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Capítulo 4: hacerla suya




"Me gusta ver arder el mundo, porque cuando el mío se quemó, lo celebraron".

El trayecto hasta Fennoith parecía interminable. El internado se mantenía alejado de la civilización, enterrado en el profundo y oscuro bosque. El grupo de cinco jóvenes miraban en la lejanía la estructura de la institución aproximarse. Imaginar que, tan solo unos pocos años atrás, todo aquello estaba habitable y no abandonado resultaba trágico. La gran parte de la culpa la tuvo el director de la institución por encubrir los crímenes que allí dentro se cometió. Quién diría que gracias a la llegada de una joven adolescente junto a su demonio pudieron destapar la verdad.

Elliot, que fue el que condujo hasta allí, se estacionó frente a la verja y el grupo de jóvenes se adelantaron para bajarse del vehículo. No sabían muy bien por dónde iban a comenzar a buscar pistas. Todo permanecía muy difuso.

—Es espeluznante verlo tan caótico —opinó Lucas sin dejar de mirar la institución. Algunos cristales de las ventanas estaban rotos. El vandalismo se adueñó del lugar.

—Bueno, está en su estado puro visto así —alegó Caym.

—Aún puedo ver el interior de mi habitación desde aquí, quiero decir, nuestra habitación, Victoria —dijo Melissa. Sonó algo melancólica al igual que atemorizada. El patio lucía como un cementerio sin cuidado. La maleza se adueñaba de lo que un día fue suyo.

Elliot pudo finalmente mirar Fennoith sin sentir remordimientos por la muerte de Kimmie Bonheur. Pasó gran parte de su adolescencia sintiéndose culpable y apesadumbrado. Supo aceptar que, lo que le sucedió, no fue culpa suya, no fue por no protegerla.

La puerta de la verja estaba ligeramente abierta, lo suficiente como para colarse dentro. Necesitaban conocer si dentro del internado pudiera haber alguna clase de pista o signo de que Daniel Bellamy haya pisado aquello, antes de camuflarse en la ciudad.
Parecía que a nadie le importaba proteger Fennoith, pues la carencia de cerrojos o puertas valladas insinuaban que lo tenían abandonado por completo. Nadie querría proteger o adquirir una institución donde se cometieron tantas aberraciones con los alumnos. Casi podía respirarse la maldición en el ambiente, un aura de mal augurio que hasta el más supersticioso preferiría abstenerse que arriesgarse.

Dentro estaba oscuro y olía a humedad, madera desgastada, polvo, moho y bichos que no le daban la luz del sol desde hacía años. Elliot y Melissa sacaron sus teléfonos para alumbrar con la linterna el lugar.

—Busquemos el aula donde Bellamy daba clase.
Quizá encontremos algo —sugirió Victoria.

—Para algunos todos los caminos llevan a Roma. Pues a nosotros todos los malditos caminos nos llevan a Fennoith —se quejó Lucas.

—Visto así, son como unas vacaciones, solo que nuestro trabajo no es disfrutar; sino averiguar dónde demonios está el asesino —alegó el demonio.

—Sí, claro. El inspector Gatget —bromeó Elliot.

—No hables de tu suegro si no está presente —siguió la broma Caym.

Elliot soltó una risa sarcástica.

Anduvieron por los pasillos hasta buscar el aula donde dieron clase los hermanos Bellamy. En cada pisada se oía el eco del lugar, carente de personal y alumnos como lo solía estar en antaño. Con los años, parecía un lugar maldito del que nadie querría adentrase. Ni siquiera los vagabundos se habían adueñado de la institución, preferían mantenerse al margen de un lugar que guardaba tantos crímenes.

Una vez llegado al aula del profesor, Victoria notó que, en el escritorio del susodicho, alguien había pasado su dedo índice para percibir el polvo de la mesa, una huella presente. Sutil, pero apreciable.
Recordó que, la última vez que él tocó esa mesa, fue para abusar sexualmente de Victoria.

—Ha estado aquí —dijo ella captando la atención de los demás—. Volvió al último lugar que estuvo por primera vez.

Abrió los cajones de la mesa esperando encontrar una pista y, para su grata sorpresa, así fue.

—¿Qué es eso? —indagó Melissa, curiosa.

Victoria leyó en voz alta la nota escrita por Bellamy en un viejo y sucio papel. Parecía que, como no tuvo ningún bolígrafo a mano, la escribió con sus manos manchadas de tierra o barro:

—"Bienvenidos al infierno" —expresó.

El grupo se miró cómplice sin saber qué añadir, pero Victoria notó la suciedad de la hoja de papel, los dedos marcados y el barro. Supo de inmediato que el motivo por el que fue a Fennoih fue para verse así mismo enterrado bajo tierra. Quiso corroborar su cadáver sepultado. Se lo hizo saber a Caym y el demonio opinó:

—Supongo que alguien está un poquito rencoroso por la forma en la que se le mató.

—Probablemente te odie a morir, Caym. Tú lo sepultaste —expuso Lucas.

Él se giró para atenderle, alzó sus palmas al aire, se encogió de hombros y contestó:

—Bueno, si nos ponemos quisquillosos, creo que a todos nos tiene un poquito de tirria, ¿no creéis? Menos a Elliot, que era un huevo sin sal, todos nosotros fuimos cómplices esa noche.

Elliot le dedicó una peineta en modo de respuesta.
Decidieron corroborar si Daniel Bellamy intentó desenterrarse así mismo con el objetivo de avivar el odio que ya perpetraba en los jóvenes. Anduvieron por el bosque, bajo las indicaciones de Caym, ya que, junto a Laura Jenkins, fueron los únicos que conocían la zona donde estaba oculto.

Cuando llegaron, los cinco se quedaron observando con fijación la tierra bajo sus pies, húmeda. Las hojas apartadas y la maleza arrancada avisaban que alguien estuvo toqueteando ahí. No tuvieron curiosidad de ver su esqueleto ni sus restos, pero sabían que bajo toda esa tierra lo estaban pisando.

—¿Cómo vamos a encontrar a Bellamy en la ciudad —formuló la rubia, dubitativa.

—El cómo es importante, como también el quién. No sabemos a quién diablos ha poseído. Será como buscar una aguja en un pajar —respondió Victoria.

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Gabriel miraba a Laura con escepticismo. Su mujer afirmaba con rudeza que Daniel se había escapado del infierno y, tras confesar que ella lo mató hacía cinco años en defensa propia, ahora buscaba venganza y ocasionará un tremendo caos en sus vidas. Para cualquiera aquello sonaría a disparate, un sinsentido absurdo del que difícilmente se podía confiar.

Sin embargo, el comisario ya había presenciado eventos que no podía explicar, situaciones que involucraban lo paranormal y demoníaco. Tanto en Fennoith como en Annavenim, ambas instituciones ligadas de la mano y que, casualmente, siempre había un chico misterioso que estaba involucrado en descubrir la verdad. Sabía que Caym no era normal como también intuía que Victoria dejó de serlo hacía algunos años por permanecer junto a el chico. Si ya bien el demonio se lo profesó en antaño: «Somos un dúo perfecto. Victoria es la bomba y yo el detonante». Inseparables.

Aunque, nunca se quiso involucrar en temas oscuros, tenía conocimiento de que aquello pasaba en el mundo real y que no era tan descabellado imaginar que la mente humana llega mucho más allá de su propia comprensión. Cuánto más conocimiento adquieres más comprendes que no sabes nada.

—Entiendo lo que me estás contando Laura... pero comprende que me cuesta asimilarlo —profesó.

—Lo comprendo. Es... difícil de digerir. No supe decírtelo de otra forma y, ahora que hago introspección, he sonado como una completa loca.

—No. Intuí que la llegada de Victoria y Caym era porque pasaba algo grave. La última vez los vi en Annavenim, la institución religiosa que al final terminó siendo el mismo horror que Fennoith. Ellos siempre andan juntos cuando las cosas se complica. Supongo que es parte de sus... trabajos. Referente a tu confesión: guardaré esto conmigo, ¿de acuerdo?

Ella se avergonzó y bajó la mirada. Confesar que mató a un hombre en su pasado no era nada fácil.

—Laura —La sacó de su ensimismamiento sosteniendo su mano.

Ella, con su mano libre, se llevó la palma a su vientre.

—Tengo algo que decirte. Estoy em...

La interrupción de Frank entrando al despacho abruptamente ocasionó que la frase se perdiera en el aire, restándole importancia. La expresión del rostro del primero denotaba que algo había pasado.

—Morrison, ¿puedes salir un momento? Es muy importante. Me disculpo de antemano por interrumpir.

—Sí, por supuesto. Nos vemos en casa cariño, ¿sí? Te quiero.

Él la sostuvo de las mejillas para dedicarle un tierno beso que ella correspondió con gusto. Justo después se marchó del despacho. Ella se  quedó pensativa por la situación y decidió bajar para salir de comisaría y reunirse con Maddie.

Maddie se estaba tomando un café tranquilamente de la máquina cuando vio bajar a Laura. La primera, muy emocionada, le preguntó:

—¿Se lo has dicho? ¿Cuál ha sido su reacción

—No he podido. Estaba muy ocupado.

Maddie cambió su semblante a uno más inquieto. Laura salió de comisaría antes que la joven. Ella la siguió detrás tirando su café a la basura.

ஜ۩۞۩ஜ

La casa de Laura Jenkins tenía tres habitaciones en las que el grupo de cinco jóvenes decidieron hospedarse para estar en contacto y descifrar juntos el asunto. Como Laura convivía con Morrison y en su casa libre solamente se hospedaban Lucas y Melissa, pensaron que así era mucho mejor. Casi como estar en un piso Franco pero con una decoración extremadamente elegante y acorde con el gusto de Jenkins.

—Jenkins siempre ha sido nuestra salvadora en los hogares. Nos dio un apartamento de mala muerte en su día y ahora nos ofrece su casa —opinó Caym observando la casa.

—A mí me hace muy feliz convivir con todos vosotros. ¡Como en el internado! —se entusiasmó Melissa.

—¿Maddie va a unirse? —preguntó Lucas a Elliot.

—Sí, pero no vendrá todos los días. Quiere vigilar a Laura Jenkins. Está preocupada por ella dada la situación. Supongo que nos turnaremos para protegerla.

Elliot llevaba una bandolera estilo universitaria colgada de su hombro y se podía vislumbrar un montón de libros y apuntes dentro. Llamó la atención de Victoria. Pudo leer: «policía».

—¿Estás opositando a policía? —inquirió la joven. Los demás se interesaron en la respuesta del muchacho.

Caym se giró con un entusiasmo exagerado y añadió:

—¿Te vas a convertir en madero? ¡Cómo crecen estas criaturas! Supongo que la inspiración la sacó de su suegro.

—No, idiota. La inspiración la saqué en el caso de Kimmie. Ningún policía se involucró en su muerte, nadie la investigó y hubo corrupción de por medio. Estoy cansado de ver tanta porquería en el cuerpo nacional. Además... a la madre de Kimmie, la enfermera Margaret, se le fue la cabeza por el asesinato de su hija. No quiero que nadie más sufra una muerte encubierta. Solo quiero que se sientan protegidos y a salvo.

Victoria sonrió con orgullo. Sus palabras denotaban la fuerza que su cuerpo estaba adquiriendo. Elliot se había puesto muy fuerte y era entendible dado las pruebas físicas que tenía que hacer para entrar al cuerpo.

Caym se movió alrededor de Lucas y le sopló la oreja. El castaño emitió un chasquido de molestia y lo observó.

—Y tú, niño, ¿qué estás estudiando?

—Ehm... Me estoy especializando en psiquiatría y Melissa va para psicóloga infantil.

—Muy acorde.

Victoria observó a sus amigos, se enorgullecía de ver lo lejos que habían llegado y estudiar algo que, en el fondo, los definía como personas. Lucas por su trastorno esquizofrénico que resultó ser un don incomprendido, Melissa por su traumas infantiles que le dejaron huella junto a la salvación de Jenkins que la inspiró y Elliot por todo lo que ha tenido que presenciar de policías ineptos que no merecían estar en el cuerpo. Al final estaban buscando ocasionar un impacto distinto en las vidas de otros para mejorar lo que por ellos no hicieron.

—¿Cuál es nuestro plan esta noche? De momento, no hay rastro de Bellamy —Quiso saber Lucas.

—Puedo enseñaros la casa. Hay tres dormitorios, solo hay una cama matrimonial pero entiendo que no tenéis problema para dormir apretujados —habló la rubia.

—Depende del concepto que tengas con «apretujar» —murmuró Victoria.

Melissa sostuvo las manos de Victoria llamando su atención. Los ojos color caramelo de la rubia emanaban un brillo que la segunda carecía. Siempre tan risueña.

—¿Podemos dormir juntas esta noche? Eres mi mejor amiga y te he echado mucho de menos todo este tiempo.

Ella la observó atenta. No sabía cómo decirle que ya no necesitaba dormir. Miró a Caym y él le dedicó un guiño, aprobando su petición.

—Melissa...

—No me importa que ya no tengas la necesidad de dormir —la interrumpió—, nunca la tuviste en Fennoith ni en general. Así que tampoco habrá mucha diferencia. Podemos chismear juntas.

Lucas y Caym encontraron miradas. El primero negó con la cabeza ante los pensamientos que estaba teniendo el segundo,  sabía lo que iba a decir.

—Conque tú y yo dormiremos juntos. También podemos chismear, Lucas.

—¿Por qué no te vas con Elliot? ¡También está libre! —dijo, enfurruñado.

Elliot soltó una risa nasal. Caym respondió:

—A Elliot nunca le gusté tanto como a ti. No seas aguafiestas y pásatelo bien. Ya verás, será divertido.

Lucas hubiera permanecido quejándose sino fuese porque el teléfono de la casa sonó alertando a los demás. Victoria lo tenía a su alcance, así que observó quién llamaba a través de la pantalla antes de contestar.

—Número oculto —musitó.

Conocía esa sensación. Entendía que nada bueno traía responder esa llamada. Pero levantó el teléfono, clicó el botón del altavoz y esperó a que el remitente trasmitiese el mensaje. Uno, dos, tres segundos de silencio donde los jóvenes se miraban con complicidad sin entender nada. No fue hasta que pasaron seis segundos que una voz desconocida y distorsionada se dejó oír:

Victoria, aún recuerdo el aroma de tu dulce piel bajo esa falda plisada de uniforme escolar. Y qué decir de Laura Jenkins, oh, Laura Jenkins... Ese bebé que viene en camino será una delicia. Si tan solo se hubiera mantenido al margen de todo. Me voy a divertir mucho en mi pasaje a mi nueva vida. Nos vemos.

Ni siquiera les dio tiempo a responder cuando ya había colgado, dejando a los cinco con un malestar y una pesadez inmensa.

Aquel depravado aún mantenía el deseo de poseer a Victoria.

Todavía quería hacerla suya.

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