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Capitulo 14: MacGanigan

Habia dormido como nunca antes. Tan profundamente que ni siquiera habia oído cuando Aclair habia abandonado su cama, para salir de la habitación, antes del amanecer.


Los recuerdos de sus manos recorriéndola, de su boca besando cada parte de su piel, acudieron a ella, mientras el agua tibia acariciaba su cuerpo y el perfume de rosas impregnaba su piel.


Salió del agua y camino hasta pararse ante el espejo. Se observo, se observo a sí misma, como si no reconociera el reflejo que veía. Se giro, con el rostro mirando aun al espejo, dando acceso a su vista, de su espalda. La vio, fijo la vista en aquella marca, en esa marca en su piel, en la parte baja de su espalda, esa que le recordaba quien era, cuál era su deber. Esa que no le permitía ignorar todo lo que conllevaba su pasado, sus raíces.


Paso las manos por su rostro, obligándose a despertar, a reconocer, a entender su situación, el lugar en el que se encontraba. Pero no importaba, donde estaba, porque estaba allí, lo importante era que no habia cumplido. Le habia fallado, les habia traicionado.


Camino hacia la cama y se vistió, por fin con ropa, ropa que ella solía usar, no vestidos.


Cuando abrió la puerta de la habitación, Quinsi se enderezo rápidamente y al fijar la vista en ella, la miro de arriba abajo con la boca abierta.


-Buenos días.- salió cerrando la puerta y lo miro, fijamente. -¿Vas a quedarte con la boca abierta todo el día?


-¿Eh? –el frunció el ceño –No, yo....


-¿Dónde está Aclair? –comenzó a caminar por el pasillo


-¿Eh? –corrió tras ella, alcanzándola –En el campo de entrenamiento.


-Bien, vamos –bajo la escaleras y se dirigió hacia la puerta del castillo, directa a abrirla.


-¿Al campo de entrenamiento? –el abrió los ojos con sorpresa –No creo que al Laird le guste.


-¿Ah no? –rodo los ojos, atravesando ya el patio del castillo, en dirección a la colina, en la que podía ver ya a los guerreros luchando entre ellos.


-Se enfadara...-el camino a su lado aprisa -.... Mucho


-Quinsi –y ella se paro y se giro hacia él, para mirarle –He tratado de matar a tu Laird en más de una ocasión y estoy aquí, viva. ¿Crees que temo que se enfade porque le interrumpo en su entrenamiento? –y se giro de nuevo e inicio la marcha. Y sonrió, sonrió con maldad. Porque si, porque lo esperaba. Esperaba que él se enfadara, no solo porque lo interrumpiera, sino por ella, por cómo iba vestida.



Los guerreros bajaban sus espadas, dejaban su entrenamiento y se giraban, para mirarla con la boca abierta, al tiempo que se apartaban permitiéndole pasar. Y entonces le vio, alzando su machete, contra su contrincante, que permanecía de espaldas a ella. Pudo ver su rostro, tenso, sus ojos entrecerrados y en ese momento, con su machete en alto, sujeto con ambas manos, el Invencible la miro. La miro y su expresión cambio, pareció pasar de la sorpresa a la incredulidad y entonces la miro de arriba abajo y expresión fue indescifrable. Bajo el machete, con la vista fija en ella. El guerrero con el que entrenaba, se giro, buscando aquello que habia distraído a su Laird y entonces ella le reconoció, era Dareck, que se habia quedado petrificado, observándola con los ojos abiertos de par en par, por un instante, pareció que iba a decir algo, pero no lo hizo.


-Buenos días Dareck –ella le sonrió, pasando a su lado y parándose ante el Invencible –Aclair


-Parece que para ti lo son –entrecerró los ojos, mirándola de arriba abajo. -¿Ropa de hombre?


-Quiero ayudar –le miro fijamente, decidida.


-¿Ayudar? –el frunció el ceño, desconcertado.


-Estoy harta de estar encerrada en esa habitación –vio que él iba a responder y se apresuro a interrumpirle –Y de salir a pasear alrededor con algún guardián que me siga los pasos. Quiero hacer algo, ayudar.


-Ayudar –el se quedo pensativo un instante –Bien, habla con las sirvientas del castillo, puedes disponer de ellas a tu antojo...


-¿Es una broma? –apretó los labios en una fina línea -¿Tengo pinta de cocinar, limpiar y bordar encerrada entre las paredes de un castillo?


El la observo, en silencio, sus ojos recorrieron su cuerpo y sorprendentemente, el sonrió.


Sorprendida por su sonrisa, no pudo reaccionar, cuando el Invencible, dio un paso hacia ella, pasando el brazo por su cintura y acercándola a él.


-La verdad es que no –le respondió en voz baja, bastante ronca. Sus rostros estaban muy cerca, tanto que sus narices se rozaban. Entonces el acerco sus labios a los de ella y la beso, despacio, lentamente. Cuando aparo la boca de la de ella, sonrió levemente -¿Y en qué quieres ayudar exactamente?



Parpadeo. Parpadeo varias veces, tratando de recobrar la razón y eso la molesto mucho mas. Entrecerró los ojos, mirándolo furiosa.


-Puedo ayudar con las armas, con los establos, la caza –lo miro fijamente


-Así que quieres ayudar ...-el se había apartado un poco, pero su mano seguía en la cintura de ella, moviendo los dedos suavemente, acariciando sobre la tela –Como mis hombres –alzo una ceja divertido


-Podría hacer cualquier trabajo de cualquiera de tus hombres –alzo la barbilla, con orgullo.


-No lo dudo –y entonces el aparto la mano de su cintura y en ese instante, ella fue consciente de que el la habia estado sujetando. El Invencible, la habia besado ante sus hombres y habia seguido hablándole, con la mano en su cintura, marcando su posesión. Fijo la vista en Quinsi, el cual trago saliva –Quinsi, acompáñala a los establos, hay que limpiarlos y atender a los caballos –después volvió a posar la vista en ella –Y ayúdala


-Si, Laird –Quinsi fijo la vista en Freya, esperando nervioso.


-Bien –con los ojos entrecerrados se giro, dando la espalda a Aclair, fijo la vista en Quinsi y comenzó a caminar –Vamos, puede que incluso no s divirtamos.


Y Aclair frunció el ceño, fijando la vista en ella, en ese maldito pantalón, que se resaltaba su cintura y remarcaba su trasero, mostrando su perfecta figura.


-Lo hará –Dareck suspiro parándose junto a su Laird


-Lo sé –y él respondió, con una leve sonrisa en sus labios.





A los veinte minutos, todo estaba organizado en los establos. Los caballos habían sido sacados de allí, encerrándolos en el vallado y ella y Quinsi se dispusieron a limpiarlos.


-Se te da bien –Quinsi la observo, cargando el heno y dejándolo en el interior de uno de los cubículos. -¿Teníais establos..?


-No –ella sonrió con ironía –Los pocos caballos que teníamos los atendíamos en las cuevas –se encogió de hombros –Aunque intentábamos acomodarlas como si lo fueran.


-Debe haber sido difícil –El hablo pensativo


-Te acostumbras –se paro ante él, mirándole –Lo siento


-¿Eh? –frunció el ceño


-No solo te toca vigilarme, sino que también limpiar los establos por mi culpa –le sonrió –A puesto a que darías lo que fuera por estar entrenando con los demás.


-Bueno, esto tampoco esta tan mal –sonrió –Mas de uno de los que está entrenando daría lo que fuera por estar aquí limpiando contigo. –la miro y se sonrojo, movió las manos nervioso –yo, no,... no quise decir...


Freya le observo, con una ceja alzada y entonces rio.


-Señora –una de las criadas de la casa, se paro en la puerta de los establos, observándoles con el ceño fruncido y sosteniendo un canasto entre sus manos.


-Ah, sí –Freya se acerco a ella y tomo el canasto –Gracias


La chica dudo unos minutos, finalmente se marcho.


-¿Y eso? –Quinsi observo el canasto.


-Pedí que nos preparan algo de comer –sonrió, pensando en lo bien que habia aprovechado lo que Aclair le habia dicho, "habla con las sirvientas del castillo, puedes disponer de ellas a tu antojo" -Ya que tienes que sufrir por mi –abrió el canasto y miro en su interior, sonrió y después camino hacia donde estaban las planchas de heno, se sentó sobre una y dejo el canasto sobre otra. –Vamos ven –le miro divertida –Tenemos queso, fruta, pastel de manzana y vino.


-No creo que....-Quinsi se rasco la cabeza


-Que al Laird le haga gracia –ella rodo los ojos –¿Quieres sentarte de una vez? Escuche tus tripas antes.






Habia subido a su habitación a lavarse, después del duro entrenamiento. Y por primera vez en mucho tiempo habia bajado a comer al comedor, esperando encontrarse con ella. Verla sentada a la mesa, molesta por la tarea que le habia encomendado. Y no. No estaba allí.


Y cuando pregunto a Gaya y esta le dijo que no sabía nada, su buen humor desapareció.


Aunque por un momento, cuando cruzaba el patio del castillo, dirección a los establos, pensó que quizás era su culpa. Puede que ella no estuviera dispuesta a abandonar los establos, hasta que hubiera terminado lo que tenía que hacer. Una suposición que desapareció, cuando al acercarse a estos, escucho las risas.


Se adentro silenciosamente y se paro observándoles, sentados en el heno, riendo juntos, con una botella de vino a sus pies.


-Enserio –Quinsi se paso la mano por el estomago –Creo que Jarter ha decidido esconderse de ti, teme las represalias.


-Y hace bien –ella respondió seria, mirándole y entonces empezaron a reír de nuevo.


-Creo que nos hemos pasado con el vino – Quinsi se levanto y se tambaleo –No creo que al Laird le guste saber esto.


-¿Y se lo vas a contar tu? –Freya comenzó a guardar las cosas en la cesta


-No será necesario –cuando Aclair hablo, ambos se sobresaltaron. Quinsi se tenso, tratando de permanecer recto, aunque perdía la estabilidad y ella se levanto de su lugar y le miro - ¿Ya habéis terminado?


-Casi –Freya respondió tranquilamente, guardando la botella vacía en la cesta, después la tomo y se la tendió a Quinsi -¿Por qué no vas a dejarla a la cocina? –le sonrió al ver que dudaba –Ya solo queda colocar dos planchas de heno y guardar los caballos –miro de reojo a Aclair –Estoy segura de que tu Laird, puede ayudarme.


-Vete –la orden de Aclair fue el ultimo empujón que el necesito. Tomo la cesta y salió prácticamente corriendo de allí.


-Le has asustado –Freya le miro molesta, después le dio la espalda y se agacho, para tomar una plancha de heno.


Aclair fue a contestar, pero su voz se atasco en la garganta, al verla inclinada, al observar su trasero y sus muslos. Entonces ella se incorporo y se dirigió a uno de los cubículos, con la plancha. La siguió, en silencio, hasta apoyarse en la puerta del pequeño habitáculo, observándola.


Ignorándole, ella rompió la cuerda que mantenía atada la plancha y después esparció el heno. Una vez termino, se giro hacia él.


-¿Qué? –lo miro molesta.


Pero el no respondió.


Como si acabaran de darle un empujón, salto sobre ella, arrinconándola contra la pared, pegando su cuerpo al de ella y besándola desesperado. Freya apoyo las manos en su pecho y subió por este, hasta entrelazarlas tras su nuca, gimió cuando el libero su boca y bajo mordisqueando su cuello.


El aire rozo su pecho, cuando las manos de el abrieron la camisa, para poder besar sus pechos. Descontroladas, sus manos agarraron el cabello de él, como si de esa manera pudiera evitar caer. Pero no pudo, sintió el pequeño vértigo, de la caída al vacío, hasta que aterrizo sobre el heno, con el sujetándola.


Las manos de Aclair tiraron de la camisa, sacándola del pantalón y se introdujeron bajo esta, acariciando su cintura, hasta llegar al filo de los pantalones.


-En estos momentos me gustaría más uno de esos vestidos –hablo sobre los labios de ella, mientras forcejeaba con el pantalón.


Sorprendentemente, ella rio, rio al sentir la necesidad y el ansia en la voz de él.


-¿Te estás riendo de mi? –Aclair la miro con el ceño fruncido, pero con una leve sonrisa en sus labios.


Y ella le miro y sonrió, entonces incorporo la cabeza y le beso, lo que hizo que el volviera a concentrarse en lo que estaba intentando hacer minutos antes.



-¡Laird! –Dareck se paro en la puerta del establo, mirando al interior. Frunció el ceño, volvió la vista al patio y les vio, acercándose –Maldita sea. ¡Aclair! –volvió a mirar al interior del establo, nervioso -¡Aclair! ¡El jefe de los MacGanigan está aquí!




-Maldita sea –Aclair se aparto de ella, aun con la respiración acelerada. Se levanto del heno y comenzó a colocarse la ropa –Tengo que atenderles –la miro y frunció el ceño -¿Freya?




MacGanigan.

MacGanigan.



Al oír su nombre le miro y se incorporo rápidamente, recomponiendo su ropa y arreglando su cabello. Quito varias briznas de paja y salió rápidamente del cubículo, deseando salir del establo, antes de que pudieran verle.


Claro que no pensó que estarían allí.


Y allí estaban.


Nada más salir, se quedo parada en mitad del establo, ante los tres hombres.


Dareck, Gunt MacGanigan y su hijo Ulises MacGanigan.


Sus ojos se cruzaron con los del anciano, que frunció el ceño observándola.


Por suerte en ese instante, Aclair apareció tras ella y este desvió la vista hacia el Laird. Pero su hijo no, el la miraba, la observaba y la sorpresa estaba reflejada en su rostro.


-Señores –Aclair paso junto a ella, acercándose a los dos hombres –Hablaremos mejor en mi despacho.


Gunt asintió y ambos se dirigieron a la salida, pero Ulises se quedo allí, mirándola, sus ojos la recorrieron de arriba abajo y al posarse en su mirada se entrecerraron. Finalmente se giro y siguió a su padre, con Dareck a su lado, observándolo confundido.


Soltó el aire de golpe y como si necesitara esconderse, se adentro en el primer cubículo que encontró y se pego a la pared, cerrando los ojos con fuerza y apretando los puños.


MacGanigan.


Eran una tribu, una tribu como lo habia sido la suya.


Los MacGabe habían sido los primeros, el primer Clan que huyendo de sus tierras, de la guerra y la destrucción, habia llegado aquí y que tras instalarse, habían aceptado, pertenecer en cierta forma al clan MacCarty, se habían unido a ellos, respetándoles y obteniendo respeto. Y después llegaron más, mas clanes como los MacGanigan, buscando protección apoyo.


Y para las tierras del norte, se habia vuelto algo común, el que ciertos clanes pequeños, estuvieran bajo la protección y el apoyo del clan del Hielo.


Y ahora, ahora no se les consideraba clanes. Los pocos que aun quedaban, habían sido nombradas pequeñas aldeas de este clan, gobernadas por un jefe. Así habían dejado de ser Lairds, de tener el titulo que les correspondía, para ser un simple jefe, de una pequeña aldea a disposición de un clan mayor.


Se obligo a recordar, que no era Aclair quien habia traído esta situación, que era su hermano, el que habia cambiado todo.


Pero ahora eso tampoco importaba.


Los MacGanigan, ellos habían escogido.


Abrió los ojos, con determinación.


Permaneció allí, oculta, en aquel establo, mirando desde allí el castillo, esperando poder encontrar el momento adecuado. Y lo encontró.


Ulises salió del castillo y se dirigió al establo, en busca de sus caballos.


Nada más entrar, se abalanzo sobre él, empujándolo contra una de las paredes, ocultos del exterior, le arrebato la daga de su cinto y la coloco en su cuello.


-Sabia que eras tú –no pareció sorprendido, aunque habia cierto miedo reflejado en su rostro.


-Tu padre –apretó la daga en su cuello -¿Me reconoció?


-No –el apretó la mandíbula, sintiendo la hoja. -¿Qué estás haciendo aquí? ¿Vengarte?


-¿Y si fuera así?¿Piensas avisarles? –lo miro a los ojos, llena de odio – No dejas de ser un gusano, tú y tu gente. Traidores, asesinos.


-Protegimos a los nuestros, como fue necesario – el trago saliva –Tu padre se lo busco, su maldita sabiduría...


-Cállate –un hilo de sangre resbalo por su cuello –Si le dices quien soy ...-se aparto, lanzando el cuchillo al suelo, entre sus pies –Te matare. –escucho voces fuera y mirándole una última vez, se alejo, saliendo por el otro lado del establo.






FOTO DE FREYA CON SU ROPA DE HOMBRE

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