Capitulo 11: Espera
-Parece que esta de mejor humor-Dareck hablo, caminando junto a ella, con la vista fija en su Laird que entrenaba con algunos de sus hombres.
-Ya lo veo –Ella apretó la mandíbula.
-Es un buen hombre –se rasco la cabeza incomodo –Ha sufrido
-No me hables de sufrimiento –Giro el rostro para mirarle brevemente, después siguió caminando.
-Yo... -El suspiro –Lo siento.
-Dareck –dejo de caminar, observando como el daba unos pasos más, adelantándola –Yo también lo siento –Hablo rápido mientras le arrebataba la espada del cinto y le golpeaba en la cabeza con la empuñadura. En un segundo el cayó de rodillas y termino acostado en el suelo.
-¡¡Oh!! ¡¡Dios santo!! –Gaya salió de su escondite, apretando una tela contra su pecho -¡¡¿Qué has hecho?!!
-No grites –Freya soltó la espada en el suelo y la miro –Se pondrá bien, solo dormirá un rato y le dolerá un poco la cabeza cuando despierte.
-Le has atacado –Gaya la miraba confundida.
-¿Cómo esperabas que nos libráramos de el? –Alzo una ceja, después negó con la cabeza. Entonces fijo la vista en la tela que ella sostenía entre sus brazos. -¿Qué es?
-Mi capa –Gaya observo sus manos y después extendió los brazos, tendiéndosela –Póntela
-¿Ese es tu plan? –la miro y de nuevo a la tela.
-Avise que iría en busca de algunas hierbas medicinales –Gaya le puso la capa en las manos –Póntela y que no te vean el rostro, nadie te parara, nadie te dirá nada.
-Entonces me hare pasar por ti, en busca de hierbas –desdoblo la capa y la observo, después fijo la vista en ella –Gracias
-No sé si estoy haciendo bien –la duda estaba en su rostro, en su mirada.
-Ya no importa –Se coloco la capa y la miro, sosteniendo el gorro de esta, levantado sobre sus hombros –Ya está hecho –y coloco el gorro sobre su cabeza, cubriendo su cara –Gracias Gaya. –se giro y salió caminando con paso firme.
-Que Dios te ayude –ella la observo alejarse –Que nos ayude a las dos.
Se mantuvo firme, cuando se cruzo con un grupo de guerreros, pero estos ni siquiera la miraron, siguieron su camino charlando de mujeres. Se ajusto bien la capa, cuando llego al puesto de vigilancia junto a las murallas y bajo el rostro al suelo, al cruzar las puertas.
Y al fin, fue libre.
Estaba fuera, fuera de su aldea.
Intento aparentar calma, mientras se alejaba de las murallas y cuando supo que estaba lo bastante lejos, se giro hacia ellas un momento. Desde lo alto de la colina donde se encontraba, pudo ver la aldea y el movimiento de la gente, pudo divisar el castillo.
Dudo.
Y eso no le gusto.
Dudo, si seguir adelante.
Apretó los puños, con fuerza y se giro para seguir su camino, con los suyos. Donde debía estar, cumpliendo con su deber, con su obligación.
Y como si la naturaleza hubiera escogido ese preciso momento, un trueno resonó, un rayo ilumino el cielo y la lluvia comenzó a caer con fuerza.
-Oh –alzo la vista al cielo, molesta –Gracias –bufo y alzo el vestido para seguir caminando por la tierra que ahora se estaba convirtiendo en barro.
Con el paso de las horas, la lluvia se volvía mas fuerte y los truenos se sucedían. La capa pesaba demasiado mojada, así que opto por deshacerse de ella. Tampoco es que la necesitara, ni para cubrirse del frio, ni de la lluvia. Estaba acostumbrada, estaba acostumbrada a padecer el frio y a mojarse, sin apenas ropa. Aun así, un leve escalofrió recorrió su cuerpo cuando dejo caer la tela al suelo. El agua comenzó a empapar su pelo, pegándolo a su rostro.
-Maldito vestido –el peso de este, pegándose a sus piernas le hacía más difícil poder caminar y los zapatos se hundían en el barro. -¡Basta! –se paro junto a un árbol y con rabia se quito los zapatos, lanzándolos lejos, agarro la tela baja del vestido y tiro de ella, rasgándola, rompiéndola alrededor de ella.
Y respiro aliviada.
El vestido, roto, le cubría hasta las rodillas y sus pies, libres, se mezclaban con la tierra mojada.
Respiro hondo y sonrió, mirando a su alrededor.
Regresaba a casa.
Y comenzó a correr, saltando los troncos derribados en el suelo y esquivando los arboles que se cruzaban en su camino.
Vio a su hombre caer al suelo, respirando agitado y sonrió. Al instante se dio cuenta de que todos le miraban sorprendidos, al verle sonreír. Volvió a su actitud seria y tosca e hizo una señal con la cabeza para que este se levantara.
-¡¡Se ha ido!! –Dareck cruzaba el patio, en lo que era un claro intento de correr, pero se tambaleaba hacia los lados, con la mano en la cabeza -¡¡Se ha ido!! –llego hasta el Laird y aparto la mano de su cabeza, dejando que vieran la marca del golpe -¡¡Freya se ha escapado!!
Aclair lo miro, unos instantes, como si no comprendiera lo que le estaba diciendo. Y de repente su rostro cambio, la rabia lo recorrió, con fuerza. Lanzo la espada al suelo y el gutural grito que salió de su garganta dejo a todos congelados, se marcho corriendo hacia los establos.
Dareck lo observo sorprendido.
No habia dado orden, no, no quería que ninguno de sus guerreros se inmiscuyeran en sus asuntos. Esto lo haría él solo.
Atravesaría el mismísimo infierno si era necesario, pero la encontraría y esta vez se encargaría de que comprendiera donde estaba su lugar.
Su caballo atravesó la aldea a todo galope y todos lo observaron, claramente confundidos.
Cualquiera que lo viera, diría que se dirigía a la batalla.
Y así era, se dirigía a su propia batalla.
La lluvia le nublaba la visión, obligándole a limpiar su rostro con el brazo en demasiadas ocasiones. Pero seguía adelante, inclinado sobre su caballo, instándole a galopar, mientras analizaba todo a su alrededor.
Algo oscuro, en el suelo, llamo su atención. Y por un momento, por un instante, el temor de que algo le hubiera ocurrido lo golpeo con fuerza. Sintió alivio al acercarse y comprobar que era una capa, pero ese alivio duro un instante, cuando reconoció la prenda. La tomo y la apretó con fuerza entre sus manos, la dejo sobre el caballo y lo insto a seguir hacia adelante.
Tiempo después encontró los zapatos y la tela del vestido. Y pensó que estaba loca. O eso, o se habia encontrado con algún amigo y se habia cambiado de ropa.
Por primera vez, desde que Dareck le habia dicho que habia escapado, sintió miedo, miedo de haberla perdido. De que no volviera a verla, de nunca volver a encontrarse con ella.
Pero entonces vio las huellas, huellas de pies, que el agua no habia borrado aun, lo que significaba, que acababa de pasar por allí.
Se paro, apoyándose contra un árbol y llevando la mano a su pecho, tratando de respirar unos instantes. Alzo la vista al cielo y dejo que la lluvia mojara su rostro.
Entonces lo escucho, el caballo.
Pero no era eso lo que la habia alertado.
Lo habia sentido, si, antes de oír el relinchar, su cuerpo habia notado su cercanía.
Se pego al árbol, escondiéndose tras él.
Aclair paro a su caballo, en medio de los árboles y miro a su alrededor.
-¡¡Freya!! –grito, espero unos minutos y bajo de su montura -¡Se que estas aquí! –camino despacio, observando -¡¡Puedo sentirte!! ¡¡Y sé que tu a mi también!!
Contenía el aliento, sus manos se aferraban al árbol con fuerza y sus ojos estaban cerrados. Entonces escucho.
Escucho sus pasos acercándose.
Abrió los ojos y la determinación se reflejo en ellos.
Salió de su escondite, corriendo, alejándose de su enemigo.
Huyendo.
Huyendo de él.
Aclair se quedo allí clavado por unos instantes. Mirándola alejarse, como una aparición.
Eso le habia parecido.
Una ninfa del bosque.
Sus pies descalzos, moviéndose en la tierra, sus piernas mojadas, relucientes, su pelo suelto, moviéndose, al tiempo que las gotas caían sobre él.
El sonido de un trueno lo trajo de vuelta a la realidad.
Y corrió.
Corrió tras ella, como si se le fuera la vida en ello.
Era como una agonía, una lenta agonía.
La veía, la estaba viendo.
Y cada vez que conseguía acercarse, volvía a tenerla lejos. A veces extendía los brazos, intentado alcanzarla, pero no lo lograba.
Entrecerró los ojos y se obligo a dejar su rabia, su miedo, su ansia, todo a un lado y pensar. Sabia a donde se dirigía.
Entonces se desvió del camino que ella estaba tomando.
Y lo consiguió.
Salió por su lado, alcanzándola.
Pero no alargo el brazo, no la agarro.
Salto sobre ella, llevándola consigo en la caída en la tierra.
-¡¡Ah!! –Freya grito, al tiempo que sentía como caía. Espero el duro golpe, pero no llego.
Aclair habia caído en la tierra y ella sobre él, sujeta entre sus brazos. No le miro, le golpeo con los puños, en el pecho, y pataleo, intentando liberarse.
Pero el rodo sobre su cuerpo y ella quedo bajo el, atrapada contra la mojada tierra, que se pegaba a su vestido, a su pelo, a su piel. Pero siguió, siguió intentado liberarse, luchar contra él. Finalmente alzo la vista y lo miro a los ojos.
-Déjame ir –fue una súplica.
-No puedo –Aclair respondió, con algo de culpabilidad reflejada en su rostro.
Freya apretó los labios y entonces movió la rodilla rápidamente, consiguiendo golpearle en el estomago, escucho el gemido de él y llevo la mano a su hombro, allí donde una vez habia clavado la daga y apretó, apretó en aquella herida, sabiendo que aun le causaría dolor. Y lo hizo, escucho el grito de él, que quedo silenciado por un trueno. Consiguió apartarle empujándole a un lado e intento incorporarse. Pero aun en medio del dolor, el la agarro del pie y la hizo caer.
La arenas se pego a su rostro, manchándolo. Alargo los brazos, clavando los dedos en la tierra, intentado arrastrarse, lejos de él.
Pero pronto, el estuvo sobre ella, de nuevo.
Pero esta vez era diferente. No dudaba.
Aclair la apretó con fuerza a la tierra y sus labios tomaron los de ella, con fuerza, con decisión. Como si quisiera demostrarle algo.
Con toda la fuerza que pudo, Freya coloco las manos en su desnudo pecho y le empujo, intentando apartarle, pero el aun se apretaba mas contra ella. Lo golpeo, lo golpeo en el pecho, intentando por lo menos conseguir liberar su rabia.
Entonces los labios de el descendieron por su barbilla, mordiéndola y siguieron por su cuello.
Quiso patalear y se dio cuenta del error que era, cuando el consiguió acomodarse entre sus piernas, de manera que ella pudo sentir su excitación.
Habia bajado. Los labios de él habían bajado hacia su escote y las manos de ella habían dejado de ser puños, empujando el pecho de él, para convertirse en dedos suaves, que lo tacaban y lo volvían loco.
Las manos de Aclair bajaron, hasta poder tocar la piel desnuda de sus piernas y subieron, subieron hasta levantar el vestido, acariciar sus muslos, su trasero, su cintura. Sus labios se volvieron más exigentes, subiendo de nuevo por su cuello, mordiéndolo, regresando a la boca de ella, proclamándola suya.
Inconscientemente, Freya alzo sus caderas hacia él y un gemido se atraganto en su garganta, cuando los dedos de él, rozaron el interior de su muslo y terminaron acariciándola allí, haciendo que su cuerpo ardiera. Como si temiera caer desde la más alta torre, las manos de ella se sujetaron a sus hombros, mientras su respiración acelerada, se mezclaba con la del hombre que estaba sobre ella.
No se dio cuenta del momento en que una de las manos de él, habia liberado su erección, abriendo su pantalón, tampoco cuando los expertos dedos de él, fueron sustituidos por una parte bastante grande de su anatomía. No, hasta que sintió la presión. Abrió los ojos con fuerza y sintió la respiración de él en su oído y antes de poder reaccionar, el invencible, se habia adentrado en ella, de una sola vez, haciendo que el dolor se instalara en su interior, el dolor que le provocaba la pérdida de su virginidad.
Contuvo la respiración, mientras sus uñas se clavaban en los hombros de él.
-Espera –escucho la voz ronca de él, junto a su oreja –Por favor.
Era una súplica. Aclair le estaba pidiendo que esperara, que no lo rechazara, que soportara el dolor que le estaba provocando, solo estos instantes y que esperara el placer que después le otorgaría. Y ella lo hizo. Con los labios apretados, con los ojos cerrados con fuerza y sujetándose a sus hombros, espero. No dejo que ninguna lagrima escapara de sus ojos, no gimió de dolor, no. Simplemente espero.
Y la espera paso.
El dolor se fue alejando y la sensación de plenitud, de estar totalmente completa llego a ella. Sus manos se relajaron sobre los hombros de él y solo entonces se dio cuenta de lo tenso que estaba el, del esfuerzo que estaba haciendo. Sus manos se movieron, delicadamente, por sus fuertes hombros y entonces el se movió.
Se movió despacio, sobre ella, ayudándola a acomodarse a él. Se deslizo despacio a su interior, sujetándose con fuerza a las caderas de ella, como si intentara que no se moviera, con la mandíbula apretada y los ojos cerrados con fuerza.
Freya giro el rosto y le miro, vio el sufrimiento en su rostro y sintió el placer que la estaba recorriendo, al sentirle adentrarse en ella. Sintió las gotas de agua en su rostro y miro al cielo, habia olvidado que llovía. Sus cuerpos estaban mojados, llenos de tierra y aun así estaban allí, sin importarle.
Se mordió el labio, sintiendo el relámpago de placer que recorrió su cuerpo y sus caderas se alzaron, solas, en busca de más. El gruñido de Aclair llego hasta ella, al tiempo que las manos de el volvían a recorrerla y su invasión dejaba de ser suave. El invencible dejo de ser tierno y suave, para convertirse en un ansioso animal.
La poseyó con fuerza, con ansiedad, con hambre. Y ella sintió que se deshacía en sus brazos.
Se sujeto a sus hombros con fuerza, mientras la penetraba una y otra vez, empujando, llegando hasta lo más profundo de su ser, mientras sus manos la recorrían, mientras sus labios lamian las gotas de lluvia de su piel.
Los relámpagos iluminaban el cielo, que parecía demostrar las miles de sensaciones que surgían entre ellos.
Y entonces se miraron.
Sus ojos se encontraron y se sostuvieron la vista. Mientras llegaban al final de todo, mientras el placer se instalaba en lo más profundo de ellos.
Aclair alzo la mano, apartando la arena del rostro de ella y en una última estocada final, ambos gritaron, sujetándose el uno al otro. Quedando sus gritos, silenciados por el trueno que recorrió el bosque.
Y la tormenta paso.
Dejo de llover.
La nubes se disiparon, dejando entrever un cielo oscuro, iluminado solo por las estrellas y una preciosa luna llena.
Freya cerró los ojos, solo un instante, sintiendo su respiración calmarse y sintió el peso de el, dejándose caer sobre ella, sosteniéndose sobre un brazo, para no aplastarla. Se sintió plena, como nunca antes. Con su cuerpo, con su peso sobre el suyo.
Y entonces la sensación de frio la invadió, cuando él se aparto.
Aclair se incorporo y ato su pantalón, camino hacia su caballo y tomando la capa rasgo esta, tomando el trozo de tela.
Freya lo sintió acercarse y abrió los ojos, se incorporo, quedando sentada en la tierra y al verle arrodillarse ante ella frunció el ceño. Intento levantarse, pero el coloco la mano en su tobillo y la miro, entonces le miro las piernas y la mano de él, sosteniendo la tela, viajo a sus muslos.
Entonces ella lo comprendió.
La estaba limpiando.
Estaba limpiando las marcas de su virginidad, la sangre que ahora descansaba en sus muslos, prueba de lo que habia ocurrido.
Al terminar, Aclair se incorporo, y le tendió la mano. Ella tardo unos segundos en tomarla, la levanto y observo la mueca de ella.
-¿Te duele mucho? –le pregunto sorprendiéndola, pasando el brazo por su cintura, para llevarla hasta el caballo.
-No –su voz sonó en apenas un susurro.
Al llegar al caballo, el tomo la capa y la paso por su cuerpo, cubriéndola, entonces la subió al caballo y subió tras ella. La pego a su pecho, contra él, pasando los brazos a su alrededor, para tomar las riendas. Y así inicio el camino.
Cuando se adentro en la aldea, Aclair la pego a él, apretándola contra su cuerpo, como si quisiera protegerla de las miradas. Era bien entrada la noche, pero aun así, habia guerreros patrullando, que los observaban con curiosidad.
Al llegar al castillo, paro a su caballo y se bajo de él, cargándola en sus brazos. Dareck que estaba al otro lado del patio, los observo, dudando en acercarse o no. Pero supo que no debía hacerlo, cuando vio a Gaya, abrir las puertas del castillo y cuando les vio, se aparto a un lado, agachando la cabeza al suelo.
Aclair entro a la casa y la atravesó hasta llegar a la habitación de ella, abrió la puerta y entro. Se paro en mitad de esta, observándola.
Freya permaneció con los ojos cerrados, no podía abrirlos, no quería abrirlos, no ahora. Entonces sintió como él le quitaba la capa y la depositaba sobre la mullida cama, noto sus dedos, rozándole la mejilla. Entonces escucho los pasos y la puerta cerrándose.
Y solo en la soledad de su habitación, en la oscuridad de la noche, se permitió abrir los ojos y con la mirada perdida, una lagrima resbalo por su mejilla.
Y PASO!!! PASOOO!!! JJIJIJI
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