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29

Tobías seguía viendo al mismo general que se resistía a su fuerza, por eso seguía y seguía golpeando a su objetivo con sus puños envueltos en ira, pero su contrincante parecía no querer abandonar está vida...

Hazlo.

Esa voz, ese pequeño susurro que siempre le tentaba había aparecido de nuevo. Está vez no pudo detenerse... Y cuando estaba a punto de dar el golpe final al supuesto general, sonó un disparo que retumbó en su cabeza y todo se volvió oscuro una vez mas.

Afuera de la cabeza de Tobías estaba el detective Fonseca empuñando su revólver que soltaba un pequeño hilo de humo por su boquilla.

Todo se quedó en silencio y Tobías cayó en el pavimento con un gran agujero en su cabeza, pero no se estaba regenerando... Lo último que escuchó fueron las bocinas de una ambulancia.

Ahora estaba dentro de su cabeza, de nuevo.

—No sabes el favor que me acabas de hacer, querido— dijo una voz a sus espaldas, esa maldita voz.

—¿Estoy muerto?— fue lo único que pudo decir Tobías.

—Claro que no, eso quisieras, pero se de alguien que si se esta debatiendo entre la vida y la muerte.

—¿Que?

La hermosa mujer chasqueo sus dedos para refrescar la memoria de Tobías, quien había vuelto a sus recuerdos de hace unos minutos, solo que no estaba golpeando a ningún general japonés de la Primera Guerra Mundial, no, estaba golpeando a un inocente, a Clay. Había vuelto a manchar sus manos de sangre que no debía ser derramada.

La mujer volvió a chasquear sus dedos, devolviendo a Tobías a donde estaba ella.

—Creo que te confundiste de objetivo— dijo la mujer con una amplia sonrisa.

—¿Qué mierda te pasa por la cabeza?— Tobías comenzó a caminar hacia ella con los puños cerrados a punto de explotar —¡¿Crees que esto es un maldito juego?!— gritó cuando llego a su encuentro, tomándola del cuello como si fuera a estrangularla, pero ella ni siquiera se inmutó. Sabía que no podía hacerle nada allí.

—Oye... No me tomes así, no sabes lo mucho que excita que me ahorquen, mucho mas si se trata de tus manos...— confesó la mujer aun con esa desquiciada sonrisa en su rostro. Estaba logrando lo que quería.

—No se porque sigo perdiendo el tiempo contigo— Tobías la soltó y se dió la vuelta dispuesto a ignorarla como ha hecho por tanto tiempo, ella no tenía remedio.

El espacio seguía siendo oscuro, no había nada, absolutamente nada, solo oscuridad y frío.

Él comenzó a caminar sin rumbo fijo, ya no le interesaba seguir discutiendo con ella, ya no le interesaba nada, excepto Helena... Solo quería descansar un poco de todo, pero al parecer eso era pedirle demasiado a la vida.

—Oye, Tobías— este seguía caminando hacia la nada sin prestarle atención a ella —Oye, Tobíaaas— se veía que le encantaba molestarlo —Tobiiiiii ven aquí, no seas así. ¿Qué piensas hacer?

—Nada— respondió secamente —No pienso hacer nada.

Eso al parecer no le gustó a ella, se hacía notorio gracias a su repentino cambio de expresión. Su sonrisa fue reemplazada por un rostro frío e inexpresivo.

—Aún necesito más atención querido— dijo ella con tanta seriedad que Tobías volteó para encararla, pero antes de que pudiera decir algo, ella chasqueo sus dedos, y todos sabemos de sobra lo que eso significa.

Tobías abrió sus ojos como si hubiera regresado de la muerte, y para la perspectiva de las dos enfermeras que atendían su camilla, así fue. Ambas se quedaron boquiabiertas al ver a Tobías levantarse como si nada.

—Mierda— exclamó él mientras rascaba su cabeza por una aparente jaqueca —¿Qué hospital es este?

—Hospital L-La Santa Trinidad— respondió una de las enfermeras. La otra había salido corriendo de la habitación en busca del detective Fonseca, quien le había dicho previamente que le avisará de inmediato si Tobías llegaba a levantarse de la nada.

La enfermera que estaba con Tobías se acercó lentamente hacia él para examinar su herida, pero allí ya no había nada, ni siquiera una cicatriz, solo su cabello oscuro.

—¿Cómo es...?

El detective Fonseca entró a la habitación pateando la puerta e interrumpiendo a la enfermera. Empuñaba su revólver y apuntaba a Tobías.

—No sé acerque a él...— ordenó Fonseca mientras sacaba unas esposas de su gabardina —Es peligroso.

—Solo un poco— contestó Tobías y se movió con agilidad hacia la salida, arrancando la aguja que tenía clavada en su antebrazo y llevándose a Fonseca por delante. Estaba dispuesto a escapar, lo peor que podía pasar era ser atrapado.

—¡Deténganlo!— gritó Fonseca mientras se recuperaba para empezar su persecución, pero los médicos que estaban en los pasillos no hicieron nada para detenerlo. A Tobías solo le bastaron unos segundos para sacarle varios metros de distancia a Fonseca. Sus capacidades físicas estaban a otro nivel.

Solo tenía una cosa en mente: Helena. Tenia que huir para poder buscarla y decirle... 

—¿Helena?— exclamó Tobías totalmente impactado al verla sentada en una de las sillas que estaban distribuidas por todos los pasillos. Se obligo a detenerse para poder apreciar mejor el paisaje...

Seguía tan hermosa como siempre, su cabello castaño, sus ojos color miel, los pequeños lunares de su cuello que formaban alguna constelación, todo. Nunca antes había sentido algo así por alguien.

Pero había un pequeño detalle, un destello casi imperceptible que hacia presencia en sus ojos. 

—Helena, yo...

—No te atrevas a tocarme— interrumpió Helena al ver como Tobías extendía su mano hacia las de ella —Ya lo se todo— ambos se miraban con demasiada intensidad.

¿Ya lo se todo? ¿Qué quería decir con eso? Tobías parecía mas confundido que nunca, pero desvió su mirada de Helena por un segundo y lo vio...

Clay, el hombre al que había golpeado horas atrás estaba recostado sobre una cama de hospital con algunos equipos que le ayudaban a mantenerse vivo. Kara estaba a su lado, con la cabeza recostada sobre sus piernas y con sus manos sobre las de Clay.

—Creo que me equivoque Tobías, ni siquiera debería sorprenderme. Me pregunto a cuantas personas habrás asesinado a sangre fría por algún ataque de locura o lo que sea que pase por tu hueca cabeza— Helena se puso en pie para hacerle frente, y aunque ni siquiera llegaba hasta los hombros de Tobías, para el lucia mas grande e intimidante que cualquier enemigo con el que haya luchado. Su mirada desprendía fuego.

—Helena, esto no...

—¡Que te calles!— grito Helena para luego darle una cachetada a Tobías, ni siquiera la sintió, pero el dolor no lo estaba recibiendo su piel si no su alma. Para ese momento el detective Fonseca ya había llegado para presenciar la escena junto a los médicos de las habitaciones contiguas a la de Clay. Todo se quedo en silencio por unos segundos, nadie movió un solo musculo, hasta que Helena decidió rematarlo —Espero que algún día puedas conseguir eso que tanto deseas, y cuando ese día llegue, espero que te pudras en el infierno.

En ese instante, Tobías sintió ese dolor que le había descrito el niño días atrás.

Le costaba admitirlo, pero tenía razón.

Era un dolor que ningún arma había causado en toda su maldita vida.



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