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3. Al bagazo, poco caso

Camila estaba empezando a superar —o acostumbrarse a— las habladurías de sus compañeros, profesores e incluso directivos, y a que todo el mundo guardara silencio cuando ella se acercaba. En un círculo tan cerrado como el de la alta sociedad caleña, guardar un secreto financiero o legal era casi imposible.

A lo que no se acostumbraba, y tal vez no se acostumbraría nunca, era a subirse en el huevito con llantas que su papá había intercambiado por la camioneta Mercedes Benz híbrida que todo el mundo se quedaba mirando y por la que chorreaban la baba. 

A ese huevo con motor que usaban los pobres nadie lo miraba —¡gracias al cielo!— así nadie debía darse cuenta de qué tan bajo había caído el estatus de Camila y su familia. Pero en un colegio como en el que ella estudiaba, donde el alumno más humilde ya tenía garantizado su ingreso a cualquiera de las universidades de la Ivy League, un Chevrolet Spark modelo 2009 chillaba más que sirena lastimada. 

Ya habían pasado los veinte minutos de espera después de la salida del colegio que había convenido con su papá, entonces Camila se escondió detrás de uno de los enormes arbustos que adornaban la entrada principal del recinto, buscó sus gafas negras dentro de su bolso, se las puso y ató su bonito cabello rubio castaño en un chongo en lo más alto de su cabeza. Agarró su maletín como si se tratara de un bebé y agradeció que su papá fuera una persona muy puntual, pues así no se exponía a que nadie la viera en esa pinta, o peor aún, subiéndose al huevo con stops

Tan pronto el vehículo hizo aparición, Camila salió corriendo en las puntas de sus pies, tratando de volverse insonora e invisible y se subió al asiento del copiloto.

 —¡Arranca, arranca, arranca! —afanó a su papá.

—¿Aún no te acostumbras?

—¿Alguien se puede acostumbrar a esto?

—Cuarenta millones de colombianos, mínimo... —respondió Sebastián con un tono alegre tratando de ponerle algo de buena energía a la situación.

—Las moscas aman el popó y eso no lo vuelve bueno —afirmó la joven arrugando la nariz. 

Sebastián soltó una carcajada.

—¿Hoy te vas a ver con Thiago?

A Camila se le removió el estómago al escuchar el nombre de su novio —ex novio, desde unas horas atrás— pero trató de disimular la lágrima que luchaba por salir.

En solo un segundo la muchacha recordó lo peor que había vivido en su vida... Bueno, lo segundo peor si tenía en cuenta que su mamá era una delincuente prófuga que no había sido lo suficientemente inteligente como para proteger su patrimonio y el futuro de su familia, como todo buen ladrón de cuello blanco debería hacer.

El baño de niños y niñas se encontraba muy junto y por lo general eso era una ventaja para los encuentros a escondidas de las parejitas cuyas hormonas alborotadas y la presión de sus amigos los obligaba a volverse creativos para encontrar lugares donde poder toquetearse. Pero esa mañana dicha ventaja se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para que Camila conociera a su novio realmente. 

Y cualquiera podría pensar que lo encontró toqueteándose con alguna otra niña, que sería lo más común y, a esas alturas, tal vez lo menos doloroso para Camila, pero no. La vida no podía ponerle las cosas tan fáciles desde que el karma había decidido cobrarle quién sabe qué asunto pues desde hacía tres meses todo, absolutamente todo iba de mal en peor para ella. Era como un lento y doloroso descenso al infierno que no sabría cuándo se detendría. 

—No, solo escondiéndome de Pardo por un rato... —Antes de salir del baño de mujeres, Camila escuchó la voz de su novio que provenía desde el baño de hombres, por lo que se quedó muy quieta parada junto a la puerta donde esperaba no ser vista por nadie y escuchar lo que se decía de ella. 

—¿Y eso? ¿Está de intensa? ¿De tóxica? —preguntó otra voz masculina que a Camila le costó identificar.

—¡De pobre! —exclamó y ambos soltaron una sonora risa—. Y pues ella me busca... al principio iba a visitarla a su casa pero cada vez había menos muebles, y menos empleadas. Hasta las pesas del gimnasio tuvo que empeñar su papá.

Ambos volvieron a reír, mientras Camila se llenaba cada vez más de ganas de meterse al baño de los hombres y darle una cachetada a su estúpido y superficial novio.  

—Tenaz lo que les pasó ¿no?

—Pues sí... pero eso le pasa a la gente corrupta. La verdad yo estaba con ella porque tiene buen trasero y sabe moverlo, pero siempre sospeché que había algo malo detrás de esa familia.

Camila apretó los puños y clavó sus propias uñas en su piel. Aunque más dolía el orgullo.

—Ah, pero bien que le gustaba viajar con ellos... ¿A dónde fueron? Creo que vi unas playas en el Insta, y nieve, y otras cosas, ¿no?

—Pues ellos me invitaban, yo qué culpa. Además, si yo quisiera hacer esos viajes solo, podría haberlo hecho sin ningún problema —respondió Thiago con altivez.

—Ah, pero no sé, al menos debería hablar con ella y cortar por las buenas...

—Nah, ella no es tonta, ya debe saber lo que está pasando. Eso de "en la riqueza y la pobreza" es solo para los idiotas que cometen la estupidez de casarse. Bueno, de casarse con una pobre, si yo alguna vez me caso será con alguna heredera, o hija de algún Santo Domingo, mínimo.

Camila se pegó a la pared y trató de fusionarse con ella cuando se dio cuenta de que su novio y el otro muchacho salían del baño. Ahora que no estaba concentrada escuchando la conversación podía concentrarse en su orgullo y las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. ¿Con ese asno tenía una relación? ¿En qué momento se enamoró de semejante basura? ¿Acaso un buen apellido y unos ojitos bonitos volvían ciega a la gente inteligente? 

Quería gritar y destrozar algo, pero sabía que eso atraería la atención y en ese colegio no podía permitirse semejante cosa una persona como ella, que llevaba una diana colgando en el pecho y otra en la espalda, listas para los dardos venenosos de las habladurías.

Volvió al presente y decidió que nunca más derramaría una lágrima por un hombre. Ni por nadie.

—Ya terminamos. —Camila le respondió a su padre mientras luchaba por que no se le quebrara la voz. 

—¿Y eso? ¿Pensé que todo iba bien entre ustedes? —Sebastián trató de ser empático y disimular la alegría que ese asunto le provocaba.

—Me aburrí de él. —Podía aferrarse al menos a la poca sensación de dignidad que le quedaba.

Al llegar a la casa, la joven salió corriendo a su habitación para arreglarse. Quería invitar a Alejandra a comer un helado —uno no muy costoso, por si ella tenía que pagar— o hacer cualquier otra cosa, pero quería hablar con alguien. 

Por suerte aún no habían llegado al punto de tener que vender sus bolsos, joyas, zapatos y hasta ropa, y tenía una buena variedad de todo eso en un armario inspirado en el de la princesa Mía de El diario de la princesa, película con la que Camila se había obsesionado a sus doce años.

Buscó una blusa que dejara ver algo de escote pero sin ser muy sugerente y unos jeans que realzaban su silueta y su autoestima. Miró su trasero. «Tiene buen trasero y sabe moverlo», recordó, resopló y empezó a menearlo. «¡Claro que lo tengo!», sonrió con satisfacción al pensar que Thiago tenía razón, pero se sintió tonta y prefirió seguirse arreglando sin pensar en las estupideces de ese imbécil. Sacó sus botines de Jimmy Choo que su madre le había regalado el año pasado y admiró su imagen con orgullo en el espejo. 

«Al menos la pobreza aún no se me nota», sonrió amargamente, recordando las demás palabras que había escuchado del mismo hombre que después de su primer encuentro sexual le había dicho que era un ángel y que no se la merecía. 

 «Imbécil cursi y poco original», suspiró y levantó sus brazos como si hubiera ganado una competencia. Su mamá le había enseñado desde pequeña que para ser ganadores, debe enseñarse al cuerpo a serlo y esa expresión de victoria atraía el éxito. 

Terminó de maquillarse y peinarse y le escribió a su amiga, pero no alcanzó a enviar el mensaje pues recibió una llamada. Al ver la pantalla, se alegró inmensamente.

—¡Tía! ¡Hi! —respondió entusiasmada.

—¡Hola, muñeca! ¿Cómo estás?

Alicia era la hermana menor de su madre y la pariente que más quería Camila. Siempre habían tenido una relación muy cercana y había estado en las buenas y las malas con la familia. Vivía fuera del país pero trataba de estar pendiente de todo lo relacionado con Camila especialmente, y de Sebastián también, aunque tratara de no hacerlo. 

—Ay, tía... —Los ojos de Camila empezaron a empañarse y amenazaban con hacerla romper su promesa. 

—¿Qué pasa, bebé? —Alicia notó que la voz de la chica estaba a punto de quebrarse.

Después de darle una versión resumida de los acontecimientos de la mañana, Camila se secó las necias lágrimas que no pudo contener. Alicia quería teletransportarse al lado de la niña y abrazarla con todas sus fuerzas. Recordó su propia primera decepción amorosa y pensó en viajar a Cali solo para buscar al maldito Thiago y rayarle el carro con una llave.

—Ay, Cami... Sé que no debo decirte que es un estúpido por el que no debes sufrir, primero porque ya lo sabes y segundo porque de todas formas lo harás. Es inevitable. 

—Ya sé...

—El amor no es fácil, unas veces nos decepciona, otras no podemos tenerlo —hizo una pausa para tomar aire y concentrarse en no pensar en Sebastián—, pero muchas veces es hermoso, dulce y constructivo, y va a llegar el día en que vivas eso y sea maravilloso.

—Gracias, tía. ¿Y tú cómo estás?

—He tenido mucho trabajo en estos días, pero te tengo buenas noticias... ¡Estoy programando un viaje para ir a visitarte!

El corazón de Camila se llenó de alegría y amor.

—¡Ay, tía, qué bueno! ¿Y cuándo será?

—Tengo que terminar acá un proyecto en un par de meses. Tan pronto termine viajo y te llevo los chocolates que te encantan. ¡Ah, y mucha ropa!

Camila sonrió.

—Mi papá se va a poner feliz de verte.

El estómago de Alicia se revolvió, por lo que cambió el tema. Luego de media hora de hablar sobre temas variados y poco trascendentales, se despidieron con muchos besos y a Camila se le quitaron las ganas de salir. Se quitó los Jimmy Choo y se recostó en la cama. Sacó su ejemplar de Flores en el Ático y continuó leyendo. Se había vuelto adicta a las lecturas sobre pésimas madres que arruinaban la vida de sus hijos. Se había vuelto una masoquista.

Los golpes en la puerta despertaron a la joven que se había quedado dormida con la cabeza sobre el libro y había arrugado unas cuantas páginas. Cuando ella lo indicó, su padre abrió la puerta y se quedó parado en el marco. 

—Vine hace un rato a avisarte que iba a salir pero te quedaste dormida. Te traje un latte descafeinado, ¿quieres?

Camila se sentó en la cama y recibió la bebida.

—¿Con quién fuiste a tomar café? —preguntó la joven luego de mirar la ventana y ver que ya estaba oscureciendo.

—¿Cómo sabes que estaba tomando café con alguien?

La joven movió su vaso.

—No hay que ser Sherlock para deducirlo. ¿Pero con quién? ¿Tienes nueva novia y no me he enterado? —bromeó.

—¿Novia? Ja, para tener novia se necesita dinero, por lo que ese tema queda cancelado por un rato. —Devolvió la broma—. Me encontré con una prima lejana y estuvimos hablando un rato. 

—¿La conozco? 

—Creo que la viste un par de veces cuando eras pequeña, pero no creo que te acuerdes. Tiene unas gemelas de tu edad.

—Ah. —El dato no sonaba tan interesante—. Bueno y ¿te divertiste?

—Fue grato hablar con alguien a quien no le importa todo lo que está pasando. Bueno, no de la manera en que le importa a la gente que nos conoce... sabes a lo que me refiero. 

Y sí que lo sabía.

—Qué bueno, papi. Gracias por el latte —dijo Camila, perdiendo cada vez más interés en la conversación.

—¿Sabes qué? ¡Ella y su familia nos van a ayudar! —dijo su padre con una enorme sonrisa.

—¿Ah sí? ¿Es abogada? O trabaja en la fiscalía... ¿o qué clase de ayuda?

Su papá tragó saliva antes de empezar a explicar. Sabía que la noticia de irse a vivir a un nuevo sitio, con una nueva familia no iba a ser muy bien recibida por la muchacha, aunque nunca se imaginó hasta qué punto.

¡Hola! Quiero agradecerte por leer esta historia... ¿Te gusta? 

¿Qué piensas de los personajes?

Espero que haya sido un capítulo entretenido, aunque para la pobre Camila haya sido más sufrimiento que otra cosa. 

Pero es como todo en la vida, a veces creemos que nos pasan cosas malas que luego resultan ser muy buenas ;) 

¡Gracias por apoyarme con tus votos y tus comentarios! Un abrazo.

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