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En ese instante la tierra bajo los pies del ejército humano se resquebrajó. Docenas de soldados fueron tragados por la grieta que se expandía rápidamente por el campo de batalla manchado de sangre.
Tobías y Horst ya se habían enzarzado de nuevo, mientras el mundo parecía caerse a pedazos a su alrededor, pues ese no era el epicentro de la catástrofe. Todos los pilares se habían sincronizado para comenzar con la terraformacion. Dentro de unos minutos, la Tierra se convertiría en un lugar inhabitable para todos los seres humanos.
A pesar de todo, los ánimos de los soldados no decaían. Se levantaron del suelo, aún cuando este seguía temblando, y se abalanzaron de nuevo contra sus enemigos.
Helena, aún sobre el lomo de Kinthy, observó aterrada como Kleare luchaba contra un gigantesco gorila. Este esquivaba los carámbanos de hielo con agilidad, pero eran demasiados y aquella mujer no parecía agotada por el esfuerzo, por lo que una cuchilla congelada terminó por alojarse en su pierna. El rugido que emitió fue escalofriante.
Kinthy, en su forma de grifo, no lo pensó dos veces y se lanzó en su auxilio, mientras Helena reparaba en algunos detalles sobre mujer helada. Su cabello albino, su mirada perdida y azulada, los hilos que cocían su boca... ¿Como no se había dado cuenta?
—¡Oye, tu! — gritó Helena por encima del fragor de la batalla. Kleare fijó su atención en ella —¡Eres su hermana! ¡El niño es tu hermano!
Ella se quedó inmóvil por unos segundos, asimilando la información. Tras la conmoción, apuntó sus manos contra Helena y comenzó a disparar numerosas cuchillas a toda velocidad. Kinthy conseguía esquivarlas por muy poco.
—¡Ella consiguió lavarle el cerebro, pero tú fuiste más reacia a obedecerla! — docenas de situaciones se arremolinaban en la cabeza de Helena —¡Tú nunca quisiste todo esto, solo lo hiciste para protegerlo!
Esta vez Kleare no pudo controlar su llanto y las lágrimas comenzaron a caer a raudales por sus mejillas. Había dejado de atacar y Helena estaba solo a unos pasos de ella. Incluso Kinthy volvió a su forma original de gatito.
—Ayúdanos a salvar nuestro mundo— le rogó ella con un deje de tristeza en su voz.
La mujer levantó su vista hacia la colina donde estaba Edith y de sus manos surgieron dos largas y afiladas espadas. Echó a correr hacia el ejército infernal y sus cuchillas hablaron por ella. Definitivamente se estaba conteniendo con los humanos, pues sus ataques se habían vuelto incluso más sanguinarios y devastadores que antes.
—Que buen refuerzo nos conseguiste, Helena— dijo Clay por el comunicador. El aún se encargaba de bombardear las filas enemigas desde los cielos, esquivando harpías y guiando a las tropas terrestres.
Kara parecía divertirse más que cualquiera, guiando a la criatura cambiante hacia las zonas donde el frente humano flaqueaba. El ejército ahora estaba mucho más organizado que antes y su superioridad era muy notoria por primera vez desde que había comenzado el conflicto.
El suelo volvió a retumbar, provocando que Tobías perdiera el equilibrio, momento que Horst aprovechó para asestar un rodillazo en su vientre. Tobías se doble sobre sus rodillas y escupió más sangre, sufriendo de hemorragias internas. Aun así, logró contraatacar con un escudo de obsidiana que estaba tirado en el suelo. Golpeó a Horst directamente en la mandíbula, haciendo volar uno de sus dientes.
Tobías retrocedió y divisó una sonrisa radiante por parte de su oponente. Parecía el hombre más feliz del mundo, aunque se estuviera desangrando por uno de sus costados. Aunque si lo comparábamos con Tobías, Horst estaba perfecto.
—No me divertía tanto desde que pelee con Heracles en el inframundo— dijo el gigantesco hombre.
—No lo entiendo. ¿Por qué la apoyas? Este también fue tu mundo— a Tobías se le acababan las opciones, al igual que el tiempo, pero tenía que recuperar el aliento.
—Me importa una mierda lo que ocurra con nuestra raza, un pensamiento que con seguridad recorrió tu mente muchas veces. Créeme, cuando averigües lo qué hay después de la vida, entenderás lo absurda que es nuestra presencia en este cuchitril— Horst levantó su hacha y señaló a Tobías —Mi única misión aquí es acabar con tu existencia. Y por lo que veo, estoy muy cerca de mi objetivo.
Tobías había perdido el brazo izquierdo por completo. Había detenido el sangrado a medias, pero la sangre no dejaba de manar del muñón. Quince de sus veinticuatro costillas estaban destrozadas y algunas perforaron su pulmón derecho. También estaba comenzando a perder la sensibilidad de sus piernas y brazos. Su visión parecía cubierta por una espesa bruma que no le permitía ver más allá de unos diez metros. Básicamente, estaba jodido, muy jodido.
—Y aún en tu estado, no dejas de ser peligroso. Tengo que admitirlo Tobías, eres la forma de vida más sorprendente que he conocido. ¡Vamos!
No se hizo esperar más y ambos cargaron nuevamente uno contra el otro, alcanzado su máximo velocidad... ¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que ocurre cuando dos fuerzas imparables cruzan sus caminos? Pues cuando Tobías y Horst chocaron, una honda de choque se expandió por todo el campo de batalla, derribando a ambos ejércitos por igual. En el punto de colisión apareció un cráter de veinte metros de diámetro y justo en medio, Tobías y Horst peleaban por el control del hacha.
La honda había alcanzado a Helena y la había empujado del lomo de Kinthy. Un gigante intentó aplastarla con su maza, pero la criatura fue más rápida y cercenó su brazo antes de que descargara su arma.
Mientras Helena se ponía en pie, diviso una imagen más terrorífica que cualquiera de las criaturas infernales que había conocido ese día: Zack.
Estaban separados por escasos metros de distancia. Él tenía una apariencia terrible, con el cabello revuelto, un moretón en el ojo izquierdo, con el traje totalmente rasgado y sucio, pero sin duda el detalle más sorprendente era su mirada desquiciada, como si ya no soportara presenciar más destrucción. Además, en su mano derecha temblorosa empuñaba una pistola.
—Helena— pronunció su nombre como si fuera un recuerdo, un retazo del pasado que le había sido arrebatado hace apenas unas horas.
—Zack, yo...
—Cállate— levanto el arma contra su antes prometida, sin dejar de temblar ni un segundo —Siempre se trató de él, ¿verdad? No importaba cuanto me esforzara por hacerte feliz, siempre encontrabas la manera de arruinarlo, pero ahora por fin obtendrás lo que mereces.
Sin dudarlo, el hombre jalo del gatillo.
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