Capitulo 19: Hogar
Desde que habia amanecido esa mañana, sentía esa sensación instalada en su estomago. Esa tristeza embargándola, mezclada con un profundo odio.
Y ahora cuando estaba cerca, cuando podía ver ya, algunos de los restos de la que fue su aldea, alzándose sobre la colina, necesito sujetarse con todas sus fuerzas a las riendas del caballo sobre el que viajaba.
-¿Quieres que paremos? –Aclair habia situado su caballo junto a el de ella, giro el rostro y la miro, la mezcla de culpabilidad y desasosiego se reflejaba en su rostro –Tenemos que comer algo y los caballos descansar, podemos parar.... Si quieres.
-No habia vuelto aquí desde....-las palabras cesaron en su boca, no quedaba nada, nada de lo que fue su hogar, nada de lo que su gente habia construido. Apenas unas ruinas, de lo que fueron algunas casas en su momento, piedras sin valor, llenas de recuerdos, marcadas por el fuego que las habia consumido, como si hubieran grabado en ellas las almas de todos los que habían perecido aquella noche en aquel infierno. Pero fue un lugar exacto el que llamo su atención, las pocas paredes que quedaban en pie, medio derrumbadas, las piedras extendidas a su alrededor y allí, ante lo que hace tiempo fue la entrada a su casa. –Paremos.
-¡¡Descansaremos aquí!! –la orden no fue bien recibida. Todos los hombres se tensaron, con la vista fija en los restos de la aldea, en la que comenzaban a adentrarse. Les gustase o no, aquello era obra suya, no directamente, pero si de su gente, de hombres que pertenecían a su clan, de hombres que habían seguido a su Laird, cuando ellos, simplemente no habían querido participar, pero tampoco habían intentado pararle.
En silencio, todos desmontaron y deprisa prepararon todo para comer lo antes posible y marcharse de allí, como si temieran que los fantasmas de aquella aldea los persiguieran.
No se molesto en atar su caballo, tampoco en decir nada a ninguno, se alejo del grupo, adentrándose en la aldea, mirando lo que quedaba de aquel lugar. Un lugar que habia sido respetado, querido, un lugar en el que se vivía en armonía, se disfrutaba, se reía. Un lugar que habia dejado de ser todo eso.
Conforme avanzaba, mirando los restos que la rodeaban, las imágenes se proyectaban en su mente, el fuego, los gritos, la sangre, el choque del acero, las suplicas de desesperación. Sus ojos se fijaron en el lugar que años atrás habia sido su resguardo, su cálido hogar. Avanzo, hasta pararse ante él, en lo que quedaba de una entrada, sus ojos se posaron en el suelo, en aquel exacto lugar, donde su padre exhalo su último aliento.
Estaba seco, no habia vida en aquel suelo, era como si la misma naturaleza respetara aquella vida que habia sido arrebatada.
Aclair la observo, caminando a una distancia prudencial, intentando no interferir en su silencio, pero incapaz de mantenerse alejado de ella. Finalmente, al verla allí, de pie, ante aquellas ruinas, con la mirada perdida en el suelo, opto por acercarse. Se paró a su lado.
-¿Estas bien? –le pregunto en voz baja, mirándola de reojo.
-Yo no era así –hablo con la vista aun en el suelo, pero su mirada iba mas allá, perdida en la nada –Era dulce e inocente, me encantaban nuestras danzas, eran celebraciones de alegría, de gozo, recogía flores ... -alzo la vista al frente –Y ahora no queda nada de eso, lo destruyeron todo –respiro profundamente –Necesito estar sola –y camino hacia los arboles, en busca de refugio, de algo que la ocultara de la vista de todos, de soledad, suficiente, para poder sumergirse en su odio, en su dolor.
Camino, alejándose de la que era su aldea, adentrándose en busca de su lugar, aquel que le pertenecía, ese pequeño trozo de naturaleza, que sentía que le pertenecía.
Permaneció allí, de pie, intentando asimilar la idea de ella misma, siendo como era en su pasado, feliz, sonriente, llena de alegría. Sintió la brisa moviendo su cabello, al igual que movía las pocas hojas que aun permanecían en los arboles, a pesar del frio y la nieve.
Cerró los ojos un instante, intentando evitar que las lagrimas salieran de ellos, pero eran demasiadas, terminando por recorrer sus mejillas, mojándolas.
-Frey –su voz penetro en ella, haciendo que un escalofrío la recorriera.
-¿Qué estas haciendo aquí? –se volvió bruscamente, para mirarle.
-¿Me estas preguntando eso? –el frunció el ceño observándola
-¿No recibiste el mensaje? –miro hacia atrás nerviosa –Tienes que irte Ethan, antes de que se den cuenta de tu presencia.
-¿Este mensaje? –mostro el papel doblado, sosteniéndolo en la mano –Estoy bien, seguid escondidos, no vengáis por mí. ¿Eso?
-Si, eso. –parpadeo secando las lagrimas que aun humedecían sus ojos, intentando escapar de ellos
-¿Y pretendes que lo crea? –Dio un paso hacia ella –Te capturaron Frey,...
-Pero estoy bien –abrió ambos brazos –Mírame, estoy bien, no me han hecho daño...
-¿Quieres decir que eres libre? –alzo una ceja observándola -¿Escoges estar con ellos y no regresar con los tuyos?
-Estoy bien –no podía responder, no tenia respuesta para esa pregunta.
-Y por eso estas llorando –en dos zancadas estuvo junto a ella y la abrazo –Vámonos, ahora.
-No puedo –enterró la cara en su pecho, aspirando su aroma, ese que le habia dado la sensación de protección, de estabilidad. Se aparto y le miro a los ojos -¿Están todos bien?
-No, no lo están –limpio las lagrimas de sus mejillas con sus dedos –Están preocupados por ti Frey, todos. Y Allen...-pensó unos segundos antes de seguir hablando –Está dispuesto a lo que sea por recuperarte.
-No, no puedes dejar que venga, no dejes que los ataquen –Se aparto de el nerviosa.
-¿De verdad crees que nos quedaremos con los brazos cruzados mientras te tienen en su poder? –el apretó la mandíbula –Son asesinos Frey...
-No, no lo son –ella le miro con decisión –No fueron ellos Ethan
-¿No fue el clan del Hielo el que masacro nuestra aldea? –los ojos de él se enturbiaron con odio -¿No fue su Laird quien mato a tu padre a sangre fría? ¿no le viste? ¿O lo has olvidado?
-¿Crees que alguna vez podría olvidarlo? –Freya apretó los puños con fuerza –Aclair estuvo secuestrado y regreso a su clan, cuando Draco ya era el Laird. Fue Draco quien guio a sus hombres....
-¿Y donde esta Draco ahora? –el negó con la cabeza
-Muerto, Aclair le mato. –sentía la necesidad de liberarle de la culpa ante su gente .-Mato a su hermano, mato al hombre que mato a mi padre.
-¿Y eso hace desaparecer todo lo que ocurrió? ¿Lo que nos hicieron? –la agarro por los brazos bruscamente –Por todos los diablos ¿Me vas a decir que confías en ellos? –espero respuesta, al verla en silencio, entrecerró los ojos –Si es así, ¿Por qué nos pides que nos escondamos? –silencio, esa fue de nuevo la respuesta –Yo te diré porque, porque no puedes olvidar lo que paso, porque no confías en ellos, porque temes que nos destruyan. –la soltó, mirándola a los ojos con suplica –Ven con nosotros Freya, ven conmigo.
-No puedo –sus ojos se humedecieron de nuevo
-¿Estas olvidando quien eres? –su mirada se endureció -¿Olvidas tu deber?
-No olvido nada y tu tampoco deberías hacerlo –y ella se volvió fría, distante –Si es una orden lo que tendré que darte, lo hare. Pero preferiría que me ayudaras en esto, porque confió en ti y tú debes confiar en mí.
-Siempre he confiado en ti Freya, ¿lo olvidas? –se acerco a ella y acaricio su mejilla, despacio con suavidad.
Un aullido, un aullido que les indicaba que alguien se acercaba. Ella se aparto rápidamente, mirando a su alrededor.
-Tienes que irte –volvió a fijar la vista en el –Vete y cuida de ellos.
-Tienes que volver con los tuyos –el la miro fijamente
-Lo sé –le sostuvo la vista –Pero aun no.
Fue suficiente, por el momento. Fue respuesta suficiente, para que Ethan se alejara, pero no lo suficiente para desaparecer del campo de visión del Invencible.
-¡Freya! –el grito de él hizo eco, seguido del silencio.
Ella se giro, a mirarle y vio sus ojos, fijos, en otro lugar, rezo, rezo por primera vez en mucho tiempo, para que Ethan hubiera desaparecido, pero no fue así. Cuando volvió la vista, le vio, se habia parado, entre varios arbustos y estaba mirando al Invencible, fijamente, como si le estuviera desafiando.
Un inmenso temor la invadió, volvió a fijar la vista en Aclair y vio como este, llevaba la mano a su machete, atado en el cinto en su cintura. Sin pensarlo avanzo hasta el, interponiéndose en su campo de visión.
-No –su voz sonó muy baja, como una súplica, entonces el dejo de mirar hacia el intruso y poso la vista en sus ojos.
Le escucharon, escucharon los pasos de Ethan alejándose, pero ninguno se movió. Pasaron varios segundos, después de que desapareciera.
-Podría ordenar a mis hombres perseguirle –Aclair hablo con voz tensa, mirándola fijamente –Y lo encontrarían.
-¿Y después? –ella le sostuvo la mirada -¿Me harías suplicar por su vida?
-¿Suplicarías? –el apretó la mandíbula
-Sin dudarlo –respondió con seguridad. Giro el rostro apartando la vista de él y paso por su lado.
Aclair se giro rápidamente y la agarro del brazo, tirando con fuerza hacia él, sujetándola para que no se marchara.
-Te pregunte si habia algún hombre –la miraba con reproche
-Y creo que respondiste tu solo a esa pregunta cuando me tomaste en el bosque –y entonces fue ella, sus ojos, los que estaban cargados de reproche.
-¿Quién es? –apretó su mano en el brazo de ella.
-¿Qué es lo que quieres saber? –acerco su rostro al de él, bajando la voz –No habia otro hombre en mi cama, pero en mi vida... ¿Es eso lo que preguntas? ¿Si hay algún hombre en mi vida? –sintió la tensión en el cuerpo de el –Si, Aclair, hay muchos hombres en mi vida. Padres, hermanos, amigos, niños, todos ellos, forman parte de mi. Son mi gente, son mi familia.
-¿Y el que es? –la acerco bruscamente a su cuerpo -¿Padre, hermano, amigo, niño?
-Todo –y la respuesta sonó con tristeza –Ha sido niño, hermano, padre y amigo, para mí.
-¡¡Laird!! –Quinsi se adentro en el bosque y se paro bruscamente, observándoles –Yo...
-¡¿Qué?! –Aclair le miro furioso
-Deberíamos reiniciar el viaje –El dio un paso atrás, nervioso –No queda mucho para que anochezca.
-¡Ordena a los hombres que recojan! –grito volviendo a posar la vista en ella –Vamos –y tiro de su brazo bruscamente, llevándola prácticamente arrastras tras él.
Durante el resto del trayecto, la tensión se hizo clara para todos.
Los hombres se mantenían a distancia prudente de su Laird y en cierta forma, también de ella.
La noche habia caído sobre ellos, cuando Aclair habia ordenado montar el campamento. Esta vez si, un campamento fijo, que permanecería allí montado mientras ellos, inspeccionarían los alrededores.
Estaban prácticamente al límite de sus tierras, cerca de las dos aldeas que fueron atacadas.
Solo entonces, Freya se dio cuenta de la verdadera situación. Una de esas aldeas era la de los MacGanigan y no necesitaba preguntar el motivo de aquel ataque. Era una venganza, una venganza por parte de los hombres de Draco y con gusto ella les dejaría el camino libre para que Ulises y su padre sufrieran en carne propia lo que ella habia sufrido.
Mientras los hombres preparaban el campamento, subió a lo alto de la colina y los observo, observo la aldea que hace tiempo atrás habia sido amiga, incluso más. Todo habría sido distinto, si no hubieran sido atacados, traicionados por aquellos en quienes confiaban. Confianza, algo que Ulises habia mermado en ella.
-¿Pensando? –Quinsi se paró a su lado, observándola de reojo, después poso la vista en la aldea iluminada por algunas antorchas. –Los conoces ¿no?
-¿Qué? –Lo miro sobresaltada
-A los MacGanigan –frunció el ceño observándola –Sois tribus Celtas, os reuníais en las danzas si mal no recuerdo.
-Si, bueno... -Freya desvió la vista de nuevo a la aldea –Yo era muy pequeña, apenas recuerdo nada.
-Ya –volvió a mirar la aldea, en esta ocasión al grupo de antorchas que se movían en el centro de esta.
-¿Qué hacen? –Freya se inclino hacia delante, entrecerrando los ojos para ver en la oscuridad.
-Se preparan para recibir a Aclair –Quinsi la miro –Ven, te enseñare tu tienda.
No le gustaba no saber lo que Aclair hacia en la aldea, lo que estaba hablando con los MacGanigan.
Trato de no parecer distante, ni distraída, cuando se sentó junto al resto, en torno a la fogata, para comer un poco de carne caliente.
Con una disculpa, se retiro a su tienda.
Quinsi se ofreció a acompañarla y supo que se habia quedado fuera, a una distancia prudencial vigilándola.
Pensó que quizás sería más sencillo, si no hubieran alejado su tienda del campamento. Agradecía cierta privacidad, pero resultaba extraño, que queriéndola tener vigilada, la alejaran del resto. Y entonces, sumergida bajo las pieles, sintiendo el calor de estas, sobre su piel desnuda, pensó, en la opción de que la lejanía de su tienda, fuera la respuesta a la pregunta que se habia hecho minutos antes.
Habia contado las tiendas que habia en el campamento y faltaba una. Al principio pensó, que Aclair se quedaría en la aldea. ¿Pero y si la realidad era que su tienda, era la de el?
Y así era.
Lo corroboro cuando sintió su presencia llenando aquel pequeño espacio.
Incluso permaneciendo con los ojos cerrados, oculta bajo las pieles, sentía que aquel pequeño cubículo era demasiado pequeño para ambos. Sintió su imponente cuerpo, tumbándose junto a ella, sobre las pieles.
Espero, espero a que sumergiera su cuerpo bajo estas, pegándose a ella, o que apartara las pieles para tocarla, para acariciarla. Pero no ocurrió.
Y eso la sobrepaso.
El enfado por como el la habia tratado antes, el no saber que hacía en la aldea y ahora su intrusión en la tienda, fue más de lo que soporto. Se incorporo bruscamente, sosteniendo las pieles contra su cuerpo.
-¿No tienes tienda propia? –lo miro y su sangre hirvió al verle allí tumbado, con los ojos cerrados, calmadamente.
-Esta es mi tienda –el respondió, sin siquiera mover un musculo.
Apretó la mandíbula, tragándose la salta de insultos y casi se atraganta, cuando su vista le recorrió y se poso en su ya prominente erección. Volvió a mirarle la cara y ahí seguía, con los ojos cerrados. Entonces decidió actuar.
Aparto las pieles, lanzándolas encima de él, cosa que consiguió sobresaltarle, de manera que abriera los ojos y la mirara.
-Entonces me voy yo –se incorporo desnuda –Estoy segura que cualquiera de tus hombres me ofrecerá su tienda.
Y en un abrir y cerrar de ojos, Aclair MacCarty habia apartado las pieles a un lado y habia saltado sobre ella, empujándola bruscamente contra el suelo.
-No vas a salir de aquí –hablo tenso sujetándola contra las pieles expuestas en el suelo.
-¿Tu vas a impedírmelo? –le golpeo en el estomago y trato de incorporarse.
Y entonces sucedió.
Aclair la empujo con fuerza y se coloco sobre ella, apretándola contra las pieles. Sus pieles se rozaban, desnudas y el la besaba bruscamente, furioso.
Lo habia conseguido, habia querido hacerle estallar, verle furioso y lo habia logrado.
Aclair la estaba sujetando con brusquedad, al tiempo que mordisqueaba su piel desesperado.
Gimiendo, ella le rodeo la cintura con sus piernas, logrando sentirle en su entrepierna. Él lo tomo como una clara invitación y de una sola vez, se instalo en lo más profundo de ella.
Y juntos como dos animales salvajes se entregaron al deseo, con el frio de la nieve extendiéndose alrededor de la tienda y el simple calor que despedían sus cuerpos calentándoles.
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