1. Cuando la vida cierra una puerta... ¡te da un portazo en la cara!
Rosa, como el tono que le estaban aplicando en las uñas. Así era la vida de Camila Pardo desde que era un cigotito formado por los maravillosos genes de su papá y el gusto por la buena vida de su mamá. Jamás pensó mucho en las ventajas de su situación y su vida acomodada, pues cuando se nace y se vive teniendo todo lo que se desea, es difícil ver lo malo que podría ser y casi imposible imaginar que puede llegar el día en el que no tengas nada.
—¿Le aplico escarcha en la uña del medio? —preguntó Rosaura, la manicurista que iba cada miércoles a dejarle las manos como las de una princesa. —A las muchachas ahora les gusta eso.
—¿A las muchachas de qué estrato? No, Rosa, la escarcha es como muy grillita. Por fa, solo aplica un tono de rosado más oscuro, como para variar.
—Claro que sí —respondió la mujer mientras se mordía la parte interior de sus mejillas con rabia, recordando que la escarcha le encantaba a su hija.
El sonido de una delicada campana sonó en el celular de Camila. Lo tenía al lado, sobre el apoyabrazos, por lo que vio en la pantalla que se trataba de un mensaje de Whatsapp. Le pidió a Rosaura que lo desbloqueara y lo leyera para ella, sin decir por favor.
—Es de un grupo con un emoji de caballito... dice que la clase de mañana se corre para el viernes porque el instructor tuvo un accidente.
Camila suspiró con evidente molestia. Odiaba que le cambiaran el itinerario perfecto de su maravillosa vida.
—¿Dice la hora?
—A las tres de la tarde.
—Rosa, pon el dedito ahí en el ícono del micrófono y me acercas el celular para poder mandar un audio. ¿Sí sabes qué es un icono?
—Señorita Camila, sí he mandado audios de Whatsapp —afirmó Rosaura terminando esa frase mentalmente con la palabra "piroba".
—Okay, entonces acércamelo que quiero mandar un audio.
Rosaura hizo lo solicitado, pero tuvo que levantarse de su banquito y tumbó por accidente todos los esmaltes que tenía en su estuche de uñas. Por suerte eran los que estaban cerrados, pero la mujer volvió a maldecir mentalmente. A veces pensaba si sería mejor pedir limosna que tener a la remilgada, desconsiderada y egoísta Camila como cliente.
—Ahora recoges eso, primero mi audio.
—Sí, señorita. —La mujer respiró hondo y puso el celular cerca de la boca de Camila para que grabara su dichoso audio.
—¡Me parece el colmo que cancelen una clase así porque sí! Una actitud muy poco profesional de parte del instructor Jorge. Espero que lo cambien.
Rosaura envió el audio y empezó a recoger sus esmaltes, pensando en el pobre hombre que además de herido, sabe quién con qué gravedad, podía quedarse sin trabajo por culpa de una mocosita rica que tal vez nunca tendría que trabajar en su vida. A los pocos segundos, se volvió a escuchar la alarma de mensaje y Rosaura, sin que Camila tuviera que decirle nada, dejó lo que estaba haciendo para reproducir el audio para su cliente. Era mejor adelantarse a sus peticiones que tener que recibir órdenes de la muchachita.
—El instructor Jorge tuvo un accidente automovilístico y está en cuidados intensivos, estamos buscando quién lo remplace para recuperar esa clase el viernes. —Se escuchó en el audio la voz de una angustiada mujer.
—Rosa, audio —ordenó la jovencita, a lo que Rosaura volvió a acercarle el celular para que pudiera grabar y enviar el mensaje. —Desde que se inventaron las excusas, nacieron los mediocres.
Rosaura estuvo a punto de preguntarle si no le importaba que un hombre que conocía y muy posiblemente respetara estuviera gravemente herido, sabe Dios en qué estado, pero se contuvo pues sabía cuál era la respuesta.
A Camila Pardo Angarita solo le importaba su apariencia, su reputación, su estatus y su estúpido novio que le coqueteaba a todo lo que tuviera falda, según lo que Rosaura se había dado cuenta. Era mejor no tratar de intercambiar con ella más frases que "¿Esta semana de qué color quiere las uñas?" y "¿Algún decorado en especial?"
Una nueva alarma sonó y todo volvió a comenzar. Rosaura ya había recogido los esmaltes y se había vuelto a acomodar para continuar pintándole las uñas, así que ni siquiera notó el sonido.
—Rosa... ¿No escuchas?
—¿Qué?
Camila gruñó y la miró como si tuviera la peste.
—Perdón. ¿Qué, señorita Camila? —Por un instante olvidó que no decir "señorita Camila" era una falta de respeto que la señorita Camila no estaba dispuesta a dejar pasar.
—Me enviaron otro mensaje.
La mujer perdió el control de sus expresiones faciales y torció los ojos.
—No es mi culpa que te hayas levantado tonta hoy, Rosaura —afirmó Camila molesta.
La manicurista le pidió perdón y volvió a desbloquear el celular. Vio que el mensaje lo mandaba ahora un contacto guardado como BFF junto a un emoji de dos mujeres y un corazón en la mitad. Lo abrió y lo reprodujo para ella.
—Amigaaaaa, ya que hoy no habrá equi, ¿salimos a tomar algo? Abrieron un nuevo pub en Ciudad Jardín que Vale dijo que estaba espectacular, y me hizo sentir como un culo porque no fuimos a la inauguración. Le dije que habían hecho otro evento antes para invitados súper vip y que a ese obvio que habíamos ido, pero necesito las fotos para demostrárselo.
Camila le hizo un gesto a Rosaura y ella entendió de inmediato que tenía que volverse a levantar para llevar el celular hasta la boca de la niñita para que mandara su respuesta. Era increíble que no pudiera esperarse unos minutos a que ella terminara su trabajo para ponerse al día con su vida social. Aunque bueno, estarse parando y sentando era mejor que hacer sentadillas en un gimnasio, y aunque fuera un débil consuelo, era una forma para no perder la cordura.
—Aleee ¿Are you kidding me? ¡Claro que me apunto! Pasa por mí en unos cuarenta minutos, hay que ir de shopping entonces.
Rosaura no se sentó esperando la respuesta. Hizo bien, pues dos segundos después ya había un nuevo mensaje.
—¿Y por qué no vamos en tu carro mejor? El mío no me lo han querido lavar porque el que lo hace está disque enfermo... ¿puedes creerlo?
De inmediato, Rosaura presionó el micrófono para grabar un mensaje.
—Pfff, la gente ya no quiere trabajar, y luego se quejan de su pobreza. Pero no importa, amiga, es que me están arreglando las uñas y si manejo me las arruino, seguro. Por hoy podemos ignorar la suciedad de tu carro —respondió y soltó una carcajada.
Rosaura quería darle un telefonazo en la cara.
Llegó otro mensaje de Alejandra, la BFF, y Rosaura lo reprodujo.
—Listo, Cami, paso por ti en una hora más o menos.
La manicurista estuvo tentada de poner el aparato en modo avión para poder terminar su trabajo, pero prefería no meterse en problemas. Además, el aparato era mucho más avanzado que su celular chino que de por sí ella no manejaba muy bien; seguramente no sería capaz de poner el aparato en ningún modo avión. Aunque los accidentes podían pasar, y si lo dejaba caer al agua de la manicura, podría terminar en modo submarino...
Mejor no. Mejor evitar problemas.
Volvió a sentarse en el banquito, rezando porque nadie más le escribiera o enviara un audio para poder terminar su trabajo. Pasaron los minutos y cuando estaba aplicando la última capa de brillo secante, el bendito aparato volvió a sonar.
Camila vio en la pantalla que era la alerta de una noticia relacionada con su mamá, y aunque nunca le daba tanta importancia a esas alertas, ese día algo fue diferente.
Fabiana Angarita era una senadora de larga trayectoria política en el país, una mujer que se hizo a sí misma. Todo lo que ella y su papá tenían, lo había conseguido su mamá. Pero las ventajas económicas tenían un precio, la mujer vivía más en Bogotá que en Cali, y solo se veían unos pocos momentos cada dos semanas. Sin embargo, hablaban casi todos los días. Camila había configurado una alerta en su celular a las noticias que mencionaran su nombre, para poder saber en qué se encontraba trabajando y tener más temas para conversar con ella. La estrategia le había funcionado, pues tenía a una madre feliz y orgullosa de una hija que pareciera interesarse tanto por la política como ella, aunque Camila en realidad tuviera otras aspiraciones.
Esa alerta le llamó la atención y tuvo la corazonada de tener que leer la noticia en ese mismo momento. O mejor, que Rosaura se la leyera.
—Rosa, celular. —Ya ni se molestaba en dar la orden completa.
—No es un mensaje, ¿cómo veo las otras notificaciones? —preguntó confundida la mujer.
—Ay, por Dios, aprieta el botón de la derecha, tocas la noticia y luego desbloqueas el celular —explicó Camila con hastío.
La mujer siguió las instrucciones y comenzó a leer: «La senadora Fabiana Angarita es investigada por presuntos nexos con el narcotráfico. Desde hace una semana la Fiscalía General de la Nación ha estado investigando las conversaciones telefónicas entregadas por una fuente anónima, donde la Senadora del partido del Futuro da indicaciones para que le consignen dos millones de dólares a una cuenta de las islas Caimán. Presuntamente, la persona con la que habla es alias "Gordito", uno de los cabecillas de...»
Camila no soportó seguir escuchando y de un manotazo le quitó el celular a Rosaura.
—¡Señorita...!
—Te puedes ir, Rosaura. —Fue lo único capaz de decir. Sentía una opresión en su pecho y en su garganta creía tener un nudo que no la dejaba ni respirar. Sus pensamientos iban para todos lados y no coordinaba más que lo necesario para leer ella misma el resto de la nota.
—Pero, señorita Camila, se le dañó una uña —dijo la mujer quien sabía que si se iba de ahí dejándole las uñas así, la muchacha era capaz de esperar a que llegara a su casa para llamarla y hacerla ir hasta allá otra vez. Ya había pasado.
—¡Qué quiero estar sola! —gritó Camila, más molesta de lo que Rosaura nunca la había visto. Y es que la mujer no había entendido la magnitud de la noticia, para ella era una noticia más y cuando tenía que leer cosas para su cliente, jamás prestaba demasiada atención.
Pero para Camila, esa noticia estaba destrozando todo su mundo, su seguridad, su reputación, su futuro y lo peor de todo: a su mamá.
«...la Fiscalía continúa las investigaciones mientras el paradero de la senadora es desconocido, aunque aún no se han presentado cargos.
Noticia en desarrollo».
Lo siguiente que pensó Camila fue en que su papá debía saber algo. Salió corriendo hacia el gimnasio de la casa, donde el hombre pasaba la mayor parte del tiempo. No lo encontró ahí, pero su papá la vio desde la piscina y gritó su nombre. Ella corrió hacia él con los pasos más torpes de su vida, casi se cae hacia atrás al pisar un charco.
—¿Estás bien, muñequita? —preguntó Sebastián al ver que su hija por poco perdió el equilibrio y tenía la cara más pálida que le había visto jamás.
—¿Cómo así que nexos con el narcotráfico?
—¡¿Qué?!
Camila le pasó el celular, él lo recibió sin salir de la piscina y sintió lo mismo que ella había sentido hacía unos minutos al leer la noticia.
—¿Qué sabes de esto? ¿Es verdad?
—N...o. No. No sé nada —respondió muy nervioso, siendo totalmente sincero.
—¿Crees que Fabiana haya sido capaz?
Antes de responder, Sebastián salió de la piscina y se secó un poco con la toalla que había extendido en la silla asoleadora. Respiró profundo y trató de no entrar en pánico, no sólo por él, sino por su hija.
—A ver, amorcito, no perdamos el control por una noticia que no sabemos qué tan verdadera es...
—La publicó El Tiempo.
—Sí, pero de todas formas deberíamos darle a tu mamá el beneficio de la duda. ¿Ya hablaste con ella?
Camila negó con la cabeza y de inmediato comenzó a marcarle a su madre. Escuchó el timbre por varios segundos hasta que le contestó el buzón de voz y colgó. No quería dejarle un mensaje a la mujer, quería una respuesta de inmediato.
—No contesta —aseguró Camila.
—Esperemos entonces que ella se comunique con nosotros. Yo creo que más tarde nos llama y nos cuenta qué es lo que está pasando. ¿Y esas uñas? —preguntó Sebastián mirándole las manos a su hija, tratando de cambiar el tema.
A Camila se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no dijo nada. Su padre la abrazó y ella se dejó hacer sin importarle que la estaba mojando. En ese momento necesitaba ese abrazo más que su ropa seca e impecable.
—No te preocupes, muñequita. Todo va a estar bien.
Camila trató de tranquilizarse y alistarse para ir de compras con su mejor amiga. Lo más probable era que su madre aclararía toda la situación y volverían a la tranquilidad de su vida privilegiada.
Le escribió a Rosaura para que regresara y le arreglara las uñas que se le dañaron, sin que se le pasara por su cabeza el hecho de que el universo tiene una extraña forma de trabajar, y cuando alguien dice que todo va a estar bien, todo conspira para que nada, absolutamente nada, lo esté.
Camila estaba por descubrir que el color rosa de una vida perfecta puede tornarse rápidamente marrón oscuro.
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