—Ha pasado exactamente un mes desde el suceso que marco nuestra historia de forma irreversible. Hoy nos encontramos en el campo de batalla donde se libró el enfrentamiento decisivo para la victoria de la humanidad, donde miles de soldados entregaron su vida por una causa mayor, sin importar su raza, nacionalidad, género o religión— dijo una reportera, quien desempeñaba su labor con El Árbol Primordial a su espalda.

Los agujeros que dejaban las bombas en la tierra, los cadáveres, la sangre y la destrucción fueron reemplazados por un gigantesco jardín repleto de flores de todos los colores. Los dakari se ofrecieron voluntarios para restaurar las hectáreas que habían sido destruidas. Los lideres de la raza ya se encontraban en negociaciones con la ONU para llegar a un acuerdo mutuo respecto a la independencia de los dakari.

Helena se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso roble, con Kinthy en regazó con forma felina, justo en el punto donde se encontraba el pilar y donde Tobías se desvaneció... Todos los pilares de todos los continentes se habían transformado en un árbol nativo después de su desactivación.

Había renunciado a su trabajo, a pesar de que su jefe intentó por todas las maneras posibles de mantenerla en su puesto, pues con todo lo que había vivido, estaba seguro de que ocuparían los primeros puestos en las noticias internacionales. Pero Helena optó por escribir un libro con la ayuda de Clay y Kara para relatar lo que habían vivido y darle el honor que merecía Tobías.

La vista desde la colina era preciosa, incalculable. A su izquierda estaba El Árbol Primordial, con sus hojas ondeando al viento, y a su derecha, los rayos del sol bañaban los pétalos de las exóticas especies de flores que los dakari sembraron en el antiguo campo de batalla.

—¿Estas lista para volver?— preguntó Kara, quien había llegado corriendo desde el valle para llegar a su encuentro —Zack se la esta pasando en grande con los cambia formas.

Helena tardo unos segundos en responder mientras apreciaba El Árbol Primordial.

—Si, es hora de volver— respondió sonriente.

Ellos habían sido de los pocos con permiso para entrar al territorio de los dakari, para que así ambas razas pudieran aprender lo máximo la una de la otra.

Kinthy se levantó y estiró sus patas antes de transformarse en un imponente grifo. Cuando ambas estuvieron montadas en su lomo, la criatura alzó el vuelo hacia El Árbol Primordial.