-Ya esta –Gaya observo el brazo y asintió –No creo que quede cicatriz
-¿Eres la curandera del clan? –Freya la observo pensativa
-Mi madre lo era y yo aprendí de ella –se levanto de la cama y recogió las vendas, dejándolas en la bandeja. –Desde muy pequeña me encargo de todos.
-Y eres la cuñada del Laird –frunció el ceño pensativa -¿Cómo es eso posible? El Laird tenía un hermano, pero murió a manos de los ingleses.
-¡No! ....Oh, tu no...-Gaya llevo la mano a su boca, observándola con sorpresa –Dios mío
-¿Qué? –Freya se sintió incomoda con la forma en que la mujer la miraba.
-Aclair regreso –vio el desconcierto en el rostro de ella y se mojo los labios nerviosa –Quiero decir Aclair es quien desapareció a manos de los ingleses, pero no murió, lo mantuvieron cautivo. Regreso cuando.... Regreso un tiempo después, cuando su padre ya habia muerto y Draco era el Laird.
Paralizada.
Así estaba Freya, observando a aquella mujer, tratando de localizar la mentira en su rostro, pero no la veía.
-Tu...-su voz salió en apenas un susurro
-Yo era la esposa de Draco –Gaya dio un paso hacia ella, mirándola fijamente –Pensaba que lo sabías. Freya Aclair no era el Laird cuando... bueno, cuando nuestro clan cometió tantos errores.
-Yo le vi –apretó la mandíbula –era él, le vi.
-Draco y el, eran prácticamente iguales –la tristeza inundo el rostro de ella –Por lo menos físicamente. Yo,... pensé que lo sabías ...-Gaya coloco la mano en su brazo y ella se aparto rápidamente. Durante unos segundos la observo, finalmente tomo las cosas y salió de la habitación.
-Yo le vi, yo le vi –hablo en voz baja, sentada en la cama, con la vista fija en un punto.
Tras su último encuentro con él, cuando habia despertado entre sus brazos, el Laird no habia vuelto a acercarse a ella. Esa misma tarde, la habían acompañado a la que era su habitación, en la cual habían arreglado las ventanas y los muebles. No habia señal alguna de su intento de huida. Y ahí habia quedado todo.
Gaya la visitaba para curarla, le subían la comida y preparaban el baño.
En muchas ocasiones se habia encontrado, parada ante la ventana, viendo al Invencible, entrenar en el patio junto a sus hombres. Y allí estaba de nuevo, parada ante la ventana.
Pero no estaba mirando a los hombres que se encontraban en el patio, sino a los niños, los niños que correteaban jugando y las mujeres que llevaban la colada. No podía evitar preguntarse, si eso era lo que habría conseguido en su vida, si todo hubiera sido diferente.
Se habría casado, con el marido adecuado, fuerte, valeroso, respetuoso. Un hombre que habría cuidado de ella y de los suyos, un hombre al que su padre habría respetado.
La puerta se abrió y no necesito girarse, para saber, que era él, que estaba allí, tras ella observándola.
Se giro y le miro a los ojos.
-¿Fue Draco quien mato a mi padre? –hablo con frialdad y vio la sorpresa en el rostro de él, seguida por cierta molestia -¿Fue tu hermano?
-¿Cambiaria eso algo? –El entrecerró los ojos, mirándola fijamente
-No mucho –inclino la cabeza levemente, observándole, camino despacio por la habitación, pensativa -¿Ya habia pasado cuando regresaste?
-Si –el respondió girándose, para poder seguir observándola –Dos meses después
-Dos meses –volvió a mirarlo –Pero las matanzas, la destrucción... siguió ... pasaron diez meses después de la destrucción de mi aldea, hasta que tus guerreros se retiraron. –observo como el se mantenía en silencio –Así que estuviste con él, tampoco hiciste nada.
Aclair apretó la mandíbula y sus músculos se tensaron, parecían de acero.
-Solo el fuerte sobrevive –recito aquel lema, que tantas veces habia oído, pronunciado en labios de guerreros MacCarty. -¿Es eso no?
-Nunca estuve de acuerdo con lo que mi hermano hizo, trate ...-frunció el ceño, como si acabara de darse cuenta que estaba dando explicaciones –Pero hay que ser fuerte, defenderse, defender a los suyos.
-Y nosotros éramos débiles –una sonrisa amarga se dibujo en su rostro –Ser fuertes no implica ser crueles. –camino hacia el despacio –Éramos pacíficos y lo sabíais, tu padre lo respetaba. Nos respetaba –vio como el cerraba los ojos con fuerza –Somos descendientes celtas, nuestra sangre es incluso más pura que la vuestra. –como si acabara de recordar, que era exactamente lo que sentía por ese clan, su rostro se cubrió de rabia –Tu hermano. Si tu eres Laird....
Aclair abrió los ojos y la miro, la miro con consternación, con la culpa reflejado en ellos.
-Esta muerto –la miro a los ojos, esperando ver el alivio en los suyos, pero no lo encontró.
-¿Quién lo mato? –rabia, una rabia inmensa, al saber que ese hombre habia muerto a manos de alguien que no era ella. Al saber que su odio y su dolor seguían clavados muy adentro de su ser y que el ya no estaba, para poder descargarlos.
-¿Quién te hablo de esto? –Aclair dio un paso atrás, entrecerrando los ojos. Al ver que ella no respondía, apretó la mandíbula –Gaya –se giro y abrió la puerta saliendo al tiempo que daba un portazo.
-Algo más de sal –Gaya saboreo el estofado y dejo la cuchara de madera junto al fuego
-Si, señora –la cocinera se movió por la cocina, hasta tomar la sal.
-¡¡¡Gaya!!! –Aclair entro en la cocina y el lugar pareció demasiado pequeña con su presencia, la cocinera se arrincono en la pared, observándole sorprendía, el la miro –Salga –y la mujer asintió y con aun la sal en su mano salió de la cocina, dejándolos a solas.
-¿Ocurre algo? –Gaya lo miro y al ver su rostro lleno de furia, dio un paso atrás. –Yo...
-¡¡¿Por qué le has contado nada?!! ¡¡¿No podías mantenerte callada?!! –dio un golpe en la mesa que habia a su lado y dos naranjas cayeron al suelo -¡¡¿Quién te has creído que eres para inmiscuirte en mis asuntos?!!
-¡¡Tu familia!! ¡¡Soy tu familia, te guste o no!! –Gaya apretó los puños, aguantando las ganas de llorar -¡¡Te odia Aclair, pensaba que eras el!! ¡¡¿Por qué no le dijiste que no eras tú?!!
-¡¿Para qué?! ¡Que no fuera el Laird y no participara en la matanza de su clan no cambia que cuando regrese permanecí sin hacer nada para pararle?! –El entrecerró los ojos
-Ninguno hicimos nada –ella dio un paso hacia el –Pero finalmente tu...
-¡¡Basta!! –alzo la mano, haciéndola callar -¡¡No quiero que vuelvas a acercarte a ella!! –se giro y salió de la cocina, dejándola allí sola.
-¡¡Aclair MacCarty ha vuelto!! –el consejero de su padre grito con júbilo, mirándole -¡¡Esta vivo!!
En mitad del patio, con la sangre aun cubriendo su cuerpo, muestra de la batalla en la que habia participado unas horas atrás, cuando al regresar a su casa, se habían cruzado en su camino unos soldados ingleses, queriendo el destino que fueran estos, los mismos que un año atrás les habían atacado y habían matado a todos sus hombres.
Y así, como muestra de fuerza hacia su clan, habia cortado la cabeza al general ingles y la habia llevado con él, para entregársela a su padre.
-¡¡Aclair!! ¡¡Amigo!! –Dareck se abrió paso entre la gente, llegando hasta él, le miro, con el alivio recorriendo su rostro –Estas vivo –y lo abrazo, dándole palmadas en la espalda. –Bienvenido a casa.
-Me alegro de verte, hermano –Aclair soltó la cabeza de su enemigo, que cayó a los pies de ambos y correspondió a su abrazo. Cuando se separaron, miro de nuevo al frente -¿Y mi padre?
-Oh –Dareck miro al suelo –Aclair, tu padre...
En ese instante, Draco apareció en la puerta, fijo la vista en su hermano y sonrió, camino hasta donde se encontraba Gaya, con el jarrón roto a sus pies y se paró a su lado.
-¡¡Mi querido hermano!!¡¡Has vuelto a nuestro lado!! ¡¡Lo celebro!! –y al tiempo que decía eso, la mano de él, se situaba en la cintura de Gaya.
Aclair frunció el ceño, con la vista fija en la mano de su hermano, posada en la cintura de ella, de la muchacha a la que habia pedido en matrimonio, justo antes de desaparecer. Alzo la vista hacia ella, hacia sus ojos y vio el miedo en ellos, la angustia, el dolor, la culpa.
-Aclair, tu padre falleció hace cuatro meses –Dareck apretó el hombro de su amigo.
Le escucho, le habia escuchado, pero sus ojos seguían fijos en ella.
La realidad, lo golpeo brutalmente.
Habia vuelto, pero no a casa, esa ya no era su casa.
Su padre no estaba, su gente hacía tiempo lo habia dado por muerto, su hermano era el Laird y Gaya, la mujer con la que esperaba construir su vida, estaba allí, junto a su hermano. Era suya, era la esposa del Laird Draco MacCarty.
Habia luchado por sobrevivir, aguantado dolor, hambre... solo por volver, por abrazar a su padre, por besarla a ella. Y no tendría ninguna de esas cosas.
No habia nadie.
Nadie le estaba esperando.
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