trabajo con urgencia, estoy evitando pasar demasiado tiempo a solas con mis madres. Cosa beneficiosa, puesto que estoy convencida de que ya se han olido que ha pasado algo entre Wil y yo y me extraña mucho que aún no me hayan acorralado en el pasillo para preguntarme al respecto.
No, no cometeré el mismo error de nuevo. Le doy hasta el viernes para que me conteste. Porque el viernes es su presentación de la tesis doctoral, y le dije que iba a ir.
Y no he cambiado de idea al respecto.
.........
Ruth me lanza un par de guantes y los atrapo al vuelo. Me los coloco sobre las manos y esbozo una mueca.
Llevaba todo el día siendo una especie de alma en pena por la casa, así que hace unos quince minutos, Ruth me ha sacado de la habitación prácticamente a rastras con la excusa de que necesitaba ayuda para terminar su proyecto actual de carpintería. Cuando he mirado a mi madre en busca de su ayuda para librarme de esta tarea, ella tan solo se ha encogido de hombros con una sonrisa resignada.
Así que aquí estoy, con unas enormes gafas protectoras y todo un conjunto de equipamiento de carpintería que no me había puesto en la vida y que me queda grande y pequeño en diferentes lugares.
—Ruth, pero si yo nunca he... —empiezo a decir, saliendo al jardín trasero de la casa donde ella me espera con un mono vaquero manchado de hollín y los brazos cruzados ante el pecho. Enarca una ceja.
—No seas cría. Un poco de trabajo manual siempre despeja la mente. Ven aquí.
Me acerco con un suspiro y contemplo los pedazos de madera tendidos sobre la hierba mal cortada.
—Cuando vuelva a darte por la jardinería, recuerda cortar el césped del jardín. Está hecho un asco.
Ella me lanza una mirada irónica.
—Muy graciosa, Aurita. —Se recoge el corto pelo cobrizo oscuro en una coleta diminuta en la nuca y se arremanga la camisa que lleva debajo del mono vaquero.
Puede sonar extremadamente estereotípico, pero a veces me pregunto cómo su familia se sorprendió tanto hasta el punto de romper casi todo contacto con ella cuando se enteró de que a Ruth le gustaban las mujeres. Por cuestiones que nunca he logrado entender, han seguido enviando dinero a su heredera, por lo que Ruth nunca ha tenido la necesidad de trabajar para ganarse la vida; por eso se mantiene siempre tan ocupada y hace la mayor parte de las tareas domésticas.
Cosas de familias millonarias tradicionales, supongo. A veces olvido que existe la homofobia, ya que en mi entorno nunca ha habido ni pizca de ella. Se me hace tan ajena que apenas soy capaz de concebir que aún hay gente que considera la diversidad sexual como una aberración. He tenido suerte, supongo.
Vuelvo los ojos hacia el pedazo de madera a medio tallar con forma ligeramente humanoide que trae Ruth en los brazos cuando camina de vuelta a mí.
—¿Qué es esa cosa? —pregunto reprimiendo una carcajada. Ruth frunce el ceño en dirección al pequeño homúnculo deforme de madera que acaba de dejar sobre el césped, pero veo como una sonrisilla asoma en sus labios.
—Pretendía ser un gnomo de jardín.
Esta vez no puedo evitarlo y rompo a reír. Porque da mucho miedo.
—¿Y por qué parece recién salido de una película de terror mala de los sesenta? —bromeo entre risas, y Ruth me fulmina con la mirada pero sin perder la sonrisa.
—No te burles. Pretendo que tú lo arregles.
—¿Cómo? ¿Yo? —la sonrisa se me ha borrado del rostro de un plumazo, y mis ojos bailan del gnomo deforme a mi madre.
—Sí, querida. Tú —me imita, poniendo el mismo tonito confuso y exasperado en su voz.
—Pero...
—Nada de "peros". Es fácil —dice, y se acuclilla en el suelo frente a la figura de madera. Yo la imito, insegura.
—Si fuera fácil, esta primera versión no sería tan fea, para empezar —murmuro entre dientes, dando voz a mis pensamientos de nuevo. Ruth me dedica una expresión molesta y empieza a hablar.
Poco a poco, tras una buena media hora de explicaciones largas y calmadas sobre el uso de ciertas herramientas y el orden preciso para darle forma a una talla, empiezo a trabajar.
Ruth se queda a mi lado, corrigiéndome y ayudándome siempre que lo necesito, colocando mis manos en la posición correcta sobre las sierras y las lijas, asegurándose de que no me corte un dedo en el proceso.
Si bien es cierto que Ruth siempre ha tenido una manera algo brusca de hacer, a la hora de explicar o enseñar siempre ha sido mucho más calmada y paciente que la mayoría. A veces incluso más que mi madre. Recuerdo que siempre le pedía ayuda a ella con los deberes en el colegio (siempre y cuando no estuviese Wil para echarme una mano, claro).
Y poco a poco descubro la paz de una concentración absoluta. Casi como si estuviera escribiendo. Cambiar el foco de atención, dirigirlo a una creación tan ajena a todo, tan mía, tan...
Horrenda.
Porque sigue siendo un gnomo extremadamente horripilante. Le he arrancado la nariz sin querer y Ruth ha empezado a reír. Yo también. Y entonces he intentado arreglarlo y le he creado una especie de surco terrorífico entre los dos ojos.
El caso es que, un par de horas más tarde, con las mejillas ligeramente arreboladas por el sol de la tarde y una amplia sonrisa en el rostro, me levanto del césped y estiro los brazos por encima de mi cabeza para relajar los músculos entumecidos.
He dado por finalizado el trabajo, y siento una burbuja de orgullo en el pecho muy parecida a la que experimento al terminar una novela.
—Sigue siendo feo, pero ahora le tengo mucho cariño —digo, contemplando al pequeño gnomo sin nariz y con extremidades desproporcionadas. Ladeo la cabeza y Ruth lo pone erguido en la hierba antes de levantarse también y colocarse a mi lado—. Lo llamaré Frederik. Fred para los amigos.
Ruth suelta una carcajada ante mi comentario y mi sonrisa se amplía.
Nos quedamos contemplando a Fred, sus ojos desiguales, su gorrito medio caído, y he de admitir que cada vez lo veo más adorable.
Apoyo la cabeza en el hombro de Ruth y ella desliza un brazo por mis hombros. Nos quedamos unos minutos en silencio, un par de pájaros silbando a nuestro alrededor, nuestros ojos clavados sobre la madera y nuestros pensamientos muy, muy lejos de aquí.
Me pregunto en qué estará pensando ella.
Y justo entonces habla.
—No voy a obligarte a que me cuentes qué ha pasado, Aurita, pero recuerda que te conocemos demasiado bien.
No digo nada. Ruth empieza a juguetear con mi pelo, y cuando vuelve a hablar, lo hace en voz baja, íntima, e incluso un poco dulce. Un tono que muy pocas veces emplea.
—¿Sabes una cosa? A veces, las personas se esconden tras un montón de madera y esperan a que alguien se tome la molestia y el tiempo suficiente de tallarla para encontrar su verdadera forma. Pero están convencidos de que esa persona se aburrirá en el proceso y pasará a otra cosa. No entienden que, aunque la figura que se esconde debajo no sea perfecta, el simple hecho de haber llegado hasta ella planta la primera semilla verdadera para el amor.
Tampoco digo nada, pero sus palabras dan vueltas por mi cabeza como un gorrión nervioso, revoloteando entre el presente y el pasado, dando vueltas por todos los recuerdos de mi vida, la mía y también la de Wil.
Porque hay tantas maneras de interpretar sus palabras, tantas situaciones donde emplearlas, que me las guardo en un rinconcito del corazón para analizarlas con más calma un poco más tarde. Cuando la oscuridad termine de bañar la ciudad y solo quedemos yo y mis dudas.
—Estás hecha toda una filósofa, mamá —murmuro, y puedo notar los ojos de Ruth clavados en mí ante esa palabra. No suelo emplearla. No porque no la sienta como tal, sino porque resultaría un poco confuso en nuestra dinámica con mi madre biológica.
Como toda respuesta, Ruth me abraza un poco más contra su costado y posa sus labios en mi pelo apenas una fracción de segundo antes de volver el rostro hacia el césped y el gnomo que descansa en él.
—¿Qué te parece si lo ponemos en la entrada?
Suelto una carcajada.
—¡Me parece una gran idea!
Y nos separamos para agarrar a Fred, con cuidado de no clavarnos ninguna astilla suelta en el proceso, y lo llevamos hacia el jardín de la entrada de la casa para colocarlo junto a los preciados bonsáis de Ruth.
Ninguna de las dos nos fijamos en la mujer que nos observa desde la ventana de la terraza de nuestro salón, una taza de té envuelta entre sus temblorosas manos, una amplia sonrisa en los labios y un par lágrimas amargas rodando por sus mejillas.
Unas lágrimas de una tristeza tan profunda como la alegría que las ha creado.
..........
Es jueves por la noche y mañana por la mañana es la presentación de la tesis doctoral de Wil.
No ha contactado conmigo y me estoy comiendo la cabeza como hacía semanas que no me ocurría con él.
¿Y si le molesta que aparezca en su presentación?
¿Y si afecto de algún modo a que consiga o no su título de doctorado?
Pensar en perjudicarlo de cualquier manera me aterra. Pero pensar en que nuestra relación vuelva a desvanecerse con tanta facilidad lo hace aún más.
Y si no estoy para él cuando más me necesita, no me lo perdonaré jamás. Del mismo modo en que nunca voy a ser capaz de olvidar no haber estado a su lado en el pasado.
Por eso tomo la decisión que tomo.
A la mañana siguiente, salgo de casa a las ocho de la mañana bajo las extrañadas miradas de mis madres al verme tan activa tan temprano. Le doy un rápido abrazo a Ruth, quien le está preparando el desayuno a mi madre, y luego me inclino hacia la segunda y la beso en el pelo. Se va a trabajar en unos diez minutos.
Saliendo por la puerta, exclamo que las veré más tarde.
Me apresuro por el jardín delantero y le sonrío a Fred, el gnomo de madera, antes de cruzar a la casa de al lado.
Llamo al timbre sin apenas dudar.
Josephine me abre al momento, con un moño apretado sobre la cabeza y un traje formal que siempre lleva para ir a trabajar al bufete. No oculta su sorpresa al verme aparecer en la puerta de su casa tan temprano.
—¡Aura, cielo! ¿Ocurre algo? ¿Está todo bien?
Parece genuinamente preocupada y frunzo un poco el ceño en un gesto confundido.
—Si, si, todo va bien. Yo... —Titubeo un segundo, pero me aclaro la garganta y hablo—. Tan solo venía a preguntaros si no tendréis por casualidad ese póster del espacio que le regalé a Wil hace unos años... ese que tenía colgado en la cabecera de su cama.
Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Se lo regalamos mis madres y yo en su décimo cumpleaños por idea y elección mía. Le hizo tanta ilusión que creo que esa fue una de las primeras veces que Wil me abrazó por iniciativa propia.
Josephine parece hacer memoria y me dedica una sonrisa apenada.
—Lo siento, cielo. Se lo llevó a su piso cuando se mudó. Fue de lo primero que cogió.
Una maraña de sentimientos confusos me abrazan el pecho. Por un lado, me enternece que se haya quedado con el póster y se lo haya llevado a su espacio más íntimo, pero por otro me da rabia que ese pedazo de papel enorme no esté aquí ahora, cuando más lo necesitaría.
—¿Puedo preguntar para qué lo querías? —dice su madre entonces con una expresión repleta de curiosidad, y no puedo evitar ruborizarme un poco.
—Por nada, solo... pretendía darle una especie de sorpresa a Wil. Como hoy presenta la tesis y todo eso...
—Ah, sí. Cierto —Josephine esboza una expresión ligeramente apenada—. Nos pidió que no fuéramos a verle porque, según él, nos aburriríamos y le pondríamos más nervioso.
—Ah —es todo lo que digo, y la inseguridad me carcome los pensamientos. Me pregunto por decimocuarta vez en los últimos cinco minutos si estoy haciendo bien.
Los ojos de su madre me escrutan y me pregunto si Wil les habrá contado algo. Al segundo recuerdo que eso es completamente imposible tratándose de Wil. Nunca ha tenido ese tipo de relación con sus padres.
—Lo llamé ayer por la noche. Estaba intranquilo. Puede que mi hijo no me diga esas cosas, pero una madre siempre lo sabe.
Ese comentario afianza un poco mi confianza en asistir al evento como una pequeña tirita que mantiene a raya una herida supurante.
Parece que tengo que pasarme por una tienda de pósters de camino a la Universidad de Wil...
Le dedico una sonrisa a su madre y me aclaro la garganta de nuevo.
—Bueno, gracias igualmente, Josephine. Que tengáis buen día en el trabajo.
Ella me sonríe y me da dos besos a modo de despedida.
Cuando ya estoy dando media vuelta por el caminito del jardín delantero de la familia Ashton, su voz me detiene.
—Aura. —Me giro, con la cabeza ligeramente ladeada. Josephine me sonríe desde el umbral de su puerta y me guiña un ojo—. Dile que estamos muy orgullosos de él.
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Hola! Me alegra estar de vuelta!
Este ha sido un capítulo más corto y tranquilito para descansar antes del de la semana que viene, que será muuuuy largo, aviso xd.
En fin, vota y comenta si te ha gustado.
Un beso y gracias por leer!
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