Capitulo 23: Significado
Esa noche habia dormido sola.
Y sin embargo, sintió que era la noche en la que más le necesitaba.
Su cercanía, su calor, su cuerpo.
Pero no estuvo a su lado.
Aclair no acudió a la tienda y no durmió con ella.
Cuando en la mañana salió del refugio que suponía aquella lona que la protegía del frio de la noche, todos posaron su vista en ella.
-¿Cómo te encuentras? –Quinsi se acerco a ella, tendiéndole una taza de café caliente.
-Bien –respondió tomándola
-Pues no lo parece –frunció el ceño observándola, sus ojos se posaron en su abdomen. –Hay una curandera en el pueblo.
-No es necesario –negó con la cabeza –No es más que un rasguño.
Camino hacia la fogata que habia en el centro del campamento, con la mirada recorriendo el lugar, buscando. Buscándole a él, pero no estaba.
Se sentó sobre el tronco de un árbol, que estaba tumbado ante el fuego.
Sintió la mirada de todos, puesta en ella y cerró los ojos con fuerza. Cuando los abrió, estos se enfocaron él las llamas que ardían ante ella, el penetrante color del fuego, brilloso, lleno de fuerza.
Sintió la presencia a su lado, el tronco crujió al sentir el peso de el al sentarse a su lado, pero él no se movió.
-Se sabía que el jefe de tu aldea tenía un don, con los animales –la observo, esperando ver alguna reacción, al no obtenerla suspiro, fijo la vista en el fuego –Y corría el rumor de que su hija lo habia heredado.
Una intensa agonía se instauro en su pecho, sintiendo el dolor de la realidad, el motivo por el cual, el no estaba allí, no estaba a su lado.
-¿Se lo has dicho? –No lo miro, su vista seguía fija en el intenso fuego.
-No –bajo la vista a la nieve que rodeaba sus botas –Deberías hacerlo tú.
-Mi clan os odia –al fin giro el rostro hacia él, para mirarle –No se pueden olvidar años de sufrimiento, de sangre, de muertes.
-Aclair no es como su hermano –Quinsi la miro fijamente –El no dañara a tu gente.
-¿Y si son los míos lo que dañan a los tuyos? –sus ojos brillaron con intensidad -¿no se defenderán? ¿no atacaran? –desvió la vista de nuevo al fuego –Éramos pacíficos Quinsi, pero ya no lo somos. No hay peor bestia que aquella que permanece dormida. –se levanto y dejando la taza de café sobre el tronco le miro –No se puede borrar el odio. –se giro y camino en dirección al bosque.
Ninguno la siguió, pero tampoco apartaron su vista de ella, no hasta que desapareció tras los arboles.
Camino entre los árboles, con la mirada perdida.
Consciente de todos los sentimientos que se agolpaban en su interior, pero sobre todos ellos, uno en especial.
Miedo.
Si, sentía miedo, miedo a lo que ahora venia.
Ella, que habia padecido un infierno, que habia escapado a la muerte y sobrevivido en mitad de un bosque, sin apenas nada. Tenía miedo.
Miedo a que Aclair MacCarty supiera quién era y a lo que ello conllevaba.
Estaba tan sumergida en sus propios pensamientos que por primera vez, desde que habia asumido todo lo que su nombre y su vida conllevaban, se permitió no estar alerta.
Solo cuando sintió la mano sobre su boca y el brazo envolviéndola y pegando su espalda a un fuerte pecho, supo hasta que punto habia estado sumida en sí misma.
-Shhh –sintió su aliento cerca de la oreja –No voy a hacerte daño Freya –la rabia recorrió su cuerpo cuando reconoció su voz –Solo quiero saber si estás bien –su agarre se hizo más suave y al ver que ella no se movía, finalmente la libero.
En el instante en que se sintió liberada llevo el codo tras y dándole en el estomago salto hacia delante, girándose justo al tiempo que él se inclinaba por el dolor, alzo el puño y lo golpeo con todas sus fuerzas. El se tambaleo y cayó contra un árbol, quedando apoyado en este y llevando la mano a su mejilla.
-¡Joder! –se incorporo mirándola molesto –Veo que estas perfectamente
-Nunca vuelvas a ponerme una mano encima –hablo con asco mirándole fijamente.
-Yo no te haría daño –Ulises dio un paso hacia ella
-¿No? –lo miro, haciéndole saber, sin necesidad de palabras que ya lo habia hecho. Un daño irreparable.
-Cuando vi a ese hombre...-el rostro de él se contrajo –Podría haberte matado .... Yo...
-Es el mismo hombre que intento violarme la noche que asaltaron mi aldea, el mismo hombre del que mi padre mi libero... antes de morir –lo miro a los ojos con tensión –Solo quería terminar, lo que empezó aquella noche.
El silencio se instalo entre ambos, el cerro los ojos con fuerza.
-Yo no sabía... no pensé que... -trago saliva y abrió los ojos, para mirarla –Me dijeron que solo buscaban a...
-A mi padre –las lagrimas se agolparon en sus ojos, pero evito que salieran –Y tu le vendiste, el confiaba en vosotros, confiaba en ti, me confió a ti y tu le traicionaste, me traicionaste Ulises.
-Si pudiera volver el tiempo atrás –su rostro reflejo una sincera culpa, pero no era suficiente, no para ella.
-No puedes –camino hacia él y se paro muy cerca –Aléjate de mi y de los míos, o sufriréis lo que nosotros padecimos aquella noche.
Se alejo por el bosque, no hacia la salida sino al interior.
Necesitaba estar sola, pensar.
Necesitaba respirar tranquilidad.
-¿Pasa algo Laird? –Jarter paro el caballo junto al de su Laird y le miro con el ceño fruncido.
Aclair permaneció en silencio, observando el campamento, que se encontraba a tan solo unos metros de ellos.
Cuando la lucha habia acabado y habia corrido hacia donde vio desaparecer a Freya, su corazón se acelero como nunca lo creyó posible. Y al verla allí, a manos de se hombre, a punto de que se la arrebataran, una desesperación intensa lo recorrió. La ansiedad de no poder llegar a ella, de no poder salvarla, de perderla.
Y entonces sucedió, aquel lobo apareció ante ellos y se abalanzo sobre aquel hombre y después el resto, el resto de lobos. Todos ellos protegiéndola, siguiéndola.
Fue entonces cuando comprendió.
No sabía nada de ella, no la conocía y eso lo asustaba.
Habia estado a punto de perderla y el dolor que le causaba esa posibilidad era demasiado grande. Sentía la posesividad sobre aquella mujer, el ansia de protegerla y luego la confusión, de preguntarse quién era y de que era capaz.
Solo se habia conformado, con llevarla a su castillo, la mantuvo allí encerrada, dispuesta para él.
Habia pasado toda la noche, con varios de sus hombres, recorriendo los alrededores, asegurándose de que no habia peligro alguno. Aunque la realidad era que la rabia por lo sucedido ardía en el, necesitaba liberarla y si no podía matando a ese hombre que se habia atrevido a tocar a su mujer, lo haría cabalgado toda la noche.
-Señor –Jarter fijo la vista en el campamento, frunciendo el ceño. Su caballo se removió inquieto.
-Vamos –respondió al tiempo que guiaba a su caballo para seguir el camino.
Al adentrarse en el campamento, sus hombres posaron la vista en el. Bajo de su caballo, entregando las riendas a Jarter para que se lo llevara. Ignorando las miradas de sus guerreros se acerco a Quinsi, que permanecía pensativo sentado ante la hoguera.
-¿Todo bien? –Se paro tras él, con la vista fija en su espalda.
-Si preguntas si ella está bien, si –suspiro y señalo con la cabeza hacia el bosque –Hace un rato que se interno en el bosque.
Aclair apretó la mandíbula mirando en aquella dirección, con el pensamiento de salir corriendo tras ella, buscarla y aliviar la duda sobre la posibilidad de que se hubiera marchado.
Pero entonces ella apareció.
Se paro unos instantes, al amparo de los últimos arboles, mirándole. Y finalmente siguió caminando, dirigiéndose a su tienda.
El Invencible fue consciente del brillo en la mirada de sus hombres, al posarse en ella, la admiraban.
Se resguardo en su tienda, intentando convencerse de que no huía.
Pero lo estaba haciendo.
Escucho voces en la parte de atrás de su tienda y se giro, la punzada de dolor la recorrió y suspiro. Se acomodo sobre las mantas y se deshizo de su camisa, bajo la mirada a su herida y aparto la gasa que la cubría, suspiro. Tomo las hiervas que habia encontrado en el bosque y las metió en su boca, masticándolas ignorando su amargo sabor.
La tela de la tienda se aparto y la leve luz se adentro unos segundos, antes de que él se adentrara. Se quedo allí, inclinado a un lado, con sus ojos fijos en la herida de ella.
-Hay una curandera en la aldea –la mano de el atrapo la tela apartándola, dispuesto a salir –Le pediré a Ulises que nos la envié.
-No es necesario – hablo al tiempo que alzaba las manos y escupía en ella las hierbas que acababa de masticar, llevo el emplaste a la herida y apretó los labios sintiendo el ardor que le provocaba en la piel y la tapo con la gasa –No es más que un corte, pronto cicatrizara.
Estiro el brazo para tomar su camisa y entonces la mano de él se poso en su brazo, rodeándolo, evitando que tomara su ropa.
Aclair la estaba mirando fijamente, sus ojos bajaron hasta sus pechos, cubiertos por el vendaje que utilizaba cada vez que vestía de hombre, evitando que le molestaran para moverse.
Instintivamente, el agarre de él se hizo más fuerte, tirando de ella hacia él.
Incorporándose sobre sus rodillas, Freya se acerco, mirándole a los ojos fijamente.
Su otra mano subió hasta su rostro, acariciando su mejilla, aquella marca sombreada, rastro de la lucha del dia anterior.
-Si te hubiera....-la rabia ardió en sus ojos
-Estoy bien –mintió, no lo estaba. Quería estarlo, pero para ello le necesitaba a él, necesitaba su abrazo su calor. Despacio se acerco mas a él y con los labios rozando los suyos y los brazos alzándose sobre sus hombros, susurro –Te necesito.
Con ansiedad, el paso el brazo por su cintura, pegándola a su cuerpo y apoderándose de sus labios con una necesidad urgente. Sus lenguas se unieron en una danza intensa, irrefrenable.
El deseo y la ansiedad por poseer al otro los consumía.
Con manos temblorosas, Aclair soltó la venda que envolvía los pechos de ella y como un animal escondió el rostro en ellos, lamiéndolos como si la vida le fuera en ello. Gimiendo Freya alzo la cabeza hacia atrás, dándole pleno acceso, sin dejar de balancearse sobre él, sintiendo su dura erección. La mano de el bajo por su vientre, hasta llegar al filo del pantalón y comenzó a tirar de este. Guiada por su ansiedad, Freya se incorporo, ayudándole a deshacerse del pantalón y pronto quedo totalmente expuesta sobre él. Con descaro, mientras sus labios volvían a unirse, fue ella ahora la que bajo su mano, por abdomen de él, recorriendo cada musculo, cada dureza, hasta llegar al filo del pantalón. Pero no se entretuvo con la tela, se introdujo en el interior de esta y con delicadeza lo acaricio.
El gruñido de Aclair resonó en su garganta, mientras sentía como llegaba su perdición.
Sintió su suavidad, su cálida mano alrededor de el, acariciándolo, llevándolo a la locura e incapaz de controlarse la aparto, liberándose de su pantalón y valiéndola a colocar sobre él, suspirando al notar la humedad de ella, sobre su erección.
-¿Qué me has hecho? –hablo con voz ronca mientras suavemente ella se movía sobre él, logrando internarle en lo más profundo de ella, acogiéndole en su calidez, su humedad. Aclair la miro a los ojos, con una intensidad que la atravesó.
Y mirándole a los ojos, mientras se movía sobre él, despacio, sintió que habia algo mas, una conexión más intensa y profunda, que los unía a ambos y de la que no sería fácil escapar.
Las manos de el recorrieron su espalda, bajando hasta su trasero, para apretarla con más fuerza contra él. Gimió enterrando el rostro en su cuello, llenándose con su aroma y entonces perdió el control. Guiándola, empujándola contra él se sintió llevado al paraíso. Y entre gritos y gemidos, ambos se empujaron uno al otro hasta el extremo del placer.
Cayeron sobre las pieles, con el sudor cubriendo sus cuerpos y sus respiraciones agitada, aun abrazados y unidos profundamente. Aclair giro sobre sí mismo, apartándose, para no aplastarla. Girándose hacia él, Freya le observo unos segundos, en los que permanecía con los ojos cerrados, como si tratara de recuperarse de esta intensidad que ambos sentían. Y entonces sus ojos se enfocaron en su muñeca. Su mano se deslizo por la muñeca, acariciando aquella marca.
-¿Te la hicieron mientras estabas secuestrado? –alzo la vista hacia él y le vio asentir -¿Tiene algún significado?
-Si –el abrió los ojos y la miro –Que no olvide el infierno. –la miro unos instantes y entonces su ojos bajaron por su cuerpo, hasta pararse en su cadera, su mano fue hasta allí y moviéndose por esta, se paro, justo allí, sobre su marca. La acaricio despacio -¿Qué significa?
-Es un recuerdo –cerro los ojos, sintiendo su caricia y también el dolor, el dolor que le producía recordar –Para que no olvide quien soy y de donde vengo.
SIENTO LA DEMORA, PERO ESTOY TENIENDO UNOS PROBLEMAS PERSONALES QUE ME IMPIDEN ESCRIBIR. LO SIENTO.
PIENSO QUE YA ESTA TODO RESUELTO Y PUEDO DISPONER DE TIEMPO PARA LA HISTORIA.
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