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Clay estaba estable, esa fue la única noticia que necesito Kara para volver a sentir una pizca de felicidad parecida a la que sentía en los tiempos de antaño... Tiempos de antaño, cuando no había pasado más de una semana desde que comenzaron los extraños sucesos que azotaban a la humanidad. La gran mayoria de la poblacion podia respirar un aire de incertidumbre, como si muy en el fondo supieran que aunque las cosas se solucionaran por arte de magia, nada volveria a ser como antes. El mañana era la incognita mas grande en ese momento.

Kara se encaminaba a la sala en donde se encontraban Tobías y Helena. No los había vuelto a ver desde que los dejaron allí así que ya se podía hacer una idea de lo que había sucedido.

Cuando estaba a punto de golpear la puerta con su puño, esta se abrió de repente, dejando a la vista una Helena renovada en su totalidad. Su mirada era tranquila y conciliadora, por no hablar de su pequeña sonrisa.

—¿Pero qué te pasó?— preguntó Kara con el tono de quien ya conoce la respuesta a la pregunta. Helena simplemente amplio más su sonrisa.

—¿Como está Clay?— cambio de tema Helena, aunque realmente le interesaba conocer su estado.

—Estable. Los médicos dijeron que era casi un milagro que siguiera vivo después de todo por lo que había pasado. Afortunadamente sus órganos internos no sufrieron mayor daño, solo alguna que otra perforación menor.

Helena se alegró aún más de que las cosas marcharan de forma correcta, fuera de la catástrofe global, claro.

Se vieron interrumpidas por la presencia de un pequeño escuadrón militar compuesto por cinco hombres uniformados. No parecían reparar en su presencia, solo se concentraron en la sala médica y en la persona que seguía en su interior: Tobías.

—Le pedimos amablemente que nos acompañe, señor. El comandante Paul lo solicita en la sala de mando con urgencia— dijo el soldado que encabezaba el grupo una vez entraron a la sala.

—Por supuesto— respondió Tobías con una pequeña curvatura en sus labios. Seguía desnudo de torso para arriba. Se puso una camisa que encontró en uno de los estantes y salió escoltado por el pequeño escuadrón.

Cuando se cruzó con Helena, no pudo evitar depositar un pequeño beso en sus labios sin dejar de sonreír. Ambos parecían embobados, o eso le pareció a Kara, sin poder creer la escena que estaba observando.

El escuadrón guió a Tobías por el pasillo principal hasta llegar a su final, en donde habían dos puertas automáticas que se abrieron de inmediato, dejando ver el interior de la sala de mando.

Se trataba de una estancia rodeada de monitores y equipos de cómputo, había al menos quince personas concentradas en los datos que las pantallas mostraban. También habían más personas moviéndose de un lado a otro con algunos papeles y archivos en sus manos, era un caos a simple vista, pero realmente se coordinaban de la mejor forma posible para que la información llegara a los lugares indicados.

—No podemos coordinar un ataque directo contra las capitales, aún no se han evacuado a todos los civiles— dijo un hombre, hablando hacia una de las pantallas, la más grande de hecho.

Estaba completamente calvo. Vestía un traje impecable, decorado con diversas medallas en su pecho, de diversos colores y estilos. Tobías comenzaba a hacerse una idea de su importancia. Tal vez se trataba del responsable de la base en donde se encontraba por la forma en que todo el escuadrón se había tensado con su presencia. Nadie se atrevía a interrumpirlo.

—Supongo que fuiste tú quien mandó a llamarme— el comandante no parecía haber escuchado a Tobías, absorto en la pantalla y en las palabras que salían de ella. Tobías se acercó un poco más al monitor, entendiendo de que se trataba.

En el monitor habían más de veinticinco personas, cada una ocupando un espacio rectangular y con sus respectivas banderas en la parte superior. Tobías pudo reconocer a varios presidentes de las principales potencias mundiales, aunque también había hombres y mujeres como el comandante Paul, militantes y jefes de guerra, como era el caso de Estados Unidos luego del repudiable asesinato del presidente electo.

—No nos desviemos del propósito principal de esta reunión. No podemos permitir que esas tropas sigan avanzando— dijo una voz femenina con un acento muy marcado, la representante de Rusia, tomando la palabra. Solo podían hablar por turnos, para evitar el caos que provocarían decenas de voces hablando al mismo tiempo. Además, solo podían hacerlo en inglés.

—Nosotros seguimos confiando plenamente en nuestro armamento y fuerza militar. No nos doblegaremos ante nada ni nadie. Hemos perdido a muchos hombres, pero aun así doblegaremos los esfuerzos— intervino el representante coreano.

—Estamos hablando de armamento nuclear... Suponiendo que esa estrategia funcionara, serían más las repercusiones que tendría en un futuro, no es algo que se deba tomar a la ligera, señor Shong— replico el representante italiano desde su sala de mando.

—Tú lo dices porque esas criaturas no has arrasado con un cuarto de tu país, en apenas unas horas. Según informes, las tropas enemigas se están movilizando hacia el norte por alguna razón que aun desconocemos. Salen de todas partes, algunas criaturas de la tierra, otros del cielo, incluso del mar. Mis hombres describen aberraciones cada vez más horribles— comento el representante español.

Tobías escuchaba con atención lo que cada representante tenía para decir, esperando el momento exacto en el cual intervenir.

—Hay gente muriendo en este preciso instante, maldita sea. Sigo sin entender el motivo de esta estúpida reunión, es una completa pérdida de tiempo— la gran mayoría de los presentes asintieron ante esa afirmación. No sentían que estuvieran llegando a ninguna parte.

—Creo que tienen que ver esto— intervino el representante alemán mientras que un video ocupaba repentinamente toda la pantalla.

Se trataba de un edificio, un rascacielos enorme rodeado de varias columnas de humo negro. La persona que había grabado el video temblaba, aunque hacia lo posible por contenerse. De pronto, un fuerte estruendo retumbo con la suficiente fuerza para hacer caer al camarógrafo de espaldas. Y cuando se volvió a poner de pie, la cámara capturo el momento exacto en que aquel gigantesco edificio se abalanzaba lentamente sobre el camarógrafo. Segundos antes del impacto, el video se cortó de repente.

Los participantes de la reunión se quedaron en silencio durante unos largos segundos. Nadie pidió su turno para hablar, hasta que el representante coreano decidió recalcar lo obvio.

—¿Por que se derrumbó ese edificio?— preguntó, escéptico, intentando contenerse, pero fallando en el intento —¡¿Como consiguieron derribar un rascacielos de ese tamaño en solo unos segundos?!

—Aún no lo sabemos, pero no nos vamos a quedar de brazos cruzados. Si no respondemos con la misma intensidad, nos verán como objetivos débiles. Nosotros si estamos dispuestos a llevar esta guerra hasta las últimas consecuencias. Sea contra quien sea— el presidente australiano acompañó las últimas palabras de una intensa mirada para todos los participantes de la reunión.

—¿Que quiere decir con eso, señor Anthony?

—Ustedes pueden interpretar mis palabras como quieran, hagan lo que más les plazca— acto seguido, el recuadro que correspondía al señor Anthony se apagó.

El ambiente se volvió a tensar y nadie quiso tomar la iniciativa nuevamente. Los rostros de los presentes también se mostraban impasibles, inexpresivos ante la posibilidad de mostrar algún sentimiento que podría usarse en contra.

—Ustedes en verdad son ridiculos— exclamó Tobías. Había presionado un botón del teclado para tomar su turno —¿Es que no pueden ver lo que está pasando?

Por primera vez, los presentes repararon en su presencia. Él se había quedado en completo silencio, sin mover un solo músculo, al lado del comandante Paul, escuchando con suma atención.

—Tu... Maldito infeliz.

—¿Quien es ese?

—¡¿Como es que tiene acceso a esta reunión?!

—¡Sáquenlo de ahí cuanto antes!

Esos y muchos más fueron los comentarios de los representantes, Tobías no esperaba menos. Unos estaban confundidos, otros enojados, otros neutrales. Todo dependía de lo que supieran o no sobre Tobías, aunque la gran mayoría había escuchado las historias que cada vez tomaban más sentido sobre un hombre, un guerrero implacable que siempre estaba en el campo de batalla, fuese de un bando u otro. Eran muchas las versiones que tenían los veteranos sobre él, pero todos estaban de acuerdo en algo: Sus ojos nunca habían presenciado una masacre de tal magnitud.

Y estaba allí, de pie y con los brazos cruzados, con la tranquilidad que le hacía falta a los representantes. Incluso el comandante Paul se veía ansioso en su asiento, incómodo con la enigmática presencia de Tobías.

—Si ya terminaron, tenemos un asunto pendiente— su mirada seguía intacta, relajada, pero su voz era el martillo que terminó por acallar las voces que aún tenían algo por decir. Todos le presentaron atención —Dicho asunto nos súpera en todos los sentidos que puedan imaginar, por esa razón esperaba un poco más de sensatez en vosotros, ¿Y que es lo que veo? Un puñado de resentidos incapaces de razonar en un esquema fuera del beneficio personal.

Tobías hizo una pausa en espera de alguna réplica, pero nadie más pidió la palabra.

—¿Quieren que haga memoria? Bien— continuó Tobías —He asesinado y masacrado soldados y personas de todas las nacionalidades, colores, etnias y religiones. ¿Quieren saber porque peleaban esas personas? Por sus familias, por sus países, por sus dioses, por ellos mismos, por venganza, por el honor perdido o por cualquier otro motivo. Todos tenían uno, por pequeño que fuera.

Ahora los presentes en la sala de control también habían detenido sus actividades y tareas para escuchar a Tobías.

—La gran mayoría de los soldados eran hombres que sólo querían volver a abrazar a sus familias, ¡Solo querían recuperar la libertad arrebatada por ustedes mismos, maldita sea!— su voz retumbaba con fuerza, desgarrada por la rabia que sentía en su interior —Solo querían un poco de paz, pero también entendían que esta se gana luchando cuando no existe otra manera. Para muchos de ustedes es fácil, solo tienen que dar una orden desde la comodidad de sus mansiones y todo se cumplirá sin miramientos. Pero las cosas han cambiado, ahora todos tendremos que sacrificar todo lo que tenemos para soñar siquiera con la mínima posibilidad de victoria.

—Ya veo por donde lo quieres llevar— dijo el representante coreano, con una mirada que demostraba el desprecio que sentía por Tobías en ese momento.

—Que bien, pues vengo a pedirles que, por primera vez en la historia, dejen sus diferencias a un lado y nos unamos por una misma causa. Solo así tendremos una mínima posibilidad contra nuestro enemigo en común— Tobías soltó un largo suspiro —¿Que dicen?

Tobías esperaba que al menos la mitad de los participantes se retiraran de la reunión, pero sorprendentemente todos los representantes mantuvieron su posición, expectantes.

—Entonces comencemos, tenemos mucho trabajo que hacer.

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